9 Capítulo 9

Estaba dormida. Debe descansar después de el susto que aquel hombre con bate en mano le dio. Los demás miembros del equipo estaban jugando UNO en una mesa. Nos encontramos en una de las guaridas de la organización. Es un lugar aislado del entorno en el que estamos normalmente. Y, para mayor seguridad, está bajo tierra. No puede ser localizado a menos que seas parte de la organización, por lo tanto es de los mejores lugares para tener prisioneros o esconderse del enemigo. En este caso es para mantener a una víctima a salvo. Quedé convencida de que esta mujer no es mala. Intentó advertirme incluso si debía arriesgar su vida.

—¿Crees que dirá algo?— preguntó Jimin llegando a mi lado.

—Debe hacerlo— afirmé viendo a la mujer a través del cristal—. Que ella hable vale más que los archivos encontrados. Es una víctima, sabe lo que hay detrás de todo esto.

—Puede tener miedo de hablar.

—Pero me advirtió. De tener miedo, no habría dicho nada. Estaba alterada, su respiración era agitada, sus ojos traumatizados— hablé fría—. Yo sé lo que es estar así.

—La interrogarás con Yoongi, nosotros saldremos.

—Tal vez no quiera hablar con un hombre en la sala— comenté—. Se alterará de nuevo. No quiere que la toquen.

—Solo hablarán, no la tocará.

Dicho eso, se fue. Yo seguía observando a la mujer del otro lado del cristal. Dormía pacíficamente, como si no hubiera dormido en meses. Estaba tremendamente delgada. Sus huesos se notaban a la intemperie. Había ojeras bajo sus ojos, sus labios estaban resecos, había moretones en sus brazos, su piel era casi amarilla. ¿Cómo demonios es que sigue viva? Algo debe haber hecho para estar así, en esta condición. Sin embargo, no debió haber sido tan malo como para matarla. Sus párpados comenzaban a tiritar. Estaba despertando. Cuando sos ojos se abrieron completamente se sentó de golpe. Se mareó. Fui al refrigerador por un agua mineral, regresé y la pasé por la rejilla que había a la altura de mi cintura.

—Bébela— ordené.

Sentí ojos en mi espalda. Los chicos se percataron de que le hablaba y que, por lo tanto, ella ya había despertado. Jin se paró detrás de mi y la mujer, quien estaba por tomar la botella, retrocedió rápidamente y se encogió en sí misma.

—No te hará nada— hablé—. Es inofensivo.

—Que linda— susurró a mi oído.

—Lo menos que quiero es asustarla, salgan— susurré al girarme quedando cercana a sus labios.

—Bien— susurró de regreso para darse la vuelta.

Hizo una señal a los demás para retirarse. El único en no seguirlo fue Yoongi. Chasqueé mi lengua ante esto. Los chicos se fueron y la puerta se cerró detrás de ellos.

—Ya se han ido— dije a ella—. No te pasará nada.

—¿Cómo sé que no?— preguntó tomando el agua temblorosa—. Eso mismo me dijeron hace años.

—¿Quién?— preguntó Yoongi distante.

Ella me miró. Sus ojos oscuros pedían ayuda. Le hice saber que él tampoco le haría nada mientras colaborara. También sé que ninguno de los dos, ni Yoongi ni yo, se podría contener si ella decide no hablar. Queremos llegar al fondo de esto.

—Ellos— dijo bebiendo el agua. Soltó un gemido de satisfacción cuando despegó la botella de sus labios.

—¿Quiénes son ellos?— interrogué.

—¿Quiénes son ustedes?— interrogó ella de regreso.

—Seremos los buenos si nos ayudas— contestó Yoongi.

—¿Eso es un amenaza?— preguntó ella.

—Lo es— golpeé el cristal—. Y la amenaza es de parte de ambos.

—No diré nada si ustedes son lo hacen, ¿cómo saber que estaré a salvo y no me pasará lo que en aquel lugar?

—Porque no sacaríamos beneficios de ello— habló Yoongi cruel—. No hay compradores, ni drogas, ni estamos interesados. No importa si decides no hablar, podemos obligarte a hacerlo.

—Mátenme, sería mejor.

—No estamos para complacer tus deseos. Que sufras te obligaría a hablar. Ya después veo si te mato o no.

—¿No se suponía que son los buenos?

—Los buenos tienen poca paciencia, habla ya— la presioné.

—Tengo una condición— dijo ella—. Deben asegurarme que me mandarán lejos. A un lugar donde pueda empezar de nuevo. No importa dónde sea, no es como si les importara que una de sus tantas zorras se escapara, tienen muchas más.

—Trato— dijo Yoongi jugando con una navaja—. Ahora habla.

Los ojos de la mujer se abrieron en asombro. No creyó que sería sencillo hacernos ceder ante lo que ella quiere por hablar. Había cierta verdad en lo que dijo Yoongi antes: no tenemos ningún interés. Solamente queremos información. Y sería justo dar a cambio de recibir. Al menos así es en este mundo. Solo los ingenuos dan sin querer nada a cambio, son aquellos de quienes más nos podemos aprovechar.

—La panadería es una fachada— comenzó—. Una vez que las chicas compran pan estoy obligada a poner droga en él. Solo hago lo que me dicen para no terminar más bajo de lo que ya estoy. Yo solía ser la tercera del sobrino del hombre a cargo de todas las prisiones donde nos mantenían. Cometí una idiotez y me mandaron al fondo como esclava. Me perdonaron la vida porque ya llevaba años en una de las casas.

