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Buscar y derrotar

El sol se había alzado sobre las nubes y su fiel compañero el cielo azul juntamente con los vientos eliminaban cualquier resquicio de las nubes que hasta hacía no muchas horas habían asolado la ciudad con sus incansables lluvias y sus ambiciones de tormenta.

La temperatura era ideal, cálido en los lugares que pega el sol, frío en los lugares que invaden las sombras, preparado con aire fresco capaz de teñir con gloria a cualquier transeúnte, había llegado la época del año en el que todo tipo de prendas serían portados, manga corta, manga larga, fino, grueso, 1 capa varias o ninguna, dulce otoño.

Aisha dirigió su mirada hacia los árboles de la zona, algunos tenían fruto maduro y caído, otros hojas de colores variopintos, pero bueno, de estaciones no se vive, de cazar monstruos si y en eso todos sus compañeros congeniaban.

—Es una buena idea, lo admito—Declaró Kevmel con un tono vehemente—Pero necesitaremos un plan, esas criaturas tienen grandes cantidades de veneno y por si fuera poco algunos tienen la capacidad de petrificar.

—Eso no será un problema, Eufrasio vino y me dio esto—Enseñó los frascos con líquido azulino.

—¿Ese fenómeno?—Dijo Pnicas a la vez que miraba hacia arriba pensativo.

Kevmel tomó con incredulidad una de los frascos mientras que Tyler guardaba absoluto silencio, algo había escuchado y o no le había gustado o no se lo creía.

—Detectar veneno y enfermedades—Conjuró a la vez que apuntaba con su mano al frasco—Hm.... Detectar magia—Sentenció nuevamente—Ya veo.... Revelar: Cualidad de objeto—Tras ese último análisis aceptó con ganas el frasco y lo guardó en uno de los bolsillos de su túnica.

—Oye.... Estás seguro de que puedes ir gastando hechizos así como así ¿No te quedarás sin maná?—Preguntó un recompuesto Tyler.

—No te preocupes 2 de los hechizos que he lanzado eran del primer nivel, además otro que he lanzado ni siquiera me consume energía.

—Los magos siempre tenéis vuestra forma de hacer las cosas, al final no sabes si uno tiene todo su arsenal disponible o se está muriendo por dentro esperando por poder lanzar un hechizo de teletransporte y escapar—Pronunció de forma vaga.

Kevmel no le dio mayor importancia y le comentó al grupo que las pociones que tenían en sus manos eran de alta calidad, con que consumieran uno se quitarían todo el veneno de encima en caso de tenerlo además el hecho de que sanaría sus heridas por completo era algo a remarcar.

—Muy bien ¿Nos vamos?—Dijo Pnicas ya deseoso de entrar en el fragor de la batalla.

—¿No deberíamos de avisar de esto a alguien?—Preguntó Tyler—Se supone que el paso es libre, pero deberían de saber que nos vamos a encargar nosotros.

—Noble ángel, las personas son bastante reacias a las promesas viniendo de grupos con tanta variedad, además sería un oxímoron que alguien con alas y cuernos fuese a anunciar que se iba a encargar de ayudar en contra de la amenaza, las imágenes valen más que palabras, si retornamos con las fauces de la bestia o su cabeza valdrá más—Enunció con tono amable.

El ángel cornudo observó al perro infernal, él tenía una lanza, la bestia fauces, él alas divinas, la bestia fuego abrasador, él tenía la voluntad de su lado y la bestia el poderío de un monstruo infernal, sin duda deberían de estar peleando, deberían de estar masacrándose hasta que uno de los dos fuera declarado ganador, pero aquel monstruo, no, Stuart, estaba resultando demasiado agradable para el ángel, los demonios tienen lenguas de plata, pero quizá la de este perro fuera de carne.

—Stuart tiene razón, será mejor traer algo del monstruo así nos tendrán más en cuenta—Aisha se encargó de dar el veredicto final con esas palabras y con su paso despreocupado hacia el frente, todos siguieron el camino.

Las calles se encontraban vacías, el desbordante silencio solo podía ser opacado por el ruido del aire y los pasos del grupo, daba la sensación de que las calles eran más largas que de costumbre, algunos edificios estaban a medio destruir, algo bastante cruel para cualquiera que se parara a pensarlo, la destrucción de un hogar o negocio que ni si quiera se lleva a cabo hasta el final pero te obliga a abandonar.

