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Destino

–Tu bastón es una arma progresiva. Algunos las llaman evolutivas. Todos sueñan con una arma así, pero nadie sabe como crearlas. Nunca es igual. Una rama. Una espada defectuosa. Una lanza creada precariamente. Por alguna razón, esas armas se sincronizan con su dueño, para siempre.

Nunca había oído hablar de algo así. Ni sé muy bien que significa. Me quedo esperando a que continúe.

–El arma crece con su amo. Quizás haya un límite, o quizás no. Lo que es importante es que ahora tienes una arma para toda la vida, llegues al nivel que llegues, que solo puedes usar tú– explica.

–Si solo la puedo usar yo, ¿qué problema hay con que otros la vean?– pregunto confundido.

–Es lógico que pienses así, pero solo porque eres joven e inexperto. A lo primero que tienes que temer es a la envidia. Otros podrían no aceptar que tuvieras un arma así. Que hayas sido un esclavo puede hacerlo peor. Quizás podían intentar destruirla. Quizás incluso peor.

Tiene sentido. Muchos han muerto por envidia, aunque menos que por codicia. Ni lo había pensado.

–El otro motivo es aún más peligroso. Por ello, no sabrá esto nadie aparte de mí y el patriarca. Encontrar un arma de este tipo no puede ser simple suerte, implica destino. Eso significa que hay un destino asociado a ti. Poderosos que vieran esa arma se darían cuenta, y no se puede saber que harían. Podrías estar en peligro ante quienes quieran hacer uso de tu destino.

Tengo que decir que ha conseguido asustarme. Bueno, el que tenga un destino no es tan sorprendente. Tengo la Residencia. Lo que asusta es todo eso de quienes quisieran hacerse con mi destino. ¿Qué harían si supieran lo de la Residencia? Siento escalofríos solo de pensarlo.

La pregunta que me hago es, ¿puedo fiarme de ella? Supongo que no tengo más remedio. Aunque quisiera, no hay nada que pueda hacer al respecto. Además, no tendría por qué habérmelo explicado si tuviera malas intenciones.

–Le agradezco sus consejos. Tendré cuidado– le aseguró, haciendo una reverencia.

Ella sonríe. Me había estado mirando fijamente. Sigo sintiendo que puede ver a través de mí. Me hace sentir incómodo.

–No eres tonto. Ni idióticamente orgulloso como algunos discípulos. Puedes escuchar y pensar. Quizás es una bendición que empezaras siendo un esclavo. Puedes irte– me alaba inesperadamente.

Vuelvo a hacerle una reverencia. De respeto y agradecimiento. Ahora, mi bastón resulta precioso. Debo acostumbrarme al nuevo y seguir usando el viejo. Más cosas para hacer.

—————

Shi explica que le han ofrecido una especie de grabación erótica. No era barata. Al parecer, de unas estudiantes bañándose. Tomada a escondidas. Las gemelas se han sentido especialmente indignadas.

Luego me han escuchado sorprendidas mi conversación con la anciana. A ellas puedo explicárselo sin problemas.

–Así que nuestro niño es realmente especial– dice Song, mirando y acariciando el bastón.

–Siempre supe que no era como los demás– le sigue Liang la broma, también acariciando el bastón.

–Es normal, es parte de nosotras. ¡Lo dimos todo para dar a luz!– añade Shi.

–¡Es increíble! ¡Lo hicimos nosotras! Al menos un poco– exclama Yu, que no les sigue la corriente.

–Tendríamos que ponerle un nombre. No podemos dejar a nuestro niño sin él. ¿Qué tal pequeño Kong? ¿O Kong erecto?– propone Yi.

Suspiro. Aunque no puedo dejar de sonreír. Bromean, pero también hay algo de verdad. Ellas lo arreglaron. Lo prepararon. No sé qué parte es gracias a ellas, ni qué parte gracias a la propia rama. La anciana dijo que nunca se había podido averiguar el proceso. Por cierto, no sé su nombre. Tampoco ninguna de las chicas. Al parecer, siempre ha sido un misterio la guardiana del pabellón de armas.

