48 6. Cuando hablan las miradas

Quinto recuerdo de Experimento Rojo 09

—No te muevas, 09, la suplente no ha de tardar en venir a tu cuarto.

Esas fueron las últimas palabras que escuché de la guardia femenina hace unas horas atrás, y desde entonces esa suplente no llegó a la ducha en la que me dejaron.

Seguramente se le había hecho tarde o tuvo algo que hacer antes de venir a cuidarme. No me importaba, solo quería saber quién me cuidaría, quien iba a suplantar a mi examinadora.

Ella dijo que no sería la misma persona esta vez... Entonces Pym no vendría a mi cuarto, ¿ya no la volvería a ver? No sabía exactamente como sentirme, después de salir de la incubadora esta mañana, cuando mi primer grado de maduración terminó, todo mi cuerpo se sintió débil, extraño, muy extraño. Algunos músculos me ardían, mover un brazo me pesaba más de lo habitual.

La doctora que vino a revisar tanto a mí como a 13 naranja, dijo que eso era normal, momentáneo, y tal vez el dolor aumentará, así dijo. Mencionó que también debíamos guardar reposo, no hacer mucha actividad o doblarnos, o nuestra piel comenzaría a sangrar.

Eso fue lo que más me confundió, no supe que fue lo que exactamente hicieron con mi cuerpo todo ese tiempo que permanecí tanto en aquella área de maduración como en la mía, solo recordaba algunas cosas, como estar conectado y siendo alimentado constantemente por adormecedores. También recordaba algunas escenas cuando mi consciencia volvía, y

Recordaba voces, a personas y sobre todo esa en la que dos de ellos intimaban, pero, ¿de qué forma estaban intimando?

Estiré mi brazo al sentir que el músculo me hormigueaba. Mi piel estaba pegajosa, todo mi cuerpo empapado de algo baboso y pegajoso que era difícil de quitar, y apenas pude quitarlo de mis ojos para abrirlos. No me gustaba mucho dejarlos cerrados y ver las temperaturas, prefería la vista a colores.

Doblé nuevamente mi brazo y llevé la palma de mi mano sobre mi pecho izquierdo. Sentí esa hinchazón inmediata con el contacto, muy diferente a otras veces que me tocaba ahí mismo, lo sentía diferente, el músculo había crecido en esa zona. El pecho era el lugar que más me dolía al igual que la espalda, luego estaba el dolor del abdomen y el de las piernas y los brazos, en esos últimos el dolor era más leve, pero aun así incómodo.

Más que adolorido estaba exhausto, era cono si todo ese tiempo en la incubadora no hubiese dormido nada,

—Estas aquí— La piel se me erizó, ese escalofrío comprimió mis músculos y sentí algo estremecerme el pecho y el corazón cuando reconocí al instante esa dulce voz que llenó pronto la ducha entera, acallando el silencio.

Aturdido, giré el rostro en esa dirección, debajo del umbral estaba esa mirada zafiro observándome, su figura delgada vistiendo la misma bata, sus pies calzando sus mismos tenis como en un principio, pero lo que había cambiado en ella era el corte en su cabello.

Ahora el cabello oscuro y ondulado le llegaba por encima de sus hombros, y no estaba más ondulado, sino lacio, y una parte de su cabello estaba acomodado detrás de su pequeña oreja de la que colgaba un arete de unicornio.

Era... Se miraba preciosa.

Estiró sus labios carnosos y pequeños en una sonrisa tímida que aceleró ese órgano cardiaco detrás de mi pecho. Solté el aliento cuando la vi mover sus piernas, acercándose a mí, y fue como si el tiempo se detuviera solo para contemplarla y sentir que todo esto era un sueño y yo aún seguía en la incubadora.

¿Lo era, o no lo era? Esa era la pregunta que golpeaba apenas mis nublados pensamientos.

