6 Capitulo 5: Aguafiestas

La cálida luz del sol se iba derramando sobre el firmamento como sangre emanando de una herida, volviéndose más roja a cada minuto, como si aquel lejano astro estuviera falleciendo en la lejanía, más nadie pareciera sentir pena por el supuesto destino de la estrella, sobretodo no aquellos cándidos ojos que observaban apacibles desde detrás de una improvisada barra de bebidas.

– ¿Y a cuántas jovencitas deslumbraras hoy? – inquirió una voz áspera y burlona.

– ¡¿Acaso un héroe cuenta cuántas vidas salva, cuantos monstruos derrota..?! – exclamo a todo pulmón el joven de cabellos dorados, extendiendo de forma exagerada sus brazos a una audiencia imaginaria.

– Oh, lo que daría por ser joven de nuevo– se quejó el más anciano. – Aún recuerdo aquella vez me toco hacer a mí el papel de Aureos. Ese día tu madre me observaba con unos ojos tan indiscretos…-

El más joven de los dos casi se atraganta con su trago al escuchar aquello, tosiendo con violencia al lograr pasar el líquido por su garganta. – Ya Firr, ya entendí, tampoco quiero escuchar eso.

-Hmmm, pues bien, me guardare las historias para cuando este mas ebrio. – Se quejó el hombre llamado Firr.

El larguirucho anciano de barba canosa dirigió una mirada a la barra situada en un extremo del salón, y levanto levemente su copa para que el mesero lo notara, y como un sigiloso fantasma él se dedicó a buscar lo requerido, tal y como se esperaba.

– Aunque mi interpretación es excelente, me es difícil superar al heredero, los aplausos que año tras año recibía Rómulo eran bastante más sonoros que los que me ha tocado este último par. – dijo este apurando su trago al ver que se acercaban a rellenar la copa del anciano, no perdiendo tiempo en extender su copa al estoico mesero que pronto comenzó a llenarla de más cerveza.

– ¡Eh! Eidos, ¿no quieres ser el gran roble sabio? O tal vez un kadhama si se te da bien. De seguro alguna chica se quedara prendada al ver tu actuación. – sugirió el joven rubio con un tono animado.

– No lo molestes Jünen. – replico el anciano. – El chico ya está haciendo un excelente trabajo aquí rellenando nuestras copas. –dijo haciendo un gesto de aprobación con su copa al mesero antes de beber un trago.

Jünen se encogió de hombros e imito a su camarada, pero el mesero en vez de retirarse mantuvo su posición como si tuviera un pendiente. Los dos hombres acostumbrados como todo Reliq a los raros hábitos del joven esperaron en respetuoso silencio pese a su ebriedad, era de común saber que Eidos era una persona corta de luces que tendía a responder con tardanza a lo que se le decía, cosa que era diferente cuando se le pedía algo claro.

– No, hoy tengo un… ¿compromiso?– replico Eidos tras una pausa, como si esperara la confirmación del uso de aquella palabra.

Los dos bebedores se voltearon al unísono hacia el monótono mesero, como si el mismo fantasma del héroe Áureos hubiera tomado asiento a su lado y les hubiera propuesto un brindis, finalmente fue el más joven el que hablo primero.

– ¿Un compromiso? ¡Creí que ibas a despachar las bebidas aquí todo el día, como todos los años! ¿Qué idea se te ha colado por la cabeza? –exclamo el joven actor sorprendido e inmensamente interesado por el giro de acontecimientos.

– Liri, la hija de Meda, me ha expresado su deseo de que le acompañe en el festival –respondió Eidos con una frialdad que hizo a los comensales cruzar fugazmente sus miradas.

– ¿Escuche bien, o mis oídos me engañan? – dijo Firr evaluando con la vista al mesero.

– Si, al parecer el buen mozo de Eidos ya se me adelanto y empezó a cosechar doncellas. Bueno, supongo que cada chica tiene sus gustos. – comento Jünen mientras agitaba el contenido de su copa, para luego ahogar la conversación con un largo trago de su contenido.

Antes de que terminara la oración Eidos ya estaba en su puesto detrás de la barra observando nuevamente el cielo que ya se estaba oscureciendo. Los dos hombres intercambiaron una mirada de frustración y se dedicaron a la bebida.