–Gracias– les digo, abrazándolas.

Incluso a Ma Lang, aunque no colaborara en hacerlo. Parecía algo decepcionada, así que la pellizco ligeramente. Me mira sorprendida. Está a punto de quejarse. AL final no lo hace. Me sonríe. Es una sonrisa preciosa.

En cuanto a Wan. Bueno. Está con las plantas que nos han regalado. Emocionada, ha dicho que siempre le compremos a Gan Ren. Ya veremos.

También les explico que Tai Feng ha salido de casa. Me lo he encontrado antes de volver. Estaba hablando con Pen cuando ha aparecido con Yawen. Pen se la ha llevado a dar una vuelta. Ahora las dos están en una situación similar. Siguen siendo esclavas, pero sin serlo del todo.

Parece que ya dominan la técnica de cultivo. Han "estudiado" a marchas forzadas. Así que ahora ella necesita algo de tiempo para asentar la cultivación que recibe. Por ello, ya no pueden estar todo el día encerrados. Supongo que seguirán por la noche.

A Yawen se la veía feliz. Sonreía bastante. Pero poco más sé de ella. Pen se la ha llevado enseguida.

Tai Feng me ha vuelto a agradecer veinte veces o más. Me ha asegurado otras tantas que me devolvería los puntos. Que no aceptaría un no. El resto del tiempo, no ha dejado de hablar de Yawen. Yawen esto. Yawen lo otro. Yawen es preciosa. Yawen es inteligente. Yawen es…

Por suerte, tenía cosas que hacer. Llevaba unos días casi sin salir. Tiene que entrenar. Ahora está más motivado que nunca. Para proteger a Yawen. Para hacerse más fuerte juntos. Sin duda, está enamorado de ella. Espero que les vaya bien.

Me las quedo mirando. ¿Qué siento yo por ellas? Solo el imaginarme perderlas hace que se me encoja el corazón. De repente, me encuentro que todas me están mirando fijamente.

–¿Qué… Qué pasa?– pregunto sorprendido.

–Nos estabas mirando, pero también distraído. Eres tú el que tendría que decir qué pasa– responde Song, con las manos en forma de jarra en la cintura.

–Yo… Solo pensaba que no podría vivir sin vosotras y… Bueno…

Nos quedamos mirándonos un rato más. Resulta algo incómodo. Ellas se han sonrojado. Quizás yo también. Me acaban besando. Una a una. Varias veces. Turnándose. Me dejan en el suelo, recuperando el aliento.

–Es culpa tuya– ríe Shi.

–No puedes decir eso de repente y no esperar consecuencias– me regaña Liang, sonriendo.

–Tonto– susurra Yu.

–Así aprenderá– añade su hermana, sin mirarme.

–Nunca aprende. Quizás es uno de sus puntos buenos– se burla Song.

Lang aparta la mirada. No se atreve a decir nada. Es la que está más roja. Las siguientes son las gemelas.

—————

Las devuelvo y miro a ver qué hace Wan. Para mi sorpresa, está en el suelo, totalmente quieta. La traigo. Compruebo que respira. No se mueve, excepto sus ojos. Que me miran.

–¿Wan? ¿Estás bien? Espera, llamaré a las chicas…

Lo voy a hacer, pero ella empieza a parpadear. Como en pánico.

–¿Quieres que las llame?– pregunto, extrañado.

Ella parpadea un par de veces. No sé qué quiere decir.

–A ver. Parpadea una vez si es sí. Dos si es no. ¿Entendido?

Parpadea una vez.

–¿Quieres que las llame?

Dos veces.

–¿Estás bien?

Una vez.

–¿Qué ha pasado?

No parpadea. Claro. No puede responder así. A ver. Junto a donde estaba ella, hay un recipiente. Espera. Dijo que haría la paralizante. No me digas que…

–¿Has probado la poción paralizante contigo?

Una vez.

–De verdad… No sé que voy a hacer contigo…– suspiro, mientras acaricio su cabello.

