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Capítulo 28 – Piedras de Encanto (Parte 2)

Translator: Nyoi-Bo Studio Editor: Nyoi-Bo Studio

No esperaba encontrar al Señor Alejandro, pero ahí estaba, y ella evitaba pensar en él. Sus oscuros ojos se posaron sobre ella.

—No sabía que había un espectáculo —dijo Elliot con sarcasmo—. Vamos, suficiente.

Las personas se retiraron y regresaron a lo que hacía.

—No son aves —se burló Sylvia.

—¿Por qué tuvo un vampiro que sacar sus colmillos? Explícate —ordenó el Señor de Valeria.

—Señor, la chica me acusó de ser un ladrón cuando era ella quien claramente robaba el pendiente —acusó el hombre.

—¡No es cierto! ¡Tú me acusaste, mentiroso! —exclamó Cati—. Pueden preguntarle al dueño de la tienda.

—No vi o escuché nada. No me metan en esto. Tan problemáticos —se alejó murmurando. No quería verse involucrado.

—Seguro que robó el que lleva puesto —dijo el hombre señalando la cadena, y cavando su tumba sin saberlo.

—Este es un carnaval, no una plaza para que el vampiro ataque a la humana —dijo el Señor Valeriano con calma—. Atacar a un humano sin razón, cuando intentamos coexistir, merece un castigo —agregó chasqueando los dedos.

—Pero, Señor, ¡se equivoca! —insistía el hombre al ver que dos guardias se acercaban a llevarlo.

Alejandro se alejó sin decir otra palabra y Cati se sintió aliviada.

Al llegar a la mansión esa noche, Cati se cambió a sus pijamas y se preparaba para dormir cuando escuchó que llamaban a su puerta.

—Es Corey —escuchó del otro lado.

Sujetaba una caja y Dorothy llegó, empujándolo a la habitación.

—¡Hola!

—Lo siento —se nos olvidó darte algo que compramos para todos en el carnaval —explicó mientras Corey le daba la caja a Cati.

—Gracias —dijo Cati.

Se sentía culpable por no haberles comprado nada, pero tampoco había comprado nada para ella.

—Ya nos vamos —dijeron a modo de despedida.

—¿Cati? —regresó Corey—. Estás bien, ¿cierto?

Cati respondió asintiendo.

—¿Por qué preguntas?

—Nada en particular —dijo antes de desaparecer.

La puerta sonó de nuevo y Cati, con las cejas arqueadas, miró a Corey, que apareció de nuevo.

—¿Qué?

Corey, con una sonrisa pícara, le advirtió: —Tenemos que despertar una hora más temprano mañana. No llegues tarde o Martín te volverá a regañar. Buenas noches.

Cati se preguntó a qué se refería Corey. ¿Cuándo la habían regañado? Miró la puerta por un momento antes de ir a peinarse para dormir. Notó que en su mano se formaba una marca debido al ataque de aquel vampiro en el carnaval.Tarareaba una canción del carnaval cuando la puerta sonó por tercera vez. ¿Sus amigos no pretendían irse a dormir? Con un suspiro, se dirigió a la puerta.

—¡Corey, deja —dijo abriendo la puerta—, de tocar la puerta!

—No sabía que esperabas compañía a esta hora.

Cati sintió que toda la sangre abandonaba su cabeza. Era Alejandro.

—No. No esperaba compañía. Corey y Dorothy vinieron hace rato y tocaron varias veces, tontos —explicó retrocediendo.

Alejandro entró en la habitación, ligero como una sombra.

—Vine a buscar algo —dijo acercándose al espejo de la pared—. Me gustaría que me devuelvas la cruz, si no te importa.

—Por supuesto —dijo tocando la cadena de inmediato.

Se preguntaba por qué la quería ahora si antes nunca la había pedido. ¿Lo avergonzó con lo sucedido en el carnaval?

—Piensas demasiado.

—¿Qué? —respondió Cati sorprendida entregándole la cruz.

—Acércate —dijo con una sonrisa amable.

Cati caminó lentamente hacia él, que le hizo pararse frente al espejo.

—¿Me permites? —le preguntó acercando sus manos al cuello de Cati, que respondió asintiendo.

Sus dedos tocaron el cabello de Cati suavemente cuando lo apartó, y se sintió cansada.

—El carnaval tiene mayor proporción de vampiros que de humanos. En tierra de vampiros, otros vampiros se apoyan mutuamente o no se involucran. Creo que fue valiente de tu parte enfrentarte a él —comenzó Alejandro —. Pero deberías tener más cuidado. Tuviste suerte de que estuviéramos ahí. No sé qué habría pasado de otra forma.

—Bien —respondió Cati.

Notó que Alejandro colocaba algo en su cabello, y al mover la cabeza, observó un palito de madera.

—Como dijo el señor de la tienda, cambio justo. Tengo algo para ti, por cuidar mi cruz por tanto tiempo —dijo rodeando el cuello de Cati con sus manos y dejando colgar una cadena con una piedra azul.

Era el extraño pendiente que había elegido en el puesto.

—No puedo aceptarlo, Señor —dijo Cati volteando.

—No es gratis. Dije que era un cambio justo, ¿no? —insistió Alejandro antes de salir de la habitación.

Cuando Alejandro salió de la habitación de Cati, se dirigió hacia el calabozo subterráneo, un lugar oscuro y restringido. Caminó frente a las celdas vacías, y algunas ocupadas por malhechores. Al acercarse a una en particular, encontró al hombre de antes, que estaba sentado en una silla con las manos y piernas atadas. Alejandro notó que parecía limpio e intacto, no le habían hecho daño.

—¿Por qué estoy aquí?¡No he hecho nada! —lloró el hombre al ver a Alejandro.

—¿No? ¿Y la humana a la que lastimaste? ¿Y el hecho de que estabas a punto de morderla? Vampiros como tú arruinan las cosas para todos.

—¡Sólo intentaba asustarla!

—¿Asustarla? ¿Por qué? —preguntó el Señor Valeriano—. ¿Te preparas para Noche de Brujas?

—Tenía un pendiente rojo. Obviamente, una chica de su clase debe haberlo robado —dijo el hombre intentando liberarse de sus ataduras.

—Sin evidencias, decidiste que ese era el caso.

—Sólo —comenzó el hombre, que se detuvo cuando vio que Alejandro tomaba un martillo—. ¿Qué hace?

—No te preocupes. Haré lo mismo, ya sabes, sólo asustarte —dijo Alejandro.

Encogiéndose de hombros, dejó el martillo y regresó hacia el hombre, que emitió un suspiro de alivio. Alejandro tomó la mano del hombre y la apretó gradualmente. Escuchó que el hombre gritaba adolorido hasta que su mano se rompió como una rama bajo la presión. Sus huesos se regenerarían, pero la velocidad del proceso dependería de su linaje.

—Por cierto, no lo robó—dijo Alejandro antes de salir de la celda.

Le mostró la cruz y el hombre adquirió una expresión de sorpresa.

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