Las horas pasaron y más gente se acercaba a endulzar su paladar con la sidra y cerveza producida fruto de la cosecha previa. El único rol de su cuidador era servirla en sus respectivas copas, acrecentando el buen humor que antecedía al festival. Grupos de ancianos, padres e hijos, amigos y parejas habían seguido al actor y al artesano, mas pocos siquiera dirigieron más que un saludo al callado encargado, ya era sabido que este rara vez contestaba más allá de lo que exigía la cordialidad; lo cual era un exceso de por sí, siendo que para que hiciera eso habían requerido muchos años.

El ambiente del improvisado bar se había vuelto bullicioso, pero el ruido de las conversaciones no fue nada comparado con el momento en que una bandada de niños portando coloridas mascaras asedio las mesas de los allí presentes. El pequeño grupo se dispersó, y utilizando gritos e imitaciones de sonidos de animales acordes a sus terroríficos rostros postizos, se propusieron espantar a sus mayores, los cuales estallaron en carcajadas o fingieron teatralmente sorpresa para su satisfacción. Los padres levantaron a los más pequeños en el aire burlándose de los intentos vanos de los niños por asustarles, aun así todos se pusieron de pie al final, dejándose guiar por los diablillos que corrieron en dirección a uno de las calles principales.

Eidos, que había esperado hasta que el último de ellos se levantase, dejo colgado su delantal y silenciosamente los siguió a través de las callejuelas del poblado, ahora vacías, puesto que todos se encontraban en la calle principal, donde talleres y hogares se habrían transformando para la ocasión. Su andar se vio interrumpido, el joven de cabellos blancos alzo tímidamente la cabeza hacia el cielo como si temiera ser descubierto en el acto, y tras una breve pausa siguió su camino; las estrellas brillaban, todo estaba bien.

– "Cientos de miles avanzaban…" – Exclamaba con voz ominosa un anciano vestido a las maneras de un erudito, con un amplio pergamino en sus brazos. La multitud silenciosa observándole frente al escenario, sus rostros felices y a la vez expectantes.

– "…desde el mar, el aire, y por debajo y arriba de la tierra misma." –Murmuro esta vez con una voz similar a un eco distante.

El viejo Firr sonrió para sus adentros mientras tomaba una gran bocanada de aire, observando especialmente los rostros de los más jóvenes que parecían querer lanzarse al escenario.

– "¡Los Sodokim!" – Estallo su voz resonante – "El delirio del padre de la razón al saborear por primera vez la locura ¡Estos seres extendieron, devorando todo cuanto habitaba en este mundo con tal diligencia, que ni los Inamovibles Kadhama ni los cambiantes Iriman podían hacerles frente!" –

De los lados del escenario comenzaron a surgir curiosas criaturas, pronto el anciano se vio rodeado de una multitud serpenteante de gentes disfrazadas de figuras monstruosas, todas sin igual, mas compartiendo su afición a lanzar gruñidos amenazantes al público general. Más de un niño se escabullo hasta el regazo de sus padres al ver aquella escena, los padres rieron.

– El mundo estaba sumido en el caos tras la traición de la razón y la prudencia, y en consecuencia acudió a las restantes grandes deidades: Voluntad, Justicia y Balance; que al ver como la creación de su antiguo hermano destruía su mundo, decidió darle a aquellos que lo habitaban el poder de defenderla. ¡Y así: los tres campeones se alzaron! –

Tres figuras se alzaron inmediatamente en medio del escenario, respondiendo a su llamada. El trio de brillantes héroes danzo, desplazando a las bestias a un lado, cada una de las figuras vistiendo un único y fulminante color, provenientes de extravagantes armaduras adornadas con plumajes y joyas a juego. El público ovacionaba con chiflidos y aplausos al contemplar la figura que se posicionaba al centro, el héroe de color azul, que tras una leve pausa levanto su espada, de vivo color dorado, saludando en dirección al joven espectador ataviado con los mismos colores. Rómulo se puso de pie e inmediatamente aplaudió con gran entusiasmo el reconocimiento del artista, lo cual exalto el humor de los presentes, estallando la multitud en gritos de alegría y jubilo. Nervioso como siempre por el conmovedor agasajo del pueblo, el descendiente del héroe procedió a reír por con su rostro enrojecido por la vergüenza y la felicidad, pues esta era la fiesta de todos.

