7 7: Venganza

Tenía que sacarla de ahí y llevarla al hospital. La cargué en mis brazos hasta el auto y la recosté en el asiento trasero. La llevé lo más rápido posible, dejé el auto mal estacionado y la cargué hasta ver una enfermera. Quería que la atendieran ya. Prepararon una camilla y la llevaron dentro. Yo solo me quedé afuera esperando. La ansiedad, los nervios, la frustración, la rabia, todas esas emociones se juntaron. Esto no se va a quedar así. El que le haya causado esto a Rachel, lo pagará con sangre.

Me quedé esperando en la sala de emergencia. Había pasado un tiempo largo, cuando el doctor salió y corrí hacia él para preguntarle cómo estaba mi hermana.

—¿Cómo esta mi hermana, doctor?

—Pude estabilizar a la paciente. Se encuentra en observación. La paciente presenta varios traumas en varias partes de su cuerpo, entre brazos, piernas, abdomen, espalda y genitales; todo indica que fue abusada sexualmente y golpeada con algún tipo de objeto punzante por las marcas que encontré en su espalda. Le enviaré un informe detallado a la policía. Le realicé una prueba para que la policía pueda dar con el culpable de este horrible crimen.

—¿Puedo verla, doctor?

—Le administré unos sedantes y se encuentra dormida en este momento, pero puede pasar a verla.

—Gracias, doctor.

Del hospital llamaron a la policía y tuve que decirles parte de la verdad. Me interrogaron y quedaron en ir a mi casa. No les mostré ninguna evidencia del celular de mi madre, ni tampoco les dije sobre el apartamento donde la encontré esa vez. Aún si le entrego todo, no harán nada como siempre. Yo me encargaré de cobrarle el daño que le hizo a Rachel. Nada me quitará de la cabeza que fue ella quien provocó esto, y es por eso que donde quiera que esté, me encargaré de mandarla directo al infierno.

El doctor me llevó con ella. Al verla en este estado, sentí un fuerte dolor en mi pecho y un nudo se formó en mi garganta. Sentía tanta rabia dentro mi y un inmenso odio hacia los culpables. ¿Cómo alguien pudo hacer algo como esto a mi princesa?

—Mi adorada Rachel, ¿Cómo pude dejarte sola con ese monstruo? Todo esto es mi culpa, si me hubiera dado cuenta antes, nada de esto estaría pasando. ¿Cómo fue capaz de hacerle esto a su propia hija? Te juro que voy hacerle pagar con sangre todo esto que te hizo, así sea lo último que haga. Esa perra no se va a salir con la suya, voy a destruirla así como te hizo a ti. Perdóname por no haber evitado lo que te pasó, por llegar tarde y por haberte dejado sola. Te amo mucho, Rachel. Según acabe con todo esto, te sacaré de aquí y nos iremos lejos. A un lugar donde nadie nos conozca y podamos salir de la mano o darnos besos en público como siempre quisiste, ¿Me escuchas? — besé su frente y acaricié su mejilla —. Haré que nuestros sueños se puedan cumplir, princesa. Espero algún día puedas perdóname por lo que estoy a punto de hacer, pero no puedo quedarme con esto por dentro — sequé mis lágrimas y salí del cuarto. Es el momento de ajustar cuentas.

Regresé a la casa y la policía no estaba por ninguna parte. Todo seguía intacto a como lo dejé. Busqué varias bolsas y puse dentro de ellas cinta adhesiva, una cuerda, un cuchillo y un bate de metal. Salí con precaución y puse la bolsa en el baúl. Luego subí a mi cuarto y el de Rachel para buscar dos o tres mudas de ropa, nuestros documentos y cualquier cosa que pudiera vender y sacarle dinero. Me cambié de ropa y me puse el uniforme de pelota, al menos todavía me servía. Guardé todo en una maleta y salí de la casa. Fui a una joyería y vendí algunas prendas de Rachel y mías. No fue mucho lo que pude obtener, pero es algo que nos ayudará. Luego fui al banco y retiré todos mis ahorros para tenerlos en efectivo. No quería tener que pasar trabajo para retirarlos por si algo salía mal. Hice un roto por debajo del asiento para guardar lo que retiré y quedarme con lo que saqué de las joyas. Pasé por el muelle para saber el precio de las lanchas.

