1 Prólogo

El señor y la señora Snowdrop que vivían en las afueras de un pequeño pueblo, se sentían muy afligidos por la muerte de su adorada hija, Rose, una joven promesa de las artes del nalet, quien era oficial de primer grado en la ciudad capital, pero tras un atentado a una de las grandes familias murió tratando de protegerlos.

La señora Snowdrop se encontraba aferrada a los últimas pertenencias de su adorada hija.

—¿Qué vamos a hacer ahora?— decía entre sollozos mientras se encontraba sentada en la cama observando la foto de Rose.

—Querida...— Le dijo el señor Snowdrop que se le acercó y puso una mano en su hombro.

—Ella, lo era todo—La señora Snowdrop no podía contener su dolor y se dirigió hacia el señor Snowdrop que rápidamente le abrazó.

Juntos se quedaron en una noche oscura abrazados y aferrados a su recuerdo.

Pasaron los meses pero las cosas no habían ido para mejor. En el pueblo se escuchaban rumores de que la nación entera estaba en peligro. Un extraño grupo de rebeldes subversivos se estaba tomando la ciudad capital y ya había acabado con la mayoría de familias. Entre los rumores se oía que iban reclutando gente y que toda aquella persona que se negara era asesinada.

Claramente esto ya no importaba en absoluto al Señor y Señora Snowdrop, a ellos ya les habían quitado aquello que más querían.

Sus días solo se hicieron mas largos y monótonos, es como si solo esperaran a que ese tal grupo de rebeldes llegara a sus vidas y acabara con ellas para poder reunirse con su preciada hija.

Sus diálogos se habían vuelto casi inexistentes, ni siquiera se miraban, el señor Snowdrop solo iba a trabajar como todos los días, la señora Snowdrop, cuidaba del hogar, pero nada más, no había un sentido de vivir, no había un propósito. Sólo seguir viviendo hasta que alguien llegara y les arrebatara eso a lo que llamaban vida.

Pero todo cambiaría en una noche de luna llena.

El Señor y la Señora Snowdrop se encontraban durmiendo, cuando escucharon un extraño ruido proveniente del bosque que había cercano a su casa.

Una luz muy brillante proveniente del mismo lugar los hizo levantar a observar.

—¿Qué es eso?— Preguntó la señora Snowdrop

—No lo sé— Dijo el señor Snowdrop —Iré a revisar—

—Yo te acompaño— Dijo la señora Snowdrop quien ya se encontraba asustada.

Salieron rápidamente por la puerta de detrás de la casa, la cual dirigía hacia el bosque. La noche estaba fría y había una neblina muy espesa.

El señor Snowdrop en frente, la señora Snowdrop siguiéndolo. Iban caminando hacia una cegadora luz celeste llena de partículas brillantes que venía del fondo del bosque lleno de árboles de pino.

Entre mas se acercaban menos podían ver. Pero de un momento a otro la luz se empezó a desvanecer hasta desaparecer y el Señor y la Señora Snowdrop quedaron en medio del espeso Bosque sin poder observar ni oír nada más que el viento golpeando los árboles en la inmensa oscuridad.

—Pero que demo...— Balbuceó el Señor Snowdrop.

La señora Snowdrop lo agarró fuerte de la mano. Entonces una ventisca de viento muy helada empezó a venir hacia ellos. Quienes entonces se aferraron fuerte el uno al otro.

—¿Vamos a morir?— dijo La señora Snowdrop.

—Tranquila querida, todo estará bien— Dijo el Señor Snowdrop sin siquiera abrir los ojos.

Pronto la ventisca terminó y se empezó a oír el llanto de un bebé.

La señora Snowdrop se levantó rápidamente y empezó a correr hacía el lugar de donde provenía el llanto.

—¡Maia, espera!— Gritó el señor Snowdrop. Pero la señora Snowdrop hizo caso omiso. Entonces no le quedó más remedio que ir hacia aquel llanto.

Hizo un esfuerzo para calmar sus nervios e invocar algo de energía de nalet para iluminar el campo. Entonces fue cuando pudo vislumbrar a lo lejos a su esposa arrodillada observando un pequeño bebé.

Se acerco lentamente, era un bebé de cabellos naranjas como el atardecer. En su brazo tenía una marca. Parecía ser de la gran ciudad.

—¿Qué hace un bebé en medio de la nada?—Dijo el señor Snowdrop.

—No sé pero no podemos dejarlo aquí— Dijo La señora Snowdrop mientras agarraba al bebé.

—Pero querida...

La señora Snowdrop hizo caso omiso y corrió hacia la casa.

Aquella noche la casa de los Snowdrop tuvo las luces encendidas hasta el amanecer.

Días después el Señor y Señora Snowdrop trataron de encontrar la forma de devolver el bebé a su familia.

—Es niña— Dijo la señora Snowdrop mientras la alzaba y la abrazaba. Hacía tanto tiempo no veían tal felicidad en esa casa. El señor Snowdrop no sabía como iba a hacer para quitársela a su esposa y devolverla a su familia, se encontraba en una gran encrucijada entre lo que tenía que hacer y lo que su corazón quería.

—¿No es hermosa querido?— Le dijo la señora Snowdrop. —A ver, a ver.. ¿Cómo te llamaremos chiquita?

—No— Dijo el señor Snowdrop.

Ella le miró confundido.

—No hagas eso, no es nuestra hija, nuestra hija esta muerta y esta niña tiene que volver con su familia... — Le dijo el Señor Snowdrop secamente.

La señora Snowdrop bajó lentamente a la bebé y la acomodó en la vieja cuna de su hija. La arropó y una lagrima se le escapó. Entonces sin mirar al señor Snowdrop salió de la habitación y se encerró en el dormitorio.

El señor Snowdrop podía escuchar apenas los sollozos de su esposa. Tendría que tomar una decisión y pronto, pero su esposa y su situación le rompían el alma en miles de pedazos.

Fue a trabajar como de costumbre, en el trabajo trato de averiguar si alguien sabia algo de aquel extraño suceso en el bosque y si sabían de alguien buscando a un bebé. Lo hizo, lo intentó, por semanas y meses. Pero nadie apareció. Nadie vino por aquel bebé.

Entonces decidió emprender un viaje a la ciudad capital de "Cameron", de donde creía que provenía ella. El señor y señora Snowdrop tomaron un tren y tres días después llegaron a la capital.

Ya habían pasado seis meses desde que la encontraron en el bosque. Pero el ir a la ciudad no dio mayores frutos. Fueron al ministerio, buscaron en reportes de desaparecidos, hablaron con familias que tenían hijos extraviados. Pero ninguna familia la reconocía, nadie buscaba a un bebé de casi un año. Nadie la quería. A nadie le hacía falta.

Su única opción era dejarla en un orfanato, a ver si algún día alguien vendría por ella. O si simplemente crecería ahí sola, entre otros niños, igual de abandonados.

—Liam, por favor— Le decía la Señora Snowdrop con ojos suplicantes mientras cargaba a la pequeña, que acariciaba sus mejillas.

—Ba, ba— Decía la bebé, mientras soltaba una hermosa sonrisa mirando al señor Snowdrop.

El señor Snowdrop no podía mas, no pudo soportarlo y ser indiferente a aquella criatura.

—Esta bien, vámonos de aquí— Le dijo a su esposa.

A ella se le iluminaron los ojos.

—Ves pequeñita, te dije que lo lograríamos.

—No es pequeñita. Su nombre es Kayah.

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