—Perdona que me tardara tanto— se detuvo frente a mí, a tan solo un par de pasos para que su calzado tocara mía descalzos pies—, estaba roncando cuando me llamaron, y cuando me di cuenta de la hora que era, ¿qué crees? También estaba roncando, pero en mi ducha.

No entendí nada de lo que dijo, pero verla ampliar su sonrisa como si sus propias palabras le hicieran gracia, me estiró una torcida y apenas visible sonrisa.

Si era ella... Estaba aquí, estaba aquí frente a mí. ¿No dijo no examinadora que me cuidaría alguien diferente? ¿Qué estaba haciendo ella aquí, entonces? Salí del pequeño trance solo para saber que sus ojos exploraban con sorpresa mi cuerpo, con la poca iluminación de las duchas, mi embarrado cuerpo era difícil de notarse... solo si estabas muy lejos.

Se inclinó inesperadamente, y tan solo vi ese rostro a varios centímetros de ml, pero más cerca que otras veces en más que pude contemplar sus bellos orbes, me sentí como la primera vez que la vi.

— ¿De qué estas empapado? — me preguntó, vi enseguida como estiraba su mano, y solo ver la intención que tenía de tocarme, otro estremecimiento se concentró en no estómago.

Los nervios me pusieron inquieto, pero al ver cono al mano se detenía a pulgadas de mi pecho esos nervios disminuyeron solo un poco. Su mano se retiró, ella volvió a incorporarse.

— Cierto, me dijeron que fuera delicada, que te dolía el cuerpo.

—Me duele— sincere seriamente—, pero que me toques un poco no lo hará— expliqué, apartando por un segundo la mirada de sus ojos para concentrarme en el calambre que te daba los músculos de mi estómago.

—Dios...— su voz de asombro me devolvió la mirada a ella, sus labios mantenían casi la forma de un círculo, y su cabeza estaba apenas ladeada hacia su izquierda. Un gesto que me gustó mucho poder ver. Hacía mucho que no la veía y las veces que estuve consiente en la incubadora pensé en ella.... Y en esa escena de esas dos personas intimando frente a mis ojos, en ni incubadora.

Se supone que para intimar tenías que estar en privado, donde nadie más te viera, pero yo los estaba viendo, y a ellos eso no les importó.

— ¿Es el tiempo en que no te vi o tu voz cambió un poco?

—Maduró cada parte de mi cuerpo— repliqué antes de mirar a mi entrepierna cubierta por una toalla, iba a mencionar que más me creció, pero mi boca soltó algo más— incluido la voz...

Se descolgó la mochila, esa que cuando toco mi banca junto a mí, empezó a abrir para sacar un par de toallas, shampoo y otras cosas materiales de la ducha.

—También me dijeron que te volviste más alto— repuso, sacando por último un pedazo de tela amarillo que apretó con fuerza.

—Sí, a mí me dijeron que no serías tú mi examinadora— aunque no tenía nada que ver con el tema, quise mencionarlo, porque estaba confundido y para ser franco, emocionado de verla otra vez cuanto pensé que no volvería a tenerla cerca y ver su bello rostro fino y esos orbes tan azules que hipnotizaban.

— ¿En serio? —pareció confundida—. Que extraño, Erika me pidió ser tu examinadora cada que su salud empeorara, por eso me llamaron hace unas horas. ¿En serio te dijo eso?

Si era eso cierto, ¿por qué me dijo que sería una nueva examinadora?

—Como sea, si el que este aquí es un error de la dirección, pues deberíamos hacer algo juntos antes de que llegue la que te cuidara.

Juntos. Esa palabra se reprodujo en mi cabeza con la tonada de su vocecilla. Me gustaba esa palabra, me gustaba que estuviéramos juntos.

Ojalá que no fuera un error de la dirección, en serio la quería aquí, conmigo.

