44 3. El abrazo en la ducha

Primer recuerdo de Pym

Las puertas de cristal se abrieron frente a mí, tan solo entré, examiné la sala medio vacía, lo primero que había buscado en ese momento eran un par de ojos marrones profundos que no encontré en ni un lugar de la sala 7.

¿Dónde estaba Adam? Dijo que su turno en esta sala terminaba antes del anochecer, así que traté de terminar mi trabajo en la cocina para poder llegar aquí temprano para verlo al menos unos minutos. Con eso me bastaría.

No verlo, ni siquiera encontrarlo al voltear a las puertas cristalizadas, hizo que la emoción en mi corazón se esfumará, se congelara, dejando un vacío como única evidencia. Apreté la carpeta contra mi adolorido pecho. No podía reprimir esa sensación, en verdad quería verlo, después de dos días enteros sin poder vernos al menos un minuto, mucho menos encontrarnos en nuestra habitación.

Quería verlo otra vez, abrazarlo. Sentir su calor.

Lo extrañaba mucho, comunicarnos por mensajes no era lo mismo que en persona.

Respiré hondo y me deshice en un largo suspiro, sin perder más tiempo, me apresuré a llegar frente a un largo escritorio donde del otro lado se hallaba sentada una mujer de avanzada edad. ¿Ella era nueva? Porque recordaba que las otras veces había una chica como de mi edad, atendiendo a los examinadores.

- Buenas tardes. ¿Sabe si suplantaré a Erika Williams hoy?- le pregunté a la recepcionista de la sala 7 que tecleaba algo en la computadora plana, sin ponerme atención.

Sus bucles negros rebotaron cuando apartó la mirada de la pantalla para mirarme con sus orbes marrones.

- Así es, tengo entendido que la suplantaras por esta semana, ¿podrás?

Toda la semana. Esa palabra casi detenía mi respiración. No tenía problema con suplantar toda la semana a Erika, y me gustaba mucho mi trabajo como examinadora infantil no podía decir lo mismo como examinadora de un adulto como Rojo 9 que poseía una mirada tan penetrante y enigmática, era difícil concentrarme en mi trabajo cuando él me miraba con intensidad. Quiero decir, no era que no me gustara estar con rojo 09, era un buen experimento con muchas dudas como el resto, era muy agradable estar con él, pero había momentos en los que me sentía incomoda. Nerviosa, sí, muy nerviosa, sobre todo cuando sus dedos me rozaban.

Sacudí la cabeza, estaba pensando de más, desviándome a lo que verdaderamente quería llegar Ser examinadora de 09 en mis tiempos libres, haría que ver a Adam fuera aún más complicado.

Y a él no le iba a gustar saber que cuidaría otra vez al experimento de Erika, después de la forma en cómo se comportó cuando le respondí a la pregunta que me hizo, que bañaba a 09 y todavía tenía que examinarlo desnudo. A pesar de que le dije que cubría su entrepierna con una manta, terminó enojándose más.

Daesy tenía razón, las relaciones dentro del laboratorio eran complicadas. Por eso estaban prohibidas, aun así, yo quería a Adam, quería estar con él.

- ¿Alguna otra duda, señorita?- me preguntó la recepcionista, sacándome de mi pequeño trance

- No, muchas gracias- me despedí con un ademán que ella no vio, y comencé a caminar rumbo a los cuartitos del otro lado de la sala.

No sabía cómo se lo explicaría a Adam, pero de alguna manera él tenía que entender que este era mi trabajo, y no lo hacía con malas intenciones, que Erika pidiera a la dirección directamente que quería que yo la suplantara, no había sido mi idea.

Sucedió así, y la noticia hasta a mí me había sorprendido. Y no pude negarme a cuidarlo, después de todo verde 13 había sido enviado a maduración, yo estaba libre...

Busqué el cuarto de 09- era uno de los últimos-, y cuando lo encontré, no tardé en alzar la cortina para adentrarme, pero tan solo di un paso dentro y solté la cortina todo mi cuerpo se detuvo y sentí esos extraños nervios remover mi interior. No me gustaba tenerlos, pero era inevitable cuando ese orbes rojos me contemplaban desde la cama con una profundidad tan escalofriante que era capaz de hasta robarme la respiración.

¿Hacia cuanto qué no lo veía? Llevaba más de siete meses desde la última vez que cuidé de él, y para ser exacta, se veía diferente en este momento.

Era a causa de la última maduración que tuvo en su incubadora, ¿cierto? La razón por la que las facciones de su rostro habían endurecido, se había marcado con una total elegancia y sensibilidad masculina, y con un aire aterrador y escalofriante a causa de esa mirada depredador... además de eso, no podía ignorar que hasta la postura que mantenía ahora mismo era completamente atractiva, sentado sobre su cama con la espalda contra el respaldo de la cama, con las rodillas notablemente separadas y dobladas, con sus brazos recargados sobre cada una de ellas y la cabeza recargada en la pared.

