38 Pero claro que no será rapido

¿Qué clase de gesto llevaba en el rostro ahora mismo? Hasta yo misma lo desconocía, solo sentía como mi ceño se arrugaba y como mi ceja se arqueaba, o como mis labios se apachurraban o mi rostro se ladeaba, ¡ah sí! Y como mis neuronas se golpeaban unas a otras sin entender qué estaba sucediendo.

—No lo entiendo —las palabras desbordaron de mi boca mucho antes de que mi cuerpo empezara a temblar de ansiedad y confusión—. ¿Cómo que...? —carraspeé para recuperar la voz: —. ¿Cómo que ustedes son pareja? ¿Él te lo pidió?

Por poco y mis cuerdas vocales fallaban otra vez sintiéndose aprisionadas por el nudo en la garganta, y a causa del suspenso que dejó después de mi pregunta, toda la presión de mi cuerpo comenzó a congelarme. No lo estaba entendiendo, no entendía qué estaba pasando o que había pasado, había algo extraño aquí, no tenía relación alguna con las cosas que pasaron anteriormente, y mientras buscábamos a los monstruos, Rojo no le dijo ni una sola palabra, ¿era qué había hablado con ella en algún otro momento antes de que los monstruos empezara a caer de las ventilaciones? ¿Tiene eso que ver con lo que Rojo dijo que también la sacaría de aquí? ¿O qué demonios estaba ocurriendo?

—No—espetó.

Su respuesta me hizo suspirar de alivio, solo un poco de alivio cuando una parte de mí quiso derramar parte de su enojo. Entonces él no lo sabía, y sí Rojo no lo sabía, ¿por qué pensó ella que era pareja? ¿O alguien se los dijo? ¿Rossi le dijo algo?

Sentía que ella tenía mucho que ver en esto.

Y en más.

—Yo se lo pedí, y es un hecho —asintió después de soltar sus palabras—, somos los únicos sobrevivientes de nuestra especie, solo nosotros dos contra los monstruos, ustedes y ellos.

—No—la callé pero no en un tono grosero, no en un tono burlón, un tono atemorizado en el que me negaba a creer todo esto—. Lo siento, ustedes no están solos, y Rojo y yo...

—Sé que también estas con nosotros, pero eres una examinadora como ellos así que no confió en ti—interrumpió esta vez, en un tono serio haciendo un pequeño berrinche con sus labios mientras me miraba con severidad—. Nueve confía en ti, también dijo que te sacaría de este lugar, pero yo no quiero eso porque ni siquiera pudiste protegerlo y casi muere, y además, ni siquiera me defendiste, ¿de qué nos vas a servir? De nada. Eres igual que ellos y una carga.

¿De qué les iba a servir? ¿Ni siquiera pude protegerlo a él? Eso sin duda alguno me golpeó el cuerpo, todo tipo de pensamientos quisieron ser escupidos por la boca al igual que ese enojo que crecía desquiciadamente en mi interior con todo lo que me decía.

Era inaudito, ella no sabía cuánto quise proteger a Rojo. En ese momento en que lo vi desfallecer cuando lo coloqué en la cama, sentí que el alma se me escapaba del cuerpo, estaba muy aterrada por perder a Rojo y sabía que por mucho que intentara salvarlo y sanar sus heridas, la única que podría ayudarlo era ella.

Tenía razón, no pude protegerlo, hice lo único que podía hacer en ese instante, rogarle a ella en llanto que lo salvara, ¿eso no le dijo cuanto deseé protegerlo? ¿Ni siquiera se imaginó en ese instante que podía sentir algo por él como para evitar decir que ambos eran pareja?

—Los examinadores solo nos han lastimado, y ustedes fueron los que provocaron que los monstruos aparecieran.

—Tienes razón—apresuré a decir, tomando una profunda respiración y acallar todos esos insultos. No iba a explotar, no quería insultarla y mucho menos zarandearla para aclararle mis sentimientos por Rojo, primero, tenía que tranquilizar todo el huracán que provocó en mi interior—. Perdón por no defenderte cando Rossi te cortó, no tengo excusas.

Esas palabras parecieron sorprenderla por la manera en que abrió su mirada y sus labios en un gesto que me decía que no esperaba una disculpa mía.

—Fu-fu-fuimos nosotros, los lastimamos, los tratamos como animales, y el karma ahora nos cae encima. Sé que la mayoría al igual que yo estamos arrepentidos de lo que hicimos, por eso luchamos para salvar al resto de los experimentos sobrevivientes, para sacarlos de este infierno.

— ¿Salvarnos? Pero si nos siguen lastimando— esfumó las palabras con odio, un odio que me abofeteó cunado aquel gesto de sorpresa desapareció en ella.

Retiró por segunda vez la mirada y se talló el brazo que antes había sido herido. Podía entender su odio, yo también odiaba este laboratorio y lo que se hizo dentro, podía entender por qué quería estar con Rojo, él la comprendía, y ella lo comprendía a él...

— Es demasiado tarde para que aceptes tus errores—espetó, se levantó de la cama y me pasó de largo para colocarse al final de la misma—. Bien, solo te perdonaré a ti porque Nove te perdonaría sabiendo el afecto que te tiene...

No podría explicar la manera en cómo me dejaron sus últimas palabras, sentía mi rostro adolorido después de hacer numerables gestos, sin saber cuál dejar exactamente. Al final, solo pude hundí el entrecejo sin saber exactamente en qué pensar primero, pero el revoltijo en mi cabeza se acalló cuando la vi a la niña—porque sentía que hablaba con una niña de diez años—, caminando en dirección a la puerta.

