12 Fruto Prohibido

Las copas chocaron, las risas se hicieron más fuertes y las mejillas se enrojecieron cada vez más. Mientras nosotras brindamos, los demás se unieron a con alegría. Muchas más copas se alzaron y yo sabía que cada vez alguien seguía sirviéndome más. Nunca la sentía vacía.

Veía la cara de Vanesa, veía la cara de sus dos secuaces. Guiñaban y ocultaban una mirada de complicidad. No tenían idea de que yo las veía, no tenían idea de que Ana también ocultaba una mirada y una sonrisa. Pronto el mejor momento de la noche iba a comenzar, y un pequeño show de inicio de año prometería el éxito de la fiesta.

¿Qué mejor espectáculo?

"Edén, ¿te sientes bien?" Vanesa me preguntó con cara de preocupación.

Me senté y miré hacia abajo cubriéndome la boca. "Creo que tengo que ir a descansar un poco."

"Seguro, hay una habitación preparada en el segundo piso, vamos, yo te acompaño."

Los demás nos veían, algunos cumplidos para mi querida Vanesa nos siguieron, qué gentil prima, qué modales y qué buena fortuna tenerla a ella a mi lado. Otros más nos veían con curiosidad, la frágil princesa hija del Duque de Reid tenía varias copas encima.

Ya veía los ojos llenos de deseo de los hombres, ya veía sus ganas de seguirnos. Hijos de nobles con ganas de escalar los peldaños de la alta sociedad. Qué mejor oportunidad que la hija borracha de un Duque.

"¿Dónde está la habitación, Vanesa? Yo puedo seguir sola, no te preocupes."

"Yo te llevo, no te ves bien y no puedo permitirme dejarte sola o mis tíos nunca me lo perdonarían."

"Gracias," me seguía tomando del brazo, y me llevó al elevador.

Era evidente que pensaba que yo ya estaba en sus redes, que mi visión ya estaba nublada y distraída, y que no tendría más opción que seguir su juego. Ni siquiera disimuló el gesto que le hizo a las dos jóvenes detrás de nosotros.

Las muchachas ya corrían para llamar a alguien. Seguro traerían a los idiotas que había contratado para llevarme a la cama. Qué patético.

Entonces, subimos dos pisos, caminamos hacia adelante, una habitación, no, tres habitaciones más. Yo ya no coordinaba bien, y ella solo me arrastraba sin ninguna delicadeza.

"Ahora sí, tendrás tu merecido, niña consentida," me susurró con todo desprecio, "¿Crees que eres mejor que yo? ¿Crees que puedes casarte con alguien como el Duque y ser más feliz que yo? Eso no te lo mereces, ahora veamos cómo te defiendes…"

De repente, un golpe en la parte de atrás de su cabeza la hizo caer al suelo.

"Por fin llegas," le contesté a Ana, ella me veía con un toque de interés y admiración.

"Entonces, ¿qué hacemos ahora, Edén?"

"La actriz principal ha cambiado," sonreí y los dos hombres que venían con Ana metieron a Vanesa a la habitación. "No debemos arruinar el show."

"¿Nos vamos?"

"Claro," la seguí y me llevó a una sala privada detrás del salón principal. Solo quedaba esperar.

***

[Punto de Vista de Albert]

"¡Jajajajaja!"

"Detente o sufrirás las consecuencias," el hombre frente a mí es un idiota.

"Pero no puedo, jajaja, nunca pensé que viviría para verte en ese estado."

El idiota seguía riendo a tal punto de caerse al suelo. Debería lanzarlo por la ventana, solo es un piso así que sobrevivirá.

"Javier, creo que no tienes nada que hacer, tal vez le diga a tu padre, que quieres empezar con el entrenamiento."

Se detuvo en seco y se paró como el militar que era. Su cara regresó a la inexpresiva de siempre, aunque podía ver en su cara, la risa queriendo salir.

"Eres un traidor," me dijo conteniendo su voz. "Pero, deberías presentarme pronto con tu pequeña prometida, quiero conocerla. Tengo tanta curiosidad de..."

"Ni lo sueñes."

"¿Qué? Pero…"

"No."

"Espera…" se acercó a mí con una sonrisa idiota de nuevo. "Te gusta, no solo es una de tus citas de medianoche, ¿verdad?"

Este hombre afirmaba algo que ni siquiera yo sabía con seguridad. Edén, mi Edén, sabía que me tenía obsesionado. Desde el primer día que sentí sus labios y probé su piel, fue como una droga que me dejaba cegado, solo ella aparecía como mi luz y mi instinto.

Sin embargo, no podía saber si esa obsesión solo era deseo, placer carnal y nada más. Solo lo podría descifrar poco a poco, saltando a su habitación, y hundiéndome en su cuerpo hasta saciar mi sed.

Cuando por fin haya sentido que es el final, podré regresar a mi anterior yo. No importa si tengo que desposarla para satisfacer mi hambre y después divorciarme. Sé que ella piensa lo mismo, sé que ella no me ama, y solo tiene curiosidad. Lo veo en sus ojos cada vez que me mira, sus gestos me deleitan, pero, cuando es el fin, y tengo que salir de su cama, no me detiene, no me pide más.

Tal vez, eso es lo que me atrae más de ella, aparte de sus ojos juguetones, sus frases que me causan risa, y me entretienen, sus acciones tan repentinas, y sus pequeños gestos que me llevan a la locura.

Es interesante. Sé que ella solo es una novedad, solo eso, y cuándo termine de descubrir cada centímetro de ella, podré dejarla ir.

No sé cuando terminará este deseo, pero lo disfrutaré hasta el final, hasta que ella se canse o hasta que yo ya no lo sienta más.

"¿Albert?"

"No," le contesté con toda sinceridad, "ella solo es interesante... por el momento."

"Ja, ¿tan interesante que dejas que su hermano y su padre te ayuden a 'entrenar' como saco de box?"

Esos dos, el viejo y el joven, me llevaron a entrenar, o más bien, me atraparon en una lucha con los demás caballeros y soldados de su Estado. No podía decirles que no, después de todo, había disfrutado sin pagar, la dulce piel del edén. No tengo remordimientos.

"Su Excelencia," James entró a mi estudio, "una invitación a la fiesta de bienvenida de la universidad llegó de parte de la familia Reid."

"¿Edén?"

"La señorita Vanesa envió la invitación."

"Recházala."

"Si me permite, Su Excelencia, la señorita Edén también va a asistir al evento."

Interesante, no hay tiempo que desperdiciar. Mi hermosa Edén está esperándome y esta vez no tendré que esquivar a los guardias, ni deshabilitar ninguna cámara, ni escalar un balcón para disfrutar del delicioso fruto prohibido. Esta vez, será mi turno de sentir cómo es secuestrar a Helena de Troya.

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