— ¿Qué cosas haremos juntos? — quise saber. También quería hacer muchas cosas con ella, escucharla contar sus historias, dibujar o pintar, jugar a la baraja como la última vez, algo que no me costara mucho movimiento y gastara todas mis energías, porque lo último que ahora quería hacer al saber que ella cuidaría de mí, era dormir a causa fe mi debilidad.

Ella hizo un mohín, pasando su trapo amarillo y seco de una mano a otra.

—Primero, deberíamos bañarte —dijo, pasando esos orbes azules por toda ni figura para luego estirarme su mano. Eso último me noqueó—. Vamos, me dijeron que tampoco podíamos caminar muy bien. ¿O te baño aquí sentado?

—No puedo doblarme, sin embargo, y hay partes de mi cuerpo que no alcanzo si me levanto— expliqué, me hubieran dejado parado si no fuera porque hasta mis piernas estaban temblorosas, si permanecía mucho tiempo parado sentía que se me acalambrarían, por eso me sentaron.

—Sí, eso también me dijeron— Se llevó la mano a rascarse la nuca—. P-pu-pues no te preocupes, yo te ba-bañaré con cuidado que no te duela.

—La pregunta es, Pym— hice una pausa, y antes de señalar el enorme tubo de grifos de agua a metros de nosotros, vi esos orbes pestañar y esas mejillas blancas sonrosarse sin causa. Brindándome un hermoso panorama de su belleza—, ¿cómo vas a bañarme si la ducha está lejos de la banca?

—Con baldes de agua— respondió en una exhalación que había estado reteniendo—. En el almacén de la sala hay muchos de ellos, iré por un par.

(...)

Tuvimos que apartar un metro la banca en la que estaba sentado de la pared para que al menos estuviera más cerca de la ducha, aunque me costó incorporarme, sintiendo los músculos de mi espalda y estómago, tronando.

Pym me mojó toda la espalda con agua tibia, la espalda fue lo primero que ella comenzó a tallar en leves movimientos para retirar la baba que se pegaba a mi piel, así que tuve que adoptar una posición encorvada para que la poca luz del tétrico cuarto, iluminara mi espalda a sus ojos.

Al principio, hubo un extraño silencio a nuestro alrededor que ella terminó acallando con un sonido musical muy raro que emanaba de la bocina de su Tablet.

Era relajante, pero quería que lo quitara porque de alguna forma provocaba que el cansancio fuera más en mí, y comenzaran a cerrarse nos párpados.

—Y dime...— Sentí el roce de su mano en mi espalda baja, algo que hizo que lo espalda se contrajera un poco—. ¿Utilizaste las sopas de letras que te dejé?

Rápidamente recordé eso libros que guardé bajo mi cama, si los había utilizado y a mi examinadora le gustaba la idea de que me mantuviera ocupado ya que ella se la pasaba casi siempre utilizando su Tablet cuando terminaba de examinarme.

—Ya los terminé— dije en un tono grave. Los había estado llenando todas las tardes y noches que pasaba en insomnio.

—Supongo que tuviste mucho tiempo libre— comentó.

—Lo tuve— clarifiqué, ahora, sintiendo el roce de sus dedos sobre mi hombro derecho, fue una caricia apenas pero suficiente para hacerme suspirar.

Me gustaba cuando me tocaba.

— ¿En serio? Erika me dijo que se divertían mucho.

Se me tensaron los músculos sintiendo esa impotencia repentina al recordar la última vez que vi a mi examinadora y lo que sentí cuando me tocó y besó. Eso no había sido divertido para mí, ni mucho menos todo lo demás que me hizo hacer desde que Pym dejó de cuidarme. Sobre todo, los castigos que me dijo por hacer preguntas que ella no quería responder.

Y es que Pym me había acostumbrado a algo que me hacía sentir libre de expresarme...

El resto de los días los odié con ganas, soportándolo todo y tratando de olvidarme tanto de lo que hice como lo que sentí con Pym, esas sensaciones que mi cuerpo no podía olvidar y anhelaba sentirlas otra vez... Pero que ahora temía nuevamente sentir.