Ella le veía constantemente de reojo, como si temiera su mirada, mas eso no la detenía, pues su insistencia parecía sugerir la existencia de un interés, que poco a poco avanzaba sobre cualquier temor que pudiera albergar. Vestía un sencillo vestido blanco, adornado con una capa roja que probablemente habría visto mejores momentos en una época pasada. En su cabeza un pañuelo amarillo coronaba su cabeza con un moño, dándole el aspecto infantil, sobre todo al ver su boca abierta de par en par mientras observaba como los coloridos héroes peleaban contra las bestias enmascaradas.

A su lado su acompañante vestía una túnica azul, con pocos detalles más que algunos geométricos bordeados negros y dorados en las mangas y bordes, tal y como las prendas de la joven, distaban mucho de ver su primer uso. Era una suerte que su dueño original compartiera medidas con él.

– Yo ayude a teñir los plumajes de Áureos y Tiraméa. – afirmo orgullosa Liri, desviando por un momento su atención del escenario, sin obtener respuesta.

El muchacho de cabellos blancos no respondió, miraba impasible lo que sucedía en el escenario sin compartir la emoción de sus pares, como quien no capta el sentido de una broma.

– ¿Eidos...? –exclamo confundida al ver que este solo miraba hacia arriba, ignorando por completo el bullicio que le rodeaba.

– Lo sé. Es la razón del color de tus manos. – comento este sin tener la delicadeza de al menos verle al decirlo.

Liri comprobó sus manos un instante antes de ocultarlas fugazmente detrás de su vestido, junto con el valor que había tenido para hablarle dirigirle la palabra. La joven no sabía si mirarse los pies o fingir que aún le interesaba la obra.

– Es un buen color. – agrego sin apartar la vista de la función que llegaba su final.

La muchacha sonrió agradecida, sin prestarle atención a la descortés forma de comunicarse de Eidos, y se unió nuevamente a la contemplación del espectáculo.

Eidos miraba fijamente al hombre que hacía de narrador, aquel al que le había servido dos jarras de sidra. Este estaba dando un discurso haciendo uso de su poca sobriedad como base para impulsar su prosa con los delirios de la ebriedad; narraba a viva voz como las deidades ofrecieron el gobierno de sus dominios a los héroes, para que estos y su descendencia impartieran justicia, felicidad, y una vida prospera a sus congéneres. En el escenario, dos de los héroes se negaban, pero no así el tercero, vestido de un azul brillante, que aceptaba con una modesta reverencia. El anciano hablo m��s fuerte al pronunciar el nombre del héroe, y cierto individuo a pocos metros del escenario recibió el apoyo triunfante de la multitud, nadie más que Eidos parecía notar que en el escenario el falso héroe de azul dirigía su atención a un par de muchachas a unos pocos metros. La música tomo la plaza instantes después, y la muchedumbre se desparramo por las atracciones que ahora habitaban Reliq.

Sin más opción comenzaron a caminar, lado a lado, a veces ella acercaba y alejaba su mano de la suya, como sucedía usualmente con lo que no captaba su curiosidad, Eidos no le prestó atención.

-¡¿Flores para la joven dama, caballero?! – exclamo con ánimo vivaz un anciano vestido con un chaleco azul, tal y como la mayoría de los hombre a su alrededor, solo algunas mujeres iban de color rojo, como Liri. El hombre en cuestión tenía sujetos varios ramilletes bajo el brazo, y ahora extendía uno hacia ellos, las flores de este, para sorpresa de nadie, eran azules.

–Hola Bascus. – Saludo secamente Eidos a su compañero.

–Que El Tejedor le teja una senda agradable, señor Bascus. – exclamo Liri acompañando el gesto con una inclinación de cabeza, con el fin de ocultar el notable rubor en su rostro.

–Guárdate el señor. – se quejó el anciano fingiendo estar ofendido. – Vamos, toma el ramillete, o tendré que buscarle mejor compañía a esta pobre niña.

Bascus extendía el ramillete con tal determinación que cualquiera hubiera dudado de su cordura al darle tal importancia a un acto insignificante como aquel.