Ella me mira fijamente. Muy fijamente. ¿En serio?

–¿Qué quieres? ¿Que tenga sexo contigo?

Una vez.

–¿Ahora? ¿Así? ¿Contigo paralizada?

Una vez. Es una pervertida. Y yo también por hacerle caso.

Empiezo a explorar todo su cuerpo. A comprobar que, aunque está paralizada, es igual de sensible. Se estremece cuando añado qi. Puedo jugar con sus enormes pechos a voluntad. No puede quejarse. Puedo mover su cuerpo. Abrir sus piernas. Exponerla completamente. Su cara está roja. Su respiración se ha acelerado.

–¿Quieres que pare?

Dos parpadeos.

Saboreo su vagina. Juego con sus pechos. Los besos son fríos sin que pueda responder. La penetro. Acelero cuando me lo pide. Hemos acordado un guiño por la izquierda cuando quiere que acelere. Uno por la derecha si quiere que frene. No ha guiñado por la derecha.

Resulta extraño. Sus gemidos son más guturales. No puede mover la lengua. Su vagina sí se moja. Su cuerpo se puede estremecer. Convulsionar cuando se corre.

Puedo disfrutar de sus carnes vibrando. De sus enormes pechos botando, si no los agarro. Ni una queja. Claro que no puede. Parpadea varias veces cuando se lo digo. No puedo dejar de reírme

Tengo la sensación de que podría ser posible inhibir la droga. Pero no sé como hacerlo. ¿Quizás me falte cultivación? Como sea, tampoco está tan mal. La prefiero despierta, pero no está mal variar un poco. Abusar de ella con su consentimiento.

Me cuesta saber si debo entrar más o menos profundo. No puedo leer sus reacciones. Así que me limito a disfrutar de ella. A no ser que se queje. Su vagina no me aprieta tanto como otras veces. Aunque también puedo moverme con más libertad. Entrando hasta el fondo una y otra vez. Sintiéndola. Haciendo que me sienta.

Me quedó a su lado después de llenarla. Dejando que se recupere. Me pregunto cuando durará el paralizante.

–Pervertido– me acusa con voz baja al cabo de un rato.

–¿Ya puedes moverte?– le pregunto.

–Solo un poco. Me duele todo. Por tu culpa– me acusa.

–Ja, ja, ja. Tú decías que acelerara– contrataco.

Ella desvía la mirada. Aunque solo por un momento.

–¿Me… Me besas?– me pide.

¿Cómo negarme? Sin duda, son mucho mejores los besos cuando ella colabora. Cuando su lengua me ataca. Cuando se enrosca en la mía. Aún le cuesta un rato moverse perfectamente. Por suerte no hay efectos secundarios.

La regaño un poco. Me asegura que ha sido un accidente. Me encojo de hombros. Pero le hago prometer que irá con cuidado. Ella asiente sin mirarme. Diría que está sonriendo.

—————

–Supongo que me pasaré luego– dice Bei Liu.

–Vale. Si mañana no aparece Kong, planeamos como asaltarlo– amenaza Bi Lang.

–Más le vale aparecer. Si no, ¡aprenderá de que estamos hechas!

Está en la entrada de su cabaña. Despidiéndose de su amiga. Entra al cabo de un momento. Yo estoy dentro. Escondido. Esperándola. La asalto por la espalda.

–¿Y de qué estás hecha?– le pregunto provocativamente.

–¡Iiiiiiih! ¡Kong! ¡Te tengo dicho que no me asustes así!– se queja Bei Liu.

–¿Entonces te suelto?– le pregunto.

Le estoy acariciando una de sus tetas. La otra mano baja por su estómago.

–Aah. No seas malo. Llevabas mucho tiempo sin venir a vernos. No pares– me pide.

–Bien. Esta noche eres mía– le aseguro, mientras mi mano llega a su entrepierna

–¡¡Aaaah!! ¿Y… Lang?

La verdad es que son como hermanas. Se quieren mucho.