Se veía más... un hombre peligroso, que un experimento de corta edad.

Y con corta edad me refería a que aun pareciendo más grande que yo, llevaba viviendo en este laboratorio al menos unos 18 años, tal vez un poco menos, o un poco más.

No podía negarme a que en un principio noté lo atractivo que era este experimento. De hecho, todos eran atractivos, incluso las mujeres experimentos era preciosas.

Haciendo una ridícula comparación, ellas serían las mariposas monarcas y yo un simple gusano verde.

Me costaba creer que una persona pudiera adquirir tanta belleza, pero claro, todo por medio de la ciencia podía hacerse posible.

Pero él, ¡Dios, santo Jesús! Él era aún más ridículamente atractivo. Trataba de no sentirme nerviosa, y más que nada, tomando en cuenta la advertencia de Erika, no sentirme atraída por él, pero eso era casi imposible, y viendo lo mucho que había mejorado en estos últimos meses su apariencia, sentía que se me complicarían las cosas más de lo que antes se me complicaron.

Muchos meses atrás, parecía un muchacho muy guapo, alto y delgado, de cejas muy pobladas y oscurecidas, y con una mirada escalofriante y penetrante, pero ahora tomando todos los aspectos anteriores, su cuerpo era más de ancho, y sus facciones, maduraron aún más.

Parecía un hombre, posiblemente un par de años mayor que yo, o de mi propia edad, y aunque usaba bata, solo ver sus desnudas pantorrillas marcadas, podía imaginarme - a mi pesar-, que su cuerpo había tomado la forma de un atleta. Tal como se mencionaron en las características que encontré en un expediente de experimento adulto.

Quise golpearme contra la pared cuando mis ojos cayeron sobre sus carnosos labios, esos curvilíneos labios de comisuras oscuras que solo le daban un tono macabro a su atractivo. Un punto más para hacerme temblar, volver mis rodillas como gelatina.

Hasta ese momento me di cuenta de que había pasado muchos segundos contemplándolo, y él, contemplándose a mí con esa seriedad, con esa mirada reptil que se paseaba por toda mi figura, aunque, ¿cuál figura? Con esta bata toda plana, ancha y larga, parecía una empanada.

Carraspeé.

-Nos volvemos a ver- fue lo único que pude decir luego de dejar de contemplar tanto su masculinidad.

Me acerqué a la mesa con pasos torpes, dejando la carpeta sobre esta para después descolgarme la mochila y ver hacía la cama.

Rojo 09 en ni un momento se movió, pero sus ojos habían dejado de estar sobre mí, para ver a sus desacomodadas sabanas de su cama que casi estaban por caer al suelo.

- ¿Está todo bien?- pregunté, notando mucho su seriedad. Sus orbes subieron, se clavaron en mí cuando movió un poco su cabeza sobre la pared.

-Pensé que no te volvería a ver- comentó a voz baja y grave, el crepitar de su tono hizo que se me volcara el corazón, acelerado. Nerviosa, estaba nerviosa.

Se empujó hacia adelante, removiéndose de su lugar para dejar ahora sus piernas colgando de la cama y sus brazos a cada lado de su cuerpo, estirados y aferrados a los bordes del colchón.

- Pero no entiendo- soltó, dejándome un poco confundida-, ¿por qué estás aquí? Dijeron que ya no vendrías.

Aunque me pregunté quién le había dicho eso, supuse que Erika, después de que ella me hiciera la entrevista de los días que pase cuidando de él antes de que lo enviaran a su incubadora para una corta primera maduración... Que al parecer le sirvió mucho.

Erika me pidió que le contará todo, sin evadir ni pasar por alto cada pequeña actitud de él de las semanas en que lo cuidé. También me preguntó si aquella examinadora que contrató para encargarse de intimar con Rojo 09, había asistido.

Le fui sincera, le dije todo lo que le enseñé a Rojo 09, pero creo que fue eso lo que a ella no le gusto, sobre todo cuando le dije que dejé que su experimento me hablara con confianza, sin lenguaje formal.

Cometí varios errores con Rojo 09, y era todo porque no conocía muchas reglas que eran importante saber sobre los experimentos adultos y sus examinador, como por ejemplo, era mantener la distancia en las duchas o en las pulsaciones, impedir que tu experimento te tocara partes del cuerpo, y tercera regla, cuidar que no te mirara tanto.

Incluso Adam me lo explicó, dijo que esas reglas eran importantes y esenciales, ya que los experimentos adultos comenzaban a experimentar cabios en su cuerpo, y eso mismo era el aumento de sus feromonas, o la tensión sexual, la curiosidad por conocer el cuerpo de la otra persona, y descubrir sentimientos.

