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Asedio a los bandidos

El cielo continuaba gris, era tal y como lo recordaba, quizá era propia de los sueños esperar que con el poco tiempo que había pasado en el interior dela guarida el poderoso sol radiante hubiera desterrado las tinieblas, pero bueno, soñar es gratis y Aisha no iba a rechazar ese regalo.

Con las manos ocupadas por las ropas dobladas, pero aún así de olor dudoso, y la ballesta de mano comenzó a tantear el suelo con cuidado, no es como si fuera a desequilibrase por ese peso, pero por culpa de aquellos objetos no podía permitirse ver el suelo.

Tardó un total de 20 segundos en bajar el primer escalon, 6 los repartió tanteando el suelo del recibidor, 4 construyendo un mapa mental de su posición y donde deberían de estar las escaleras, 5 aproximando el pie hasta donde se suponía que debía de estar el el final del recibidor y el inicio de la escalera y los últimos 5 los gastó en bajar léntamente el escalón, todo esto no ocurrió hasta que entornó la puerta de la guarida a base de patadas ligeras.

El desagradable y chirriante ruido de los tablones de madera al ser pisados hicieron que Aisha erizara los pelos de sus orejas y cola, saber que debería de continuar descendiendo con precaución a la par que debía de estar realizando el acto sacrílego de maltratar su oídos de esa forma la quitaron las ganas de continuar descendiendo.

Entonces se formó una idea genuina en su cabeza, no tenía porqué pisar los malcuidados tablones y maldecir a: El arquitecto, los constructores y a los compradores que decidieron que eso estaba bien. Solo debía de saltar, incluso llegaría antes a su objetivo.

El grupo de 4 observó con suma cautela cada uno de los movimiento de Aisha, ciértamente había regresado, lo había hecho sola y además portaba consigo las andrajosas ropas de aquel bandido que antaño los recibió ebrio pero que esta vez se presentó sobrio.

En primera instancia osbervaron lo ridículo de la situación, pero pensándolo por unos instantes con seriedad, Aisha no tenía mejor forma de moverse, lo que si que llamó más su atención fue ver como la kitsune se agachaba léntamente, no podían ver bien su rostro por la distancia, la niebla y los objetos, pero desbordaba un tipo de determinación propia de las ideas más estúpidas.

De repente se convirtió en una idea tentadora dejar que la kitsune ejecutara su maquiavélico plan, el fin justifica los medios, llegar hasta ellos a cambio de un salto peligroso, pero.... pensándolo mejor.... En este lugar donde mora el silencio y los bandidos se encuentran a montones, el ruido de un salto sumado a lo que sea que le haya ocurrido al otro bandido no sonaba para nada bien, no para alguien que pudiera escucharlos, en el momento que se hiciera audible el ´´Clap´´ de los pies de Aisha chocando contra el suelo y probablemente su posterior caída de cuerpo completo estarían en problemas.

Sin decirse ni una sola palabra, sin siquiera hacerle un gesto a su compañera (Porque si saltar no era un opción gritarle algo menos) comenzaron a correr. Corrieron como alma que lleva el diablo, como atlétas que se disputan el récord mundial o la gloria del primer puesto en una competición, lastimosamente no iban a alcanzarla.

Ellos estaban relativamente lejos, relativo porque en realidad estaban a pocos segundos de Aisha, quizá 30, pero ella ya se había hecho a la idea de saltar y no estaba prestando atención a sus alrededores por lo tanto el bote era inminente, impotentes pero manteniendo la esperanza, propia de aquellos que saben que lo mejor es intentar antes que rendirse, continuaron corriendo.

Aisha saltó, por unos instantes ejerció la fuerza suficiente como para desafiar a las demás criaturas, aquellas atadas al suelo, pasó entre escalón y escalón, todo iba como planeado, pero en el último instante una ´´turbulencia´´ lo arruinó todo.

Turbulencia: Dícese del momento en el que una ballesta se te resvala de las manos por culpa de no poder sujetarla bien y terminas por perder el equilibrio.

Ahora era el suelo contra la kitsune, el sustentador universal contra la chica con habilidades mágicas, Aisha podía palpar que el suelo la quería de vuelta, con una compinche tan estricta como la gravedad era complicado negarse, caería, por supuesto que lo haría, pero no cerraría los ojos por el miedo al impacto, estaría observando en todo momento al desgraciado que la reclamaba a la par que se llenaba de orgullo por haber tenido el valor de dejar atrás los chirriantes ´´Ñieee´´ de los tablones de madera.

