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Capítulo 1: El Despertar de un Líder

En la vastedad de un campo iluminado por la luz de la luna, donde las rosas mágicas danzaban suavemente al ritmo del viento nocturno, un joven yacía en silencio, su respiración tranquila y su semblante sereno. Elías, con su cabello oscuro como la noche y su figura delgada, se encontraba en un sueño profundo, ajeno al mundo mágico que lo rodeaba.

De repente, una luz brillante emergió del cielo, iluminando el campo y despertando a Elías de su sueño. Sus ojos, reflejando una mezcla de confusión y asombro, se abrieron lentamente, encontrándose con un panorama de belleza surrealista y misterio.

Elías se puso de pie, sus piernas temblorosas y su mente llena de preguntas sin respuesta. Miró a su alrededor, observando las rosas que emitían una luz suave y encantadora, y sintió una extraña conexión con ellas, como si de alguna manera, fueran parte de su historia olvidada.

En ese momento, una voz suave y etérea resonó en su mente, "Bienvenido, Barón Elías. Tu viaje comienza ahora."

Elías, aunque sorprendido, no sintió miedo. En lugar de eso, una sensación de calma y propósito llenó su ser. La voz continuó, revelándole un sistema mágico que le otorgaba el título de Barón y le asignaba misiones para guiarlo en su camino hacia el poder y la sabiduría.

Con cautela, Elías exploró el sistema, descubriendo un huevo de dragón en su inventario y una serie de misiones que lo llevarían a través de desafíos y aventuras. Sintiendo una extraña familiaridad con el huevo, lo sostuvo con cuidado entre sus manos, prometiendo protegerlo y nutrirlo.

El joven Barón, con determinación en sus ojos, comenzó su viaje hacia el pueblo cercano, decidido a aprender más sobre este mundo y a descubrir los secretos de su pasado. Aunque su camino estaba lleno de incertidumbre, Elías sentía una confianza inexplicable en sí mismo y en el sistema que lo guiaba.

Mientras se acercaba al pueblo, los murmullos de los aldeanos llenaron el aire, sus ojos llenos de curiosidad y escepticismo al ver al desconocido que se acercaba. Elías, sin embargo, los saludó con una sonrisa genuina y una presencia amigable, ganándose gradualmente su confianza y afecto.

En los días que siguieron, Elías, con la ayuda del sistema y su innato liderazgo, trabajó junto a los aldeanos para mejorar sus vidas, desde la construcción de hogares hasta la mejora de los cultivos y la defensa contra las criaturas salvajes.

Los aldeanos, inicialmente cautelosos, pronto comenzaron a ver a Elías no solo como un líder, sino también como uno de los suyos, alguien que genuinamente se preocupaba por su bienestar y prosperidad.

Y así, en medio de la magia, los misterios y las futuras batallas, la historia de Elías, el Barón que despertó en un campo de rosas mágicas, comenzó a desplegarse, llevándolo hacia un destino aún desconocido, donde el amor, la traición y las alianzas se entrelazarían en su camino hacia la verdadera grandeza.

Elías, con el huevo de dragón cuidadosamente envuelto en su capa, caminó por las calles empedradas del pueblo, sus ojos absorbiendo cada detalle de la vida que se desarrollaba ante él. Los niños correteaban, riendo y jugando, mientras los adultos se ocupaban de sus quehaceres diarios, intercambiando mercancías y compartiendo historias.

Aunque los aldeanos inicialmente lo miraban con ojos curiosos y murmullos cautelosos, Elías se acercó a ellos con una humildad y sinceridad que rápidamente derritió sus reservas. Compartió historias de su despertar en el campo de rosas mágicas y su misión como Barón, y en retorno, los aldeanos compartieron sus propias historias, sus luchas, sus alegrías y sus esperanzas para el futuro.

En las semanas que siguieron, Elías se convirtió en una parte integral de la comunidad. Ayudó en las cosechas, aprendió los oficios de los aldeanos y compartió en sus festividades y tradiciones. A cambio, los aldeanos le enseñaron sobre la historia del mundo, las criaturas que lo habitaban y los rumores de reinos y territorios lejanos.

El huevo de dragón, que había sido un misterio desde su despertar, comenzó a mostrar signos de vida. Pequeños temblores y suaves sonidos emanaban de su interior, prometiendo la llegada de un nuevo aliado en la travesía de Elías. Los aldeanos, fascinados y temerosos, observaban con asombro mientras Elías cuidaba del huevo con una dedicación inquebrantable.

Una noche, bajo el manto de estrellas brillantes, el huevo comenzó a resquebrajarse, y de él emergió un pequeño dragón, sus escamas reflejando los tonos del cielo nocturno. Elías, con lágrimas de alegría en sus ojos, acunó al dragón en sus brazos, prometiendo ser su protector y amigo.

Los aldeanos, inicialmente temerosos de la criatura, pronto vieron que no había malicia en sus ojos. El dragón, al que Elías llamó Orion, se convirtió en un símbolo de esperanza y fuerza para el pueblo, y junto con Elías, trabajaron para construir un futuro más brillante para todos.

Pero la paz y la prosperidad nunca son eternas. Pronto, las sombras de la guerra y la traición comenzaron a cernirse sobre el horizonte, y Elías, con Orion a su lado, se encontraría navegando por las turbulentas aguas de la alianza y la traición.

Y en medio de todo esto, una figura femenina, tan misteriosa y cautivadora como la luna, aparecería en la vida de Elías, llevándolo por un camino de amor y pérdida que ni siquiera el sistema podría haber predicho.

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