Para ser franca, no le veía nada de malo a tocar, él solo llegó a tocarme el rostro, las manos y los hombros de vez en cuando, nunca lo vi con la intención de querer tocar algo más, y sus miradas eran siempre a mi rostro, no se guiaban nunca a otra parte de mi cuerpo... Bueno, también me había visto los pies las veces que me quitaba los zapatos para ir a las duchas, pero, ¿eso que tenía de malo? Después de todo mirar era algo que normalmente hacíamos, ellos podían mirar cuanto quisieran.

Recordaba muy bien los gestos de Erika, y al final sus palabra solo, agradeciéndome. En serio pensé que no volvería a pedirme para tomar su lugar, pero al parecer sucedió, después de varios meses.

Otra regla que no sabía, y era la que me había dejado estupefacta toda una semana entera, era que tenía que intimar con él, pero yo no sabía que tenía que... hacer eso con él, y no iba a hacerlo, por supuesto que nunca lo haría. Cuando lo vi sudoroso y adolorido, no supe que hacer, fue ahí cuando me comuniqué con la examinadora del experimento de enseguida, ella me dijo que tenía que bajarle la tensión con la boca o la mano. ¡Santo Dios1 Al principio no le entendí, solo hasta que mencionó la palabra, y a mí Erika jamás me había mencionado sobre ello. Había sido todo un caos que al final pudo resolverse contratando a una examinadora extra solo para la intimación con él.

Jamás pensé que los adultos Rojos necesitaran de eso para sobrevivir, ¿no existía otra posibilidad de bajarle la tensión? Tocarlos hasta el orgasmo, era muy exagerado. Tonto y ridículo. Pero no podía meterme con ello.

-Erika necesitaba mi remplazo, así que vine- expliqué, viendo su inquietante silencio y su mirada incluso que a mitad de mis palabras se había perdido en el suelo-. ¿No querías que volviera?

-No- espetó-, creo que era mejor que no volvieras.

Y no supe como esas palabras terminaron pinchando mi pecho. Se comportaba extraño, su tonada era diferente a la voz que escuchaba en las últimas noches que cuidé de él.

- ¿Por qué lo dices?- temí preguntar, tal vez él no sabría responderla, o tan vez solo no me quería como examinadora. ¿Tan aburridas habían sido los días que pasamos juntos? ¿O era que no le caía bien?

No levantó esta vez su mirada, mucho menos cuando di un par de pasos en su dirección, quise acercarme más, pero respeté las reglas.

-Supongo que te aburrí- Mis propias palabras me hicieron morder mi labio interior. Adam tenía razón, él me dijo cuando supe que llevaba mis libros de colorear e historietas al experimento de Erika, se río de mí, diciéndome que eso no iba a entretenerlo...-. ¿Y qué quieres hacer? Traje más historias para contar y nuevas dinámicas.

-Hay algo que quiero hacer- pronunció, levantándose de la cama al fin mirándome.

- ¿Qué quieres hacer?- continué.

-Escucharte cantar- su respuesta me dejó en shock. De muchas cosas que pensé, cantar era la última cosa-. Esa última noche me cantaste...

-Pero canto como perico-recordé, aunque solo le había susurrado la canción para que nadie más que él pudiera escucharme entre todo el silencio fuera de la habitación, me sorprendió mucho que mi voz lo durmiera, pero eso no quería decir que tuviera voz para cantar.

Era malísima para ello.

-Me gusta tu voz- su confesión estremeció mis músculos, sentí mi rostro arder levemente, cuando esos orbes rasgados me contemplaron a pocos pasos.

Creo que era la primera vez que él escuchaba a alguien cantar, por eso no sabía la diferencia de malo y bueno.

-Tengo un mejor plan- Me crucé de brazos y ladee una sonrisa antes de empezar-. Primero cenemos, hagamos algo juntos, y después de tu ducha y las pulsaciones, te canto, ¿sí?

-Sí- respondió él. Estaba a punto de decirle lo que haríamos cuando algo vibró en el interior de mi mochila.

Lo único que podía vibrar ahí era la Tablet que el laboratorio nos daba para comunicarnos con la dirección o con algún otro examinador.

O había recibido un mensaje de Daesy, o uno de Adam.

Eso último me colocó ansiosa. No se permitía mensajearse durante el trabajo, y aunque dentro de los cuartos no había cámaras, Rojo 09 estaría observándome, si alguien más le preguntaba de la atención que tuvo de mí, y él llegaba a decir que me la pasaba revisando la Tablet, me metería en problemas.

Por mucho que sintiera una profunda curiosidad de saber quién era, tendría que aguantarme las ganas esta vez.

-Bien- exalté, apartando la mirada de mi mochila-. Tengo una dinámica que te gustara.

(...)

Las duchas esta noche no estaban del todo vacías como otras veces, me gustaba escuchar el sonido del agua que salía de otros fregaderos, hacía que bañar a Rojo 09 no fuera un tanto inquietante al estar en compañía de otros, pero la verdad, era que prefería las duchas vacías.

