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Insipido

Terminando con su trabajo, Anna caminó hacia la ciudadela mayor, dirigiéndose al dormitorio militar que compartía con Chloe. Al abrir la puerta, un olor dulce y reconfortante inundó sus fosas nasales, contrastando con la atmósfera tensa que solía reinar en la habitación. Chloe estaba cocinando algo en su pequeña hornilla eléctrica, manteniendo la calma en medio del bullicio del día.Anna frunció el ceño al percibir el aroma, su desconfianza innata aflorando. Se acercó a la fuente del olor, con la mirada escrutadora.— ¿Qué es eso que estás cocinando? — preguntó, su tono rudo apenas ocultando la curiosidad.Chloe se sobresaltó al escucharla y giró para mirarla, revelando la tensión subyacente en la habitación. Anna siempre había despreciado a Chloe por su apariencia frágil, y Chloe se había acostumbrado a su actitud agresiva y hostil.— Es un arroz frito que aprendí a hacer hace unos meses —respondió Chloe con una sonrisa nerviosa, tratando de calmar el ambiente.— ¿Y por qué huele tan dulce? —inquirió Anna, su desconfianza creciendo con cada segundo.Chloe se encogió de hombros, sintiéndose incómoda bajo la mirada intensa de Anna, y volvió a concentrarse en la comida. Anna, por su parte, se dirigió hacia la cama y comenzó a quitarse su uniforme militar, manteniendo su atención en Chloe.Cuando Chloe terminó de cocinar, sirvió su plato y se sentó a la mesa, tratando de mantener la calma a pesar de la atmósfera cargada. Anna la observó con desdén y se acercó a la hornilla para oler el arroz, sus sospechas creciendo con cada bocanada de aroma. De repente, un pensamiento inquietante cruzó su mente.— ¿Esto tiene algún tipo de droga? —preguntó Anna, señalando la comida con desconfianza.Chloe levantó la mirada, sorprendida y alarmada por la acusación.— ¡No, por supuesto que no! ¿Por qué tendría algo así? —respondió Chloe, tratando de calmar los nervios que la embargaban.Pero la desconfianza de Anna persistía, alimentada por su paranoia y su necesidad de control.— ¿Me estás tomando por estúpida? —espetó Anna, avanzando hacia ella con agresividad.Chloe se levantó de la mesa, temblando ante la mirada feroz de Anna.— Por favor, no hagas esto. No hay droga en la comida —rogó Chloe, tratando de apaciguar la situación.Sin embargo, Anna estaba decidida a encontrar respuestas. La agarró por la camisa y la empujó contra la pared, su furia apenas contenida.— Si hay algo raro en esta comida, te juro que te mataré —amenazó Anna, apretando su cuello con fuerza.Chloe luchó por respirar, pero logró sacudirse de Anna y bloquear su golpe. Hubo un breve momento de silencio tenso antes de que Chloe intentara calmar la situación.— ¡Anna, cálmate! No puedes seguir atacándome de esta manera —dijo Chloe, tratando de razonar con ella.Anna se echó hacia atrás, pero su mirada seguía ardiendo en odio.— No eres más que una inútil. No sé cómo llegaste a ser soldado, pero no mereces estar aquí —espetó Anna, antes de salir del apartamento, dejando a Chloe sola y temblando, consciente de que vivir con Anna sería más peligroso de lo que nunca imaginó.Anna avanzaba por el parque de las orquídeas, sintiendo el crujir de las hojas secas bajo sus botas mientras buscaba algún rincón tranquilo donde pudiera discutir la misión con Paulo. A lo lejos, divisó la figura de su compañero, sentado en una banca, inmerso en sus pensamientos o quizás en sus propias dudas.El parque estaba envuelto en una atmósfera de quietud, solo rota por el susurro del viento entre los árboles y el distante murmullo de la ciudad. El sol descendía en el horizonte, arrojando tonos dorados sobre el paisaje, creando un escenario sereno pero cargado de tensiones.Anna se acercó con paso firme, consciente de la importancia de la conversación que se avecinaba. Ambos poseían habilidades sobrehumanas, pero Anna sabía que en esta ocasión la fuerza bruta no sería suficiente. La clave residía en la estrategia y la meticulosa planificación.