Entonces se detuvo, estaba segura de que lo había hecho, su aférrimo enemigo, el suelo, seguía en el mismo lugar, y ella lo continuaba observando con su desafiante mirada, incluso la vallesta que se le había resvalado desafiaba a la gravedad, instantes más tarde Pnicas y Tyler llegaron, Pnicas agarró a Aisha y Tyler agarró la vallesta.

Aisha está sana y salva, pero lo que era más importante, podía mirar por encima del hombro al suelo y a su tan ferrea como despreciable compañera.

—Yo gané—Sentenció victoriosa.

—¿Qué?—La duda asoló por completo al caballero—¿Cómo dices?

—Déjalo, no lo entenderías.

—Creo que se refiere a los bandidos—Añadió el ángel tratando de despejar la duda de Pnicas.

—Pues puede ser.... ¿Vosotros que opináis?—Se giró en dirección a Kevmel y Stuart con Aisha aún en sus brazos.

—Bueno....—Respondió con tono de molestia.

Fue justo en ese momento que Aisha se dio cuenta de lo que había ocurrido, Kevmel apuntaba sus dos manos en dirección a ella y a la vallesta a la par que Stuart sujetaba el libro del nigromante con sus fauces.

Hacía tan solo unos segundos el nigromante abandonó su carrerá y sacó su libro, recordaba haber leído algo sobre la levitación, ciértamente encontró el hechizo, pero dado la naturaleza de la situación necesitaba concentrar energía en ambas manos, Tyler y Pnicas ya lo habían dejado atrás, el único que se había mantenido con él era Stuart, así que sin importarle que el libro se manchara de babas le pidió que lo sujetara por la página que no era necesaria observar a la par que el recitaba el hechizo.

—Shi mphe phrefuntash a mphi—Dijo el perro infernal aún con el libro en la boca.

—Ya está a salvo, podéis parar—Anunció el caballero al darse cuenta de que ninguno podía mirar en su dirección.

De un momento para otro Stuart soltó el libro y dio una gran bocanada de aire, por otro lado Kevmel abandonó su pose y recogió el libro.

—Digo, si me preguntas a mi—Recitó de forma entendible—Creo que tiene razón, su inflitración a sido todo un éxito.

—Ya....—Agregó con molestia el nigromante—Y.... ¿Se puede saber?—Comenzó a acercarse hacia el grupo— Si no le incomoda a su esponjosa majestad—Comunicó con algo de rabia—¿¡Por qué diablos saltas!?—Soltó una sucesión de gritos silenciosos, el tono de voz alto que iba a ser empleado fue opacado por su propia regulación, básicamente gritaba en voz baja.

Se notaba que Kevmel estaba molesto, pero no por las acciones de Aisha, siendo como es, era entendible, el problema era su libro, no podía hecharle la culpa a Stuart, a uno no le crecen manos de la nada para solucionar este tipo de situaciones, pero parte de su libro estaba lleno de babas, y la culpa debía de ser de alguien.

Aisha escuchó sin el más minimo interés las quejas de Kevmel y comenzó a moverse de forma violenta en los brazos de Pnicas, parecía un animal salvaje que no disfrutaba de ser agarrado, Pnicas hizo su mejor esfuerzo por dejarla en el suelo pero aún así no pudo librarse de una patada en el rostro, Tyler se limitó a observar la escena y la ballesta, su estilo no era pelear a distancia, el del caballero tampoco, Stuart por obvias razones no podía usarla y no le hacía mucha gracia dársela al hereje así que símplemente esperaría a que Aisha la reclamara.

—¿Y bien?—Preguntó Kevmel.

—Bien ¿Qué?—Respondió Aisha.

—Sabes—Suspiró—Da igual—El cansancio enterró los torrentes de rabia e indignación—¿Qué ha pasado ahí dentro?

—Hm.... Engañé al bandido y lo noquee, me llevé su ropa y su ballesta, pero no su cimitarra—Contestó con una verdad a medias.

—Bueno, ninguno iba a usarla, pero tengo curiosidad, ¿Donde has dejado al bandido noqueado?—Preguntó el ángel, que estuviera desmayado no significaba que no pudiera alertar a los demás con su presencia.

—Tranquilo, se en lo que estás pensando, está tan bien escondido que no lo van a encontrar—Contestó con orgullo.