Y hablaba en serió, ninguna otra examinadora cubría las partes de su experimento, como lo hice yo colocándole a Rojo 09 una toalla alrededor de su marcada cadera masculina. Ver su desnudes era un terrible problema, y más teniendo esos desnudos cuerpos tan cerca de nosotros.

No quería ver otro cuerpo desnudo que no fuera el de Adam, o Rojo 09...

No, no, no. Sacudí esa ridícula idea que de algún modo se escuchó completamente mal. Era examinadora de 09 y era mi deber hacer lo que hacía, y Adam era mi pareja, dos cosas completamente diferentes, y a la misma vez, igual de complicadas.

Lo peor era que esas complicaciones estaban relacionadas una con la otra, a Adam no le gustaba que cuidara de 09 y eso complicaba nuestra relación porque ser examinadora hasta en mis horas libres impedía que nos encontráramos. Y tocar el cuerpo de 09 me producía una peligrosa sensación, igual de complicada, porque cuando mis yemas tocaban su piel, podía sentir como los músculos de él se tensaban y como mi corazón se aceleraba con ello.

Una de las razones por las cuales Adam no quería que fuera su examinadora, era porque él pensaba que 09 sentía una atracción hacia mí y que eso podía complicar las cosas entre 09 y Erika, pero para ser sincera, sentía que estaba exagerando.

Saqué los talladores y el jabón del balde metálico. Le daría un tallador a Rojo 09, él sabía que partes de su cuerpo lavar, mientras tanto yo lavaría aquellas partes de él, que él no alcanzaba.

- ¿Te has bañado tú mismo?- le pregunté antes de repartirle un tallador.

-No, mi examinadora no me lo permite- respondió, arrebatando el tallador de mis manos.

No entendía, ¿qué tenía de malo enseñarle a alguien a bañarse por sí mismo? Él tenía brazos, tenía manos, aprendía los movimientos con más rapidez que nosotros mismos, no era un objeto, era una persona, diferente, pero al final una persona. Sabía que una de las tareas del examinador era duchar a su experimento, pero esa regla era absurda.

Estábamos educando de una forma muy mala a los experimentos, los hacíamos sentir como muñecos de plástico nada más. Y eso a mí no me gustaba.

-Hazlo en los días que yo sea tu examinadora- dije. Él se giró hacia uno de sus costados para girar las llaves de agua del tubo metálico, y cuando lo hizo toda el agua helada que salió del grifo terminó empapando nuestros cuerpos.

Él volvió la mirada cuando me escuchó quejar, pero no era un quejido molesto, solo un quejido por la forma en que el calor abandonó mi cuerpo, solo unos segundos antes de que el agua empezara a tener una temperatura normal.

Me asombraba que a él el frio no le afectara, o tal vez estaba acostumbrado.

Volví a carraspear.

- ¿Aun recuerdas donde debías tallarte?- le pregunté dejando que mi tallador tocara un momento su pecho, ese lugar que rápidamente él vio.

-Lo recuerdo perfectamente- terminó diciendo. Yo asentí, retirando mi mano, y rodeando su cuerpo, enfocándome solamente en él y no en los otros experimentos que aún quedaban en las duchas.

Observé su ancha espalda, la línea que marcaba la mitad de esta hasta su trasero oculto detrás de la toalla blanca. Solté un largo y estremecedor suspiro antes de llevar mi mano con el tallador y tocar su omoplato derecho, aunque tiempo atrás ya había tocado su espalda, sentía que esta era la primera vez otra vez.

Su espalda incluso había adquirido una forma más masculina, su piel amoldaba perfectamente su cuerpo, marcando esas zonas de un cuerpo musculosamente nivelado, no podía explicarlo, no sabía cómo, pero también se sentía diferente.

Empecé a tallarlo sin ser brusca, no había manchas de su piel, no como las que en los primeros días que estuve con él, encontré. Eso me gustó, me tranquilizo. Ver las marcas de los labios de Erika en su cuerpo, era incómodo, pero más que incomodo, inaudito.

Si Erika sabía que la piel de ellos de pintaba con facilidad y difícilmente se le quitaba, ¿por qué lo besaba? Y más aún, era incorrecto y enfermo, besar los cuerpos de sus experimentos, y tocarlos más allá de las zonas permitidas. Eso fue lo que Daesy me dijo, cuando me habló de las reglas en los experimentos adultos también.

Solo me mantenía callada porque podría obtener unas buenas multas por hablar de lo que un examinador hacía con su experimento en la privacidad.

Los manoseaban... Los besuqueaban, ¿qué más les hacían? No quería ni imaginarlo, no quería ni imaginarme lo que le harían a mi infante 13 cuando él pasara a la etapa adulto.

Este lugar era terrible.