No había nada de divertido en lo que pasé las últimas semanas antes de entre en la incubadora, menos la desesperación que sentí al estar atacado de pies y manos sin poder moverme ni poder tragar ni respirar por mi propia cuenta.

¿Divertido dijo? Sólo los días que pasé con ella fueron lo único que me hicieron sentir divertido, me hicieron sentir diferente.

Me hicieron sentir uno de ellos.

— Te equivocas— Mis palabras habían salido todas bajas y serias, espesas—. Nada de lo que hago con ella es divertido.

Su mano al instante en que lo dije dejó de moverse sobre mi columna, fueron unos cortos segundos en los que solo la música de fondo se escuchaba.

—Debió ser aburrido.

—Fue peor— espeté con los dientes apretados.

— ¿Ah sí?

No dije nada a sus palabras solo porque sentía que si lo hacía terminaría explotando todo de mí, y no quería que esa tonada exclamatoria saliera de mi garganta con ella.

—Terminamos la espalda— canturreó, pronto toda mi espalda fue bañada de agua—. Iré por más para seguir con tu pecho.

Troto al tubo de los grifos donde se aproximó al único que estaba goteando, abrió las llaves y dejo que el agua saliera golpeando el interior del balde, produciendo un sonido hueco. La contemplé desde mi sitió, observando la inclinación que mantenía su cuerpo hacia delante y como su rostro mantenía un extraño movimiento a los lados, dejándome apreciar sólo un poco de su perfil, solo hasta que se torció su rostro conectando su mirada con la mía, produciendo ese florecimiento de calor.

Un momento estaba enojado, cansado de lo que mi examinadora me hacía, y al siguiente ese enojo se esfumó cuando alzó sus comisuras en una sonrisa liviana. Algo que me confundió...

Preciosa.

Se miraba preciosa hasta con el corte de su cabello.

Cerró las llaves y cargo el balde para atraerlo a mí, dejarlo junto a mis pies y arrodillarse para acomodarse entre mis piernas sin acercase demasiado a la toalla que cubría mi hombría. Sentí inmovilidad nada más tenerla de ese modo, incomodidad y nerviosismo al tener sus ojos sobre mí y esa sonrisa aún firmé en sus carnosos labios rosados.

—Tal vez no podamos jugar Twister, pero tengo otro juego que te hará olvidar los malos momentos.

—Tu no sabemos qué tan malos son mis malos momentos.

—Tienes razón— exhaló, tomando el tallador y mojándolo en el agua del balde—. Pero, hay que enfocarse en los buenos momentos siempre— dijo bajo y con dulzura. Llevó el tallador a lo alto de mi cuello y empezó a pasarlo suavemente—. Hacer eso es bueno, te alegre un poco tus malos días.

¿Pensar en los buenos momentos alegrarían mis días? Sí, ella estaba en lo cierto, la única manera en la que pude soportar algunos momentos, y sobre todo la incubación, fue recordando esos días con ella.

—Entonces sólo pensaré en ti— manifesté, y ella subió la mirada de mi cuello a mis ojos, deteniéndose un poco. Había estupor en su rostro, no se esperó mis palabras. Esas reacciones que lograban hasta detener su respiración y sonrojar aún más sus mejillas, me gustaba verlas.

Sus carnosos labios se abrieron temblaron y entonces esbozaron una sonrisa nerviosa en la que su mirada cayó de golpe a una parte del suelo.

—No sé qué decir a eso— soltó con rapidez, tocándose con su palma desocupada, la mejilla.

—No tienes que decir nada.

— A veces dices cosas que no esperaba escuchara— confesó, moviendo su mano cíclicamente hacia su rostro, como si estuviera echándose aire —. ¿Sabes? Con esas frases conseguirás el amor de tu pareja.