— ¿A dónde vas? —pregunte, decidí levantare también de la cama, y antes de que ella me respondiera, agregué: —. Tienes fiebre, la boca seca y te tiembla el cuerpo, tu tensión esta alta.

Ella asintió a labios cerrados y mirando el suelo mientras sus manos rodeaban el picaporte:

—Lo sé— abrió la puerta, y antes de salir me hizo saber algo que secó todos mis huesos y cada uno de mis músculos y articulaciones—, por eso voy con él, no dejaré que ustedes me bajen la bajen, solo Nueve.

Solo Nueve.

— ¿Y sabes algo? —continuó con una mueca en los labios—. Sé que te gusta él, pero no te lo mereces.

El portón me hundió en un profundo zumbido que desató escalofríos por todo mi cuerpo, helados y rotundamente dolorosos que me acalambraron las extremidades, sobre todo, el corazón que me latía con una velocidad tan herida que me agujerada el pecho.

No pude moverme del shock que ella misma había provocado en mí. Mi mente en blanco, mis ojos clavados en la puerta donde antes estaba esa chica. Se me ahueco la respiración cuando esta aumentó su frecuencia de solo pensar que Rojo estaba ahí afuera, y ella se lo pediría.

No, no, oh no.

De ninguna manera iba a dejarla hacer eso.

Salí disparada con las piernas acalambradas hacía la puerta y no tardé nada en abrirla rodeando la perilla con crispados dedos, abrirla con fuerza que fue capaz de enviar aquella mirada en mi dirección. Aquella que no pertenecía a Rojo y la cual ignoré, saliendo al pasadizo y encontrando ese pequeño muro de mesas de madera a un par de metros de mí. Un muro largo que casi nos rodeaba por completo si no fuera por esa pequeña apertura en el que Adam se encontraba con su arma lista para disparar a todo aquello que apareciera, pero cuya mirada no estaba sobre el resto del pasillo fuera del muro, sino sobre mí, evaluándome de pies a cabeza antes de mirar hacía otra dirección.

Rossi —quien todo este tiempo había estado recargada junto a la puerta— también estaba haciendo lo mismo con una mirada de interesada que no me gustó.

Con rapidez, mi mirada voló en todas direcciones hallándose enseguida con la espalda de verde 16 dirigirse hacia la salida del muro donde Adam se encontraba. Su cabeza se movía, era fácil saber a quién estaba buscando también en el resto del pasillo, y a quién no encontró al igual que yo.

No, Rojo no estaba aquí, pero, ¿a dónde había ido? ¿Por qué no estaba con nosotros? ¿No dijo Adam que teníamos que estar todo junto haciendo guardia? Una segunda revisada volví a darle al lugar, dejando mi mirada clavada en una sola parte, en el sótano. Podría ser que Rojo se encontrara ahí, y estaba a punto de averiguarlo cuando Rossí habló, callando el silencio a nuestro alrededor:

—El enfermero no está, fue a buscarte algo de ropa.

Y por un momento, solo por ese segundo creí que me lo decía a mí por lo cercana que se había escuchado su voz, pero no fue así, no cuando volteé y vi hacía quien se acercaba, incluso la enfermera ya se había girado entornando su mirada perlada a la pelinegra.

Solté el aliento entrecortado, desinflando todo mi cuerpo al instante. Él se había ido al resto del bunker que seguramente estaba siendo recorrido por más monstruos, ¿para buscarle ropa a ella?

—Tienes fiebre—La mano de Rossi intentó tocarle la frente, pero ella no se lo permitió y todavía, se apartó de ella dejando a Rossi con una mueca en sus labios.

—No me toques, monstruo—soltó en un tono espeso, la molestia y la resignación se notaban en sus cejas contraídas.

—No lo haré—alzó las manos como una señal de rendición—. Pero no es bueno que dejes que la tensión se te acumule, en los verdes es muy fácil...

—Por eso estoy buscándolo a él. No voy a dejar que ustedes me pongan una mano encima y él no se los permitirá—informó con seguridad, viendo de reojo a Adam, y yo también hice lo mismo para ver como negaba levemente la cabeza y nos daba la espalda, mirando fuera del muro.

Regresé la mirada a ellas con el corazón en la garganta, viendo como la pelinegra sonrío hacía el experimento, una sonrisa que desprecié y quise eliminar de su rostro. Sabía lo mucho que le gustó escuchar eso, aun sabiendo que Rojo y yo... aun sabiendo que nos queríamos.

—Ya veo—su voz aterciopelada me dio nauseas, miró hacía Adam y regresó la mirada a ese par de esféricos ojos verdes—, no creo que se tarde pero te recomendaría que esperaras en la habitación, yo le diré que quieres que él te atienda.

Desgraciada. Quise gritarle.

Mis puños se apretaron cuando todavía la enfermera no dijo nada y con una mirada encorvada de sospecha, se retiró, pasándome nuevamente de largo y entrando a la habitación. Entonces Rossi me miró, sus brazos se cruzaron por encima de su pecho con suficiencia, esa postura y la mirada curiosa y extrañada que llevaba decían dos cosas completamente diferentes.

Una, que le gustaba ver mi cara en estos momentos porque era lo que había estado esperando, y dos, que prácticamente se hacía la idiota confundida por mi enojo. Ganas no me faltaban de abofetearla, y tal vez lo haría, si se acercaba más a mí y sonreía otra vez.