Tras escasos 5 minutos de caminata los únicos polizones en aquel grupo tan diverso eran los pájaros, revoloteaban, cantaban, volaban de lado a lado, se posaban en los pedazos de metal o madera que estaban colgando de dios sabe donde.... Una pura ruina, incluso había algún que otro trozo de calle aplastado dejando al fin ver la tierra normal, un camino no pedregoso.

Con algo de ansia retenida los integrantes del grupo giraban sus cabezas de lado a lado, tratando de observar la más mínima pista, el más mínimo rastro, y no de destrucción descontrolada, que los llevara a su objetivo.

Les hubiera gustado construir un mapa mental de la zona en la que estaban para pensar en las posibles salidas y lugares ocultos o abiertos, pero lastimosamente los ´´cachos´´ de edificio que por allí habían lo hacía difícil, en ese momento estaban en una calle de doble sentido y justo en el centro de la calle había otra que la cortaba, desde cierta distancia aérea se veía como un signo +, por otro lado los lados que no eran ocupados por el más eran grandes áreas de base cuadrada con varios edificios.

—Hm....—Musitó el caballero—Stuart ¿Tienes alguna idea?

—Bueno—Dijo casi susurrando—Los basiliscos son bestias poiquilotermas, lo más seguro es que haya huido de las sombras y se haya parado en la cima de un edificio con azotea plana o en un gran escombro, aunque de todas formas....—No terminó de hablar.

—Interesante reflexión, es algo bastante factible, además de ser ese el caso nos daría tiempo a colocarnos, cuando toman el sol es más fácil apuntarlos—Dijo el nigromante.

—Los poiquilotermos eran esos que no podían regular su temperatura corporal ¿No?—Pronunció Aisha.

—Así es—Respondió el ángel.

—Entonces no debe de estar en la cima de un edificio, seguramente ni esté tomando el sol.

—Vaya, veo que se ha dado cuenta señorita—Dijo Stuart con rostro de satisfacción.

—Después de tanta lluvia y vientos huracanados es imposible que se haya movido demasiado, además con los vientos que soplan ahora difícilmente se subiría a una azotea con todavía algo de agua, debe de estar por las calles, parado en un sitio con edificios derruidos para que no le hagan sombra.

—Ciertamente—Concedió Kevmel—Aunque aquí hay algo malo.

—¿El qué?—Preguntó Pnicas.

—Con los escurridizas que son esas criaturas y con sus habilidades de detección siempre atacan a sus opuestos, es decir, criaturas de sangre caliente, homeotermos, realmente disfrutan de la sangre caliente, por eso hay algo malo, el basilisco debería de haberse mostrado ya para hincarnos el diente pero no lo ha hecho así que....

—Así que debe de estar entretenido con otra presa y a juzgar porque no se escuchen rugidos ni el sonido del metal centelleante aquel que acapara su atención no está en disposición de pelear—Sentenció Tyler.

—Hay que darse prisa.

—Sobrevolaré un poco por el lado este vosotros id hacia el oeste, si no encuentro nada iré con vosotros de vuelta.

Sin más palabras que decir el grupo comenzó a trotar, no, comenzó a correr, quizá habían concluido muy rápidamente conque alguien podría estar en peligro pero el silencio de aquel lugar era atronador, la falta de conocimientos los había llevado a actuar rápido, no podían permitirse ser el grupo que había eliminado al basilisco pero que había llegado tarde para salvar al o los civiles X.

Tyler dio unos cuantos saltos sobre los escombros y para cuando estuvo a 4 metros del suelo desplegó sus alas y comenzó a buscar, el había escogido el este para buscar no porque fuera a desempeñar un mejor trabajo porque fuera a ser más eficiente, sino porque la salida hacia ese lado estaba 2 metros más cerca, no era mucho, pero a veces un solo segundo es suficiente para detener catástrofes.

Kevmel, Aisha, Pnicas y Stuart continuaron a pie y pata, realmente no le prestaban atención a sus alrededores, simplemente corrían buscando algo, ese algo podía ser la terrible escena del basilisco devorando a alguien, la de una persona o grupo de personas escondidas detrás de un escombro y que aguantan su respiración cual buceador para no ser notadas quizá podía ser a la criatura tomando el sol tranquilamente rompiendo así con sus conclusiones paranoicas, fuera lo que fuera, no podían esperar para verlo, su reputación dependía de ello.

Corrieron por 4 minutos esquivando escombros, saltando baches y haciendo giros de último momento en cruces engañosos, pero al final encontraron algo que los sorprendió lo suficiente como para hacerlos frenar.