La mueca que mis labios hicieron, ella la atisbó. Sus palabras no me gustaron cuando recordé que al final de esta etapa me emparejarían y me llevarían a un búnker. Entonces ya no la vería a ella... ¿Era necesario emparejarse con otro experimento para entrar al búnker? Me sentí confundido, no sabía ahora si quería ser emparejado o no con una compañera, había un nuevo deseo en mí.

No quería ser emparejado con alguien más, ahora quería ser emparejado con...

Su mano en mi pecho detuvo mis pensamientos momentáneamente, puse atención en la forma en cómo me tallaba, con cuidado y suavidad, no tenía nada que ver con la fuerza que Erika ponía para fallarme.

—La maduración te funcionó— La forma en que lo dijo como si eso la emocionara me hizo bajar la mirada en dirección a mi pecho—. Tienes músculos, y sin una gota de ejercicio.

No podía ver muy bien la figura de mi cuerpo con anterioridad porque la misma baba pegajosa me lo impedía, deformaba, pero ahora que estaba viéndolo la diferencia de mi yo tres meses atrás a mi yo actual, quedé asombrado.

Llevé mi mano a tocar mi pecho izquierdo solo para sentir la inflamación en el musculo debajo de la piel, y no solo era esa parte de mi pecho, el otro también había cambiado e incluso mi abdomen había adquirido una extraña forma repartida en leves cuadros.

¿Así era la forma del cuerpo de un adulto? Supongo que sí, ya no era completamente plano y esbelto.

—Tus brazos también tienen músculos— Señaló mis extremidades, aunque eso ya lo había notado horas atrás, lo que o había notado era la manera en que se mordía su labio inferior en tanto se mantenía mirando mi torso desnudo y marcado.

Me estremecí por esa mirada... No supe la forma en que reparaba en mi cuerpo, peo me gustó que me mirara de esa forma.

—Seré un macho adulto— Murmuré la palabra sin dejar de tocar mi pecho y sentir el musculo moldeado.

—Hombre.

Esa palabra frunció mi cejó, entorné la mirada en sus bonitos ojos, para ver que ella seguía sonriendo mientras tallaba una zona de mi torso.

—Para mí eres un hombre— suspiró, mirándome de reojo—, hombre suena mucho mejor que macho, ¿no crees? Serás hombre.

Hombre... Mi proceso su voz, a nosotros no nos llamaba por hombres, solo a los guardias a los examinadores. Mi examinadora dijo que no nos merecíamos ese nombre porque éramos parte animal y humana, por eso nos llamaban machos y hembras.

Pero ella me llamó hombre...

Recordé algo más, recordé esa palabra que mi examinadora dijo un día cuando terminó de hacerme las pulsaciones que estaba haciéndome atractivo, aunque al principio no entendí que era esa palabra, terminé buscándola en el diccionario. Tuve un profundo interés de saber si para Pym también era atractivo.

—Si soy un hombre para ti... —dejé en suspenso solo para que ella pusiera toda su atención en mí, lo cual hizo—. ¿Soy atractivo?

Sus orbes azulejos casi terminaban ocultándose debajo de sus parpados, pero estos se detuvieron y se abrieron en grande, lo que también noté fueron sus labios separarse levemente, dejándome ver un poco de sus blancos dientes. Hubo tanto silencio, que pensé que no había entendido mi pregunta.

— ¿Soy atractivo para ti?

Cerró su carnosa boca pequeña, y tragó con fuerza para luego pestañar numerosas veces haciendo que sus largas pestañas se ondearan delante de mí.

—Sí, eres muy atractivo— Su voz tembló en tanto lo decía y se acomodaba un mecho de cabello detrás de su oreja. Aunque mi corazón ya latía aceleradamente desde que la vi llegar, sus palabras le provocaron un extraño y precipitado brinco que calentó mi pecho y mis mejillas —. Pe-pero...—Y sacudió su cabeza, dejando de mirarme para continuar limpiándome—. Terminemos primeramente de bañarte para ir a tu cuarto, ¿sí?

