Para cuando regresaron a casa, Adrienne estaba agotada. Se arrastró hasta su dormitorio y se sentó despreocupadamente en la cama sin molestarse en quitarse el abrigo. Lennox la siguió poco después y la vio desplomada en la cama, los ojos pesados por la fatiga. Preocupado, le quitó suavemente el abrigo, la ayudó a quitarse los zapatos y la arropó, susurrándole palabras reconfortantes para ayudarla a relajarse.
Adrienne estaba durmiendo profundamente a los pocos minutos, su respiración era tranquila y apacible. Lennox salió silenciosamente de la habitación, permitiéndole descansar sin ser molestada. Encontró a su hermano menor en el pasillo, mirándole con curiosidad.
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