— ¿Cómo te sientes? ¿Crees que esta misión será complicada? —preguntó Anna, su tono grave reflejando la seriedad del propósito que los reunía.La respuesta de Paulo resonó en el aire, mezcla de confianza y preocupación.— ¿Complicada? ¿Qué tonterías estás diciendo? —respondió con un dejo de desconfianza. — Mifdak no representa ninguna amenaza. Podría hacer frente a su ejército sin despeinarme.Las palabras de Paulo desconcertaron a Anna. Aunque compartían el campo de batalla, parecía que su compañero carecía de la determinación necesaria para encarar la misión con la seriedad que merecía.— Deberías medir tus palabras con más cautela —replicó Anna, su mano impactando contra la mejilla de Paulo con un golpe seco. — La arrogancia antes de una misión es un lujo que no podemos permitirnos.La tarea encomendada por el emperador era crucial para el Imperio Hannoria. Debían asegurarse de que los cálices no cayeran en manos de la CSG, un desafío que implicaba riesgos inminentes.— Algún país ya debe haber descubierto indicios sobre la ubicación de los cálices perdidos —explicó Anna con solemnidad. — Es solo cuestión de tiempo antes de que comprendan su funcionamiento. Si uno de esos artefactos cae en manos de la CSG, enfrentaremos graves consecuencias.Paulo persistía en su terquedad, ajeno a la gravedad de la situación.— Es una posibilidad... Pero eso solo añade emoción a esta guerra. ¡Estoy harto de enfrentarme a enemigos que se desmoronan como muñecos de trapo! —declaró desafiante, mientras encendía un cigarrillo.Anna guardó silencio, observando a su compañero con gesto serio mientras inhalaba el humo del cigarrillo. Sabía que no podía permitirse el lujo de ser imprudente en una misión tan vital. Si Paulo no comprendía la importancia del objetivo, pondría en peligro no solo la seguridad del Imperio Hannoria, sino también la de sus propios compañeros. Cuando el cigarrillo se consumió, Paulo se levantó y se marchó en silencio, dejando tras de sí un rastro de incertidumbre y preocupación.Anna optó por permanecer en el parque de las orquídeas, un remanso de paz que evocaba recuerdos de su infancia. Allí, entre la quietud del entorno, encontraba refugio para su alma atribulada. El viento gélido acariciaba su rostro mientras levantaba la vista al cielo, dejando escapar un suspiro cargado de melancolía.— Madre, durante tanto tiempo he anhelado vengar tu muerte. Hoy, por fin, lo he asesinado. —Sus palabras se entrecortaron por la emoción—. Madre, esta vez logré hacerlo... Lamento sentir alivio por la muerte de mi propio padre. Sé que no es lo que tú habrías deseado... pero ya no soy tan bondadosa como tú. —Bajó la mirada mientras las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer del cielo, como lágrimas cómplices—. Sé que allá donde estés, encontrarás consuelo al saber que mi amor por ti sigue siendo mi único lazo. Pero, madre... He perdido mi humanidad en esta obsesión por vengarte. ¿Me reconocerás cuando todo esté consumado y el emperador alcance su dominio sobre este mundo? ¿Querrás verme así? ¿Como un monstruo sediento de venganza?Anna se quedó allí, en el parque de las orquídeas, sintiendo cómo un vacío se apoderaba de su corazón. Consciente de que había cruzado un umbral irreversible, había alcanzado su ansiada venganza, pero a un costo demasiado alto. ¿Qué le quedaba ahora? Tan solo una existencia marcada por la soledad y el vacío, una sombra de lo que una vez fue.

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