1 Prólogo

Finos rayos dorados atravesaban las telas de la cortina, y junto al lejano y reverberante canto de los gallos comenzó a sonar el ruido infernal de la mañana:

"PI PI PI"

La dichosa alarma que marcaba el inicio oficial del día.

Tras apagarla, nuestro protagonista decidió que dormir cinco minutos más no sería la gran cosa, por lo que tras acomodarse nuevamente, comenzó a cerrar sus ojos...

—¡¡¡Kuro!!! —gritó una joven desde lejos.

—Ahh... —suspiró el chico.

Al escuchar esta segunda alarma no le quedó de otra. Vistiéndose de forma veloz con tal de evitar la chancla, el chico bajó las escaleras que separaban las habitaciones.

—Buenos días mamá.

—Buenos días. Te dejé la lista de compras en la mesa y tu desayuno. Limpia mi cuarto cuando regreses —diría la misma mientras terminaba de guardar sus cosas en su bolso —. Ah, y saca la basura. Recuerda que tu primo viene más tarde. —terminó de hablar, y sin decir nada más, salió de la casa.

—Apenas me levanto y tengo como cien cosas que hacer. —se quejó Kuro.

Luego de comer y lavar su plato, el chico buscó la lista de compras que le habían encargado.

—Espera... ¿y el dinero? —pensó en voz alta.

Buscando como maniático por toda la casa, no encontró ni un centavo con el que pagar la compra.

—Tras de que me manda, tengo que pagarlo yo... ughh, ni modo.

Kuro se preparó para salir, poniéndose unos zapatos cómodos y tomando un poco de agua. Ya listo, el chico salió hacia la tienda, más cercana.

Sin tantos rodeos, el chico recorrió y tomó todo lo que su madre había pedido, dándose una vuelta por el pasillo donde estaban los libros de fantasía.

Luego de una ojeada a unos cuantos, concluyó:

—Que muchas obras similares... siempre son transportados a otro mundo, son los más poderosos y tienen harem. Ojalá la vida fuera tan sencilla.

Luego de hablar consigo mismo tal lunático, pagó con su propio dinero, quedándose pobre.

Salió de la tienda, dispuesto a caminar  hasta su hogar, pero mientras revisaba la compra notó que había un papel extraño adentro. ¿Quizás se lo dieron de forma errónea? O tal vez era una tipíca promoción.

Ignorándolo por ahora, caminó de vuelta a su casa.

Más tarde, en la comodidad de su hogar tomó el papel y le echó un vistazo.

—Oh, tiene algo escrito... "¿Alguna vez ha deseado vivir en un mundo de fantasía?"... ¿pero que conveniente no?

Bajo aquella oración había una dirección y una fecha, y solamente faltaban diez minutos para ella.

—No tengo nada que hacer... eh, veamos donde queda.

Luego de buscar en su celular notó que era en una casa cercana, a cinco minutos caminando. Por ende, y aprovechando el viaje, el chico aprovechó y botó la basura como le fue ordenado.

Sin perder más tiempo caminó hacia el lugar, y en la calle notó que habían tres personas mirando una de las casas. Luego de ver bien el papel, notó que aquella casa era la misma a la cual debía ir.

El trío consistía de un chico, que medía alrededor de 1,98m y siendo el más alto de los tres. Su cabello era de un rojo brillante, contrastando con sus ojos azules, sin duda una combinación extraña.

Aguantando su mano estaba una chica más baja, midiendo 1,76m. Llevaba lentes que resaltaban sus ojos ámbar cristalinos, aunque estos se veían vidriosos y húmedos a la distancia. Cabe destacar que su cabello negro llegaba hasta su cintura.

Un poco más alejada se encontraba otra chica, la cual medía 1,60m, siendo la más baja del grupo. Sin embargo, con su cabello verde hasta sus hombros, su levemente pálida piel, y sus ojos del mismo tono que su cabello seguía llamando la atención.

—Buenas tardes, ¿también tienen uno? —preguntó Kuro al llegar, mostrando el papel que tenía en su mano.

—Así es... hmmm, te me haces familiar... —dijo el chico del grupo.

Kuro realmente era un chico bastante normal en cuanto a apariencia. Medía 1.73m, su cabello desordenado era negro, y sus ojos llevaban el color común de marrón oscuro.

—Está en nuestra clase... —respondió la chica que tenía al lado.

—Era con K... ¿Karo? ¿Kuri? ¿Kara? —pronunciaba confundido el chico.

—Kuro. —interrumpió la peliverde.

—Eso, Kuro. Bueno, yo soy Kenta, el presidente del consejo estudiantil —se presentó el chico. —. La que está a mi lado es Kumiko, y la de allá es Yui.

Al escuchar sus nombres el chico finalmente recordó quiénes eran. A pesar de que realmente no tenía muchos amigos, ellos pertenecían al consejo estudiantil, así que todos los conocían. 

—Un gusto...

Sin embargo, antes de continuar, un gran trueno se pudo escuchar proviniendo de aquella casa, y de la nada, la puerta de la misma se abrió de golpe.

Cabe destacar que esta casa parecía sacada de una película. Típica construcción de madera en ruinas, con huecos y telarañas en todas partes.

—Nope, yo no voy a entrar ahí. —dijo Yui mientras comenzaba a irse.

—Que dirá Aiko cuando sepa que huiste... —dijo en voz baja Kenta.

Entonces, así como había comenzado a huir, la chica regresó al grupo, e incluso fue la primera en caminar hacia la entrada.

"No tengo idea de por qué confío en un papel random, pero ya es tarde para arrepentirme". Pensó Kuro a medida que se acercaban.

Kumiko intentaba convencer a Kenta de que no entraran, pero el mismo la ignoraba por completo, no dejándole más opción que seguirlo.

Una vez dentro, tal y como les dejó saber el exterior, la casa por dentro estaba incluso peor. Incluso se podía escuchar el sonido de las ratas mientras caminaban y exploraban el lugar.

El grupo se separó para investigar, y tras un tiempo, Kenta llamaba la atención de todos para que fueran hacia él.

—Encontré algo raro. —informó el presidente, mientras entraba con el grupo detrás a una habitación.

Dentro de la misma no había nada, simplemente teniendo luz gracias a diversas ventanas que alumbraban de manera ténue.

Sin embargo, en el suelo de dicha habitación había un gran dibujo complejo. En dicho dibujo habían tres círculos en cada esquina de la habitación.

Con tal de investigarlo, Kuro se fue fue medio del dibujo y comenzaría a intentar ver de qué se trataba, mientras que los demás se separaron para ver cada círculo.

Una vez estaban en sus posiciones, los papeles que todos cargaban comenzaron a brillar. El del grupo brillaba con una intensa luz amarilla, mientras que el de Kuro emitía una leve luz rojiza, y su papel se tornó en color negro.

Antes de poder comentar sobre ello, el dibujo comenzó a brillar de la misma manera, emitiendo una fuerte luz blanca que, incluso con los ojos cerrados fue capaz de cegarlos a todos.

De un momento a otro, Kuro no sentía nada. Dejó de sentir el suelo, o la brisa que entraba por las ventanas. No podía oler el malolor de la casa, ni escuchar a las ratas, e incluso si abría sus ojos, todo lo que podía ver era blanco, y aquellos que lo acompañaban no estaban por ninguna parte...

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