—Quisiera rentar una lancha, ¿Cuánto es el precio?

—Depende de cuánto tiempo lo planea usar, jovencito.

—No mucho, solo quiero dar una vuelta y despejar la mente en la noche.

Me dieron el precio en total, y por suerte no era mucho.

—Regresaré en la noche con el dinero y le pago.

—Esta bien, jovencito.

Estacioné el auto un poco distante de los apartamentos donde encontré a Rachel la otra vez y busqué el bate. No sería extraño que alguien vestido de pelotero sea visto con un bate, ¿Cierto?

Me dirigí a al segundo piso. No conozco la cara del sujeto, pero debe estar aún viviendo aquí o eso espero. Toqué la puerta y tardaron en abrir. La toqué por segunda vez y un hombre alto y delgado abrió la puerta.

—¿Quién eres?

—Estoy buscando a mi primo Samy — quise llamar su atención mientras lograba ver dentro del apartamento si estaba igual que cuando vine la otra vez, y efectivamente debe ser el mismo sujeto.

—Aquí no conozco a ningún Samy.

—¿Cómo va a hacer? Quedamos en salir él y su amigo. No bromees, ¿Lo estás ocultando?

—Aquí no hay nadie que se llame Samy. Piérdete, niño — miré a todos lados y no había nadie.

Le di una patada a la puerta antes de que pudiera cerrarla en mi cara. Entré al apartamento y cerré la puerta.

—¿A ti qué mierdas te pasa hombre?

Por haber estado buscando la forma de cerrar la puerta, me sorprendió con un puño en la cara.

Agarré el bate con ambas manos y le di un golpe a su brazo izquierdo. Al ver que con su otra mano se aguantó el brazo, le di una patada para tirarlo al suelo. Me subí sobre él y puse el bate en su cuello ejerciendo algo de fuerza por ambas esquinas.

—¿Me vas a decir dónde está mi madre?— le pregunté.

Estaba forcejeando con el bate para tratar de quitarlo de su cuello, pero entre más lo hacía, más fuerza yo ejercía.

—¿Qué es lo que quieres? — preguntó casi sin voz.

—¿Dónde está mi madre?

—¿Quién es tu madre?

—Hablo de la vieja que te ayuda a buscar niñas y que abuses de ellas, cabrón.

—No sé de qué hablas.

—¿No sabes? —ejercí más fuerza en su cuello con el bate—. Hablas o te mato aquí mismo.

Su rostro estaba rojo y en la frente se marcaban sus venas. Poco a poco él iba perdiendo las fuerzas de sacar el bate de su cuello.

—¿Prefieres defender a esa vieja que tu vida?

—Suéltame, y te diré todo lo que sé.

—Si tratas de hacer una estupidez, llamaré a la policía y le mostraré todas las fotos y videos que tengo en el celular de mi madre, ¿Te quedó claro?

—Sí— dejé de hacer fuerza y me levanté de encima de él. Estaba tosiendo y se sentó—. Y te quedas ahí en el suelo, no te atrevas a levantarte.

—Ella debe estar en su trabajo.

—¿Qué trabajo?

—Ella maneja un antro de mala muerte.

—¿Antro?

—Sí.

—Me vas acompañar y si haces una estupidez, ya sabes lo que haré. Me ayudarás a que salga.

—Esta bien.

—Trae tu celular, tu mismo la llamarás.

Bajé con el bate en mi cuello, como si fuéramos grandes amigos. Subí al auto y me quedé vigilándolo en todo momento. Sé que es algo arriesgado, pero no tengo de otra. Llegamos al antro donde supuestamente mi madre trabaja. Me bajé del auto y cogí las llaves para que no tratara de huir. El ser de noche puede ayudarnos mucho.

