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Cap 14

Pasaron cinco años desde la liberación de Dreik y durante ese tiempo, el Archidragón oscuro compartió su inmenso conocimiento con Ignus. Las paredes de la cueva, testigos de la transición de Ignus de un joven dragón a un ser cósmico, vibraban con las energías oscuras y celestiales que emanaban de su entrenamiento.

Dreik, reconociendo la dualidad dentro de Ignus, le reveló sus planes ambiciosos. Explicó su deseo de declarar la guerra al mundo y sumirlo en la destrucción. Sorprendentemente, Dreik invitó a Ignus a unirse a él en esta empresa, buscando una alianza que resonaría con la dualidad que compartían.

Ignus, influenciado por la sabiduría ancestral y oscuro atractivo de Dreik, aceptó la propuesta. La cueva, aunque en silencio, registró la decisión de Ignus, marcando el inicio de una alianza que cambiaría el curso de la historia de los dragones oscuros.

Juntos, Ignus y Dreik, marcharon hacia el horizonte, fusionando su oscuridad y luz en un camino que los llevaría a la guerra. La cueva, como un monumento a la dualidad de los dragones oscuros, permanecía en su lugar, observando con una mezcla de expectación y temor mientras el destino de estos seres cósmicos se desenvolvía en un nuevo capítulo lleno de conflictos y transformaciones.Pasaron cinco años desde la liberación de Dreik y durante ese tiempo, el Archidragón oscuro compartió su inmenso conocimiento con Ignus. Las paredes de la cueva, testigos de la transición de Ignus de un joven dragón a un ser cósmico, vibraban con las energías oscuras y celestiales que emanaban de su entrenamiento.

Dreik, reconociendo la dualidad dentro de Ignus, le reveló sus planes ambiciosos. Explicó su deseo de declarar la guerra al mundo y sumirlo en la destrucción. Sorprendentemente, Dreik invitó a Ignus a unirse a él en esta empresa, buscando una alianza que resonaría con la dualidad que compartían.

Ignus, influenciado por la sabiduría ancestral y oscuro atractivo de Dreik, aceptó la propuesta. La cueva, aunque en silencio, registró la decisión de Ignus, marcando el inicio de una alianza que cambiaría el curso de la historia de los dragones oscuros.

Juntos, Ignus y Dreik, marcharon hacia el horizonte, fusionando su oscuridad y luz en un camino que los llevaría a la guerra. Ignus y Dreik, unidos por un vínculo oscuro y celestial, comenzaron su marcha hacia la guerra. A medida que avanzaban, el impacto de su presencia resonaba a través de los reinos, generando temor y anticipación. La cueva, en su solemne quietud, sentía la partida de Ignus como un eco lejano.

La alianza entre Ignus y Dreik atrajo la atención de otros dragones oscuros, quienes se unieron a su causa. Juntos, formaron un ejército formidable que surcaba los cielos con sombras amenazantes y resplandores celestiales. La noticia de esta unión se extendió como un rumor en el viento, llegando a oídos de dragones, humanos y criaturas místicas por igual.

En medio de la alianza oscura, Ignus se convirtió en el rostro visible de este nuevo orden. La cueva, aunque distante, vibraba con la energía de la transformación que experimentaba su progenie. Mientras tanto, Dreik compartía su antigua sabiduría con Ignus, desvelando secretos cósmicos que trascendían el entendimiento convencional.

El ejército de dragones oscuros avanzó con ferocidad, encontrándose con resistencia de aquellos que se oponían a su causa. Guerras cósmicas estallaron en los cielos y tierras, con Ignus liderando la carga mientras Dreik, desde las sombras, tejía planes mayores que desafiaban la comprensión misma de la realidad.

En su avance, Ignus experimentó transformaciones profundas, fusionando aún más su esencia con la dualidad que lo definía. La cueva, con sus paredes imperturbables, sentía las reverberaciones de cada batalla y cambio en la naturaleza de Ignus.La oposición a Dreik y su alianza con Ignus se intensificó cuando los demás Archidragones, temerosos de la destrucción que planeaban, decidieron enfrentarse a ellos. Las llamas de la discordia se avivaron en los cielos, y los dragones oscuros se encontraron en medio de una guerra cósmica contra sus propios hermanos.

Ignus, imbuido con la dualidad de Dreik, lideraba la carga contra los Archidragones rebeldes. Su poder, fortalecido por la combinación de la oscuridad y la luz, se manifestaba en llamas ardientes y resplandores celestiales. La cueva, aunque distante, vibraba con la intensidad de la confrontación que se libraba en los reinos.

Los dioses dragones, observadores desde sus reinos celestiales, atisbaban el conflicto con preocupación. La dualidad de Ignus, ahora tan marcada como nunca antes, se convertía en un catalizador para una batalla cósmica que amenazaba con desestabilizar el delicado equilibrio entre la oscuridad y la luz.

Ignus, ante la resistencia de sus congéneres, desplegó tácticas astutas y estrategias audaces. Cada batalla se convertía en un lienzo cósmico donde las fuerzas opuestas colisionaban, dejando cicatrices en los cielos y en la esencia misma de los dragones.

Mientras la guerra se desataba, Ignus buscaba obtener más poder para enfrentar a los Archidragones rebeldes. Buscó artefactos ancestrales y conocimientos perdidos, sumergiéndose en las profundidades de antiguas dimensiones en busca de secretos que pudieran inclinar la balanza a su favor.