—¿Cómo consiguen a las chicas?— pregunté.

—Ven a una chica linda en la calle y la secuestran. Las drogan y se las llevan. Engañan a adolescentes rebeldes prometiéndoles una mejor vida y las someten. Buscan en lugares poco comunes para no levantar sospechas. Abren antros y, haciéndose pasar por hombres en busca de diversión, se las llevan a alguna habitación para dejarlas inconscientes. A otras nos sacaron de esquinas prostituyéndonos. Las maneras son incontables.

—Mencionaste unas casas, ¿a qué te referías?— interrogó Yoongi.

—Una vez que tienen a una chica la clasifican dependiendo de la manera en la que se ve. Es como separar razas. Tienen latinas, asiáticas, estadounidenses, belgas, chilenas, de todos malditos lados. Una vez que las clasifican por nacionalidad, las clasifican por el físico. Ojos verdes, azules, café. Cuerpo parejo, pechos grandes, pechos pequeños. Incluso el color de piel y del cabello. Una vez que ese proceso termina, el cual lleva al rededor de tres meses cada que consiguen 200 chicas, se les lleva a casas con numerosas habitaciones para que hombres degenerados se tiren a la que más se acerque a su fetiche o fantasía.

—Entonces— hablé—, cada casa, por así decirlo, tiene chicas que pueden lucir idénticas.

—El número de chicas debe ser inmenso— bufó Yoongi—. No podremos con esto.

—Pueden— habló ella—. La casa central está en Seúl. Después de todo lo empezaron coreanos. Mafiosos en busca de más dinero del que ya tienen.

—¿Cómo es tú sabes todo eso?

—Pasé por eso, galán— soltó sarcástica—. Además, al ser la tercera entre tantas tienes privilegios. Entre ellos está el acceso a mucha información, participar en la clasificación y el ser exclusiva. Muchas aspiran a ser una de las primeras, usualmente las que creen que esa es la salida. No saben que solo están cavando más a fondo, y una vez que lleguen al núcleo se quemarán.

—¿Qué pasa con las que intentan escapar?— pregunté.

—Pregúntales si es que te responden cinco metros bajo tierra.

—¿Por qué me impediste comer el pan? Estabas alterada. A diferencia de como te comportas ahora, eras otra.

—Vi que, si es que te llevaban, tienes el potencial para ser la primera. No la segunda ni la tercera, la primera. Tu vida será un infierno. Yo cometí la equivocación de ir voluntariamente creyendo que con el dinero que haga saldría rápidamente. Pero a las chicas no les dan ni un solo centavo. Solo son muñecas a las que visten. Me asustó ver por primera vez ese potencial en una chica. Por eso salieron a buscarme, sabían que les echaría a perder todo y matarme sería lo más sencillo.

—Pero dijiste que no te buscarían para matarte.

—No lo harán, esa pequeña farsa de la panadería es administrada por un idiota, literalmente. Su coeficiente intelectual no es bueno, no se dará cuenta alguna.

Una idea surgió en mi mente. Era altamente riesgosa, pero si funciona sería la victoria perfecta. Podríamos terminar con el sistema. A lo que voy entendiendo, el que inició todo esto no está afiliado con nadie más. Si manejara los prostíbulos con alguien más sería difícil cerrarle todo. Sin embargo, el que esté solo nos deja una amplia oportunidad de terminar con todo de un solo golpe. Ese hombre cometió el error de no tener socios. Llegar hasta él será difícil. Debe haber al rededor de treinta personas con poder antes de llegar a él.

—¿Cómo le hago para entrar?— pregunté seria.

—¿Eres una idiota Parker?— gritó Min—. No irás a meter tu trasero en una de esas casas.

—Tengo tres meses antes de entrar una— ataqué entre dientes.

Sí, me metería a esto. La única manera de llegar a ese hombre es desde adentro.

—Me importan una mierda los tres meses— escupió—. No puedes ir.

—Te mandarían a Daegu— habló la mujer—. Aún si la casa central está en Seúl, la de Daegu es la favorita del magnate. Encajas perfectamente bien con la descripción. Es casi como si se hubiera hecho para ti.

—Dime lo que debo hacer para entrar— presioné.

—No— dijo ella firme—. Ya sé lo que es estar ahí dentro. Por más ruda que luzcas por fuera, ese mundo será el infierno mismo para ti. ¿Acaso no me estás viendo?— se retiró la playera quedando en sostén—. Así puedes terminar por cualquier mínimo error que cometas, creo que incluso con aquellas chicas que son alimento para gusanos. No te diré cómo entrar.

—Me diste miles de maneras— golpeé el cristal—. Solo debo intentarlas todas.

—¡Basta!— sentí cómo mi cuerpo se levantaba del suelo—. Tú no tomarás esta clase de decisiones sola. Somos un maldito equipo— Yoongi me cargó en sus brazos y me sacó de la sala.

Los chicos estaban en el pasillo jugando piedra, papel o tijera. Pararon en cuanto me vieron en brazos de Yoongi.

—¿Cuándo es la boda?— preguntó Jimin.

—Bájame Min— ordené.

Yoongi rodó lo ojos y me bajó casi tirandome. Afortunadamente logré piner mis pies en el suelo justo a tiempo antes de que mi trasero se estampara contra este.

—¿Y bien?— preguntó Hoseok.

—Que te lo diga la mujer maravilla— comentó Yoongi sarcástico mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho.

Tsk.

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