—Entonces.... ¿Qué hacemos ahora?—Como ya se había ejecutado la primera parte del plan Pnicas estaba deseoso del comenzamiento de la siguiente.

—Bueno, habéis acudido a mi señal con éxito—Los 4 miraron a Aisha, quizá la palabra ´´señal´´ trataba de solapar el hecho de que había saltado mal—Así que ahora toca trabajar con lo que tenemos, la ropa de un bandido y su arma ¿No se os ocurre ninguna idea?—Dijo con tono juguetón subestimando a sus compañeros.

—Yo no lo haré—Dijo Kevmel.

—Yo no puedo hacerlo—Añadió Stuart.

—¿El qué?—Preguntó Pnicas.

—Disfrazarse de bandido—Contestó Tyler.

—Pues alguien tiene que hacerlo....—Comenzó a sembrar la semilla de la discordia a la par que su tono se volvía más altanero.

—Bueno, a mi no me importa—Manifestó el caballero.

—No, tú no—Dijo la kitsune.

—¿Por qué? Soy un hombre, tengo una estatura decente y no me cuesta disimular con la ballesta—Argumentó.

—Pero eres de usar armadura completa y de ir al frente así que para cuando haya que pelear no creo que te dejen el tiempo de ponerte la armadura—Contrargumentó—¿O acaso tiene habilidades de asesino?

—Está bien, pero si dices eso las únicas opciones son Kevmel y Tyler.

—Ciértamente, ninguno de los dos lleva puesto nada que sea difícil de quitar o poner, además, como uno es un guerrero y el otro es un mago pueden complementarse—Añadió Stuart.

—Pero eso sería si tuvieramos más ropa ¿No?—Comentó el caballero.

—No necesariamente, al fin y al cabo, dudo que en ese libro no haya algún hechizo que pueda ayudar—Planteó el ángel con recelo.

Tyler tenía en muy poca estima a Kevmel por lo que acababa de ocurrir, pero aún con esas él no era un descerebrado, si tuviera que moldear todas sus acciones con respecto a aquello que le molestaba o iba en contra de la ley entonces no sería mejor que un fanático inquisidor, gracias a ello pudo considerar la mejor forma de moverse, y ciértamente, un guerrero y un mago son una buena opción, más cuando pelean en interiores, o por lo menos eso pensaba él, teniendo en cuenta que su arma era una lanza y podría mantener toda la distancia que quisiera en los pasillos y atacar sin piedad no había problema, además Kevmel podría cubrir otros flancos con magia o con la ballesta, antes se había decidido a devolverla a Aisha, para no entregársela a Kevmel, ahora había cambiado de opinión.

—Nuévamente llegáis a una conclusión sin preguntarme—Anunció molesto.

—Parece que desde que tienes tu libro baboso has cambiado.

—¿Y de quién es la culpa de que esté así?

—Ah pues no sé—Miró hacia otro lado desentendiéndose por completo.

—Pero entonces qué, ¿Puedes o no puedes?—Ya había aceptado hacerlo, ahora no quería escuchar a aquel nigromante hacerse de rogar.

Kevmel entrecerró un poco el ojo izquierdo provocando que arqueara la ceja derecha, en verdad le molestaba la actitud del ángel, por lo menos debería de mantener las distancias con él, pero aquella criaturas de alas y cuernos no podía entenderlo, simplemente le sacaba de quicio, sin nada que decir se dio media vuelta y comenzó a caminar aquella calle pedregosa.

—¿A donde vas?—Preguntó dubitativo el caballero, no sabía si se había enfadado, si tenía otro plan, si necesitaba algo....—Vas a-

—Que si—Interrumpió con molestia—Voy a prepararme—Indicó con molestia—Tú haz lo mismo—Dijo sin siquiera girarse.

Tras aquellas palabras Kevmel se perdió entre la espesa niebla, Pnicas no pudo evitar suspirar, Aisha movía su cola de lado a lado y Tyler se mantenía estoico, la situación se mantuvo así por 30 segundos enteros, puro silencio, en la misma pose y sin hacer nada.

—¿No vas a cambiarte?—Preguntó finalmente la kitsune.

—Bueno, si, pero no quiero presenciar la magia del hereje así como si voy por la otra dirección estaré en mitad de la calle, a la vista de quien quiera darse el lujo de mirar una ventana o esté caminando, y por lo que hemos visto si alguien camina por aquí ha de ser un bandido.

—¿Qué es lo que intentas decir?

