Mientras Xu Feng estudiaba su apariencia transformada en el espejo de la mansión Bai, no podía evitar maravillarse ante los cambios que habían echado raíces en él durante los últimos tres meses.
El reflejo que le devolvía la mirada mostraba una nueva plenitud, un alejamiento de su anterior figura esbelta. Había ganado aún más peso, posiblemente un poco más de lo que pretendía, pero le aportaba una sensación de vitalidad y madurez que llevaba con aire de confianza.
Su determinación de abrazar el entrenamiento de las artes marciales con el obstinado Xuan Jian provenía de esta nueva transformación. Quería deshacerse de la plenitud excesiva, reemplazándola con fuerza y agilidad.
Era mejor estar preparado que quedarse sentado como un pez completamente salado.
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