1 Prólogo

En una habitación alumbrada solo con luces tenues, un joven en la ventana mira hacia el cielo, las cortinas se mueven con la brisa de la noche, en su mano derecha tiene un teléfono en la otra una fotografía, es vieja y deslavada, una joven de cabello café largo en su mano tiene un pastel con velas, al girarla y verla su expresión es de angustia repentinamente el interlocutor contesta la llamada.

- Si, diga –

- Doctor, soy Heinrich –

- ¿Dónde estás? ¿porque me llamas de este número? –

- Este es el número de mi departamento –

- ¿Qué te hace llamar?, ¿te encuentras herido? –

- Estoy bien, quiero seguir con la terapia –

- Te escucho –

- Sabe, hay muchas cosas en mi vida de las que no estoy muy orgulloso, siempre eh sido un manojo de decisiones equivocadas, no recuerdo cuantas veces, estuve a punto de morir una, dos veces, o tal vez fueron una centena, no lo sé. Pero a pesar de que soy una persona peligrosa para cualquiera en este planeta, nunca estuve solo, siempre eh sido muy atractivo para las mujeres y los hombres también. Jamás me quejare de la atención, creo que soy adicto a eso, pero es una droga muy compleja, muchos de mis problemas fueron por ella, muy a mi pesar era un precio qué estaba dispuesto a pagar. Sin medir las consecuencias, no tenía tiempo o solo no quería, creo que todo se origina en que nací en esa familia, las cosas serían diferentes de pertenecer a otra clase, podría haber terminado de forma mejor. No estoy diciendo que es culpa de ellos, o tal vez en el fondo si lo hago, qué sé yo… Dígame doctor ¿cuánto tiempo le llevara para llegar a la parte en que busco a las personas que les hice daño y me perdonen?

Se rasco la cabeza en señal de desesperación

- No es que sea por lo que eh venido, solo que, la gente que hace eso está liberada o curada, creo que estoy diciendo tonterías, Adiós. –

Cuelga, camina a la venta la vista de una ciudad de noche con las luces de edificios encendidas, habré la puerta corrediza y sale al balcón, se recarga en la baranda agacha la cabeza y sus lágrimas se pierden en su rostro mojado por la lluvia.

El teléfono suena regresándolo a la realidad.

- Si doctor –

- Heinrich, creo que esto no va a funcionar, necesito que te presentes a mi consultorio, si no puedes hacerlo, lamento informarte que tendrás que buscar a alguien más, quiero ayudarte, pero serán mis reglas –

Un silencio… el doctor aun es insistente.

- Que pasa porque estas callado –

- Doctor no me encuentro bien, pero no quiero ir a su consultorio, me siento como una persona enferma al ir ahí –

Lo cierto era que ya llevaban un mes con este juego.

- ¿Que sugieres?, ¿que valla a verte? –

No contesto, eso lo preocupaba más, su actitud altanera, no estaba

- Heinrich, es irresponsable de mi parte, tengo que darte el tiramiento apropiado –

- Roberto, no se si no estás entendiendo lo que te digo, pero yo no puedo ir a tu consultorio, no me siento cómodo con eso –

- Heinrich, estoy preocupado por ti, en los años que tenemos de conocernos, jamás había conocido esa faceta de ti, si soy sincero me preocupas –

- Creo que no podremos ponernos de acuerdo –

- Éticamente no está bien lo que voy a hacer, pero eres mi amigo, envíame tu dirección te visitare en tu casa-

Después de unos segundos de pensarlo detenidamente acepto, estaba desesperado, necesitaba que lo ayudaran, pero era tan arrogante que no aceptaría pedir ayuda.

La cita se quedó para el siguiente día, era muy urgente ver el estado del paciente.

Al llegar al departamento, le llamo mucho la atención que era el penhouse en el que vivía, la vista era espectacular, pero su preocupación de que él estuviera en un lugar tan aislado, si algo le llegara a pasar sería muy difícil recibir ayuda.

Toco el timbre y no tardó mucho en abrirse la puerta al entrar el lugar estaba impecable.

- Entra Roberto toma asiento –

- Gracias, tu departamento es bonito –

- Gracias, ¿quieres tomar algo? –

- Quisiera empezar de una vez, estoy preocupado –

- Bien entonces dime, ¿como empezamos? –

- Antes de empezar, quiero decirte que estoy feliz de saber que estas tomando una difícil decisión, sé que esto es complicado y quiero que sepas que haré todo lo que está en mis manos para encontrar lo que necesitas –

- Roberto, te conozco desde la universidad, después de que dejamos de vernos, en mí, quedo muy grabadas unas palabras que dijiste en una exposición en el gimnasio –

- No recuerdo, ¿que fue lo que dije? –

- Solo una frase "La gente no es mala, solo apasionada ", esa fue la razón para buscarte –

- Entiendo, ahora quiero que me cuentes, que son los problemas que tienes –

La cara de Heinrich se distorsiono, al parecer no encontraba la coherencia de sus palabras, se levantó y fue directo al refrigerador, abrió la puerta y se quedó parado

- ¿No entiendo para que tienes que saber lo que me aflige, en que me va a ayudar eso? –

- Heinrich, necesito que seas sincero conmigo, lo que me ocultes consciente o inconscientemente puede llegar a ser la solución de tus problemas-

- ¿Que necesitas saber? –

- Primero dime la razón, por la cual decidiste buscarme, se lo mas sincero que puedas –

La cara de Heinrich se descompuso, en verdad ese asunto era algo que no quería hablar, pero Roberto tenía razón, necesitaba sincerarse con él, si en verdad quería que lo ayudara.