—Vas a llamarla ahora y decirle que salga, que tienes algo muy importante que hablar con ella. Me ayudarás a meterla en el auto y atarla. Si me ayudas en eso, te aseguro que no le diré nada a la policía de ti y solo se hundirá ella. ¿Te parece bien ese trato?— asintió con su cabeza, y noté que su cuerpo estaba temblando. En realidad el mío estaba igual, pero no se lo iba a demostrar.

Busqué la cuerda y la guardé por debajo de mi camisa. El tipo la llamo y ella respondió. Quedó en salir en unos momentos.

—Harás que camine a esa área es donde más oscuro esta. No hay mucha gente pasando por aquí, por suerte. Distraéla y cuando salga, me ayudarás a atarla.

—Esta bien.

—Y quita esa cara o ella se dará cuenta de que algo está pasando.

Asintió con su cabeza y caminamos a la esquina del antro. Me quedé por el callejón del lado con el bate en mano. Al rato de que salió, me quedé escuchando su conversación, que no fue mucha.

—¿Qué quieres?— le preguntó ella en un tono molesto.

—Yo… —estaba sumamente nervioso y no podía pronunciar una palabra.

—¿Qué te pasa?

Salí del callejón antes que ella pudiera darse cuenta de que él estaba muy nervioso porque yo estaba ahí. Él la agarró por el brazo y yo por el otro. Caminamos rápido hacia al auto y la tiramos en el asiento de atrás. Tiré el bate para el asiento de enfrente, para luego ponerle mi rodilla en el vientre y ejercí fuerza para evitar que me diera una patada.

—Ponle la cuerda en sus manos —le pasé la cuerda y sujeté sus manos hasta que él se fue por la otra puerta.

—¿Qué es lo que están haciendo, hijo de perra? — gritó furiosa tirando patadas.

Agarré su cuello y la hice sentarse para que el otro pudiera atar sus manos a la espalda. Antes que pudiera hacerlo, logró rasguñar mi brazo.

—Cállate, maldita sea —le di una bofetada para que se callara—. ¿Terminaste?— le pregunté a él.

—Sí.

—Tápale la boca mientras busco la cinta adhesiva en el baúl.

Miré alrededor y no vi a nadie. Busqué la cinta adhesiva y la cuchilla en el baúl, luego regresé a donde ella y le puse varios pedazos de cinta en la boca. Seguía tirando patadas como loca, así que le puse cinta también en las piernas.

—Ahora súbete al frente — le ordené mientras lo vigilaba.

Agarré el bate y lo puse al lado de mi asiento, cuestión de que no pudiera cogerlo él en un descuido mío. No me fío de este sujeto.

Manejé vigilándolo en todo momento. Mi madre seguía dando golpes en el asiento mío y haciendo sonidos.

—Espero la hayas atado bien.

—¿Qué es lo que harás con nosotros?

—Es solo a ella, y tu me ayudarás en todo, ¿Verdad?— asintió con su cabeza nervioso.

Traté de ir lo más lejos posible y adentrarme en el campo. Nos bajamos y dejé el auto encendido para que las luces alumbraran algo. No creo que aquí nadie nos encuentre por ahora. Lo hice bajar del auto y luego me bajé yo. Hicimos fuerza con ella y la bajamos. La dejé caer al suelo intencionalmente frente al auto, cuestión de que las luces nos permitiera ver mejor. Cogí la cuchilla y corté toda su ropa.

—Te haré exactamente lo mismo, y más de lo que le hiciste a mi Rachel —abrió sus ojos de par en par—. Le destruiste la vida a tu propia hija. No tienes perdón. Jamás había conocido a una persona tan despreciable y repugnante como tú. Te haré que vivas la misma pesadilla que le hiciste pasar a ella. Vas a desear estar muerta, perra — miré al hombre—. Quiero que la golpees— le ordené.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste. ¿Qué estás esperando?

—No me habías dicho que…

—Eso es nada, con todo lo que te mandaré hacer. Cállate, y haz lo que te digo.

