1 ---Corto I---

--- Capítulo I ---

Hace mucho tiempo, quizá en una era clásica & prosa. Un lugar más allá del cielo y el firmamento, dónde el muro de los lamentos separaba al inframundo y al cosmos.

Allí en aquel descampado lugar, había de una pequeña muy agraciada con cabellera al tono castaño más claro y al oro más fino entre todos, quien gustaba al correr con tan bella alegría por aquellos pasajes tan relucientes... su sonrisa, era majestuosa y cálida que al solo verla ¡Eras feliz sin dudarlo! Su bondad, era inigualable ante el todo, pues era tan dulce, que imaginar algo así, pareciera un sueño a cantos muy suaves y relajantes de hermosura profunda.

Se le veía gustar de aquel colorido y agradable prado, pues en su mirada se distinguía el amor y la nostalgia. Una inocencia indiscutible en sí decirlo... pues era tan sublime y especial, que podía recorrer sin problemas aquellos campos tan bellos que imaginarlo no seria suficiente para la creatividad humana.

Insensato sería llamarlo por su nombre a edén, que fue el capricho de la misma existencia, pues invocar el nombre de fértiles tierras era un tabú, y si es inconcuso pues traería desgracias el sólo mencionar infortunado y desdichado lugar por llamarlo ¡Incoherente! Estaba incluso prohibido para los mismísimos dioses que envidiaban de él...

¡Aquellos ingratos y no aventurados héroes, no tenían derecho a pisar glamuroso bioma!

Nuestra encantadora doncella jugaba con una devoción inigualable, pues su agraciada imagen la convertían en un manjar de dioses... su nombre, era "Macaria" hija de un dios al que temían en el más efímero e inexistente lugar del cosmos. Una deidad quien reinaba con gallardía en el inframundo más devastador del universo.

¡Macaria!, era hija de una madre a quien muchos daban alabanzas por gracia y suplicios... era la diosa de la primavera quien concedía el bien y la prosperidad del hombre. Perséfone, quien hacia gustar al hombre con infinidad de relucientes campos a gloria.

No había de aquel día, ni el sólo hecho o instante en pensar que Macaria, pudiese separarse de armoniosa felicidad, pues así era, como todos sabéis "nada es duradero por más bueno que sea" & así como toda historia, nada estaba predicho.

Uno de tantos días, sí, uno de esos, dónde la pequeña deidad jugaba con tanto aliento y amor por dónde fuese, ¡dejó de correr! y permaneció quieta por unos instantes... pensativa y dudosa, más no afectada por algún sentimiento ¡Pero sí! consternada por la duda, "quedaba varada por aquel camino enverdecido con relucientes Jazmines que acariciaban el rostro de doncella tan querida por todos" su vista se centraba en sus faldas, pues se hallaba con la cabeza inclinada hacia adelante, cabizbaja caminó y caminó y sin darse cuenta, llegó a su morada, eso sí, esta no era una casa, tampoco un edificio amueblado, más si se trataba de un santuario elegante y grandioso, eran los aposentos de su padre, que al llegar se podía describir un sin fin de cosas, mas Macaria, se asomó a la puerta y abría de ellas con sus delicadas manos que parecieran imposible por el tamaño poder empujarlas... ¡Ingresó! y comenzó a dirigirse a su habitación por unos pasillos muy bellos... ahí una voz cálida y serena se manifestaba en la nada...

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