Mi mano se colocó ligeramente sobre la piel de su espalda baja, guíe el tallador con mi otra mano a esta parte de él, y comencé a tallar, enjabonar su piel cuidadosamente y dejando que el agua misma lo limpiara en segundos.

- ¿Por qué una toalla? Tengo curiosidad- La voz de una examinadora me incorporó, busqué su mirada, dándome cuenta fe que ahora solo quedábamos en las duchas ella y yo-. ¿No te gustan sus partes?

Pestañeé delante de esa mirada verdosa.

-No es eso...- traté de decir, mirando de reojo como su experimento empapado se vestía con una bata blanca, y cubría su trasero-. Solo es para...

- ¿Para...?

-Para darle un poco de privacidad- repliqué en un tono más fuerte a causa de su interrupción. En realidad era para respetar su cuerpo como persona que era, no quería tocarlo de más y hacerlo sentir incómodo. Oh no.

Ella hizo una mueca, tomando todo su largo cabello negro y agarrándoselo con una liga.

-Que utilices una toalla nos haces parecer mujeres sucias- esfumó con molestia sus palabras-. ¿Crees que tienes mucha moral, nena?

Eso me sorprendió.

-No quise usarla para ofenderlas- expliqué con severidad, sin sentirme para nada intimidada. Ya me habían dicho lo mismo en las duchas de los infantes.

Ella sonrió, con irritación.

-Me da igual, ya lo hiciste- refunfuñó, su mano se estiró tomando la toalla de la cadera de Rojo 09 para arrancársela de un tirón-, y más te vale que no vuelvas a hacerlo aquí. Nos ofendes.

¿Los ofendía que quisiera cubrir las partes de mi experimento? Pero que tontería era esa. Mi rostro recibió el golpe de la toalla que antes cubría la zona de Rojo 09, de tal forma que mis manos soltaron el jabón y tallador. La retiré de inmediato, sintiendo un ardor entre mis dedos, sintiéndome moleste en tanto la veía retirarse, llevándose a su experimento con ella y abandonando la ducha.

Solo no la detuve y menos abofeteé, porque los golpes no estaban permitidos y ameritaban multas. De hecho cualquier regla rota ameritaba multas... El laboratorio estaba repleto de reglas y leyes absurdas.

Solté un fuerte resoplido apretando la toalla en mis manos, y me giré entorno a esa mirada carmín que había estado observándome.

Quedé paralizada cuando caí en cuenta de que ahora otra parte de él estaba desnuda, a tan solo centímetros de mi cuerpo. Todo ese enojo desfalleció, y traté de no mover por nada mi mirada y mucho menos mi cuerpo cuando esas manos se colocaron en diferentes partes de mí.

Temblequeé.

Una de ellas se deslizó sobre los dedos de mi puño para tomar la toalla, y la otra se había atrevido a rozarme la mejilla para acomodar eso mechones de cabello que aquella idiota había desacomodado. Fueron dos tactos diferentes que hicieron que escalofríos atravesaran cada pieza de mi composición muscular.

Se me aceleró de golpe el corazón, cuando ese par de cejas oscuras se hundieron, manteniendo un enojo que antes no había visto.

- ¿Estas bien?- Hasta su pregunta me sorprendió-. ¿Te lastimó?- Y esos dedos que al terminar de mover los mechones detrás de mi oreja, se dejaron resbalar para tomar mi mentón, cuidadosamente.

Tragué con fuerza, sintiéndome atrapada por su toque, y su preocupación, que si no fuera porque aún tenía uso de razón, seguiría en shock, hipnotizada por esa mirada reptil.

Reaccioné, apartando mi rostro de ese tacto cálidamente inquietante, y retrocediendo con una torpeza que no debí cometer cuando mis descalzos pies pisaron algo llamado jabón, y terminé resbalando.

Iba a caer de espaldas, así lo sentí igual que imaginé el dolor que sentiría mi cuerpo con el impacto...

Impacto que no recibió cuando esos brazos se estiraron para alcanzarme de inmediato, tirando de mi con una fuerza indescriptible que todo lo cuerpo chocó contra su mojado y desnudó pecho. Lo último que sentí, fueron esos brazos rodearme con fervor, manteniéndome pegada a él, haciéndome capaz de percibir todo ese intenso calor que emanaba de su piel y atravesaba mis propias prendas.

Jadeé entrecortadamente con estremecimiento, desmoronándome sobre su varonil cuerpo, volviéndome un suspiro cuando fui capaz de sentir cada pulgada de su cuerpo. No había centímetro que nos separaban, con mi rostro contra su pecho y mis labios ligeramente rozando el inicio de su pectoral derecho, que tan solo sentí el roce de su piel, me aparté de su pecho para conectarse con esa sombría mirada endemoniada.