No respondí, solo asentí, aunque ese movimiento ella no lo vio. Me quedé embobado observando como su pestañeo precipitado seguía intacto durante esos primeros segundos antes de verla tragar otra vez y con nerviosismo.

Era atractivo para ella...

Y no solo atractivo, sino muy atractivo...

Ella también era atractiva para mí, muy atractiva para mí.

El tallado pasó de estar en mi costado a bajar mi vientre, donde el estremecimiento se concentró, donde hizo que mis nervios salieran disparando en cuanto esos dedos hicieron contacto con mi piel para retirar un poco la toalla.

Con suavidad talló, no llegando más abajo donde no miembro empezaba a tensionarse. Entonces algo se reprodujo en mi cabeza, y fue desconcertante sentirla como si realmente fuera un recuerdo vivido por mi propio tacto.

Estaba besándola, devorando sus labios, tomándola de sus muslos para sentirla abrazarme el torso con sus piernas, y empujarme contra ella contra ese plano vientre, haciendo lo mismo que ese hombre hizo con la mujer del otro lado de mi incubadora. Solo imaginarla recibiendo mis besos, imaginando como sería el sabor de sus labios o su propia lengua moviéndose contra la mía, como se sentiría tocar el resto de su piel debajo de toda esa ropa, a que sabría su piel, besar su cuello con delicadeza, escucharla gemir.

Escucharla gemir mi clasificación... mientras le liberaba de su tensión.

Eso último fue el vaso que derramó la gota cuándo debajo de la toalla, la tensión fue tanta por esa imagen en mi cabeza, que se me endureció, y sabía que no era solo un endurecimiento, no, sentía si erección. Pero no entendía cómo era posible que la tensión se me acumulara y estaba seguro que no tenía tensión en mi cuerpo aún y no me sentía con síntomas..., seguía sin entender, confundido, nublado por lo que su acercamiento, sus miradas y su toque me provocaba.

Había sucedido lo mismo en la ducha, algo que igual me sucedió con mi examinadora antes de que fuera enviado a la incubadora... Con la única diferencia de que con Pym, esas sensaciones eran más intensas, me rodeaban de una forma que no comprendía, pero que me gustaba sentir y quería sentir con más profundidad hasta ahogarme en ella...

Y cuando vi que dirigió su mano a mi muslo, deslizando el tallador debajo de la toalla para alcanzar el inicio de mi pierna, mi mano voló a detener la suya, rodeando su muñeca y apartándola de ahí antes de que viera mi erección.

Me puse tan nervioso que la respiración me salió entrecortada. Ella levantó su mirada de mi agarre a mi rostro, confundida y curiosa por mi acto.

Una curiosidad que solo hizo que deseara intimar con ella de esa misma forma en que lo hicieron ellos. En realidad, no sabía si nosotros podíamos intimar así, aunque después de todo, Pym no quiso intimar conmigo aquella vez.

— ¿Qué ocurre? — su voz salió monótona.

Con la garganta seca, traté de tratar saliva, y lamí mis labios con ansiedad, con nerviosismo y otra cosa que no supe como describir.

—Yo voy a tallar toda esa parte que cubre la toalla— informé, soltando su mano.

No quería que viera lo que me provocó, sino sentía el temor de que si lo veía, se alejaría, mandaría a llamar a esa examinadora desconocida para intimar conmigo.

Eso era algo que no quería.

—Entiendo— Sonrió, estirando un pico más su cuerpo para estar casi a mi altura—. Entonces, sigamos con tu rostro, tienes baba en la frente y tus mejillas— aclaró. Temblé cuando sentí el aliento de su boca abrazándola piel frágil de mis labios, así que retiré un poco el rostro, lo menos que quería era que la erección siguiera ahí para cuando me terminara de bañar.

