Harry Potter y el nuevo amanecer

Era el invierno más frío que jamás había vivido. La nieve pintaba el paisaje de blanco, se veía bellísimo, pero se sentía tan desolado y oscuro. Una niña de unos 4 años, caminaba arrastrando sus pies descalzos en la nieve, con un peluche viejo de conejo en su mano, la cuál iba perdiendo fuerzas poco a poco mientras comenzaba a deslizarse de ella. Antes de que el conejo se soltará de su mano, reaccionó como si fuera una pajita que salva vidas, lo abrazó en su pecho y sus lágrimas, que habían estado amenazando por salir, comenzaron a caer de sus ojos arrastrándose por su mejilla para finalmente caer en la fría nieve. Se escuchó un suave siseo y la niña se detuvo en su llanto, levantó la mirada, y logró ver una cueva en la distancia, continuó en su caminata hacia ella, decidiendo refugiarse allí del frío antes de congelarse.

Después de un tiempo indeterminado, la niña finalmente llegó; parecía que alguien había estado allí no hace mucho ya que había una fogata apagada y leña a un costado. Mientras pensaba en cómo encender fuego, el sonido de pasos acercándose la sacó de sus pensamientos. Se volvió alerta al instante y se escondió tras la leña. Unos segundos más tarde, un hombre con una gran cicatriz en su ojo izquierdo entró en la cueva, detrás de él lo seguía un zorro tan rojo como el fuego, lo que estaba en gran contraste con la nieve. Al entrar en la cueva el hombre pareció sentir algo y miró con curiosidad en la dirección donde la niña se escondía. Al darse cuenta de que había sido descubierta, comenzó a temblar, no tenía miedo del aspecto aterrador del hombre, pero tenía miedo de que la corriera del único lugar cálido que había encontrado durante horas de búsqueda. Pero el hombre la ignoró y dirigió su mirada hacia la fogata, se acercó a ella para encenderla nuevamente. Luego de encenderla, el zorro se recostó y el hombre se sentó usándolo para apoyar su espalda. El tiempo pasó lentamente en el silencio de la cueva, dónde el único sonido que se escuchaba era el crepitar de las llamas y el leve ronquido del zorro. Cuando la niña finalmente estaba por relajarse, escuchó al hombre hablar:

- ¿Dónde están tus padres, pequeña?.

La niña se congeló en su lugar y respondió con una voz ronca:

- Yo no tengo padres.

El hombre no se sorprendió, tal vez esperaba esa respuesta. Volteó su mirada hacia ella y le pidió que se acercara, necesitaba ver su apariencia para confirmar si era la persona que estaba buscando, ya que las últimas pistas que encontró, decían que aquí en este bosque, era el último lugar donde se vió.

La niña dudó por un momento pero finalmente salió de su escondite y el hombre no pudo verla con claridad aunque la luz de las llamas la alumbraban, no se podía ver bien.

Ella era tan pequeña, ¿Tal vez unos 4 años? Se preguntó en su mente el hombre, Parece que no es quien busco. Mostró una mirada descepcionada pero aún así no se rindió y le preguntó: -"¿Puedes decirme cuántos años tienes?".

La niña le dirigió una mirada confusa, no entendía porqué hacía esa pregunta entre tantas que podría haberle hecho, pero respondió: Creo que tengo 7, no estoy segura, a veces pierdo el sentido del tiempo.

El hombre se levantó de su lugar con esperanza mostrada en su rostro, ya no le importó nada y una luz blanca se encendió desde un palo de madera en su mano derecha. Necesitaba ver su aperiencia. Con una mejor iluminación pudo verla, el rostro de la pequeña estaba asombrado, parecía preguntarse en su mente si su palo era una nueva linterna. Su cabello estaba sucio y enredado, pero aún podía distinguir que era rosado tan suave y casi tan claro como las nubes blancas, si miras de lejos puedes confundirlo con el blanco. Pero lo que confirmó que era la persona que llevaba buscando durante años fueron sus ojos, ojos de color naranja, tan cálido como un amanecer. Al verla, las lágrimas salieron de los ojos del hombre y dijo con alivio y casi sin aliento: - Finalmente te encontré.

La niña se asustó con sus lágrimas y dió unos pasos hacia atrás con cautela. El hombre se dió cuenta y detuvo sus acciones, le dirigió una mirada intensa y dijo en un tono suave: -Pequeña, te he estado buscando durante 7 largos años. Tus padres estarán muy felices por verte.

La niña se sorprendió y su primer pensamiento fue huir de este hombre que parece no estar cuerdo. Mientras miraba de reojo la salida de la cueva, volvía a mirar al hombre y en su mente pensaba como huir; el hombre volvió a hablar: -Se que parezco un lunático y la cicatriz en mi rostro no ayuda mucho, antes que nada, lo siento pequeña, no soy bueno con los niños y no estoy seguro de que hacer en esta situación, espero no me odies después de esto.

Y la apuntó con su palo de madera que ya dejó de alumbrar y una luz roja salió de ella. Lo último que escuchó antes de perder la consciencia fue un siseo apenas audible, que la calmó.

El hombre se acercó a la niña inconsciente con la intención de llevarla a sus brazos, pero una pequeña serpiente, tan gruesa como el dedo meñique de un niño, salió de la ropa de la niña y lo miró amenazando con atacar si se atrevía a acercarse. Él quedó atónito por unos segundos, podía ver qué la serpiente era venenosa. Decidió que sería mejor avisarle a su hermana que la había encontrado para que viniera con su cuñado ya que no podía comunicarse con la serpiente y no quería que pasara algún malentendido con su sobrina y su amiga. Si, el hombre de la cicatriz era el tío materno de la niña. Cuando la niña nació, hubo un ataque de sus enemigos quienes la secuestraron y desde entonces la han estado buscando. Nunca podrían haber imaginado que la encontrarían en un pueblo muggle aislado en algún lugar de Gales. Y parecía no haber vivido bien estos años, su contextura física es tan pequeña y desnutrida que a pesar de tener 7 años, no luce mayor a 4-5 años. El hombre se sintió muy triste al verla.

La pequeña serpiente observó que no planeaba acercarse a la niña y relajó sus ojos amenazantes, pero no bajó su vigilancia.

Los minutos pasaron y finalmente se escucharon pasos como una estampida y una pareja descuidada se acercó corriendo con desesperación, el hombre de la cicatriz se levantó para saludarlos pero fue ignorado en cuanto la pareja vio a la niña en el suelo. La mujer comenzó a llorar y grito: Hija mía, por fin te encuentro.

Ignoró a la serpiente que estaba vigilante y se lanzó hacia la niña abrazándola en sus brazos. El hombre que vino con la mujer también se apresuró y se arrodilló ante ellas y las abrazó mientras sus lágrimas caían. El hombre de la cicatriz mirándolos tampoco pudo evitarlo y sollozó.

El tiempo pasó y se escuchó un gemido en medio de la pareja, la niña despertó. Se asustó al ver que había más desconocidos y que no reconocía la habitación en la que se encontraba. Se volvió alerta y comenzó a mirar alrededor buscando a la serpiente y su amado peluche. El hombre con el mismo color de cabello que la niña fue el primero en notar que estaba despierta, tocó a su esposa para que se calmara y la soltara. La niña necesitaba explicaciones.