Y no sabría explicar de qué forma estaba viéndome ahora, o mejor dicho, no quería reconocer la manera en que lo hacía, porque ahora que contemplaba cada aspecto de su elegante rostro, esos labios carnosos entreabiertos, y esa mirada oscurecida que irradiaba peligro, podía saberlo.

Solo saberlo, y solo sentir sus dedos removerse en mi cintura hizo que mis piernas se volvieran agua. Mis manos actuaron, colocándose tardíamente en sus desnudos hombros endurecidos, y quise moverme, empujarlo y salir de su agarré, hasta que él mismo me soltó. Al instante se colocó la toalla ocultando toda su entrepierna en un nudo rápidamente hecho.

-Ten más cuidado- Escuchar su voz ronca, hizo abrazó a mi corazón de tal formo que lo acelerada desbocadamente-. No quiero que te lastimes.

Me había salvado de un buen golpe, pero habíamos roto una regla, y creo que a causa de ese tacto tan profundo, había provocado algo que no debía en él.

Era deseo, y tomando en cuenta esa cejas levemente fruncidas, confusión. No quería imaginar que probablemente era esta la primera vez que sentía deseo, porque estaba segura que era la primera vez que abrazaba a alguien así.

Cosa que no debía volver a suceder, tenía que ser más cuidadosa.

Respiré hondo, intentando desvanecer las sensaciones que él provocó en mí, pero al no lograrlo ni un poco, solo pude exhalé, y fingí.

-S-sí, lo tendré, gracias.

(...)

Las pulsaciones no eran lo mío, tocar y tocar con más fuerza un área del cuerpo de un hombre me hacía sentir un poco extraña. Nunca me acostumbraría, lo había hecho con mi infante pero su cuerpo era totalmente diferente al de Rojo 09.

Relamí mis labios por segunda vez, y pulsee mis dedos contra su costado izquierdo, él no de quejó, no se removió, permaneció en la misma posición y con sus ojos cerrados.

Seguí revisándolo, pulsando cada centímetro de su piel hasta llegar a donde la toalla cubrir. Ese, era el siguiente paso que no me gustaba. Hacerlo, tocar debajo de la toalla, hacía que las actividades siguientes con Rojo fueran diferentes, no me concentraba ni mucho menos eliminaba la incomodidad después de haber tocado todo - absolutamente todo- su cuerpo con mis dedos.

Y a veces tocarlo, me hacía sentir mal, porque seguramente a él no le gustaba que le tocaran sus partes íntimas, y porque yo tenía pareja. Mis manos habían tocado el cuerpo de Adam, y tocar el de Rojo 09 también me hacía sentir culpa, y me sentía aún más culpable cuando mi cuerpo se estremecía al tocar su caliente y dura piel...

Sacudí esos malos pensamientos y me concentré. Mis dedos se deslizaron debajo de la toalla, tembloroso y muy dudosos, pulsando su ingle izquierda, fue ahí cuando vi que los labios de él se entreabrieron para respirar.

- ¿Te dolió?- Al preguntar otra vibración desde mi mochila llamó atención.

Mi necesidad de ir y revisar y responder, estaba comenzando a molestarme.

-No...-su gemido me devolvió la mirada a él, ver la mueca que hacía y como retenía su respiración cuando mis dedos tomaron el camino hasta su vientre para toquetear y pulsar.

-Lo siento- dije retirando mi mano de su vientre y pulsando su ingle derecha-, sé que esto te incómoda, pero ya terminamos- suspiré al no ver dolor, solo incomodidad en él. Enseguida retiré la mano y dejé que él se sentara sobre su cama y empezará a deslizarse la bata.

- ¿Ahora qué haremos?- cuestionó, y otra vibración desde mi mochila, me hizo pestañar, apostaba a que era Adam, preguntándose dónde estaba, por qué no llegaba a nuestra habitación.

Tenía que decirle que no iría, pero ¿cómo? No sabía a qué horas le daría sueño a Rojo 09, y ya era tarde. Mordí mi labio, y suspire dejando de ver la mochila.

- ¿Todavía no te da sueño?- quise saber, acercándome a la mesa y abriendo la cremallera de la mochila.

Tenía un debate mental, ¿contestarle o no hacerlo? ¿Y si le pedía permiso a Rojo 09 para contestar ese mensaje?

-No, aún tengo un poco de energía para estar contigo- hizo saber, dejando congelado el movimiento de mano dentro de la mochila-. Quiero gastar mis horas contigo.

Eso último había hecho que instantáneamente mis labios se curvearan en una sonrisa.

-Que lindo- susurré, sacando la Tablet junto con las historietas-. Pensé que te aburrías conmigo.

-Es todo lo contrario- soltó en cuanto me callé-, me gusta estar contigo. Solo contigo...

Mi piel hormigueó con su confesión y no fue lo único que hormigueo, mi estómago también había salido afectado con esas palabras.

