2 EL TORMENTO DE JAMIE

En esta ocasión compararé el amor con un agujero negro.

Una región finita del espacio.

Posee una densidad lo suficientemente elevada como para producir un campo gravitacional de tal modo, que ninguna partícula material —ni siquiera la luz—, puede escapar de ella.

Es muy fácil aplicar esto al amor, pero solo aquellos que han amado tanto como para comprender la responsabilidad que eso conlleva podrían aceptarlo, y vaya que no es fácil hacerlo, primero porque no es sencillo reconocer el amor y luego porque es menos llevadero el dejarlo ir.

Ahora te daré mi versión simple:

El amor es un hueco; uno que lo absorbe todo y del que nadie puede escapar.

Lo sé porque había amado y había sido absorbida de la peor forma.

La vida continúa, pero el dolor sigue aquí, a veces como una espina, otras tantas como un disparo.

El punto es que no podía escapar porque una vez entras en el agujero negro que es el dolor, o el amor —al fin y al cabo, significan lo mismo—, nadie puede sacarte de ahí.

Ni siquiera él con su extraña forma de amar.

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