—¿Os podéis dar la vuelta?—Respondió con otra pregunta a la par que hacia movimientos circulares con su mano derecha—O alejaros un poco.

—Ah—Dijeron al unísono.

Pnicas y Stuart se fueron un poco lejos del lugar manteniendo un rostro neutral, habían captado el mensaje, era entendible, no había mucha discusión y además el iba a hacer el trabajo que ellos no podían, por lo tanto no habían quejas, por otro lado, Aisha se mantuvo en el mismo lugar.

—¿Te puedes ir?

—¿Te da vergüenza? ¿No llevas ropa interior para taparte? ¿No quieres que vea el lugar del que salen tus alas?—Acribilló a preguntas al ángel.

—El pudor es algo natural y lo de las alas me da igual, así que.... ¿Puedes girarte al menos?

—No respondiste a lo de la ropa interior ángel cochino—Remarcó antes de girarse.

Tyler suspiró ante la respuesta de Aisha, no podía hacer otra cosa, sin más comenzó a desvertirse, las ropas del bandido eran suaves, fáciles de poner, pero no destacaban por su buen olor o por su higienidad, si tuviera que describirlo en pocas palabras estas serían: Alcohol y despreocupación por la limpieza.

El ángel terminó de ponerse las prendas del bandido y se colocó con sumo cuidado el sombrero, este era un elemento crucial para no ser detectado nada más ser visto y, hasta donde el sabía, los cuernos eran punzantes, así que debía de tener cuidado, no quería perforar el sombrero por accidente cuando fuera a colocárselo, lo que es más, quería dejarlo muy bien adherido, una vez puesto no debía de quitárselo a no ser que ya le diera igual la infiltración, es decir, cuando los pillaran o cuando le tocara pelear en serio.

Tyler buscó todos los ángulos posibles, pero ninguno resultaba conveniente, si tapaba bien sus cuernos el sombrero estaba tan alzado que la más leve brisa lo quitaría de su cabeza y si lo trataba de rebajar un poco lo perforaría.

—Oye.... ¿Todavía no has acabado?

—Si y no, en realidad me falta el sombrero.

—¿No sabes ponerte un sombrero?—Preguntó dándo media vuelta.

—Creo que no hay nadie sobre la faz de los mundos que no sepa ponerse un sombrero—Remarcó mucho la palabra nadie con algo de indignación—¿No es obvio el problema?—Señaló sus cuernos.

—Ah, pues yo te puedo ayudar.

—¿Cómo?

—De una escala del 1 al 10 ¿Cúanto aprecias tus cuernos?

—No voy a arrancármelos.

—No me refería a eso, aunque podía ser un plan B, con mi magia, puedo crear una extensión ilusoria del sombrero, así puedes ponértelo bien sin preocuparte de romperlo, también puedo reducir tus cuernos de tamaño, pero la segunda opción es más difícil y dura menos tiempo.

—Curioso.... Entonces tomaré la primera opción—De un instante para otro se terminó de poner el sombrero, haciendo dos agujeros en el proceso, no vaciló ni un segundo.

Tras observar la rápida decisión de Kevmel, Aisha no pudo evitar reír un poco, si bien le había dicho que lo podía ayudar, la confianza desbordante que había demostrado el ángel ante su palabra era desconcertantemente graciosa, a los ojos de Aisha, aquel tipo era o un estúpido o alguien que sabía discernir bien entre las verdades y las mentiras, aún así, teniendo en cuenta que no la pilló cuando dijo que había ´´escondido´´ al bandido, Aisha optó por la tercera opción, un estúpido y perspicaz individuo.

Sin la necesidad de recitar ningún tipo de cántico o del gasto de algún componente material, Aisha alzó su mano derecha y señaló los cuernos de Tyler, de un momento para otro estos habían desaparecido, ahora todo formaba parte de la misma prenda homogenea. Al ver la facilidad con la que había hecho su hechizo y la eficacia del mismo, Tyler no pudo evitar sonreír, ´´Compañeros confiables´´ poco a poco se le iba el disgusto de Kevmel.

—Gracias, es perfecto.

—Si, no pasa nada ¿No deberíamos de llamar a los demás antes de que se pierdan?—Cambió de tema con rapidez.

—¿Crées que se pueden perder?

—Ah pues nunca se sabe, puede que si o puede que no, cuanto más tiempo pase más grandes son las posibilidades.

—Ciértamente, la niebla es desorientadora y las piedras que pavimentan las calles tienen un color parecido a la nieblas, si pasas el suficiente tiempo o si la nieblas se vuelve más densa puedes perder el sentido de las direcciones.