Podía tomarla y liberarme por mi propia mano, con esos movimientos que Erika me enseñó, pero no delante de Pym... Por primera vez, me daba vergüenza que me viera incluso en esa zona.

Levantó el trapo ya mojado y volvió su mirada en mis ojos mientras se empujaba un poco más para eliminar más centímetros de nuestra distancia. Centímetros en los que sentí un arranque necesitado de tomar sus mejillas y hundir mis labios en los suyos.

Quería saber a qué sabía... todo de ella.

—Primero veré si puedo quitarla con la mano.

Se me escapó un jadeo cuando otra vez su aliento me acarició. Su mano libre tomó mi mejilla, esos orbes azules me miraron por última vez, una mirada que pestañeo cuando sus dedos fríos hicieron contacto con la piel de mi mejilla. Estiró la capa babosa de mi piel, y la despegó enseguida.

—Si se puede— bufó, volviendo a mirarme, no pude dejar de verla en ni un momento también, reparar en sus facciones suaves y sentirme más atraído que antes—. Dime si te duele cuando jalo.

—Puedo resistirlo, así que hazme lo que quieras— mordí mi lengua cuando esas palabras resbalaron en un tono ronco, sin antes pasar por mi cabeza. Fue como sentir un golpe de confusión, ni siquiera las pensé y ya estaba diciéndolas.

Eran las mismas palabras que esa mujer detrás de la incubadora le dijo al hombre...

La música de su Tablet silencio, y el silencio siguió cuando sus dedos se detuvieron en seco. Sentí que había cometido un error cuando se retiró volviendo a crear un espacio entre nosotros para estudiarme.

Desbocadamente me latía el corazón al ver sus mejillas más rojas que antes y esos carnosos labios mordiéndose.

—Es-eso sonó...—pausó para tragar con dificultad, estaba sonrojada, pero parecía desconcertada y confusa—. ¿Dónde aprendiste esa expresión? ¿Te lo enseñó Erika mientras te hacía eso? — No supe a qué se refería con eso. Cuando vio que no respondí, sacudió la cabeza y sonrió de extraña forma—. Olvidemos eso, solo lo mal pensé.

¿Lo mal pensó? ¿Qué quiso decir con eso? Pero no, no lo aprendí de mi examinadora, había sido en el área de maduración, ¿estaría bien si se lo decía? ¿Estaría bien si se lo contaba? La verdad es que quería saber qué clase de intimación era esa... Volvió a romper y en ese instante en que se detuvo a centímetros de que su nariz rozara mi mejilla, su aroma golpeó mi entorno, hundió mis sentidos por su delicioso olor a frutas.

—No—solté en el mismo tono antes de aclarar mirándola con severidad, olfateado todo lo que pudiera de su aroma, ese que no quería olvidar jamás—. Vi algo desde mi incubadora.

— ¿Desde tu incubadora? —inquirió, vi como sus cejas castañas se torcían un poco y como enviaba su mirada de reojo a mí. El sonrojo no se disminuyó en su rostro.

—No sé cómo explicártelo correctamente, pero no puedo dejar de pensar en ellos y tengo esa duda de saber que estaban haciendo—comencé, sintiendo repentinamente las manos hormigueando.

—Yo te puedo responder esa duda, claro, si me la sé—añadió, hizo un movimiento hacía mi mentón, donde su rostro quedo tan cerca de mí que ahora era mi nariz la que terminó rozando su frente, un tacto tan suave y estremecedor que me apretó los labios. Ese acto ella lo observó, pestañeó y miró a todas partes antes de concentrarse en la baba que cubría mi mentón.

Lamí mis labios, nuevamente esa escena se reprodujo en mis pensamientos.

— ¿De cuantas maneras se puede intimar? —inquirí, ansioso de la respuesta. Esa mirada repentinamente se abrió en par en par, horror era el gesto que llevaba puesto.