No sabía que estaba tramando, pero algo era seguro, ella estaba tramando algo y lo que Rojo y yo teníamos le entraba por uno y le salía por el otro.

— ¿Qué demonios crees que estás haciendo? —siseé, apretando mis puños, dándome igual si estábamos en un lugar en peligro, no podía pasar por alto esto. Ella borró su rostro de extrañes y dio un par de pasos hacía mí.

—Ponte a pensar, está enojada por lo que le hice, si Adam, yo o tu entramos e intentamos bajar la tensión, ¿qué crees que ocurriría? Se pondría histérica, ya está histérica, dramatizando todo. Rojo se molestaría también y quién sabe qué cosas haría con tal de protegerla.

No le había pedido toda esa explicación que pudo haber resumido, si tomé en cuenta que ella gritaría e incluso saldría corriendo nuevamente a los brazos de Rojo, pero esto no había sido culpa de nadie más que de ella misma, y Rojo no tenía por qué verse involucrado de esa manera, asegurando que él intimaría con ella...

Cuando éramos pareja.

—Ese fue tu problema debiste pensar en protegerla no lastimarla de esa forma—mi voz salió alta, en un tono duro y celoso—.Así que no lo metas en algo que él no quiere hacer.

— ¿Cómo sabes que él no quiere hacerlo? — su pregunta estuvo a punto de oprimirme el cuerpo, pero lo logró cuando dijo lo siguiente: —. Después de cómo lo vi hoy, siento que si lo haría, después de todo las feromonas de ambos empezaron a actuar uno con el otro.

— ¿Estas estúpida? —escupí. Me negaba a aceptarlo, rotundamente me negaba—. La tensión de ella se baja con ejercicio, lo dijiste una vez—recordé tratando de tranquilizarme con mis propias palabras para no lanzarme a golpearla—, ¿por qué no vas y le dices que haga sentadillas o lagartijas?

Aflojó sus brazos, dejándolos caer a cada lado de su cuerpo, dando la figura de una jarra un poco deformada. Sacudió la cabeza y estiró una mueca irritada antes de volver a verme.

— ¿Y crees que me hará caso? —Se señaló a sí misma, alzando mucho las cejas y abriendo más sus ojos detrás de esas gafas, había un visible enfado, como si le estuviese cansando nuestra conversación, pero esto ni siquiera había comenzado —. Ella sabe que con ejercicio baja su tensión pero si no lo hizo es por algo, ¿no crees?

—Rojo no lo va a hacer—declaré, estaba segura, muy segura que él no querría hacerlo. Él mismo dijo que había deseado intimar conmigo, y que no permitiría que nadie más que yo lo tocara.

Reconocí ese extraño hueco en el estómago, esa adrenalina aterradora subiendo por mis venas y recorriendo mi cuerpo. ¿Por qué me sentía asustada? ¿Por qué no me sentía segura de mis palabras? Ella era un experimento, inocente que sufrió mucho, si no bajaba su tensión por sí sola, empeoraría su estado y ni siquiera podría moverse como sucedió con Rojo. Sí eso pasaba, él no dejaría que nadie la intentara bajarle la tensión, ¿entonces él sería capaz de hacerlo con ella?

— ¿Eres dueña de él? —su pregunta me sacó de un golpe de mis pensamientos—. ¿No decías que puede decidir por sí mismo? Entonces no decidas por él Pym, a lo mejor quiere hacerlo a lo mejor no, pero tú no lo conoces del todo.

—Ya cállate, Rossi.

Pero no lo hizo, ella continuó:

—Ellos desconocen lo que está bien y mal, así que está claro que él no sabe que si lo hace con otra, teniéndote a ti como pareja, se considera infidelidad. Son experimentos, a fin de cuentas pueden hacer lo que quieran, ¿no lo creen? En ellos no hay moral porque no la conocen.

—Claro que si conocen la moral, y saben que lo que les hacíamos estaba mal— traté de no gruñir aquello. Y ella solo encogió de hombros, ¿en serio?

Él me quería a mí. Dijo que me quería a mí. Incluso le dijo a ella que yo era su hembra, ¿por qué Rossi estaba comportándose así? ¿Quería emparejarlos? ¿Le molestaba que Rojo y yo tuviéramos algo o qué era? Porque no estaba entendiendo su insistencia porque ahora Rojo podía decidir por sí mismo cuando antes ni siquiera estaba de acuerdo en que él le levantara la voz. No tenía nada en contra de que Rojo decidiera lo que quería hacer o no, pero...

— Adam tiene razón, estas intentando hacer algo.

Eso le arqueó una ceja, y más aún, colocando su brazo recarga contra su cadera.

— ¿Qué crees que estoy intentado hacer, Pym? —inquirió—. ¿Apartarte de él? Creo que eso será mejor para ti Pym, no tienes probabilidades de estar al lado de un experimento, saldrías muy lastimada y por favor, ustedes no tendrían futuro ni aunque saliéramos de aquí. Ellos no conocen el afecto porque nunca lo han recibido, no saben lo que significa tener una pareja realmente, solo piensan que son emparejados para tener sexo.

—Solo deja de...—apreté mis labios con bastante fuerza frente a su expectativa mirada burlona.

