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La Revelación del Gran Secreto

Había una vez un impresionante reino llamado OroMidas, en honor al símbolo de su prosperidad (el oro) y al artífice de su sensacional nivel de bienestar y prosperidad (el primer rey Midas).

El mismo estaba constituido por una gran ciudad rodeada de inmensos muros, cuya área conformaba un inmenso rectángulo. La gigantesca puerta de entrada y salida principal se ubicaba al norte, mientras que la secundaria estaba al sur. La primera permitía el ingreso al reino, mientras que la segunda se conectaba con varios caminos que conducían a las minas de oro, las extensiones agrícolas y los almacenes de alimentos (los cuales se encontraban en las afueras de la ciudad).

Detrás de las murallas estaban las viviendas, las fábricas y los talleres de los artesanos. Justo en el centro de la ciudad se encontraba el majestuoso palacio del rey Midas XVI, el cual poseía cuatro balcones, cada uno en un punto cardinal. Más que balcones, estos eran sitios estratégicos de observación, que permitían al soberano ver fácilmente a sus súbditos.

Además, los cuadrantes norte y sur estaban asignados a las fuerzas militares, el este era el residencial y el oeste constituía el sector artesanal, industrial y comercial.

Este reino se destacaba por ostentar niveles extraordinarios de riqueza. Todas las paredes, caminos, señales, faros, carruajes, estatuas, plazas, sillas, edificaciones y techos estaban cubiertos de polvo de oro.

Más aún, a pesar de las rivalidades, sus habitantes trabajaban arduamente para contribuir con el desarrollo y progreso del reino, prevaleciendo la paz, el respeto y la veneración hacia el rey, quien era el responsable de garantizar el acceso a los servicios esenciales (educación, salud, alimentación, vestido y vivienda), la igualdad de oportunidades, y la redistribución de ingresos, de modo que los ciudadanos, dispuestos a trabajar por el bienestar del reino, sean copartícipes de su espectacular éxito económico.

Érase el primer día del año 500. Muy temprano en la mañana, sin que hubiera salido el Sol, el soberano Midas XVI, descendiente del célebre rey Midas, se asomó por el balcón sur del palacio.

Se observaba mucho movimiento de personas. Algunos súbditos caminaban y otros iban en sus lujosos carruajes. De por sí, era difícil distinguir los aristócratas de los mineros porque todos llevaban con orgullo sus finos trajes dorados, realizados con seda y polvo de oro.

De repente, varias personas se percataron que el rey los estaba viendo. Casi todos se detuvieron, hicieron una reverencia al soberano y cantaron el himno, correspondiente a ese día:

-¡Hace 500 años nació nuestro querido rey Midas!

-¡Viva el glorioso rey Midas!

-¡Viva el glorioso rey Midas II!

-¡Viva el glorioso rey Midas III!

-¡Viva el glorioso rey Midas IV!

-¡Viva el glorioso rey Midas V!

-¡Viva el glorioso rey Midas VI!

-¡Viva el glorioso rey Midas VII!

-¡Viva el glorioso rey Midas VIII!

-¡Viva el glorioso rey Midas IX!

-¡Viva el glorioso rey Midas X!

-¡Viva el glorioso rey Midas XI!

-¡Viva el glorioso rey Midas XII!

-¡Viva el glorioso rey Midas XIII!

-¡Viva el glorioso rey Midas XIV!

-¡Viva el glorioso rey Midas XV!

-¡Viva el glorioso rey Midas XVI!

-¡Larga vida para todos los reyes Midas, quienes han traído paz, prosperidad y riqueza para nuestro reino!

Seguidamente, el rey Midas XVI les pidió que dejaran de cantar y expuso:

-¡Queridos súbditos!

-Voy a ser breve.

-Para mí es un placer, empezar el día hablando con Uds.

-Pero como Uds. bien saben, todos debemos seguir trabajando para tener más y más riquezas.

-¡No hay tiempo para celebraciones!

-Les pido que continúen dirigiéndose a sus sitios de trabajo.

-También les recuerdo, que quien tenga un lugar vacío en su carruaje debe transportar a otro súbdito.

-¡A trabajar!

-¡Manos a la obra!

-Hoy seremos más ricos que mañana.

-¡Cuenten con la bendición de toda la dinastía Midas!

-¡Eso es todo!

El rey se retiró del balcón, siendo obedecido por los súbditos del reino. Posteriormente, él se reunió con sus asesores, para tratar un asunto sumamente delicado que solo era de su conocimiento y de los doce consejeros.

