1 Ni un día más.

" Ojos que no ven,

corazón que no siente. "

La sala era oscura y fría, la humedad podía notarse en la piel que se erizaba ante aquello que estaba logrando congelar su sangre. Pequeños jadeos se oían al otro lado de la pared, un llanto de desesperación que parecía ahogar a alguien en un enorme sufrimiento y constante temor se iban haciendo más fuertes, mientras que en la puerta que comunicaba ambas salas se oía numerosos arañazos, los cuales no tardaron en cesar junto al resto de sonidos, dejando tan solo una suave voz que se oía a la lejanía y que poco a poco se iba aclarando.

"Emelyn..."

"Emelyn.."

"Emelyn."

— Emelyn despierta, vas a llegar tarde.

La muchacha abrió los ojos con pesadez, todavía atraída por los brazos de Morfeo que la incitaban a seguir durmiendo como si el tiempo no fuera un problema. — ¿Qué hora es? Aún no me ha sonado ni el despertador, mamá.— Su voz tenía tono de protesta y desgana mientras se incorporaba de la cama, frotando uno de sus ojos suavemente con la mano y apartando de su rostro sus despeinados cabellos rojizos con la otra.

— ¿Qué es esto? Dios.. Emelyn. ¿Cuántas veces te he prohibido que hables por este tipo de chats? ¡No sabes con quién estás hablando!

— ¡Ves mucha televisión, mamá!— Se levantó casi de un salto de la cama con el ceño ya fruncido, segurísima de que aquel no sería un buen día y aún más de que su madre no se lo mejoraría. Se dirigió al baño y allí suspiró mientras se veía en el espejo, relajando la expresión de su rostro para calmarse y lavarse los dientes como todas las mañanas mientras pensaba en lo que tenía que hacer.

Desde luego el día empezaba mal. Se había dormido con el portátil encendido tras chatear durante gran parte de la noche con alguien anónimo que se hacía llamar "Ewdy" y que además le había ayudado con sus tareas de física y química a última hora el día anterior. Para ella aquel sujeto comenzaba a ser como un héroe enmascarado que acudía a la señal del sonido de burbujita del chat.

— Me voy al instituto.— Dijo mientras se ponía la mochila en la espalda aún con los morros largos, enfadada porque su madre no la dejaba ser tranquila y se emparanollaba con todo.

— De eso nada, primero desayunas. Solo falta que nos vuelvan a llamar porque te has desmayado en educación física.

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