Y sacudí esos pensamientos así como sacudí el hielo en mi estómago, tenía que concentrarme de otro modo haría una tontería y me arrepentiría. Tenía que pensar con calma, respirar, y volver a respirar porque esto no valía la pena.

—No voy a empezar un alboroto como el que hiciste—hice una pausa, tragándome los insultos que deseaba soltar y que sentía que soltarlos era lo que ella quería—, solo te advertiré que si vuelves a meter a Rojo en otra cosa sin su consentimiento, te voy a cerrar la boca a puños.

La sorpresa rasgó su rostro, alzando nuevamente esas delgadas cejas y abriendo su boca, no estaba mintiendo, en verdad quería destrozarle la cara por no respetar lo que Rojo y yo sentíamos uno por el otro.

—Ya la oíste Pym, ya hiciste el alboroto cuando saliste tan desesperada de la habitación— habló Adam, arrastrando con severidad las palabras—. Si piensan que hacer un drama es mejor que nuestra supervivencia, las voy a sacar del bunker, sobre todo a ti Rossi porque me estas hartando así que para con esta porquería y dile a ese experimento que haga ejercicio—No podría decir que la amenaza de Adam me gustó, porque no me gustó, matarla era exagerado y por supuesto que no se lo permitiría.

—Yo se lo diré.

—No—pronunció ella en un tono enfadado, sin dejar de verme—. Iré con ella, pero te lo digo como experiencia, los experimentos tienden a ser infieles a pesar de tener su propia pareja, es naturaleza de ellos por mucho que lo prometan, no pueden ser fiel, ya lo sabes, con una pequeña atracción basta para desear intimar con otra persona que no sea su pareja.

Me tomé el estómago cuando sentí esa presión, amenazando con impulsarse por todo mi esófago si ella continuaba hablando, y agradecí que al fin se callara la maldita boca. Vi su disposición por acercarse a la puerta, pero ¿creía que era una tonta? Por supuesto que no la dejaría hablar con la enfermera ahora que suponía lo que esta mujer quería lograr con Rojo y 16.

Emparejarlos.

—Yo se lo diré, y creo que ya sabes de lo que hablo—insinué, siendo yo la que tomara e picaporte y se adentrara a la habitación. Al instante en que cerré la puerta, esa mirada perlada se puso sobre mí. La enfermera se hallaba sentada en la misma cama, bebiendo de un jugo de naranja que pronto apartó para dejar sobre la almohada y llevar sus manos sobre sus muslos.

Reconocí la mirada temerosa que llevaba puesta, como si pensara que le haría daño.

—Pensé que eras Nueve—murmuró, sus palabras amenazaron con construir un nudo en mi garganta. Solté el picaporte y me aparte tan solo unos pasos para verla poner atención a mis piernas—. Vete de aquí, no quiero verte.

—No vengo a lastimarte—sinceré extrañada, me acerqué a su cama, debajo de su mirada atenta y desconfiada —. Quería decirte que no deberías ponerte en peligro dejando que se te acumule la tensión, te hará daño.

Paré a pocos pasos de llegar hasta donde su cuerpo estaba sentado, y mientras veía su rostro o como rápidamente se acomodaba un mechón de cabello detrás de su oreja, pensé en cómo decirle sin lastimarla que Rojo era mi pareja.

—Lo he hecho antes, así que estoy acostumbrada a los síntomas—confesó, recorriendo mi cuerpo y reparando por ultimo en mi rostro, seguramente viendo el gesto nuevo que sus palabras me provocaron.

Y era que no podía creerlo, nadie debería acostumbrarse a esos síntomas, además, ¿cómo que antes ya lo había hecho? ¿Con su pareja fallecida?

—No deberías acostumbrarte, si quieres intimar con alguien no deberías acumular tu tensión —Traté de no sonar grosera, no quería serlo pese a lo mucho que mi interior se estaba guardando por escupir insultos hacía ella, marcando su territorio con Rojo.

—Se siente mejor cuando la acumulas hasta cierto nivel, sé que Nueve sentirá más conmigo si la acumulo.

Respiré con fuerza reteniendo el oxígeno en mis pulmones. Ese oxigeno que se evaporó instantáneamente y quemó todo ni tórax cuando soltó aquello con una dulzura que me dio náuseas.

Eso me repugnó, y más que repugnarme, quemó todo mi interior.

—Ya deberías irte, él no tardará en llegar.

Eso definitivamente no haría.

—No puedo irme— Me costó decirlo, me costó tanto hablar esta vez por los espasmos estomacales: los músculos se me contraían y si seguían así, vomitaría—, y no los dejaré hacer eso.

Ladeó un poco su rostro, curvando su ceja dejándome ver lo mucho que mi confesión adolorida la confundió. Pestañeó un par de veces, antes de preguntarme:

— ¿Por qué te gusta?

Tragué con fuerza, escuchando el sonido rotundo que hacía mi corazón golpeando mis sientes, lamí mis labios y miré hacía la puerta. Dios, iba a decírselo y no sabía por qué estaba sintiéndome tan nerviosa, hasta mi estómago estaba dando vuelcos terribles.

—Porque Rojo y yo somos pareja—exhalé sin ser un grito, sin ser un ruido fuerte, sino uno sensible, sincero, nervioso y temeroso—. Él y yo estamos juntos.

Ella dejó el mismo gesto, casi como si le hubiese provocado el shock, hasta que incorporó su sudoroso rostro y sus labios secos se apretaron, pero sin molestia, sin enojo. Pensé que se enojaría, que hundiría su ceño y que haría muecas pero no fue así.