–Son flores de Airamá. – dijo la joven alegremente tomándolas con delicadeza. – Abras tenido que viajar un trecho largo para conseguir tal cantidad.

– Supuse que te haría falta algo más que un ramillete cualquiera, no es fácil conseguir las flores de la diosa del júbilo. Dijo guiñando el ojo. – Aunque no lo parezca has elegido un buen partido, es el mejor recolector desde que perdí mi juventud.

Mientras hablaban, Eidos con la vista ausente observaba las susodichas flores del júbilo, a su mente vinieron risas, una figura danzante, un espectro colorido que se movía con tanta energía y felicidad que parecía la misma imagen de la juventud. Alrededor de aquel ser tan lleno de vida una multitud detenía momentáneamente su paso para expresar su afecto a esta, cada uno a su manera, algunos a distancia, otros con una caricia o alabanza. Ninguno de ellos era un extraño, por diferentes que fueren, eran una unidad. Acaricio aquellas flores un momento, atesorando aquello que ya no era, y renuentemente volvió al presente.

– Gracias. – dijo fríamente.

Nadie más se percató de la oleada de emociones que le asolo.

Sus mejillas ardían de lo feliz que estaba, la gente le pedía que se sume a sus frenéticos bailes, los músicos tocaban con más ahínco a cada minuto, y los brazos de los rezagados iban cargados de jarras de sidra y cerveza ofreciéndole una copa a quien se cruzaran.. Su chaleco azul como el cielo y la camisa blanca con ribetes dorados que portaba, le mezclaban con sus compatriotas adornados con los mismos colores fulminantes, siendo solo distinguidos los individuos por las tonalidades del popular color. Una figura tambaleante y algo maltrecha, se abrió paso entre la multitud, quedando a unos pocos tropiezos de un Rómulo en pleno jubilo.

– ¡Pequeño Áureos! – grito alegre el recién llegado portando una nariz roja de ebriedad.

–Erem, Ya estoy grande para que me llames así…– protesto Romulo alejándose un poco de la muchedumbre que bailaba energéticamente detrás.

-Claro, está bien, mis disculpas. Es que me es difícil no mencionarlo cuando hasta hace unos años decidiste remontar todo esto del teatro. Creo que nadie en Reliq se olvidara jamás del pequeño Romulo vestido con armadura azul…– comento burlonamente atragantando su risa con un trago.

– Ya me lo dijiste ayer…Era un niño que leía mucho y admiraba mucho a su padre, no puedes culparme por dejarme llevar por la edad y querer jugar al héroe. No es que nadie en Aureos no haya soñado…bueno, ser Aureos. – se justificó Romulo estirando su brazo para coger una jarra de sidra para sí.

–La diferencia es que a ti te sale muy bien. –

Aceptando que no lograría callar a su amigo con argumentos se limitó a beber otro sorbo, al menos así se olvidaría de los chistes de la noche.

Durante una hora conversaron en plena fiesta, como viejos conocidos que habían crecido juntos. Su charla acompañada por un par de copas y pausas para vitorear a los bailarines que se abrían paso por las calles de Reliq, o eso fue hasta que Rómulo cambiase su otrora sonriente expresión por la de un soldado que había divisado al enemigo. Su ebrio acompañante giro la cabeza en la dirección que aquellos ojos precavidos apuntaban: una pareja pasaba a unos pocos metros, la chica tenía en su cabeza un gran moño improvisado de color amarillo y una capa roja, que normalmente usaban las jóvenes en los festivales para buscar pareja, a su lado ,lógicamente, un muchacho usando una túnica azul.

– ¿No me digas que ahora le vas a resentir por salir con la nieta de Meda? No está mal, pero nunca te vi muy interesado en ella. – dijo Erem con una expresión confundida, intentando comprender los motivos de su amigo.

Rómulo solo aparto la mirada cuando los vio lo suficientemente lejos para saber que no los escucharían, o mejor dicho que él, no los escucharía.

– Siempre te pones así con él, déjalo, tal vez le venga bien y eso haga que sea un poco más… ¿cuerdo? – Sugirió Erem encogiéndose de hombros. – Solo digo, toda tu niñez te la pasaste teorizando que era un Sodokim o algún Iriman caprichoso, pero que yo sepa no cambio de forma o intento devorar a alguien en todos estos años, ni si quiera aun inmortal es tan paciente.