Era inexplicable responder como me hacía sentir él... Como dije, mi trabajo con él era complicado, la forma en que me sentía, no podía entenderme e ignorar lo que me provocaba, lo cual era muy confuso.

Rojo 09 siempre decía cosas que aceleraban mi corazón, que me hacían sudar o sentir nerviosa, aunque la gran mayoría de ellas me hacían sentir bien, alegraban de alguna forma mis días malos.

- ¿Soy divertida?- inquirí, tomando las historietas entre mis manos, y dejando de lado la Tablet después de ver la hora, y el número de mensajes.

11 mensajes no leídos, y muy pocos de ellos eran de Adam... El resto eran de mis compañeras Daesy y Helga del periodo infantil, pero los mensajes de mi compañera Daesy eran más recientes que el resto.

-Eres mejor que eso- Alcé la mirada de la pantalla a ese par de orbes carmín que ahora se encontraban del otro lado de la mesa-. Que estés de vuelta me gusta mucho.

Eso sin duda, profundizó mi sonrisa, una sonrisa que disminuyó cuando un doceavo mensaje apareció.

Sentí esa necesidad de leerlos de una vez, debía ser algo importante, aunque sentía más necesidad de leer el de Adam que el resto.

- ¿Podrías dejarme contestar algo en la Tablet antes de continuar con la velada?- curioseé, tomando la Tablet con nerviosismo una es vez dejado las historietas en la mesa, y cuando vi que él no decía nada, añadí-. Será rápido.

Ladeó su cabeza, esa mirada pasó de estar en mi rostro a estudiar la Tablet en mis manos, esa misma que había vuelto a vibrar.

- ¿Me estas pidiendo permiso?- Vi su confusión, eso y el ladeo de su rostro se me hicieron tierno, ¿cómo podía ser que un hombre tan atractivo y de mirada penetrante y escalofriante, pudiera provocar algo así en mí?

-Sí, no nos permiten utilizar la Tablet en el trabajo, y Erika podría preguntarte.

-No le diré nada- dijo paulatinamente-, además ella siempre usa la pantalla- señaló la Tablet.

Aunque eso no era sorpresa para mí, Erika usaba la Tablet hasta en el baño. Ella no era mi amiga, pero habíamos comido varias veces juntas desde que nos conocimos, y era claro darse cuenta de que tenía una obsesión por estar clavada respondiéndole a su pareja por la pantalla de la Tablet.

-Gracias, los responderé rápido- aseguré, desbloqueando después de un segundo, la pantalla y dando click en el mensaje de Adam.

[Adam: Solo dime si vendrás esta noche a nuestra habitación...lo demás no me importa, ya lo sé.]

Un hueco se adueñó de mi pecho, ¿ya sabía que estaba cuidando de Rojo 09? ¿Y cómo lo supo? ¿Quién le había dicho?

Ese mensaje había sido enviado cinco horas atrás, y por la hora que era en este momento, seguramente él ya se había dado cuenta que no llegaría. Aun así, respondí, sintiendo ese desánimo, estaba molesto, podía sentirlo...

Cuando el mensaje se envió, revisé los de mi compañera, la mayoría eran de una compañera de la sala 3, preguntándome por mi puesto como remplazo de Erika o sí sabía algo al respecto del proceso de maduración de mi experimento infantil. Le respondí de inmediato, y tan solo lo hice, la respuesta de Adam llegó, pero había sido extraño porque su mensaje llegó vacío.

Y tras de ese, otro más de él, vacío. Hundí el ceño confundida. ¿Por qué me los enviaba vacíos? Tal vez se debía a que ya era muy tarde y él estaba durmiendo, enviando por error los mensajes vacíos. Quizás.

Pasé a los siguientes mensajes, no sin antes ver de reojo a Rojo 09, quien en cuanto aparté la laptop, subió la mirada de las historietas espaciadas por toda la mesa, a mis ojos.

-Ya casi termino- avisé, por último, leyendo los mensajes de mi vecina.

[Daesy: ¿En serio te cortaste el cabello? Porque no te lo noto.]

Eso último no lo entendí, y estuve a punto de preguntarle a qué se refería o por qué me lo estaba preguntando, sino fuera porque leí el siguiente mensaje.

[Daesy: Perdón, ese mensaje no era para ti, era para Nastya la nueva chica de la zona genetista que duerme junto a mi habitación. A propósito, ¿supiste que varias examinadoras se han enfermado de lo mismo últimamente? ¿No es extraño?]

Se me hundió el entrecejo, ¿más examinadoras enfermas? Solo había sabido de la examinadora de Rojo 09 y de otro examinador, pero nada más, no sabía que había más enfermos sabiendo que el laboratorio no da empleo a personas con alergias o enfermedades genéticas, o personas que se enferman con mucha facilidad. Así que eso era algo extraño. No tardé nada en responderle, preguntándole los síntomas y las salas de las que eran los examinadores.