—Por eso te pido—empecé diciendo—, que bajes tu tensión haciendo lo que hacen los verdes y blancos.

—No—su respuesta casi me atraganta, no pude creer que se negara —. No lo haré, te dije que no te lo mereces así que yo me quedaré con él—dijo, esta vez mirándome con indignación mientras apuntaba a la puerta —. Y ya vete. Vete de aquí.

Procesé, y en serio que traté de procesarlo resistiendo a no abrir la boca o no lanzarme sobre ella. Si lo hacía, si tan solo la tocaba, armaría un escándalo.

No quería eso.

—No me creas, pero aquella vez que me viste llorando mientras te rogaba que lo salvaras, no fue porque como su examinadora quisiera protegerlo, era porque como mujer no quería perderlo. Quiero a Rojo, me gusta él, y me gusta como hombre —liberé logrando que su rostro se emberrinchara y así supiera que no se daría por vencida —. Así que vuelvo a pedir que recapacites y no te pongas en peligro solo por querer intimar.

—No.

— ¿Quién se pone su vida en riesgo por una persona que le gusta?—No quise escuchar su respuesta—. Eso está mal.

—No es porque me guste, ni siquiera me gusta pero quiero hacerlo—respondió, apretando sus labios al final—. No harás que cambié de parecer, así que ya vete.

¿Hablaba en serio? No podía seguir mirando sus ojos y sentirme tan exaltada por dentro y a punto de salir disparada a ella para golpearla, así que giré, a pasos grandes para acercarme a la puerta y salir lo más pronto posible.

Sentía que necesitaba aire. Aire que no pude encontrar ni fuera de la habitación cuando cerré la puerta detrás de mí. Estaba sensible, yo estaba sensible en estos momentos, y cualquier palabra que me dijeran me atormentaba de muchas formas. Mejor era no escucharlas escapar de ellas.

Verde 16 no me haría caso, no cambiaría de parecer con lo que le dijera exactamente porque odiaban a los examinadores, pero el único que podía hacerla reaccionar era Rojo...

El único al que la escucharía y tomaría en serió, seria a él. Pero él todavía no llegaba y el que no estuviera aquí empezaba a preocuparme. No solo porque sería el único que la enfermera escucharía, sino porque fuera de este pequeño muro era peligroso, y él había ido sin compañía, poniendo su vida en peligros para buscar... buscar ropa para ella.

Mordí mi labio obligando a mi mente desvanecer ese pensamiento y solo dejar lo que verdaderamente tenía que importarme. Rojo. Sabía que él podía cuidarse solo, tenía un arma y era fuerte y valiente, así que volvería sano y salvo.

Salvo... Ni pensar en la palabra me hacía sentir segura, ni siquiera estábamos a salvo en el bunker, fácilmente si nos descuidábamos podrían acorralarnos y atacarnos, y una vez que el combustible se terminara no tendríamos salida. Teníamos que salir de este lugar, al menos a fuera tendríamos un poco más de posibilidades, conocíamos el camino para regresar a la base, ahí sí, estaríamos más a salvo.

— ¿Se dejarán de inmadureces? —una voz masculina, grave y lejana me hizo pestañar.

Levanté la vista hacía la ancha espalda de Adam, estaba en el mismo lugar, recargado contra un borde del muro hecho de bancos y mesillas de madera, sin mirar en mi dirección más que solamente el pasadizo.

Antes de si quiera moverme, decidí respirar, llenar mis pulmones del necesitado oxígeno y suspirar toda esa tensión en mis músculos.

— ¿Ya tienen un plan de como saldremos de aquí? —evadí la respuesta para no sentirme aún más molesta, decidiendo colocarme junto a él, esa era la única entrada por la que llegaría Rojo. Mientras me acercaba me di cuenta de algo más, Rossi ya no estaba, ¿a dónde había ido? Esperaba que no a buscar a Rojo, aunque estaba segura que no la dejaría ir sola Adam.

—Estoy pensando en uno—comentó, atrayendo un poco mi atención—. No faltara mucho para que se nos terminen la balas, así que tenemos dos opciones, abrir una de las entradas o morir aquí.

¿Abrir una de las entradas o morir aquí? ¿Qué clase de opciones eran esas? Suicidio y nada más.

Era obvio que no teníamos salida. Tal vez esos experimentos no se dieron cuenta de que la electricidad había dejado de proteger las puertas por unos largos minutos, pero aun así sabían que tarde que temprano saldríamos de aquí, sobre todo, sabían de las cámaras y por ello nos tendían una trampa que si no fuera por Rojo, ya estaríamos muertos.

—Vaya, que buenas opciones—resoplé. Adam estiró una mueca, casi una sonrisa cuando lanzó la mirada para observar mi seriedad— ¿Y ese es tu plan?

Y la mueca se eliminó de su rostro.

—No—espetó, dejando de mirarme y volviendo la mirada al pasadizo—. Cuando llegué ese enfermero nos reuniremos para ponernos de acuerdo.

— ¿Dónde está Rossi? —al fin pregunté.

—La mande a juntar todos los extinguidores del sótano, los necesitaremos también—replicó, tomando su mentón cuadrangular y levemente partido—. Pym, no caigas en su juego.

Sus últimas palabras me dejaron muy confundida.

— ¿Qué?

