7 Indiferencia

El día ha llegado y todo mi cuerpo está en un manojo de nervios. No he podido comer, porque se han centrado en mi estómago. Tal vez, al final no sea tan malo, ya que podré salir de esta casa como siempre había querido, pero no hubiera imaginado que sería tan pronto y de esta forma tan inesperada; siendo obligada a casarme con el hombre que había considerado toda la vida un enemigo. Que irónica es la vida. Antes hubiera dado todo por tenerlo lejos y hoy estaré convirtiéndome en su esposa. Las circunstancias no son las mejores, pero no puedo evitar sonreír frente al espejo, viendo lo lindo que se ve el traje y el collar que elegí, que hace juego con el. Quizá porque es mi color favorito y por eso escogió precisamente este, o simplemente porque me gustan mucho los trajes. No sé qué es este sentimiento que estoy teniendo dentro de mí ahora, pero no es del todo tristeza o miedo, como pensé que sería. 

El camino con mi padre fue en silencio. El nerviosismo vuelve a invadirme al momento de entrar a la oficina, donde se encuentra Jensen. No lo había visto en gaban antes, pero luce extremadamente atractivo y elegante. Aunque una media sonrisa se dibuja en su rostro al verme, esta desaparece cuando ve a mi padre. 

—Te ves muy… — mi padre nos mira y él baja la cabeza, sin terminar de hablar. 

—Hagamos esto rápido. Tengo cosas que hacer — dice mi papá y el juez nos mira a ambos. 

Para ser honesta, lo que el juez decía no podía escucharlo, es como si el tiempo se hubiera congelado y solo pudiera ver a Jensen. Mi cuerpo tiembla sin parar y mi corazón está tan agitado, que no puedo concentrarme en nada más. 

El juez me hace entrega del bolígrafo y firmo mi nombre en el papel; luego se lo extiendo a Jensen y él lo firma sin perder tiempo. Nuestros nombres quedan escritos en ese papel. Me he esforzado para que mi firma quede bonita al lado de la suya. Mi padre firma su parte, al igual que otro señor que ni siquiera conocía. 

—Por el poder conferido sobre mí, los declaro felizmente casados — habiendo dicho esto, mi papá es el único que aplaude.

—Muy bien. Mi trabajo termina aquí. De ahora en adelante, ya tienes quien vele y cuide de ti, Megan. Que les vaya bien — se da la espalda y trato de detenerlo. 

—Papá— trato de hablarle, pero no se detiene, simplemente desaparece de nuestra vista en instantes. 

Sus palabras fueron como echar alcohol a una herida abierta. Jensen mira el suelo, nunca imaginé ver una expresión tan profunda y deprimente en su rostro. 

—¿Iremos a otra parte? 

—No, no hay razón para celebrar esto. 

Esperamos sentados el documento y la libreta. Todo fue más diferente de lo que imaginé. No hubo beso, tampoco anillo o una sonrisa, solo amargura, donde parece más un funeral, que una boda. Estoy consciente de que no es una relación real, que verdaderamente no estamos enamorados ni saliendo, pero tal vez he vuelto a ilusionarme de más. 

Salimos del registro civil hacia su auto donde, al parecer, mi padre ya había colocado mis maletas. El camino a la casa fue en silencio, estuvo pensativo en todo momento. Entramos a la casa y las maletas las sube a la habitación, aunque noto de inmediato que todo está cambiado. La habitación está como nueva, como si nadie hubiera estado quedándose aquí. 

—¿Dónde están tus cosas? 

—Están en la otra habitación. 

—¿No dormirás conmigo? 

—Hay unas cosas que quiero darte — cambia por completo el tema y aprieto los labios de la frustración. 

Busca en la gaveta un papel y una caja cuadrada, la cual veo que es un teléfono nuevo. 

—Sé que extraviaste el tuyo, así que te compré este. 

—Gracias. 

—Toma — me extiende el papel y veo que es el certificado de antecedentes penales, pero está negativo. 

—¿Cómo puede estar negativo? 

—He suprimido tus cargos. Solo espero que esta vez no vuelvas a meterte en problemas y lo mantengas así. Ahora podrás conseguir un trabajo como querías. Aparte de eso, quiero entregarte este auto — saca de su bolsillo las llaves del auto en que me trajo —. Suelo usar la patrulla para moverme la mayor parte del tiempo, así que puedes quedarte con el. Cuídalo. 

—¿Por qué te siento tan distante? Entiendo que la situación no es fácil, pero ¿por qué este cambio tan drástico? 

—No quise darte esto allá — saca de su bolsillo una pequeña caja negra y me la extiende. 

Al momento de abrirla, veo un hermoso anillo en ella. Es como si tuviera luz propia por lo brillante que es. Jamás había visto algo tan hermoso. 

—Puedes hacer lo que quieras con el; usarlo, tirarlo, guardarlo, empeñarlo. 

—¿Eso es todo lo que tienes que decir? Eres buenísimo dañando el momento, ¿sabes?

—Me consta. 

—¿Realmente no piensas pasar ni siquiera una noche conmigo? 

—Creo que fui muy claro anoche, Megan. 

—¿Realmente me estás dando luz verde a que haga lo que quiera? 

—Sí — su indiferencia fue como un puñal. 

—Gracias por los detalles y por hacerte cargo de una inútil como yo — le doy la espalda, tratando de controlar ese nudo que se forma en mi garganta —. Te prometo que conseguiré un buen trabajo y te ayudaré en la casa. Espero descanses — entro al baño y cierro la puerta. 

Me desmorono detrás de la puerta. ¿Por qué? ¿Por qué estoy atacada en llanto, si sabía que esto iba a ser así? ¿Por qué no puedo dejar de sentir este profundo dolor en mi pecho? Hace mucho tiempo no sabía lo que era llorar desconsoladamente, había olvidado lo mal que se siente, el no poder detener las lágrimas; que la opresión en el pecho se agudice y me dificulte el poder respirar adecuadamente. Miro el anillo y lo coloco en mi dedo. No puedo explicarme cómo me queda perfecto, si jamás le dije el tamaño de mi dedo. Aún así, viéndolo puesto solo hace que me sienta más miserable. Soy una inútil, no tengo remedio. 

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