En respuesta a la creciente amenaza de los dragones oscuros, las razas unieron sus fuerzas en una alianza sin precedentes. Humanos, elfos, enanos y criaturas místicas se congregaron para formar una liga contra la oscuridad que amenazaba con devorar los reinos. Los lamentos de la guerra reverberaban a través de las tierras, y la cueva, en su lejanía, sentía las vibraciones de la colisión inminente.

Los líderes de las razas libres se reunieron para forjar estrategias conjuntas. Un consejo ecléctico de sabios, guerreros y hechiceros se dispuso a coordinar la resistencia. Elfos con arcos brillantes, enanos con hachas forjadas en las profundidades de la tierra y humanos dotados de magia ancestral se unieron en un frente común.

Ignus, consciente de la creciente alianza en su contra, intensificó sus esfuerzos para obtener más poder. Mientras exploraba dimensiones olvidadas, descubría artefactos antiguos y despertaba fuerzas que solo los más valientes se atrevían a enfrentar.

La liga de las razas libres, conocida como la Alianza de la Aurora, se convirtió en el baluarte contra la oscuridad que se cernía sobre los reinos. Sus ejércitos entrenaban incansablemente, preparándose para enfrentarse a los dragones oscuros que amenazaban con sumir el mundo en sombras.

Los cielos, antes dominados por la majestuosidad de los dragones, se llenaron con el ajetreo de las aeronaves de la Alianza. Humanos ingenieros, elfos arqueros voladores y enanos hábiles en el arte de la forja aérea desafiaban la supremacía de los dragones en su propio reino celeste.

La batalla alcanzó su punto álgido cuando las fuerzas de la Alianza de la Aurora, respaldadas por la intervención de los dioses primordiales, se enfrentaron a los dragones oscuros en una confrontación cósmica. El choque de energías resonaba en los cielos, mientras la cueva, testigo silente, registraba cada estallido de luz y oscuridad.

En el epicentro del conflicto, Ignus, imbuido con el poder dual de Dreik, luchaba con valentía. Sin embargo, la magnitud de la guerra cósmica no se detenía y, en un giro inesperado, los dioses y las razas libres se unieron para enfrentar a Dreik. Las fuerzas divinas, en un acto de desesperación y sacrificio, urdieron un hechizo ancestral para sellar al Archidragón oscuro.

La energía de la magia antigua envolvió a Dreik, encadenándolo en una prisión eterna. Las cadenas de luz y oscuridad lo envolvieron, limitando su poder y confinándolo en un estado de sueño eterno. La cueva, aunque distante, sintió el eco de este acto monumental mientras el destino de Dreik quedaba sellado por la colaboración de dioses y razas libres.

Sin embargo, la victoria de la luz no llegó sin consecuencias. Ignus, herido en la feroz batalla, ascendió a un nuevo nivel de existencia: el estatus de Archidragón. Sus escamas resplandecían con un fulgor que combinaba tanto la oscuridad como la luz, marcando su transformación final.

Aprovechando su nueva forma, Ignus, en un arrebato de energía, se liberó de los lazos que lo ataban a la guerra. Con alas poderosas, se elevó en los cielos, escapando de la vorágine de la batalla. La cueva, en su inmovilidad, sentía la huída de Ignus como el final de un capítulo en el antiguo conflicto de dragones y reinos.

Mientras las razas libres celebraban su victoria y Dreik permanecía sellado en su prisión cósmica, Ignus, ahora un Archidragón, volaba hacia horizontes desconocidos, portando consigo la dualidad de su herencia. La cueva, en su solitario esplendor, guardaba los secretos de un pasado en el que la oscuridad y la luz danzaban en un equilibrio frágil y eterno.La batalla alcanzó su punto álgido cuando las fuerzas de la Alianza de la Aurora, respaldadas por la intervención de los dioses primordiales, se enfrentaron a los dragones oscuros en una confrontación cósmica. El choque de energías resonaba en los cielos, mientras la cueva, testigo silente, registraba cada estallido de luz y oscuridad.

En el epicentro del conflicto, Ignus, imbuido con el poder dual de Dreik, luchaba con valentía. Sin embargo, la magnitud de la guerra cósmica no se detenía y, en un giro inesperado, los dioses y las razas libres se unieron para enfrentar a Dreik. Las fuerzas divinas, en un acto de desesperación y sacrificio, urdieron un hechizo ancestral para sellar al Archidragón oscuro.

La energía de la magia antigua envolvió a Dreik, encadenándolo en una prisión eterna. Las cadenas de luz y oscuridad lo envolvieron, limitando su poder y confinándolo en un estado de sueño eterno. La cueva, aunque distante, sintió el eco de este acto monumental mientras el destino de Dreik quedaba sellado por la colaboración de dioses y razas libres.

Sin embargo, la victoria de la luz no llegó sin consecuencias. Ignus, herido en la feroz batalla, ascendió a un nuevo nivel de existencia: el estatus de Archidragón. Sus escamas resplandecían con un fulgor que combinaba tanto la oscuridad como la luz, marcando su transformación final.

Aprovechando su nueva forma, Ignus, en un arrebato de energía, se liberó de los lazos que lo ataban a la guerra. Con alas poderosas, se elevó en los cielos, escapando de la vorágine de la batalla. La cueva, en su inmovilidad, sentía la huída de Ignus como el final de un capítulo en el antiguo conflicto de dragones y reinos.

Mientras las razas libres celebraban su victoria y Dreik permanecía sellado en su prisión cósmica, Ignus, ahora un Archidragón, volaba hacia horizontes desconocidos, portando consigo la dualidad de su herencia.