— Yo no...Yo no...—tartamudeó, su nerviosismo era visible y me pareció tierno, en ella era tierno escuchar su tartamudeo y ver el enrojecimiento vivo en su piel, un color que aumentaba su hermosura—. ¿Po-por qué esa pregunta?

—Dos personas estaban haciendo algo sobre mi incubadora, el hombre la cargaba y ella gimió esas palabras mientras él se empujaba contra ella —expliqué paulatinamente, no sabiendo exactamente que palabras utilizar para explicarle lo que había visto, pero con cada palabra que utilicé esos labios se abrieron cada vez más—. Mi pregunta es, ¿esa era otra forma de intimar?

Su rostro palideció levemente, bajando ahora el color rojo de su rostro en tanto levantaba la mirada de mi mentón, y recorría mis labios un momento, pero con extrañez. La mueca que se alzó en sus labios casi como la mueca de disgusto que hacia mi examinadora siempre que yo hacía algo mal, me perturbó.

— ¿Sobre tu incubadora? —indagó.

—Lo hacían primero en una silla, luego en la incubadora en la que me tenían sujetado—Eso hizo que su ceño se arrugara y esa mueca se frunciera más—. ¿Es otra forma de intimar?

—S-sí, sí, sí, lo es, pero...— Se detuvo, dejando de ver mis labios para verme al otro extremo de la ducha—. Pero no está permitido tener sexo fuera de las habitaciones, deberías decirle a tu examinadora sobre eso.

Hubo algo que me confundió y no pude evitar preguntar.

— ¿Sexo? — y se congeló cuando pregunté, un shock que duro unos segundos en los que nuestras miradas se conectado, ella pareció asustada y arrepentida.

—Lo que ellos hacían era tener...—Meneó la cabeza, apretando esos labios cuyas mejillas se inflaron de una forma rara—, relaciones sexuales. Sin embargo, que lo hicieran frente a tus ojos es aberrante.

— ¿Qué forma de intimar es esa? —Ignoré sus últimas palabras. Pym se apartó un poco de mí, parecía repentinamente perdida y nerviosa —. Nunca lo he hecho.

—E-e-es otra forma de intimar pero a esta se le llama relaciones sexuales o tener sexo con una perso... con tu pareja...Con tu pareja cuando hay penetración de tu mie... en su... Ol-o-o-olvida eso último que dije —habló tan rápido y tan chillón que no le entendí a casi nada de lo que dijo, solo terminó confundiéndome más—. Esa intimación es la que tendrás únicamente con tu pareja.

— ¿Solo con mi pareja?

Ella asintió, tragando ruidosamente, los nervios hasta se le notaban en como su mano temblorosa se acomodaba el cabello.

— Y si yo quiero hacerlo con esa examinadora que me atrae mucho — Recordar lo que se había producido en mi cabeza, yo cargándola y empujándome contra ella, y ella gimiendo mientras la besaba, volvió a tensarme el vientre. Se me secó la garganta que aun tragando saliva no era suficiente para calmar esa extraña sed—. ¿Podré hacerlo con ella?

Se quedó un momento pensando mirando alguna parte de mi abdomen antes de cuestionarme:

— ¿Hablas de Erika?

—No—exhalé la respuesta sin dejar de ver sus ojos.

Entonces recordé cuando le dije sobre que ella tenía que intimar conmigo, recordé la cara que puso, un gesto en shock y asustado que ahuecó mi pecho, y luego, recordé a la examinadora que ella hizo entrar para que intimara conmigo, y todavía después de eso, la incomodidad y seriedad que hubo entre nosotros dos cuando ella volvió al cuarto. No, no iba a decirle que era con ella con quién yo quería intimar o hacer eso, si lo hacía seguro que ese silencio e incomodidad volvería entre nosotros.

—Olvídalo—musité sin más. 

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