–No lo sé, no puedes negar que es muy extraño, sé que no es hostil, pero... siento que hay algo muy mal en él. – exclamo frustrado Romulo por nunca verse capaz de confesar lo mucho que le incomodaba aquel forastero. – ¿Acaso no te dan escalofríos cuando te ve con esos ojos muertos?

– ¡Tcht! Toma, la necesitas más que yo Rómulo. – afirmo el libertino guardia ofreciéndole su copa a medio beber. – Sera extraño, pero si es la voluntad de Anankeios el que habite las llanuras no hay de que quejarse, expresamente viniendo de ti ¡Hip! Bueno, yo me voy a buscar alguien con quien celebrar, si Eidos pudo no creo que me resulte difícil esta noche.

Erem le puso su copa en las manos con un gesto condescendiente y se despidió, dejándole con sus pensamientos. Rómulo apuro la copa a sus labios y no dejo de beber hasta ver el fondo. Le costaba asumir la idea de que alguien que viviera en las tierras del viento, especialmente en Reliq, no le sentara bien, tal vez el Señor del Destino había puesto a Eidos específicamente para ello.

– << Aceptar lo bueno y lo malo…>> – Medito Romulo. – Supongo que no se supone que sea fácil. – admitió dejando escapar un suspiro mientras se adentraba en las calles atestadas de extasiados conciudadanos.

Con una mano sujetaba el ramillete como si al más leve desliz fuera a llevárselo el viento, y con la otra…sujetaba a Eidos como si este fuera a sufrir el mismo destino, sus manos juntas bajo el determinado apretón de ella.

Él no había hablado desde que le dio aquellas flores, incluso muchas de las preguntas que casualmente le dirigía eran ignoradas, estaba aún más ensimismado de lo usual. La distancia entre ellos se hacía notar a medida que los sonidos de la festividad crecían, una de las manos apretó a la otra sutilmente.

–No tienes que hacerlo si no quieres…– dijo ella tras debatirse unos instantes, aun aferrada a su mano, en un último intento de que él se abriese a ella.

Él se detuvo como planteándose el ofrecimiento e inmediatamente separo su mano de la suya, sin tiempo a contemplaciones. Con suma tranquilidad observo a su acompañante enrojecer y verle con unos ojos que se encendían como leña al fuego. La expresión de indignación y reproche de la joven, cuyos sentimientos habían sido traicionados por aquel frio acompañante, no encontró cobijo en el corazón de su destinatario.

– ¡¿Qué te sucede?! – le reprocho furiosa, con una fuerza en la voz que no parecía corresponder con la tímida chica de hace unos instantes. – He intentado acercarme a ti a pesar de los recelos de los demás, he tratado de conocer tus gustos y ser paciente contigo ¡Pero ni siquiera eso te interesa!

Frente a ella, él permanecía imperturbable con la misma expresión de siempre, cosa que al parecer solo acrecentó la rabia que invadía a la joven.

– ¡¿Vez?! Ni si quiera eres considerado, no te importa, nada te importa. Solo vas con la corriente. – grito visiblemente alterada, roja por la ira y con los ojos húmedos, más la firmeza de su voz aun así no se quebró. – Al final se equivocaban, no eres misterioso, solo aburrido…– exclamo desprendiéndose de su moño y lanzándoselo a la cara mientras le daba la espalda y a paso veloz se distanciaba entre la multitud curiosa.

Él no se movió de allí. La multitud que había contemplado la escena le dio espacio y algunas palmadas amistosas en la espalda, tratando de darle espacio al joven aparentemente superado por la situación.

– <<Así que así es como se sentía>> – pensó Eidos mirando el arrugado moño amarillo a sus pies – <<Me recuerda a Di…>> – algo le hizo abandonar aquella apreciación nostálgica y levantar ágilmente su vista del suelo.

Aquel ambiente de júbilo ocultaba algo que se acercaba, no, ya estaba allí. Una lujuriosa sensación de violencia invadió aquel sagrado espacio, proyectando una sombra que él podía ver con claridad. Supo entonces que de aquel horror pronto a desatarse, el seria testigo. Y así Eidos camino decididamente alejándose de la celebración, pues algo había captado todo su interés.

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