22 Capítulo 22 – El contrato de un diablo malintencionado (Parte 2)

Translator: Nyoi-Bo Studio Editor: Nyoi-Bo Studio

El plan había tenido éxito, pero Sheng Yize no reveló nada en absoluto.

—Aceptaste tan rápido. ¿Debería preocuparme que te arrepientas? —dijo.

An Xiaxia sacudió su cabeza desesperadamente.

—No lo haré. Tienes mi palabra.

—Las palabras no son evidencia —dijo Sheng Yize mientras fingía dudar.

An Xiaxia se lo tomó al pie de la letra y deseaba mucho demostrar su determinación.

—¡Podemos firmar un contrato! —dijo.

—Mmmm... bueno, eso suena como una buena idea —respondió Sheng Yize.

—¿Cierto? —An Xiaxia sonrió con dulzura.

Chi Yuanfeng y He Jiayu se miraron y suspiraron. Ambos lamentaron sinceramente el futuro amargo de An Xiaxia. En este mundo, Sheng Yize era la última persona que uno quería ofender. De lo contrario, puede que sigas pagándole incluso después de que te vendiera.

Sheng Yize sacó una hoja de papel con fluidez y se la dio a An Xiaxia.

«¿En serio? ¿Vino preparado?», pensó An Xiaxia un poco sorprendida. Miró el papel y el texto impreso en negrita.

"Contrato de asistente"

Persona A: Sheng Yize

Persona B: An Xiaxia

Compromiso de la Persona A: pagar por los servicios de la Persona B. El sueldo se descontará de la deuda. Si los servicios que la Persona B entrega exceden la deuda, la Persona A debe pagar el valor en dinero de inmediato y sin retraso.

Compromiso de la Persona B: siempre estar de turno y poner todo su esfuerzo mientras haga mandados y pequeñas tareas, etc.

El resto de los compromisos parecían corrientes, sin nada que resaltara. An Xiaxia no le dio muchas vueltas. Tomó un bolígrafo de inmediato y firmó el papel con su nombre. Sheng Yize sostuvo el papel y dijo con un rostro serio:

—Con toda honestidad, espero que nos llevemos bien en el futuro.

An Xiaxia asintió reiteradamente. Después de que este gran problema que la había estado molestado se resolvió, se sentía eufórica y bajó saltando la escalera. Sheng Yize estrechó los ojos y sonrió. En efecto, era tan inocente como crédula. Qué tontita.

-

Abajo.

Cuando la Hermana Ke escuchó que el Papá An era un gran cocinero, sus ojos se iluminaron. Procedió a pagarle una gran cantidad de dinero al Papá An para pedirle que se encargara de las necesidades diarias de Sheng Yize y los demás. Él estaba empeñado en rehusarse a recibir el dinero.

—Son todos niños, sin mencionar que también son los compañeros de Xiaxia. Es mi deber cuidarlos.

La Hermana Ke permaneció impávida y transfirió el dinero a la cuenta bancaria del Papá An con determinación y eficacia.

—Por favor, tome el dinero para dejarme tranquila —dijo.

El Papá An no pudo decir nada frente a eso. Se puso de pie y volvió al trabajo. La Hermana Ke subió con elegancia y dijo:

—¿Todavía recuerdan lo que me prometieron?

Nadie le respondió.

—No causen problemas, no publiquen nada en Weibo sin permiso, no se salten su entrenamiento y, más importante, ¡nada de novias! —dijo lentamente la Hermana Ke. En ese momento, miró a propósito a Sheng Yize y dijo—: ¿Me copias?

—Bueno, bueno, mi hermosa Hermana Ke. ¡Bajemos y comamos! —Chi Yuanfeng rio alegremente. Era el favorito de la Hermana Ke, así que ella solo sacudió su cabeza y dejó pasar el tema.

Segundo piso.

Pese a que la cafetería de la familia An no solía estar tan ocupada, de igual forma, la Hermana Ke les pidió que se quedaran arriba para estar a salvo. Si tenían que bajar, debían disfrazarse.

El Papá An había preparado una mesa con platos riquísimos y convocó a todos a la mesa del comedor. Ahora que no tenía ninguna deuda, An Xiaxia devoró su comida con euforia. Justo cuando estaba por servirse un tazón de sopa, después de terminar su arroz, notó unos cuántos pares de ojos mirándola.

Miró a su alrededor y vio que la Hermana Ke solo había probado algunos bocados de su comida antes de bajar los palillos. Es más, Sheng Yize y los otros dos chicos tampoco comían mucho. En ese momento, bebían su sopa mientras estaban asombrados con los modales de ella.

En efecto, comer con estos tres chicos guapos se sentía bien, pero An Xiaxia pensó que algo andaba mal.

—¿Por qué no comen?

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