Mi madre nos miraba a los dos, pero no era mucho lo que podía hacer. El hombre comenzó a golpearla en todas partes. Le daba patadas y puños, pero para mi no era suficiente.

—Eres demasiado bueno con ella y ella no merece un buen trato.

Le di una patada en la barriga, que hizo que ella se retorciera en el suelo. Sus ojos estaban bien abiertos. Su cuerpo temblaba cada vez más, en cada patada que en la barriga le daba. El hombre se mantuvo algo distante mirándome y en pánico.

—Quiero que abuses de ella.

—¿Qué? — abrió sus ojos en sorpresa al escuchar mi pedido.

—Sí, harás lo mismo que le haces a esas pobres niñas. Solo que ella está un poco más vieja. Trátala con la misma rudeza que usas para violar niñas, al fin de cuentas, aquí nadie te va a oír.

—Yo... no puedo.

—¿No puedes? — arqueé una ceja y él se asustó.

—Esta bien, lo haré.

Estaba asqueado al presenciar esa escena, pero pensar en que eso mismo le hicieron a Rachel, me daba más rabia.

El hombre abusó de ella de todas formas. Le agarraba el cuello con tanta rudeza, como si quisiera quebrarlo. Mi madre tenía el rostro lloroso y lleno de secreciones nasales. Quería escucharla gritar y hablar, así que me acerqué a quitarle la cinta.

—¿Qué se siente, mamá? ¿Lo estás disfrutando?

Estaba en llanto, ni siquiera podía pronunciar una palabra. Solo gritaba del dolor en cada estocada que ese repugante hombre le daba. La penetró anal y vaginalmente, como todo un violador sin escrúpulos. A decir verdad, era sumamente asqueroso, pero la imagen que tenía de mi pobre hermana, me daba la fuerza que necesitaba para soportarlo todo.

—Detén esto, por favor —me rogó en lágrimas.

—Al fin te dignas hablar— me acerqué al hombre y le pedí que se quitara a un lado.

Fui al carro y cogí el bate, luego me coloqué entre sus piernas.

—¿Qué vas hacer con eso, Oscar?— me dijo con su voz entrecortada.

—¿Tu qué crees? Jugaré un partido en tus entrañas, ¿Te parece, madre? Al fin contaré con tu presencia en un partido — coloqué el bate en su vagina y comencé a penetrarla con el.

Solo podía pensar en Rachel. Saber que la lastimaron tanto y a ella no le importó, me hacía sentir frustrado. Quería que sufriera más y más. Lo hice con mucha brusquedad y lo más profundo que pude alcanzar. Se escuchaban sus gritos de desesperación, pero ya nada más me importaba. Solo quería destruirla, así como le hizo a mi dulce Rachel.

—Ahora mismo mi hermana está sufriendo. No puedo imaginar cuánto debió sufrir y llorar por tu maldita culpa — la penetraba con más fuerzas y sangre salía de su vagina, aún así continuaba haciéndolo—. Eres la peor madre y persona del mundo que pueda existir. Mereces esto y más, por todo el daño que le hiciste a mi hermana. No me importaba si me tratabas mal o me rechazabas, pues con ese rechazo viví siempre, pero que te hayas metido con lo más sagrado y valioso que tengo, eso si no te lo perdono — saqué el bate y lo tiré a otra parte.

Cogí la cuchilla de vuelta y comencé a cortarla, en los mismos lugares que le encontraron las heridas a Rachel. Daba heridas superficiales y ella se retorcía mientras gritaba. Luego la acosté boca abajo y puse mi pierna en la parte de atrás de su cabeza para que comiera tierra. Luego seguí dándole cortadas en toda su espalda, con la misma rabia que sentía por dentro.

—¿Tienes deseos de ir al baño? Ahí tienes tu inodoro. Asegúrate de apuntar bien—le dije al hombre.

Parece que ese sujeto ya estaba disfrutando de la escena. Es un maldito asqueroso despreciable.