Sin más dilación el ser de cuernos y alas acompañado por el ser de cola fueron en búsqueda de sus compañeros, los cuales no debían de haber ido muy lejos y simplemente habrían caminado en línea recta, volviendo en extremo difícil perder el norte, pero bueno, cuando se trata de planificación nunca es demasiado.

Tras una búsqueda que duró unos intensos dos minutos hayaron a Pnicas y Stuart teniendo una conversación amena, Pnicas, como ya era costumbre para ellos, se había sentado en el suelo de piernas cruzadas para hablar cara a cara con Stuart, cuando llegaron ellos dejaron su conversación de lado, pero por lo que habían escuchado de rebote parecían estar hablando de expediciones en barco.

Aisha tuvo curiosidad de preguntar sobre el porqué del tema, viendo como era el caballero y el elevado intelecto del perro infernal se imaginó que debían de estar hablando sobre tácticas de combate o aplicaciones para el fuego. Faltó una milésima para que la kitsune formulara su pregunta, pero justo escucharon unos pasos acercarse, Pnicas y Tyler pensaron que sería Kevmel, pero Aisha y Stuart se pusieron tensos.

La presión que ejerce cada criatura contra el suelo varía según la fuerza con la que lo pise, esta fuerza es el resultado de la masa del cuerpo y la aceleración con la que vaya, gracias a sus sentidos agudos Aisha y Stuart se habían hecho a una idea de como pisaba cada integrante del grupo, pero la criatura que se acercaba no pisaba como Kevmel.

Si hubiera tenido la vallesta en sus manos habría disparado de forma directa, pero la tenía Tyler y se la quitaba de repente alertaría a quien se acercaba, dada la niebla de los alrededores si le daba la más mínima idea de su ubicación perderían el factor sorpresa, Stuart se dio cuenta rápidamente de los frustrados planes de Aisha y comenzó a moverse léntamente hacia ella pero no sin antes agarras varias piedras del suelo con su boca, Stuart no sabía la especialización mágica de la kitsune, pero si podía manipular objetos esas piedras le servirían como munición inmediata. Ambos se miraron, habían captado las intenciones del otro, sin más que hacer Aisha comenzó a canalizar energía mágica, entonces apareció el caminante de la bruma.

Un bandido totálmente idéntico al que había recibido a Aisha, tanto Pnicas como Tyler se pusieron en guardia, cabe recalcar que Pnicas se levantó del suelo, pero Aisha y Stuart no pudieron evitar suspirar a la par que abandonaban todo su plan improvisado, si aquel que había aparecido era idéntico al que estaba en la puerta y Aisha se había encargado de él, ese de ahí debía de ser Kevmel bajo los efectos de un hechizo.

—¿Quién e-

El caballero no pudo terminar su frase, antes fue interrumpido por Aisha.

—Si que eres bueno con los disfrazes Kevmel—La kitsune no dudó ni un momento en que ese era su compañero, además dijo su nombre de forma audible para que sus compañeros abandonaran la tensión.

—Así es, el libro tiene un buen catálogo de hechizos de disfraz y ocultación, también hay algunos que tratan de invisibilidad.

Hablar del libro, esa era la prueba definitiva, Tyler y Pnicas se relajaron entonces y sin mucho que decirse unos a otros volvieron hacia el punto de partida.

El camino hacia allí fue silencioso, que sorpresa, no, en serio, el silencio de esta vez iba con razón puesto que tanto Aisha como Stuart estaban rompiéndose la cabeza en secreto, los hechizos de disfraz te dan una apariencia falsa, pero Kevmel había modificado incluso su peso ¿Cómo lo había hecho? Existían hechizos que te permitían una polimorfia perfecta, pero no eran de bajo nivel, algunos requerían algunos componentes específicos, incluso los magos se rehusaban normalmente a usarlos a no ser que fueran a ganar mucho a cambio.

2 opciones, o ese libro es un terrible artefacto, o Kevmel tiene una habilidad especial que no les ha mostrado, cualquiera de las dos, era el motivo del silencio de Aisha y Stuart.

Al final llegaron de nuevo frente a las horribles y chirriantes escaleras, Aisha miró mal a sus compañeros, como exigiéndoles que no hicieran ningún ruido, claro, si pudieran levitar lo harían, pero por el momento Aisha debería de aguantar tal acto sacrílego.