—Es obvio que trata de molestarte aunque no sé por qué, si no se conocen—compartió en un tono severo—. Últimamente se ha vuelto insoportable, es como si hubiese enloquecido y me tiene harto que estés cayendo en sus jueguitos.

—Yo no caigo en ningún jueguito.

Era exactamente la razón por la que no exploté delante de la enfermera, o golpeé a Rossi, porque sabía que seguramente ella esperaba un drama de mí. Dejó de tomarse el mentón para deslizar su mano por el sendero de su cuello hasta tomarse la nuca.

—El que reaccionaras de esa manera antes, lo fue—Me contrajo la mirada, ¿el qué tuviera celos? Obviamente iba a tenerlos después de escuchar a 16 decir que quería acostarse con Rojo, si no los tuviera era porque entonces no me importaba lo que hiciera con Rojo, pero si me importaba—. ¿Qué te demoró tanto? ¿Te encontraste con otra de esas cosas babosas?

Hundí el entrecejo entornando la mirada a su perfil, sin saber a qué se refería con lo último, pero solo bastó escuchar aquella voz grave y con una terminación crepitante para ponerme los pelos de punta y lanzar mi corazón a la boca.

—No.

De golpe, dejé que mi rostro se torciera en esa dirección, clavando la mirada en ese par de orbes endemoniadamente enigmáticos que aceleraron mi respiración al saber que estaban puestos en mí. Sano y salvo, sin ni otra mancha de sangre en su ropa más las que ya tenía anteriormente.

Me aparté cuando vi que Adam y yo estorbábamos el paso, y vi como sus ojos rasgados caían sobre mis piernas que usaban los nuevos jeans, no supe por qué exactamente estaba viéndolas si ya no caminaba con dificultad, desde hace un par de horas atrás solo era dolor, nada más que dolor.

De pronto, sentí esa misma intensa conexión entre nosotros que sucedió en aquel pasadizo cuando él me encontró antes de la interrupción de la enfermera, y pensé que sucedería lo mismo, en serio que lo pensé, sentí esa necesidad de correr exageradamente a sus brazos y envolverme en ellos.

Pero no lo hice, no pude moverme esta vez.

— ¿Qué es eso? —Adam le detuvo del brazo, viendo lo que las manos de Rojo sostenían con fuerza. No era ropa, no había ropa en ellas, solo una pequeña caja blanca con una cruz roja en el centro.

Un botiquín de primeros auxilios.

— ¿Nos lo darás para que no utilicemos la sangre de ese experimento? — bufó él, y sus palabras me hicieron daño.

—Es una pomada que taje para ella —contestó espesamente, rompiendo el agarre de Adam para volver la mirada a mí y dejarme inmóvil por su instantáneo acercamiento nuevamente miró a mis piernas, sin disminuir la velocidad.

Cuando estuvo a pocos pasos de mí estiró su mano a mí, y por ese instante mi corazón saltó, sin embargo ese saltó duró tan poco acelerando mi corazón cuando sus dedos ni siquiera me tocaron, él regresó su mano sobre la caja y se detuvo a centímetros de mi cuerpo. Quedé desconcertada cuando vi la forma en que su rostro cambiaba mientras me miraba, sus cejas fruncidas arrugando un poco su ceño, ese par de labios carnosos apretados y ese brillo en sus ojos desaparecido.

Reconocí de inmediato lo apesadumbrado que se veía, pero había algo más, algo más que no pude describir a tiempo.

Inesperadamente, mi cuerpo se estremeció cuando una de sus manos salió disparada para tomarme de la nuca y empujarme hacía él, pero no para besarme aunque creí que lo haría, sino para juntar nuestras frentes y rozar mi nariz con la suya. Estaba sorprendida, en shock por la forma en que sus ojos se cerraron y se apretaron, arrugando no solo sus parpados sino su frente también.

—Lo siento— susurró en un tono bajo que me soltó el aliento, él extendió sus parpados, dejándome apreciar el color rojo de sus orbes, y me miró un arrepentimiento capaz de retener mi respiración—. No me di cuenta de que estabas lastimada—confesó en un tono serio, y retiró la mirada de mí para depositarla en mis piernas—. Dije que te protegería, y te lastimaste...

Se me congeló el estómago con su dolor. Tragó, y el sonido que produjo su saliva se alcanzó a escuchar. Se apartó solo un par de centímetros, solo para poder ver mi cara por completo, contemplar cada pulgada de mí, y volver a tragar con dificultad. Suspiró, y ese suspiró de frustración provocó que con su simple calidez enviara corrientes eléctricas por mi cuerpo.

—No hace falta que digas nada respecto a Verde 16, y la disculpa que le diste porque lo escuché todo— Los nudos escalaron por mi garganta, mi menté repitió sus palabras desconsoladamente mientras él terminaba de alejarse de mi rostro para incorporarse, sin dejar de mirarme con preocupación.

Pero a pesar de que se alejó, su mano siguió en mi nuca, deslizándose por mi cuello sutilmente hasta ahuecar mi mejilla, donde se detuvo para acariciarme cuidadosamente. Una caricia estremecedora que hacía que todos mis músculos temblaran, débilmente.

Con él no podía tener fortalezas, todos mis muros se derrumbaran, tuve ganas de desahogarme, soltarle todo, pero no a gritos, contarle lo que había acontecido, lo que Rossi dijo sobre él, y sobre todo lo que 16 pensaba hacer con él.

