—Entonces, ¿vas a volver? —repitió Annie.
—No estoy volviendo a casa. Solo voy a Skagway. Necesito firmar unos papeles para las minas que estoy comprando. Regresaré en unos días.
—Claro. —Annie dio un sorbo a su bebida—. Así que tenía una ventana de esos días cuando Damien estaría fuera. Entonces escaparía.
Durante cinco años, había sentido que una parte de sí misma faltaba. Había intentado ignorarlo, negarlo, pero en el fondo, conocía la verdad. Lo extrañaba. Él tenía razón: eran parejas. Una pareja que no quería, con quien tenía un hijo.
Las emociones de Annie eran una tormenta que ya no podía contener. El pensamiento de posiblemente nunca volver a ver a Damien despertó una profunda tristeza. Era un momento que se sentía obligada a recordar, a aferrarse, incluso cuando amenazaba con abrumarla.
Terminó su bebida de un largo trago, saboreando la quemazón del whisky. Damien alzó una ceja mientras la observaba. —¿Quieres otra? —preguntó.
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