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6: Crueldad

—Mamá… — ambos nos quedamos petrificados al notar la presencia de nuestra madre.

De todos las personas, ¿Por qué tiene que ser justamente ella quien nos encuentre en esta situación?

—No es lo que crees, mamá. Solo estábamos conversando— le dijo Rachel.

—Si no me dicen lo que esta pasando aquí, llamaré a la policía en este momento.

—No, mamá. No estábamos haciendo nada malo— insistió Rachel.

—¿Me ven cara de pendeja? ¿Este era el secreto que se tenían guardados ustedes dos? ¿Cómo se atreven? ¡Ustedes son hermanos! — se acercó con la intención de darme una bofetada, pero le sujeté la mano.

—Eres la menos indicada para opinar en esta situación. Es precisamente lo que viste, no tengo que seguir ocultándolo cuando ya lo viste todo.

—Oscar, ¿Qué crees que haces?— preguntó Rachel.

—Puedes seguir ocultándolo, pero yo no lo haré más. Al menos no con ella.

—Esto es una atrocidad. ¿Cómo te atreviste a poner tus sucias manos en tu hermana? Esto no se va a quedar así— sacó su teléfono con la intención de llamar a la policía, pero se lo arrebaté de las manos.

—Yo mismo los llamaré, así me encargo de arrastrarte directamente conmigo. No olvides tu posición en este momento, querida madre. Solo eres una madre irresponsable que drogó a su hija para entregársela a otro hombre. ¿Qué sucederá si les doy la dirección del apartamento donde la llevaste? ¿Crees que encuentren algo?— su rostro palideció—. ¿No dirás una sola palabra?

—Esto no se va a quedar así. Esto es un crimen — respondió nerviosa.

—Al igual que lo que hiciste tu. Te daré un buen consejo; no trates de interferir en mi relación con Rachel, porque no respondo de lo que haga.

No quería declararle la guerra a ella, pero no tenía de otra. Si permito que me chantajee una sola vez con esto, la tendré encima después.

—Lo siento, mamá— le dijo Rachel en lágrimas.

—No te sientas mal, Rachel. No creo que le importe esto ni un poquito, ¿Cierto?— la miré fijamente, y rasguñó su brazo.

—Esta humillación te la cobraré algún día. Eso no lo olvides, chamaco.

—Ese día lo estaré esperando con ansias. Vete.

—Oscar…

—No te preocupes, hija. Te sacaré de las manos de este infeliz— comentó mi madre.

—No, mamá —Rachel quizo caminar hacia mi madre, pero lo impedí.

—Déjala que se vaya, Rachel. Me quedaré con tu teléfono, espero no te moleste, mamá.

—Haz lo que te de la gana— mi madre salió del cuarto como alma que lleva el diablo.

—¿Por qué siempre tratas tan mal a mamá? No cambias, Oscar.

—Prefiero que me odies por esto, a dejarme pisotear por ella. Trata de descansar, princesa.

—¿No te quedarás conmigo esta noche?

—No, no es correcto hacer eso ahora. Perdóname, princesa. Cuando se acabe este problema con nuestra madre, empezaremos a dormir todos los días juntos como antes.

—¿De verdad? — se veía muy feliz al escuchar eso.

—Sí, lo prometo. Ahora duerme que mañana tienes que ir a la escuela.

—Ten cuidado con mamá. Esta muy molesta.

—Sí, lo está, pero ya se le pasará. Bueno, le conviene. Alguien como ella no podría entender lo que sentimos. De hecho, creo que nadie más podría entendernos. Es por eso que tenemos que defender nuestra relación de ella y de cualquiera que quiera interferir, ¿De acuerdo, pequeña?

—Sí, lo haré — sonrió dulcemente.

—Buena chica— la despeiné, y le di un beso en la frente.

—Te amo, Oscar.

—Y yo a ti, princesa. Buenas noches — apagué la luz de su cuarto y salí.

Ni yo mismo sé cómo vamos a defender esta relación. Solo le falta un año para cumplir la mayoría de edad. Tendré que soportar a mi madre hasta que ese día llegue, si es que no la cuelgo antes.

Me quedé despierto buscando en su teléfono. Encontré varias cosas extrañas, entre ellas mensajes con varios hombres hablando en clave. Su galería y sus redes sociales estaban bloqueadas. No pensé que mi madre sería tan inteligente, me sorprende. Algo muy importante esconde como para bloquearlo todo. Me encargaré de averiguarlo.