Una zona libre de destrucción, un pequeño oasis de paz al margen de todo aquel caos, la calle se dividía en dos cruces, uno este y el otro oeste, directamente hacia el norte había una gran finca que se presentaba intacta y al lado de ella, una de las esquinas del edificio había un hombre, este debía de rondar el 1.90 de altura, portaba ropas de viajero que de vez en cuando mostraban partes de armadura, su constitución parecía ser normal, algo extraño teniendo en cuenta que llevaba una gran espada pesada además a diferencia de la palidez de Kevmel el sujeto era moreno y su pelo era corto y negro.

Aquel joven observó con algo de extrañez las miradas absortas del variopinto grupo que se había detenido como si el mundo hubiera dejado de girar, una cosa tenían clara, aquel joven no era un civil.

—Vais a.... ¿Dejar de mirarme como si fuera algo raro?—Su voz sonaba medianamente molesta.

—Oh—Salió de forma inconsciente—Perdón, veníamos a toda prisa para poder evitar que el basilisco continuara con su senda de destrucción y nos extrañó ver que estabas parado ahí en medio en un lugar intacto—Dijo rápidamente Pnicas.

Lentamente el joven comenzó a acortar distancias, desde aquella distancia sería necesario que alzaran la voz bastante y parecía no estar de acuerdo con ello, en reacción los demás también se acercaron.

—Ah, ya, bueno, sobre eso, tengo un compañero que se está encargando de eso.

—¿Dices que tu compañero se está haciendo cargo del basilisco?—Dijo con algo de desasosiego el nigromante.

—Más o menos, ese bicho es bastante susceptible a cualquier fuente de calor.

—¿Qué es lo que intentas decir?—Preguntó Aisha.

—Mi compañero a pesar de ser un guerrero tiene algo de poder mágico y por ello es capaz de crear fuentes de luz, no muy grandes pero las puede hacer.

—Ah si, el hechizo ´´Luz de día´´ prácticamente no consume energía alguna—Enunció Kevmel para dar más detalle.

—Entonces joven guerrero, dice que la bestia a sido cautivada por la energía fotónica proveniente del hechizo de su compañero y que por lo tanto ha cesado sus actividades destructivas con tal de tomar esa luz para calentarse.

—¿Es eso un puto perro infernal?—Dijo tras escuchar las palabras de Stuart y verlo directamente.

—Oye, se llama Stuart, y no es un ´´puto perro infernal´´ es una bestia demoníaca de un calibre inimaginable la cual trabaja codo con codo junto a mi—Respondió indignado—Mis compañeros, él y yo nos haremos cargo del basilisco.

—¿Cómo?—El joven dirigió su mirada hacia el grupo de 4, no los veía capaces de ir en contra del monstruo.

—Lo que has oído, nos haremos cargo de él más rápido que lo que tarda una llama en consumirse en mitad de una tormenta—Sus compañeros lo miraron, no sabían el porqué de ese ejemplo.

—Pero por qué.... ¿Por qué quieres ir así como así contra un basilisco? ¿Eres tonto?—Su entonación parecía bastante seria.

—No, soy Pnicas el caballero del fénix—Dijo a la vez que inflaba su pecho con orgullo.

—A mi me parece que eres tonto, no creo que vayáis a poder hacer nada—Reafirmó.

—Tengo un estilo de fuego ancestral, un grupo de gente capaz y un pedazo de ser hecho para consumir todo en sus llamas, por supuesto que haremos algo—Sonaba bastante seguro de si mismo—Además ese monstruo no es nada comparado con mi bestia.

—¡Más bien es un perro todavía!—Dijo irritado a la vez que señalaba a Stuart.

—¡¿Cómo osas?! ¡Se convertirá en una bestia feroz!—Finalizó alzando a Stuart del suelo, dejando que fuera bañado por la luz del sol para así parecer más intimidante.

El par de guerreros continuaron discutiendo a la vez que Kevmel se llevaba las manos a la cabeza, se suponía que por esa misión verían sus figuras veneradas como las de un grupo de valientes guerreros espirituales quienes en sus primeros días ya se encargaban de monstruos, la realidad era otra, parecían tontos.

Aisha, que no le prestó el más mínimo interés a la discusión, comenzó a acercarse hacia el edificio rápida y sigilosamente, viéndolo más de cerca se pudo dar cuenta de que habían unas grandes escaleras que llevaban a una puerta en una zona más elevada del edificio, para dejarlo claro si uno se movía desde donde estaban discutiendo Pnicas y el joven hacia la calle oeste, continuaba por allí un poco y luego se giraba para mirar hacia detrás vería que pegadas al edificio estaban las escaleras, un pequeño espacio sujetado con pilares de madera para poder pararse y una puerta.