El consejero Enro empezó su discurso:

-¡Viva el glorioso rey Midas XVI!

El rey Midas XVI lo interrumpió bruscamente:

-Estimado consejero Enro.

-¡No hay tiempo para formalidades!

-¿Dónde están los consejeros Jhulio, Augusto, Septi, Octavio, Noveno y Décimo?

Ante la cara de incertidumbre de Enro, el consejero May respondió:

-Jhulio y Augusto están supervisando las actividades en las minas.

- Y Septi, Octavio, Noveno y Décimo renunciaron…

Un tanto molesto, el rey Midas XVI expuso:

-¿Cuál es la situación?

El consejero Enro expresó:

-¡Por favor escuche bien!

-Querido rey, con todo respeto, estamos enfrentando momentos sumamente difíciles.

-¡No hay tiempo que perder!

-Aunque estamos produciendo más trigo y contamos con incontables ovejas y corderos, los ingresos de las minas de oro han caído en un 5%.

-Los vecinos están pagando la onza de oro a un precio 3% menor que el mes pasado, alegando que ha disminuido la pureza de este mineral.

-Querido rey, mi propuesta es aumentar la producción y mejorar los procesos para obtener oro de mejor calidad.

-Por eso, debemos reactivar las minas clausuradas y contratar más personal.

El rey Midas XVI le cedió la palabra al consejero Febro, solicitándole que se olvidara de los saludos, y fuera directamente al asunto de interés.

El consejero Febro manifestó:

-¡No me gusta esta idea!

-¡No la veo bien!

-Estoy en desacuerdo con esta proposición.

-Nuestro reino es uno de los pocos que vende joyas con oro de dieciocho quilates.

-El problema de fondo no es la calidad del oro, sino un exceso de oferta en los mercados foráneos.

-No vale la pena invertir más en acondicionar las minas ni gastar más en personal.

-Propongo reducir la producción y solo vender joyas con oro de dieciocho quilates.

-Como muy pocos competidores tienen oro de esa calidad, podemos ir subiendo su precio progresivamente y recuperar nuestro nivel anterior de ingresos.

Acto seguido, el consejero April intervino:

-¡Ninguna de estas propuestas es razonable!

-¡No tenemos suficiente dinero para nuevas exploraciones ni para aumentar la producción!

-¡Tampoco podemos bajar la producción y perder cuotas de participación en los mercados!

-Su majestad…

-¡Estamos al borde una recesión!

-Los ingresos totales del reino disminuyeron en un 2% el mes pasado y la población ha crecido en 1%. Muy pronto los súbditos se darán cuenta que se han empobrecido.

-Las opciones son: emitir bonos soberanos, aumentar los impuestos, incentivar la exportación de otros productos, aumentar los aranceles de los bienes importados y emitir más dinero.

Seguidamente, el consejero Juno presentó una propuesta más radical:

-Su majestad…

-¡Hay pocas reservas de oro en las minas!

-¡Tal vez en dos años nos quedaremos sin oro!

-¡Deberíamos invadir los reinos del norte y el este!

-Si tenemos éxito, nos quedaríamos con el monopolio del oro y tendríamos más minas de este precioso mineral.

-También hay otra opción: contratar mercenarios para bloquearles sus rutas comerciales. Esta sería una manera de neutralizarlos, sin declararles la guerra.

El consejero Juno fue interrumpido por el rey Midas XVI, cuyo rostro reflejaba su profunda insatisfacción ante las propuestas de sus asesores, quien expuso:

-¡Consejeros!

-¿Cómo hacía el rey Midas para generar riquezas?

-Les recuerdo que en esa época no había tanta extracción de oro y las relaciones comerciales con los otros reinos eran escasas.

El consejero Enro tomó la palabra:

-Rey Midas XVI, realmente es un misterio como el primer rey Midas logró producir y acumular tanta riqueza, la cual solo llegó hasta los tiempos de su padre. Lo que tenemos ahora es fruto del trabajo y de las políticas económicas, pero esto no se puede comparar con lo que había antes.

-Con todo respeto, el rey Midas no permitió que los historiadores registraran su secreto. Por eso es que hay distintas versiones, provenientes de la tradición oral, las cuales han sido contadas, generación tras generación.

El rey Midas XVI expresó:

-Estimados consejeros, nosotros conocemos esas leyendas.

-Algunas cuentan que el rey Midas fue un gran visionario y el mejor productor y comerciante de todos los tiempos, mientras que otras revelan que hizo un pacto con algún dios, quien le concedió el don de convertir en oro todo lo que tocaba.