Dejé el teléfono apagado y lo escondí entre mi ropa, por si acaso busca la forma de buscarlo no lo encuentre. Tengo que cuidarme de ella, no sé de lo que sea capaz ahora que saqué las garras. La más que me preocupa es Rachel, aún sigue confiando en ella.

Tendré que trabajar más para ganar más y poder sacarla de aquí. Me encantaría llevarla a otra parte donde nadie nos conozca y sepan que somos hermanos. El problema de todo no es solamente el dinero, mas bien son sus estudios. No quisiera que se vea afectada por esto, pero creo que ya es tarde.

A la mañana siguiente me desperté más temprano que de costumbre por el sonido de la puerta de mi habitación. Alguien entró y rebuscó en todas mis cosas, esta más que claro quien pudo haber sido. Dejó un completo desastre de mi ropa y mis pertenencias. Estaba muy desesperada buscando por lo que veo.

Me levanté de la cama y me dirigí a su cuarto, pero no estaba. Bajé a sala y ahí fue donde la encontré, rebuscando hasta debajo de los muebles.

—¿Buscabas algo? —su rostro estaba pálido y sus manos estaban temblando.

—¿Dónde lo metiste?— me preguntó.

—¿Qué cosa?

—No te hagas el imbécil.

—Realmente no sé de qué hablas.

—De mi teléfono, idiota.

—Oh, lo olvidaba. Lo siento, pero verás, no recuerdo dónde lo puse.

—Acaba y dámelo—me agarró por la camisa y me jamaqueó.

—Deberías bajar un poco tu actitud conmigo. ¿Por qué tanto desespero en que te lo de? Hay algo que no deba ver? — tragó saliva, y me soltó.

—Haz lo que te de la gana, niño imprudente— se fue de la casa sin decir más. Se veía como fuera de si. No sé qué ocurre con ella, pero está irreconocible.

—¿Qué fue ese ruido? — Rachel bajó las escaleras con los ojos aún cerrados.

—Era mamá. Se tuvo que ir a trabajar— al menos no escuchó la conversación que tuvimos.

—Ah, me iré a bañar.

—Bien, prepararé tu desayuno mientras tanto— volvió a subir y me fui a la cocina.

Tengo que buscar a alguien que pueda ayudarme con ese teléfono. Nada me va a quitar de la cabeza que algo esconde en el.

Al rato, Rachel bajó en puntillas de su cuarto para tratar de asustarme, pero es más que claro que iba a darme cuenta, solo fingí no haberlo hecho.

—Me matarás de un infarto si vuelves hacer eso, pequeña— me hizo una mueca y su ternura me hizo verla más irresistible.

—Me la debías — llevó sus manos a mi pantalón y comenzó a tocar mi erección. Ya se hacia fácilmente visible. Solamente con verla me pongo así.

—No hagas eso, princesa — quité sus manos de mi erección.

—Ahora no tenemos que ocultarnos en la casa, ¿no?

—Claro que sí, ahora más que nunca.

—Pero mamá ya lo sabe.

—Es por eso que hay que tener más cuidado.

—Lo siento, yo solo… — bajó la cabeza.

—No pongas esa cara, mi princesa. Mi día libre te compensare cada segundo perdido, ¿Entendido? — llevé mi mano a su mentón y sus mejillas se enrojecieron un poco.

—Sí — asintió con su cabeza y besó mi mano. ¿Por qué tiene que ser tan hermosa?

Desayunamos juntos y la llevé a la escuela para irme después directo al trabajo.

—¿Conoces de alguien que sepa desbloquear un teléfono? —le pregunté a varios de mis compañeros en el trabajo.

—Hay una tienda cerca de aquí que se encarga de reparar celulares y todo lo que tenga que ver con ellos. Podrías verificar si pueden ayudarte.

—Gracias. Pásame la dirección por texto para ir a la hora de almuerzo.

—Bien.

A la hora de almuerzo me fui directo a la tienda.

—Buenas tardes, ¿En esta tienda desbloquean teléfonos?

—Sí, no importa que tipo de bloqueo sea.

—¿Y cuánto tardaría?

—Depende del problema. Tenemos otros teléfonos pendientes. El técnico da aproximadamente dos días para asegurarse de tenerlo listo.