No tuve que repetirlo dos veces, él se acerco e hizo sus necesidades encima de las cortadas de su espalda. Mi madre con las pocas fuerzas y voz que le quedaba, seguía gritando y rogándome.

Me levanté y le di patadas en la espalda, hasta que me canse.

—Aún no te pienso matar, pero creo que podrás hablar más.

Cogí el bate y la golpeé por última vez en la espalda.

—Vístete—le dije al hombre.

Busqué en el baúl las bolsas y metí a mi madre en ellas. Con ayuda de él la subí al baúl del auto y la encerré ahí.

—Vamos a ir al muelle y tu vas a llevarla a la lancha a donde nos iremos.

—¿Al muelle?

—Sí, hay que eliminar la evidencia.

Nos subimos al auto y nos encaminamos al muelle.

—Vas a llevarla mientras distraigo al viejo. Pediré esa lancha de la esquina, súbela con discreción. No dejes que nadie te vea.

—Esta bien.

Busqué la cuchilla y la guardé en mi pantalón. Me quedé hablando con el vigilante y esperé algo de tiempo. Pagué el dinero para rentar la lancha y fui a donde el hombre. Ya había traído a mi madre. Se veía que mi mamá había despertado de su sueño. La bolsa se estaba moviendo un poco.

—¿Nadie te vio?

—Creo que no— respondió nervioso.

Miré por última vez alrededor y puse en marcha la lancha. Me alejé lo más que pude y me detuve. De la bolsa estaba saliendo algo de sangre y estaba manchando la lancha. Tendré que limpiar esto después. El hombre me ayudó a levantarla con todo y bolsa.

—Hasta aquí ha llegado nuestro viaje, mamá. Es el primer y último viaje que tenemos juntos. Debes estar feliz, al fin no vas a tener que ver a este inútil de hijo que te tocó. Ojalá te pudras en el infierno —la tiré al agua, aún estaba atada de manos y piernas, mas la bolsa estaba cubriéndola. Es imposible que salga de ahí. Quiero que experimente la desesperación hasta que se muera—. Lo más probable ni los animales quieran comerla.

—Ya se acabó, ¿verdad? —me preguntó el hombre riendo como un demente.

—Sí, te agradezco mucho todo lo que hiciste. Lastimosamente no puedo traerte conmigo. Tu fuiste uno de los que trató de poner sus sucias manos encima de mi hermana, y como dije, eso no lo perdono— con el cuchillo lo apuñalé en el abdomen y lo empujé directamente al agua. No le di tiempo a reaccionar.

Limpié la lancha con la misma agua del mar, antes de ir a entregarla. Al igual que limpié mis manos. Mi ropa la esconderé después que salga. Entregué la lancha y me fui al auto. Fui al mismo lugar donde torturé a mi madre y enterré mi ropa junto al bate. Me cambié la muda de ropa y me subí nuevamente al auto.

No sé si pueda volver a tocar a Rachel con estas manos sucias. Si se entera que hice esta atrocidad no me lo perdonaría nunca, incluso tendría mucho miedo de mi. Yo también siento miedo de mi ahora.

Había elegido una decisión que, aunque me condenara de por vida, no puedo arrepentirme. Todo lo hice por su bien, pero aún así me convertí en otro monstruo más. Me dejé cegar y arrastrar por la maldad. Esa vieja se merecía todo lo que le hice y mucho más.

Me entregaría a la policía, pero mi hermana me necesita y no puedo dejarla sola ahora. Ella solo era una niña y tuvo que pasar por esto a tan corta edad. Fue en parte mi culpa, por haberla dejado ahí sola, a pesar de mis sospechas.

Las circunstancias fueron las que me hicieron llegar a esta atrocidad. Yo nunca quise matar a nadie, tampoco ensuciarme las manos, pero ella me llevó a esto.

A veces la justicia hay que tomarla con tus propias manos, porque la justicia en este país favorece más a los criminales que a las mismas víctimas.

No me arrepiento, lo hubiera hecho una y un millón de veces más.

Destruyó la vida de mi hermana y junto a ella la mía.

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