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Serefina miró el grimorio sobre la mesa con indiferencia.
Fabián se sentó al lado de Casandra y puso su brazo alrededor de su hombro—Eso es lo que querías —señaló el grimorio con la barbilla.
Serefina no se movió ni un ápice. Después, agitó su mano hacia el grimorio y en el segundo siguiente, el libro se prendió fuego. No tardó mucho para que la llama azul convirtiera el libro en polvo.
Casandra chilló y Fabián se levantó abruptamente conmocionado mientras sus ojos se fijaban en la mancha negra donde antes estaba el grimorio.
—¿Qué has hecho? —Fabián rugió y toda la cabaña tembló. Gravilla y polvo cayeron del techo.
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