Ese órgano pequeño oculto detrás de mi pecho volvió a saltar con emoción cuando junto su frente a la mía, y todavía su cálido aliento abrazó mi rostro enteramente, pero por alguna razón no me sentí de la misma forma que otras cuando él hacía esta misma acción, no... seguía preocupada, ansiosa, quería que él aclarara todo de una vez con 16.

Aun así, sabiendo que ella lo quería como pareja, seguirá ansiosa. Las feromonas eran el problema aquí, temía que la enfermera se aferrara tanto a Rojo que, a pesar de que él le aclarara de nuestra relación ella intentaba hacer algo, y que al intentarlo tantas veces, él decidiera otra cosa. Pensar en eso, pensar en cómo empecé a dudar de él contraía mi pecho, lo oprimía con dolor y angustia.

Esas malditas feromonas de las que él mismo dijo que no tenía control, era el problema. Sabía que las feromonas pueden olfatearse entre compañeros, eso me lo dijo Rojo, y que estas actuaban solamente sobre la otra persona cuando se sentía atracción mutuamente.

¿Qué sucedería sí él llegaba a sentir atracción verdadera por ella? Después de todo ella era un experimento, ella entendía mejor a Rojo que yo...

— Es mi culpa, no tuve tiempo de aclararle que ya tenía una pareja, tú.

Mi corazón se estremeció, acelerándose.

Miró hacía un lado, llevando su mano a su cabellera para sacudirla con frustración, y devolvió la mirada a mí, una mirada que quemó mis ojos con dolor, era claro lo mucho que le costaba hablar, expresarse, encontrar las palabras o hacerme saber lo arrepentido que estaba. La desesperación que mostraba, era como si llevara tiempo ocultándolo y todo lo expulsara en este momento.

—Y no Pym, esa mujer no sabe de lo que habla—casi lo escupía con frustración, casi haciendo el mismo gesto que aquella vez cuando Rossi le gritó que no se excitara por ver desnuda a 16—. Piensa que nos conoce, pero no es así. Estoy harto de que digan que no sabemos dar afecto ni lo que significa querer a alguien

Nunca esperé su gruñido de frustración que casi hizo saltar todos mis músculos, y ese enrojecimiento en su rostro al apretar sus colmillos con fuerza.

—Ahora, Pym —exhaló mi nombre sobre mi rostro —. Él me dijo que te lastimaste pero que no tenías herida— Reaccioné con muchos parpadeos para salir de la oscuridad de mis pensamientos. ¿Con él se refería a Adam? No había ni otro hombre... Iba a girar en busca de él, recordando que todo este tiempo había estado a un par de metros sobre nosotros escuchando nuestra charla, pero Rojo volvió a hablar: —. ¿Me dejarías revisarte?

—Solo es un moretón—forcé tranquilidad en mi voz, con una sonrisa tensa en los labios.

—Aun así quiero revisarte en privado, si es una herida te sanaré con mi sangre, si es una inflamación te pondré la pomada— sus palabras alimentaron de alguna forma mi alma, quiso consolarme—. Me traje todas las que encontré en la habitación de los oficiales.

Su mano repentinamente abandonó mi mejilla dejando una fría ausencia que deteste como nunca. Abrió la caja que llevaba en su mano, y lo que encontré en su interior me extendió las cejas con sorpresa y estiró una leve sonrisa sincera. Dentro de la caja no había alcohol, ni algodón, mucho menos agua oxigenada ni nada más que pomadas antinflamatorias, cremas y un vaporub. Su mano desocupada se adentró en el interior del botiquín, y tomó aquel objeto muy pequeño y delgado de forma redondeada que me dejó con una profunda intriga.

Era un anillo dorado.

—Lo encontré en un baúl, recordé que tú perdiste uno hace tiempo— Me lo extendió y no dudé en tomarlo de sus dedos y contemplarlo. El anillo perdido era parte de mis recuerdos perdidos, pero aun así, ese gesto me estremeció—. Quería dártelo, me dijiste que ese anillo era importante, que te lo dio tu madre.

Aquella me sacó una sonrisa tan boba aunque no tuviera ese recuerdo en mi cabeza. Una sonrisa que él contempló con una dulzura que resplandeció su rostro instantáneamente en que me vio estirar las comisuras, era sin duda una mirada que era capaz de calentarme las mejillas.

Retiré los ojos sin poder sostenerle la mirada, si seguía mirándome así me descontrolaría, tenía que mantenerme cuerda, después de todo, aun habían algunas cosas que debíamos aclarar. Contemplé el anillo sin ser capaz de desvanecer la sonrisa, era muy grande, apenas y le quedaba a mi pulgar, tendría que tener cuidado de no sacudir la mano o se me saldría el anillo.

Creo que me lo colgaría en el cuello, así seguramente no se me perdería, solo hacía falta buscar con que colgármelo.

— Es hermoso—suspiré la palabra antes de añadir: —. Pensé que irías a buscar ropa.

—Quería conseguirte un pantalón pero la examinadora me dijo que ya te lo dio, y me pidió conseguirle ropa a 16, pero no quise hacerlo, ella no lo necesita.

Lo sabía. Rossi era una maldita bruja malnacida. ¿Quería decir que ella se lo había pedido? Pero claro que sí, era una psicóloga, sabía muy bien cómo jugar con nosotras por medio de sus palabras.

Tuve más ganas de abofetearla hasta destruirle la cara.