–Lang será mía mañana. Hoy es tu turno. A no ser que no quieras– amago con irme.

–¡Ni se te ocurra! ¡¡AAAAaaaahh!!

Mi mano se mete entre su falda. Aparta su tanga. Acaricia su abertura. Ella gira el cuello. Para buscar mis labios. Sus manos buscan mi culo por atrás.

Su blusa no tarda en caer al suelo. Su falda, enrollada sobre su estómago. Sus piernas abiertas. Rodeando mi cabeza. Mi lengua saborea su néctar. Dos dedos la penetran. Ella gime.

–¡¡Aaaaaaah!! ¡Kon! ¡Así! ¡Aaaah! ¡¡¡AAAAAaaaahh!!!

Cuando se corre, me levanto. La cojo de las piernas. La atraigo hacia mí. Ella me mira. Su lengua pasa sobre sus labios, lujuriosa. Sus pies se cruzan en mi espalda. Sus manos acarician mi tórax. Su vagina recibe mi miembro.

No solemos estar solos. Hoy disfrutamos el uno del otro. La follo dominándola. Me cabalga luego. Hablamos mientras se recupera. Habla bastante de su amiga. También de que ahora las miran diferente.

Se ve que algunos las trataban con desdén. Pero han subido bastante rápido desde la última vez. Eso las ha hecho ganar respeto. Sigue habiendo quienes las miran mal por su forma de vestir. O por disfrutar del sexo. Aunque ahora solo lo hagan conmigo. Pero la fuerza es lo que más se respeta. Y ellas han demostrado que pueden mejorar rápido. Que quizás podrían superar a muchos de ellos. Aunque sea con mi ayuda.

–¡No veas la cara que puso!– se ha reído.

Habla de una estudiante que le cae especialmente mal. Cuando vio que las dos había subido de etapa y la habían superado, se marchó enfadada.

Poco después, volvemos a follar por tercera vez. Esta vez más dulce. Las primeras dos han sido más apasionadas. Se sienta sobre mí y lo hacemos muy despacio. Muy íntimo.

Nuestros labios besándome sin parar. Nuestras manos disfrutando de la piel del otro.

–¡Aaaah! Si me viera Lang, se reiría. ¡¡Aaaaah!!

–Me ocuparé de ella mañana– amenazo –. ¿Te asegurarás de que esté disponible? Pero no le digas nada, será una sorpresa.

–Será fácil. ¡Aaaaah! Je, je. Eres un poco malo. ¡Aaaaaahh!

–¿Solo un poco? Tengo que mejorar entonces– vuelvo a amenazar.

Ella sonríe. Ataco su cuello. Por el lado en el que no está su cola morada. Lo beso y muerdo. También su oreja. Ella lame la mía. Provocativa. Juguetona. Luego nuestros labios vuelven a encontrarse.

La dejo moverse. Despacio. No como antes. Exploro con delicadeza su interior. Cojo sus nalgas con firmeza. Son duras y flexibles. Ella se arquea hacia atrás. Llega al clímax cuando la lleno.

Se queda abrazada a mí. Incluso cuando nos tumbamos. Su cabeza contra mi pecho. No tardo mucho en notar algo húmedo. ¿Está llorando?

–¿Liu? ¿Qué pasa?– le pregunto preocupado.

–Nada… Solo… 

–¿Solo?

–Yo… No quiero que acabe. No sé qué haré cuando te canses de mí, de nosotras. Como todos– solloza, sin mirarme.

Me la quedo mirando unos segundos. La abrazo con más fuerza.

–Ahora eres mía. No pienso dejarte ir. No me voy a cansar de ti. No te vas a librar de mí– le aseguro.

–Todos dicen lo mismo– protesta casi en un susurró.

–Yo no soy todos. Soy Kong. Y tú eres mía para siempre– afirmo con tanta seguridad como soy capaz.

Ella asiente. No sé si está convencida. Yo sí lo estoy. No debe haber sido fácil para ellas. Por mucho que a veces parezca que actúan despreocupadas.