—Esta bien, no importa cuanto tiempo sea, pero necesito que desbloqueen este teléfono.

No sabía que iba a costar tanto desbloquear un maldito teléfono. Dejé todo pago en la tienda, ahora solo falta esperar.

Rachel

—Necesito que convenzas a tu hermano para que me dé mi teléfono, hijita. Tengo muchas cosas del trabajo que son muy importantes. Sé que si hablas con él, me dará el teléfono sin problemas.

—Yo hablaré con él, mamá. No te prometo nada.

—Trátalo, por favor.

Oscar

Llegué a la casa en la madrugada, estaba lloviendo mucho y haciendo relámpagos. Me bañé rápido para ir a donde Rachel.

—Tengo miedo —Rachel estaba totalmente cubierta con la sábana.

Cerré la puerta con seguro y me acomodé a su lado.

—Solo por esta noche me quedaré aquí, princesa. Puedes dormir tranquila— acomodó su cabeza en mi pecho y sentía el corazón muy agitado. Aún no puedo controlar esa emoción al tenerla así de cerca.

—¿Le entregaste el teléfono a mamá? — preguntó de la nada. Me estuvo rara la pregunta, o más bien el interés.

—No, ¿Por qué tendría que dárselo?

—Porque es de ella y debe tener cosas importantes ahí.

—¿Estabas hablando con ella, Rachel?

—Ella solo me dijo que lo necesitaba por el trabajo.

—¿Y vas a creerle? No se lo daré.

—Por favor, házlo.

—No importa lo que digas, Rachel. No te pongas de su parte y hagas todo lo que te dice, tampoco uses tus dulces encantos para hacerme cambiar de opinión.

—Pero es su teléfono, no tienes porque tenerlo tu.

—Si estas insistiendo es porque te esta presionando, ¿Cierto?

—Yo... — se puso sumamente nerviosa. Es fácil saber cuando miente.

—¿Eso es?— insistí.

—No, es solo que…

Escuché un pequeño sonido y fijé mi mirada a la puerta. Vi una sombra debajo de ella y me levanté en puntillas. Le hice seña a Rachel para que se quedara callada. Al abrir la puerta de un halón, me encontré a mi madre parada ahí.

—¿Qué hacías escuchando nuestras conversaciones? ¿Se te perdió algo?— se quedo fría temblando. No dijo una sola palabra—. No le estés llenando la cabeza de cosas a Rachel. Te dije que te mantuvieras lejos de ella, no me hagas repetirlo una vez más. Si quieres tu teléfono, ¿Por qué no me lo pides directamente a mi que soy quien lo tengo? Oh, cierto, es porque sabes que no puedes manipularme de la misma forma que tratas de manipular a Rachel — dio la espalda y se fue. Se veía bien molesta, pero no quiso decirme nada.

No sé hasta cuándo pueda aguantar esto. Ya estoy perdiendo el control de mi. Jamás imaginé que estaría tratando así a mi propia madre, pero es que su cambio, ha hecho que le pierda el respeto.

Llegó el día de buscar el teléfono. Mi madre no estuvo en la casa en todo el día de ayer. Ya me habían llamado en la mañana para recoger el teléfono, pero tenía que esperar a que fuera mi hora de almuerzo para hacerlo. Luego de ir a recogerlo tuve que regresar al trabajo. Según tenga el primer receso después del almuerzo lo rebuscare.

Rachel

Llegué a la casa luego de que mis compañeras me trajeran. Subí a mi habitación como de costumbre y, al cerrar la puerta, me encontré con mi madre en mi cuarto.

—Mamá, me has dado un susto. ¿Qué haces aquí?

—Arreglar cuentas contigo. No pudiste hacer algo tan simple que te pidió tu madre.

—Es que Oscar no quiso dártelo, no podía prometerte que me haría caso.

—No me importa. ¡Eres una inútil! — me dio una inesperada bofetada tan fuerte, que me hizo caer sentada en la cama.

—Lo siento, mamá. Trataré de hablar con él hoy, ¿Esta bien? — sujeté mi mejilla, y sentí las lágrimas en el borde de mis ojos.

Un hombre mayor entró a la habitación, jamás lo había visto, pero se detuvo al lado de mi mamá.

—Mamá, ¿Quién es él? — me puse nerviosa al ver ese desconocido, y más por la mirada repugnante que me estaba dedicando.