—Además, yo dije que iría a buscarte algo para tu dolor, no para nadie más— Pareció quejarse— Ahora, vamos a revisarte, quiero revisarte—sugirió después de un suspiro largo en el que pareció que todo su cuerpo se relajó, como si un peso se le quitara de encima. Pero negué.

Tuve que negar y apartarme, buscar esa mirada nuevamente y sentir el nudo en la garganta, porque había algo importante y, desgraciadamente, problemático que no podía ignorar. Verde 16... ella estaba esperando a Rojo en la habitación, con la tensión alta.

—Pero tenemos un problema—musité, esta vez, restregándome mis sudorosas manos, no quería hallar aquel rostro de enojo y preocupación que Rojo puso cuando Rossi dijo que la había lastimado... sentía que no iba a soportarlo más.

— ¿Cuál problema? — inquirió con preocupación, apretando la caja con sus manos. Mordí un momento mi labio inferior, escuchando los golpes de mi corazón contra los nuevos nudos de mi garganta

—16 piensa que eres su pareja y quiere intimar contigo—liberé en una exhalación rasgada. Cuando lo dije, él pestañeó una vez y abrió sus ojos amoldado sus cejas y dando una retorcida mueca de asco—. Ha estado acumulando su tensión por esa misma razón.

— Es cierto, lo escuché también —espetó, arrugando un poco su nariz cuando su boca se alargó en una mueca—. ¿Qué se siente mejor cuando la acumula? No es su culpa, hasta a mí me lo dijeron.

—No quiere ser tocada por nadie, no dejara que nadie más que tú le baje la tensión— Esas palabras jamás salieron de mis labios, sino de los labios de aquella mujer pelinegra que subía el último peldaño de la escalera del sótano, con un extintor en los brazos—. Llegas justo a tiempo para ayudar a la pobre chica.

— ¿Piensas qué soy estúpido? Si sabes que Pym y yo tenemos algo, ¿por qué me dices que debo ayudarla? Sé que no se deja tocar porque tú la lastimaste, así como has estado lastimando a Pym con tus palabras —Su declaración hizo que Rossi dejara el extintor de golpe en el suelo, producido un sonido hueco que pronto silenció —. Te lo advierto, deja de meter cizaña entre nosotros porque también sé lo que le has estado diciendo a Verde 16.

Con una mueca en su rostro, Rossi se sacudió las manos antes de acercarse a nosotros, debajo de la mirada de Rojo. Mis puños se apretaron cuando tan solo vi como sus comisuras se estiraban en una leve sonrisa mientras se detenía una vez llegado junto a él.

Sentí esa ansiedad incomoda removerme en mi lugar cuando ella respiró y abrió la boca, sabía que iba a intentar algo...

— ¿Cizaña? —y de pronto esa palabra pareció divertirla—. Me sorprende mucho que un experimento utilice ese término, y no me estoy metiendo entre ustedes. ¿En serio vamos a tener esta discusión cuando 16 tiene su tensión acumulada?

—16 puede hacer entrenamiento para la tensión—aclaró Rojo—, no es una niña es una adulta y sabe cómo hacerlo.

—Pero 16 ya está al límite—soltó bruscamente, ahora fingiendo enojo hacía mí—, está sudando mucho y está débil, sé que no te importa ella Pym, y la quieres lejos de Rojo pero no podemos dejarla morir.

No podía creer la actitud tan incomprensible de Rossi. Esto era una grandísima broma. Ni siquiera dije que Verde 16 no me importara, ni siquiera que la quería lejos de Rojo. Además, la enfermera se miraba aún en buen estado, con los síntomas pero todavía caminaba.

— ¿Qué demonio estas dicien...?

—Solo deja que Rojo le baje la tensión— Su exclamación amortiguó mis palabras, dejó que la mirara de Rojo se clavara solamente en mí, confundido.

—Ya para con esto Rossi, pareces tonta. La vi por última vez y ella podía moverse y hasta caminar sin dificultad—traté de no farfullar.

Ella cerró su boca con fuerza, esa mirada de rabia que me dio me hizo entender que le había arruinado su objetivo. No dejaría que le mintiera a Rojo sobre mí frente a mi cara, tampoco dejaría que los emparejara.

No sabía por qué razón quería emparejarlos, pero no pasaría por alto la mentira que nos echó. Torció la mirada en dirección a Rojo, infló mucho su pecho mientras respiraba, y abrió su boca

—No te quedes callado, si no lo vas a hacer tú, enviaré a Adam a que tenga intimidad con ella— Con eso bastó para que Rojo la mirara con frustración, vi esa rigidez en sus músculos, en ese instante quien también parecía estar observándola era Adam, y no estaba frustrado, sino molesto, estaba segura que se le caería la mandíbula de tanto apretarla.

—No dejaré que la toquen contra su voluntad, ella puede decidir con quién hacerlo, así que iré—soltó Rojo, su voz grave recorrió el interior de mi cuerpo con frialdad.

Rossi suspiró, pero yo... Yo solo no pude reaccionar.

—Gracias por entenderlo—su sonrisa me estrangulo el cuello, y sentí la convulsión en el estómago cuando entornó sus orbes sobre mí—. Sera rápido Pym, no te pongas así. Rojo siempre fue rápido con esas cosas, ¿no?

Sentí que no podía respirar, mis pulmones estaban comprimidos.

—Pero claro que será rápido— Él me extendió el botiquín repleto de pomadas, mis manos se levantaron temblorosas para tomarlo—, porque no iré con ella para intimar, sino para aclararle algunas cosas.

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