-Lo que sí sabemos es que él mandó a hacer grandes excavaciones, y sorprendentemente después de que el rey Midas las visitaba, se descubrieron que estas eran inmensas minas de oro.

-También hubo muchos intentos de aventureros por conseguir minas de oro y las únicas que existen fueron las localizadas en los lugares subterráneos que visitó el célebre rey Midas.

-Entonces…

-¿Cuál era su secreto?

El consejero May expuso:

-¡Excelentísimo rey Midas XVI!

-¡Qué bueno que Ud. abordó ese punto!

-Les recuerdo a los presentes que mis ancestros me contaron el gran secreto, el cual ha perdurado en mi distinguida familia, y ni siquiera los últimos reyes Midas lo saben.

-Querido rey Midas XVI, considerando esta situación de emergencia…

-¿Puedo revelar el secreto?

El rey Midas XVI replicó:

-¡Ya me han advertido que esto es un mito!

-¡Está bien!

-Proceda…

El consejero May continuó con la conversación:

-El primer rey Midas hizo un pacto con una deidad y todo lo que tocaba se convertía en oro.

-Antes de renunciar a sus poderes, visitó varios lugares creando las minas de oro.

-Pero, como las minas…

El rey Midas XVI no dejó que el consejero May siguiera hablando y expresó:

-¡Ya conocemos esa leyenda!

-¡Dicen que todo lo que él tocaba se convertía en oro!

-¡Hasta se atreven a decir que las estatuas de su hija y otros servidores fueron personas reales en otros tiempos!

El consejero May volvió a tomar la palabra:

-Su majestad…

-¡Por favor tenga paciencia!

-El gran secreto va más allá…

-¡Todos sabemos que el primer rey Midas vivió tristemente sus últimos días!

-Antes de suicidarse, él contó el gran secreto a uno de mis tatarabuelos…

Nuevamente, el rey Midas XVI preguntó:

-Consejero May…

-¿Cuál es ese secreto?

-¡Vaya al asunto de interés!

El consejero May respondió:

-Muy brevemente, el primer rey Midas perdió su toque de oro, y también recibió instrucciones de cómo recuperarlo, conservando este secreto, en caso que uno de sus descendientes necesitara volver a activar la magia dorada.

-Por lo tanto, mi propuesta es recuperar el poder de las ciencias ocultas, que solo puede ser usado por el excelentísimo rey, y crear nuevas minas de oro.

-Una vez que tengamos suficiente oro, el rey puede abandonar este poder y volver a guardar el secreto para sus descendientes.

Entre risas y caras incrédulas de varios consejeros, y luego de varios segundos de una profunda reflexión, que parecían interminables, el rey Midas XVI decidió investigar este asunto.

Sin embargo, antes de concluir la reunión dio órdenes de abrir las minas clausuradas, extender la jornada laboral de ocho a diez horas (de modo que los mineros pudieran trabajar dos horas adicionales para restaurar las minas cerradas), emitir más dinero y buscar sustitutos para los consejeros que renunciaron. Esta última tarea fue asignada a los consejeros Enro y May, quienes en situaciones difíciles, por lo menos buscaban soluciones.

Igualmente, el rey Midas XVI sorprendió con su decisión de vender secretamente las joyas del palacio, en los mercados negros de otros reinos. El soberano sabía que al comercializarlas de manera clandestina, podría obtener mejores precios, y al mismo tiempo no se desataría el pánico entre sus súbditos. Esta actividad fue encomendada a los consejeros April y Augusto, quienes eran discretos y tenían contactos con contrabandistas y ladrones de joyas.

Esa noche, el soberano no pudo dormir bien. Una y otra vez, su mente divagaba y pensó en el gran secreto, que era su única salida de escape. Dentro de sí, reflexionó:

-¿Será esto verdad o pura fantasía?

Sin embargo, como el rey no tenía otras opciones, sabía que debía proceder con el arriesgado e inverosímil plan, que pronto sería revelado por el consejero May, descendiente de un grupo de magos, y una de las personas más astutas y poco confiables del reino.

En su angustia y desesperación, lo sorprendió el amanecer de un nuevo día y una profunda convicción. Obviamente, el rey Midas XVI debía reescribir o crear una nueva historia muy distinta a la de sus predecesores, la cual de cierta manera podría ser parecida a la del primer rey Midas, quien prácticamente fabricó oro de la nada…

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