—Un amigo que te va acompañar un poco, a ver si se te quita lo inútil.

Mi primera reacción fue tratar de buscar en mi mochila el teléfono, pero no tuve oportunidad de alcanzarlo. El hombre se abalanzó sobre mi y sujetó mis brazos apenas con una mano. Su fuerza era mucho más que la mía. Mi mamá estaba mirándonos, pero no hacía nada para sacar a ese hombre de encima de mi. Las manos de ese señor desgarraron la camiseta de mi uniforme, y al caer en cuenta de sus perversas y malas intenciones, ya era muy tarde, no tenía forma de escapar, a pesar de forcejear con él y tirarle patadas.

—¡Ayúdame, mamá! — le rogué a mi mamá con la esperanza de que me ayudara, pero ella solo sonrió y no se inmutó a defenderme. Fue cuando comprendí todo lo que había estado diciéndome Oscar, pero no le creí pensando que estaba equivocado. Todo cobró sentido en ese momento, pero fue tarde, cuando ya no podía ni siquiera huir.

—Eres una inútil y eso les pasa a las niñas estúpidas y buenas para nada— sus palabras fueron como un puñal aquí en mi pecho.

Las manos de ese ser repugnante recorrieron mi cuerpo, desgarrando cada parte de la frágil tela del uniforme y dejando mi cuerpo completamente expuesto. Por más que rogué, supliqué, y lloré, ni él se detuvo, ni ella me ayudó, ni Oscar apareció. Oscar fue el único que por mi mente se cruzaba y era también el causante de que mis lágrimas no se detuvieran.

Oscar, donde quiera que estés, por favor, ayúdame.

Oscar

Esperé a que fuera mi siguiente receso y se hizo más largo que nunca. Me fui al auto y tuve la oportunidad de verificar el teléfono con calma.

—¿Qué demonios es esto?

Todo lo que había en su galería eran niñas desnudas. Busqué en los videos y quedé petrificado al ver el contenido violento que ahí había. Vídeos donde mostraban escenas sexuales no consentidas. Estaban en la carpeta de cámara, tuvo que haber sido de este teléfono que se grabó todo eso. El primer pensamiento que tuve fue Rachel.

Encendí el auto más rápido que ligero para llegar a la casa. Ella debe haber llegado ya y debo advertirle que salga de ahí, al menos en lo que llego.

En este momento fue cuando entendí la razón por la cual mi madre estaba tan ansiosa, agresiva y actuando de esa forma.

Le marqué a su teléfono en varias ocasiones, pero no respondió. ¿Por qué no responde?

Jamás me había sentido tan desesperado en mi vida. Estaba ansioso por llegar a la casa, y crucé todas las luces rojas con tal de llegar pronto. Seguía marcando a su teléfono esperando que respondiera, pero no había respuesta alguna y eso me tenía peor. No hemos peleado recientemente, normalmente siempre contesta.

¿Cómo pude dejar a Rachel solo con mi madre? Sabía que no era normal su comportamiento, pero esto es totalmente enfermo.

Llegué a la casa y dejé el carro mal estacionado para entrar. La casa estaba hecha un desastre, no había ningún aparato electrónico, todo estaba boca abajo y tirado. La llamé varias veces y subí a su habitación.

Al entrar, vi a Rachel tirada en la cama. Corrí hacia ella y estaba su cuerpo desnudo, la ropa estaba toda desgarrada en el suelo, su cuerpo se veía lleno de moretones, y sangre bajaba de su nariz como si la hubieran golpeado. Había mucha sangre en la sábana y ella estaba inconsciente. Mi cabeza se nubló por completo. Sentí mi pecho oprimido y un nudo se formó en mi garganta. Mis manos estaban temblando al verla en este estado.

—Rachel, Rachel, responde —tocaba sus mejillas tratando de hacerla reaccionar, pero no se movía. Su cuerpo estaba algo frío, quería suponer que era porque no estaba cubierta con la sábana—. Rachel, abre tus ojos — la cubrí con la sábana y la sujeté en mis manos. Se sentía mucho más liviana que de costumbre—. Rachel, despierta — mi cuerpo estaba temblando al ver que no respondía. Tengo que llevarla al hospital ya—. Rachel, no me dejes. Espera un poco más, ¿Si? Ya llegaremos al hospital y te pondrás bien.

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