Después de unos minutos de lucha interna Heinrich, por fin se rindió, relajo los hombros y puso sus dedos en su entre cejo, muchos años de reprimir sus emociones por fin, por fin habla sinceramente de ellos.

- La razón de hablarte fue … -

Aun resistiendo hasta el último minuto, su cuerpo esta tan acostumbrado a mentir que necesita hacer un esfuerzo sobre humano.

- Que no estoy dispuesto a perder a la mujer que amo –

Roberto, lo observaba y su mirada fija en Heinrich, en verdad estaba muy sorprendió que fuera eso, tal vez esperaba algo diferente.

- Dime algo, ¿porque crees tú, que la perdiste? –

- Este fin de semana fui a buscarla para pedirle perdón, pero no me dejo hablar solo dijo que estaba bien, que olvidara el pasado y que ella estaba con alguien más –

- Que hiciste después de eso –

Levanto la cara hizo una mueca con la boca

- ¿Cómo que hice?, me fui, tiene apenas dos días que me tranquilice y pude estar sobrio –

- ¿Cuánto tiene que hablaste con ella?

- El viernes –

- Pero si hoy es sábado –

- No recuerdo, pero creo que ya paso una semana –

- La verdad, me sorprende tu respuesta, que esperas con venir a verme –

- Quiero recuperarla, ¡la necesito!, no sé cuánto más pueda vivir sin ella –

- No será fácil y tienes que guardar la posibilidad de que ella ya no quiera estar contigo, será un trabajo muy arduo, pero are todo lo que está en mis manos para que puedas lograrlo –

- Te lo agradezco –

En ese momento el teléfono de Roberto comenzó a sonar era su secretaria para confirmar si asistiría al consultorio.

- El tiempo se nos ha pasado volando, vendré mañana para nuestra siguiente cita –

Se despidió con un fuerte abrazo, y salió del departamento.

Después de que Roberto se fuera Heinrich, saco una botella de vino prendió su reproductor de música se metió al Yacusi.

Una hora después el calor y el vino no fueron buena combinación y más si es una botella completa, estaba mareado, somnoliento, un rato después su teléfono empezó a sonar, pero la apatía le hizo ignorarlo por completo.

Cuando recobro la conciencia estaba "ELLA" en frente de él, con los ojos llenos de lágrimas, al reconocerla una mueca se posó en sus labios extendió sus manos para acercarla y besarla, la cual correspondió tiernamente.

Al despegar las lágrimas brotaban sin cesar, Heinrich se enderezo para estar frente a frente.

- ¿Qué pasa?, ¿porque estás aquí? –

- ¿Por qué eres así conmigo?, ¿sabes cuantos días llevo buscándote?, ¿porque quieres matarme de angustia? –

- Explícame mejor no te estoy entendiendo –

El teléfono de la chica suena mira la pantalla y se levanta del piso, para contestar

- Si, Hola –

- ¿Leila dónde estás?, ¿saliste de la oficina diciendo que tenías que verte con alguien?, ¿te encuentras bien? ¿Dijeron que te vieron entrando a un bar? –

- No sé cómo te enteraste, pero tengo que salir de la ciudad, en cuanto regrese me pondré en contacto contigo –

- ¿Salir de la ciudad?, ¿Dime que está pasando donde exactamente estas? –

- ¡Entiéndeme por favor! cuando regrese te explico todo -

- No entiendo porque haces esto, espero tu llamada cuando regreses –

Lo que leila no sabía es que Vasco estaba afuera del edificio donde vivía Heinrich, colgó el teléfono subió a su carro y se dirigió a la oficina, su cara estaba descompuesta y una lagrima bajaba por su mejilla.

Jamás en el tiempo que tenían de estar juntos le había mentido, sentía que había defraudado la confianza de ese chico, el cual en los momentos de desesperación siempre le había tendido la mano y estaba para ella, al analizarlo no era diferente a Heinrich, la voz ronca la hizo regresar a la realidad

- Tu novio te busca, ¿no es verdad? –

- No tienes por qué preocuparte –

Camina a su lado para poder ayudarlo a levantarse

- Estas muy débil te ayudare a subir a tu cama –

Lo toma del brazo, trata de levantarlo

- No digas tonterías yo puedo –

Cuando intento levantarse pierde el control de su cuerpo llevándola al suelo.

- ¿Porque eres tan necio? –

Tratando de levantar el cuerpo corpulento de encima, su cara rozaba el cuello húmedo y el olor a vino penetraba hasta su cerebro, trato de forcejear para liberarse, pero no se lo permitió y con un fuerte abrazo la hizo girar para ponerla debajo de él.

- Extrañaba esta posición, jamás disfrute con tanto placer esto, con alguien más –

No supo si era la combinación de olores que emanaba de su cuerpo o las palabras tan seductoras que salían de su boca o simplemente el deseo de tenerlo una vez más. Inconscientemente aceptaba lo que decía, ninguno de los dos disfrutaba estar con otra persona.

Al ver que no rechazaba lo que decía tomo su silencio como un sí, comenzó a besarla y ella correspondió al beso, ahí tumbados los dos en la sala después de muchos años volvieron a estar juntos, la excitación de los dos era tal que en sus cuerpos quedaron las señales de su encuentro.

Exhaustos y desnudos se quedaron dormidos en la alfombra de la sala.

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