Realmente a Aisha no le podía importar menos la forma en la que la persona que fuera accediera a su vivienda, lo que si que le interesaba era que desde las escaleras si se subía a la barandilla de madera y después se agarraba bien podría subir al tejado del edificio.

Sin ninguna duda a la que atender así lo hizo, demostrando en el proceso una agilidad propia de los ninjas y pícaros más entrenados. Las vistas desde el tejado habrían sido cuanto menos magníficas de no ser por los edificios destruidos, los locales arruinados, las zonas inundadas, las zonas quemadas y la contaminación acústica de cierto par, al final Aisha se hartó e hizo lo que creía correcto.

—¿Y qué cojones pongo yo en el informe? ¿Qué un anormal va por ahí haciendo lo que quiera? No me jodas.

—No soy un simple anormal, soy uno de 3 guerreros espirituales que con su poder se encargan de liberar al mundo de las tinieblas.

—¡Deja ya de decir eso por el amor de la luz sagrada! ¡Me da igual quien seas!

—¡Pero tengo a Stuart! ¡Míralo, observa su gloria!

—¡Y deja ya de tratar a ese puto perro como si fuera un dragón!

—Eso no- ¡Cuidado!—Pnicas apartó de un empujón al joven.

Un bombardeo de pequeñas bolas de fuego con formas muy variadas comenzaron a descender como si de una lluvia de fuego se tratara.

—¡Traigo vuestra penitencia!—Anunció Aisha desde las alturas.

—¡Oh no! Kevmel, Aisha nos ataca—Dijo alterado.

El nigromante entrecerró los ojos, dio un suspiro, le dedicó una mirada al joven que le había hecho el funesto regalo de observar un espectáculo tan lamentable y comenzó a empujar a Pnicas a punta de gritos.

—¿A donde vamos?

—Pasamos de ese tipo, vamos a por el monstruo.

—¿Pero no es mejor hacer que entienda nuestra postura?

—Vas a agarrar esa espada y se la vas a clavar en los putos ojos a esa bestia para que yo luego pueda acribillarla con magia, ¡Me da igual lo que diga un tipo parado al lado de una finca!

Entonces Pnicas sonrió, le hizo una señal con la cabeza a Stuart que momentos atrás había soltado y comenzó a trotar con velocidad hacia la calle oeste, se había decidido a embestir, Kevmel simplemente metió sus manos en el interior de su túnica, comenzó a susurrar algunos cánticos y siguió los pasos del caballero, por otro lado Aisha solo tuvo que girarse y caminar por el tejado, ciertamente se había colocado en un lugar estratégico.

El joven cuyo nombre no fue revelado chasqueó la lengua, se puso a mirar al cielo y comenzó a reflexionar seriamente sobre lo que haría en las siguientes horas.

Fue cuestión de minutos, pocos, una cifra ínfima, solo tuvieron que continuar por la calle girar una vez hacia la izquierda, continuar un poco más y girar una vez hacia la derecha, en la parte trasera de la finca había un hombre empuñando un bastón que emitía una luz cegadora hacia el frente y para lo que había hacia el frente las palabras sobraban.

Una bestia de grande, unos 4 metros de ancho, 8 metros de largo y sujetado en sus 8 patas 3 metros de alto, en cada una de las patas se presentaban una atemorizantes y filosas garras, su espalda estaba cubierta por unos pinchos de color rojizo y que parecían en extremo venenosos, estos también se extendían hasta su gran cola, su piel tenía una textura rocosa, parecía ser bastante resistente y su cara y prácticamente inexistente cuello estaban recubiertos de escamas, sus ojos eran azules como su piel, pero estos brillaban con intensidad, observando con interés la cálida luz, para acabar su boca se mantenía abierta revelando unos colmillos manchados con sangre seca.

El hombre del bastón que presentaba cicatrices en su rostro observó a Pnicas, Kevmel y Stuart, no sabía muy bien que hacer, ellos tampoco, el hombre se giró un poco con cuidado de no hablar para no interrumpir el letargo de basilisco y les mostró las numerosas heridas que habían en sus hombros y brazos, después dio unos cuantos pasos hacia detrás haciendo que el basilisco también se moviera para no perder la luz, después esta se apagó, el hombre dejó caer el bastón en un acto en el que claramente se podía apreciar como sus brazos caían como los de una marioneta cuyos hilos fueron cortados.

El basilisco rugió en cólera y Pnicas y Kevmel aprovecharon el lugar en el que había posicionado aquel hombre al basilisco para iniciar con su ataque en un punto débil.