-Si yo quiero saber algo del diccionario, físicamente, ¿me lo enseñarías?- le escuché preguntar, eso hizo que alzara la mirada, depositándola en él.

Aun recordaba la primera vez que me preguntó eso mismo, y cuando le dije que sí, lo que vino después me dejó muy, pero muy desconcertada.

Después de que saliera de su corto y primer periodo de maduración en su incubadora, y Erika me pidiera cuidarlo otra vez, él me contó sobre lo que vio en su incubadora: un varón sentado y sin pantalones, y una mujer montada sobre él, meciéndose, gimiendo delante de las incubadoras a todo volumen. ¿Qué demonios hacían dos personas teniendo sexo delante de ellos y durante el trabajo? ¿Era que nadie más estaba ahí con ellos? Además, ¿qué no dormían a los experimentos una vez dentro de las incubadoras? ¿Por qué Rojo 09 estaba despierto?

Fue tan incómodo que tartamudeé demasiado tratando de buscar palabras para explicarle que eso solo lo hacían los examinadores con sus parejas, y que eso era algo que él haría cuando lo emparejarán. Aunque él no sabía que eso era sexo, ya que las palabras en el laboratorio se encubrían de otra forma para los experimentos, así que le expliqué que era otra forma de intimar, permitido solamente con tu pareja.

-S-sí, claro... ¿qué quieres saber?- Rogué porque no fuera un tema como ese mismo, o mucho menos sobre las parejas, porque también recordaba que él me preguntó porque Adam había pegado su boca con la mía...

En ese entonces, Adam y yo apenas empezábamos una relación, y fue la única vez que Rojo 09 nos vio besándonos... Recordar todos esos bellos momentos, y compararlos con todos los malentendidos que últimamente estábamos teniendo, me hizo suspirar con desánimo.

Muchas cosas había cambiado en tan poco tiempo.

-Quiero saber si lo que hice en la ducha es igual al abrazo que ese examinador te dio aquella vez- habló. Sabía bien que se estaba refiriendo a Adam, y también del momento que hablaba.

Adam no era un examinador, él era un soldado de las salas de entrenamiento y algunas áreas.

-Similar-exhalé la respuesta-, en este tú me abrazaste solo para impedir que cayera- explique-. Y en aquel, él quiso abrazarme para tenerme cerca de él.

-Pero al final es un abrazo- repitió, noté la severidad con la que me miraba, y en ese momento, otro mensaje apareció. Un mensaje que no tarde en leer.

[Daesy: Diarrea y vómito, y les da fiebre lo cual asusta, Pym. ¿No será alguna enfermedad trasmitida por los mismos experimentos? Últimamente están sucediendo cosas extrañas en el laboratorio. Ronny me dijo que también algunos soldados y guardias se enfermaron, y que uno de ellos se convulsionó. A pueso a que seguramente alguien murió, pero lo están encubriendo. Si no es por la comida del comedor, es alguna otra cosa. ¿Te imaginas que sean los experimentos? Ten mucho cuidado con ese adulto que cuidas. ]

¿Soldados y guardias también? Eso daba un poco de pánico, pero posiblemente era la comida, porque los soldados ni guardias tenían contacto directo con los experimentos. Apreté los labios, mis dedos temblorosos no tardaron en teclear una pregunta y enviarla ansiosamente.

-Y si te dijera que quiero repetirlo, ¿me dejarías hacerlo?

Esa pregunta me alzó de golpe el rostro.

- ¿Abrazarme? - La pregunta resbaló con mucha sorpresa de mis labios, y cuando vi ese mismo oscurecimiento en su mirada, mis manos soltaron la Tablet.

- ¿Me dejarías abrazarte una vez más?- Su voz baja, grave y ronca me hizo jadea. ¿Por qué quería abrazarme? Oh no, ese no era el problema, el problema era que él quería abrazarme.

Quería contacto.

Rojo se levantó del asiento, tuve que subir mucho el rostro, y cuando rodeó la mesa para detener justo frente a mí su enorme y masculino cuerpo, los nervios comenzaron a crecer otra vez.

- ¿Po-por qué quieres abrazarme? -tartamudeé, mi voz amenazaba con temblarme aún más cuando esa mano al colocarse en la mesa, se trepó sobre los dedos de mi mano cerca de la Tablet. Su calor hizo que los huesos de mi mano se contrajeran, que los músculos de mi cuerpo se estremecieran a profundidad y ese jadeó saliera por tercera vez de mis labios.

¿Qué estaba pasando ahora mismo? Repentinamente él había cambiado...

-Porque me gustó tenerte en mis brazos, Pym - hizo una pausa, una pausa que no me gustó cuando esos dedos rodearon los míos de perturbadora manera en cuanto la Tablet vibró-, porque yo también quiero tenerte cerca de mí.

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