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El encuentro

El encuentro 

Se había mudado a la nueva ciudad, en un nuevo país, unos meses atrás. Aún se estaba adaptando al clima, el nuevo trabajo, hogar, cuando ciertas cosas pasaron por su mente.

 

Había conocido a su ahora esposo, Alex, mientras navegaba en Internet, específicamente en twitter. Coincidieron en un debate sobre descubrimientos científicos en la luna. Ella quedó prendada de su inteligencia. Realmente era lo más atractivo que veía en los hombres. A pesar de que muchas veces dejó entrar a su vida a algunos tontos, que terminaron por aburrirla.

Alex era cantante. Tenía una banda de rock, el pelo largo, y el cuerpo cubierto de tatuajes. Nunca había estado con alguien así, y eso le daba morbo.

Ella, Sofía, tenía la clásica apariencia de niña buena, lectora, estudiosa, trabajadora y disciplinada. Aunque, amaba las fiestas, el alcohol, y las noches de desenfreno.

Las conversaciones con Alex cada vez se hacían más frecuentes y subidas de tono. Comenzaron a intercambiar fotos y videos comprometedores, hasta llegar a tener videollamadas en las que terminaban sin nada de ropa. Los gemidos y orgasmos no se hicieron esperar.

Muchas veces no dudó en dejarse llevar mientras imaginaba cómo sería la textura de aquella piel morena que la pantalla le dejaba ver. Dejó su mente y sus dedos libres, a merced del deseo descontrolado que se hacía dueño de su cuerpo. Los movimientos cambiaban de velocidad hasta hacerla llover sobre las sábanas.

 

-  No podemos seguir así, tenemos que vernos cuanto antes- le soltó un día Alex a quemarropa.

Nunca se había concretado el encuentro. Los dos estaban muy ocupados. Ella tenía mucho trabajo de oficina acumulado, y él no daba abasto entre conciertos y ensayos. Pero si seguían de esa manera, iban a terminar por aburrirse y dejar todo de lado.

Sofía no sabía qué decir. Le daba un miedo terrible ir hasta la ciudad de Alex, sola, sin saber de qué tipo de persona se trataba. Había leídos cosas escalofriantes, y podía perfectamente tratarse de un enfermo mental.

Además, se acercaba el fin de año y tenía muchos informes que terminar.

Al no tener respuesta inmediata, Alex se molestó mucho. No era posible que ella no priorizara conocerlo por encima de todas las cosas, después de tantos meses, tantas llamadas y promesas. Colgó.

Pasaron semanas en las que no supo nada de él. Y como no quería convertirse en una molestia, ella también evitó escribirle.

Un día llegó a la oficina, y recibió una agradable sorpresa. Debía viajar a la capital a unas conferencias de trabajo muy importantes. Hacía años que no estaba en La Habana.

Se puso muy feliz, pero pensó en Alex y sintió unas lagrimillas que se asomaban a sus ojos. ¿Se habría olvidado de ella?

El lunes siguiente, bien temprano en la mañana, partió. El taxi llegó a la hora pactada y en alrededor de 5 horas, estaba pisando territorio habanero.

Fue una semana muy productiva, llena de reuniones, conferencias. Visitó nuevos lugares, conoció gente muy linda; pero no podía sacarse de la cabeza a Alex y los orgasmos que le había provocado con solo hablarle.

Había sido invitada a una cena en la Embajada de Francia en Cuba, que tendría lugar el día antes de regresar al interior. No podía creerlo cuando el mismísimo Embajador se le acercó y le extendió la mano con la invitación formal.

Ese día se levantó mucho antes que de costumbre. Se puso un vestido negro, sobre la rodilla, con un escote pronunciado, que la hacía ver elegante, y sexy a la vez. Unos tacones morados completaban el conjunto. Se sentía como la protagonista de las novelas eróticas que leía, aunque sin galán. Alisó su cabello y se dispuso a tomar un taxi.

Fue recibida en la Embajada con la ceremonia digna de una primera dama. Atravesó el umbral y fue a acompañar a otros colegas que conversaban animadamente junto a la piscina.

Había todo tipo de bebidas y licores. Ella se decidió por un mojito, como de costumbre, cuando el mozo pasó por su lado, ofreciéndolos.

Bebió uno, dos, tres tragos sin pausa. Ya sentía cómo el alcohol se le subía a la cabeza, cuando sintió el teléfono. Era Alex, había visto sus estados de whatsapp y estaba en La Habana, con ganas de verla. No lo esperaba. Había llegado esa mañana con un grupo de artistas para participar en una actividad; y al parecer, no le guardaba ningún rencor.

No lo pensó dos veces para aceptar la invitación. Quedaron para después de las once de la noche.

A las 10:30 llamó al chofer de su taxi y se dirigió al hotel, para tomar una ducha y cambiarse. No dejaba de pensar en cómo sería aquel añorado encuentro. Temblaba de miedo y deseos. Era muy contradictorio todo aquello para ella. Nunca había hecho algo así.

Al las 11 en punto su teléfono le avisaba que Alex estaba abajo. Se cubrió con un blazer y bajó para recibirlo.

Se sorprendió mucho cuando se encontró con aquellos expresivos ojos marrones, que desde ese instante la invitaban a pecar, con tan solo clavarse en los suyos.

Era más alto de lo que suponía.

Enseguida un abrazo la sacó de sus pensamientos, y la voz en su oído que le susurraba "Moría por tenerte así de cerquita"

La que iba a morir iba a ser ella si aquel hombre la seguía tan próximo a su cuerpo, diciéndole esas cosas.

-  Vamos a la habitación. Allí estaremos más cómodos y podremos conversar tranquilos - lo invitó a ella.

Él la siguió hasta el ascensor. En cuánto estuvieron solos allí dentro. Se abalanzó a besarla sin avisar, con toda la pasión de meses contenida. Ella se dejó llevar. ¡Qué labios tan carnosos, tan jugosos!

Llegaban al piso seis, y el sonido de la puerta que se abría, los dejaba con deseos de mucho más.

Entraron a la habitación. Ella lo invitó a que tomara asiento en la mesa que estaba junto a la ventana, mientras le servía un poco de vino, y él no dejaba de mirarle las piernas mientras lo hacía.