1 Cazador y General

Esa noche volvió a soñar, hace años que no lo hacía, soñaba como sus manos se envolvían alrededor del cuello de aquella amable persona, la tibia sangre que le goteaba desde la cabeza, mancha la pulcra imagen de la benevolente persona, a cada segundo la fuerza con que apretaba aumentaba, podía escuchar los alaridos, y la respiración entrecortada, de alguien que hace tiempo había dejado de luchar.

Las lágrimas que caían de sus ojos impedían su visión y así lo deseaba, cerraba los ojos porque no quería presenciar aquella desagradable escena que protagonizaba. Tampoco, no se dio cuenta en que momento sus manos habían formado una profunda marca, sus piel se erizó al escuchar como empezaban a fracturarse los pequeños huesos, sus manos cubiertas de sudor y lágrimas empezaban a resbalarse y él lucha con todas sus fuerzas para impedirlo, sus ojos se abrieron por el ardor de sus lágrimas y lograron, con dificultad, visualizar una efímera sonrisa, en ese momento el Cazador se despertó, su almohada se encontraba empapada, aunque no sabía si era con su sudor o sus lágrimas, se quedó inmóvil mirando el blanquecino techo, esperando que la nada consumiera sus pensamientos, pero no sucedió, nunca sucedió y no pudo volver a dormir esa noche.

El cazador de un sobresalto se lanzó como gacela desde su cama hasta la ventana, miro por todos lados pero no percibió ninguna nube oscura, se encontraba confundido, estaba seguro de escuchar con claridad el estallido de una tormenta, entonces vio a lo lejos una densa nube de humo y lo comprendió, eran los caballos del Rey. Su humor se oscureció, se vistió lo más rápido que pudo con una camisa de tela y un pantalón oscuro que combinaba con las gruesas correas dónde cargaba sus armas, que se deslizaban con sutileza por su espalda. El General Pierola, dirigía aquel escuadrón, al llegar frente a la pequeña cabaña del Cazador, desmontó sus aguerridos, teniendo un ligero aire de superioridad, llamo a dos de sus muchos soldados para que lo acompañen juntos sin llamar a la puerta, ingresaron a la rústica casa del Cazador.

- Dígame General - Exclamó, el Cazador, intentando ocultar su sorpresa y furia al ver a aquellas figuras invadir su hogar, desvío su ira a la manzana que sostenía, la cual mordió impulsivamente al ver al General Laos, y sus dos guardias fuertemente armados, caminar con lentitud hasta la pequeña sala de su casa, en donde tomaron asiento en los únicos muebles decentes de su pequeña cabaña; un juego de silla hecha de una madera cuyo nombre desconocía - que trae a usted y sus pequeño grupo de hombres a mi hogar.

- No somos un pequeño grupo, somos cien hombres en total - Replicó con una sonrisa el General - Somos un batallón - El Cazador quedó atónito ante la noticia y realizo una fugaz mirada a las afueras de su casa y pudo apreciar un contingente de soldados, con armaduras de hierro relucientes, cuyas caras no reconocía; cada uno portaba una espada y un escudo reforzado con un encantamiento antimagia que reconoció por el grabado de sangre en forma de cuadro tachado con un aspa que se observaba en el centro de cada escudo, la frustración recorrió su cuerpo y tuvo que forzarse a calmarse, mientras toma asiento en una pequeña banca de madera que lo dejo por debajo del General y sus dos hombres.

- ¿Enserio?, juro haber escuchado al menos cincuenta caballos - Pronunció el Cazador fingiendo su voz, haciéndola sonar calmada y distante.

-Mi regimiento siempre es mixto, Cazador - Expresó el General, mientras se servía café de una jarra de porcelana barata, en una pequeña taza de madera tallada a mano.

- Tus hombres ¿también quieren que les sirva algo de desayunar? - Preguntó el Cazador conteniendo con cierta ironía.

-Gracias por tu oferta- Respondió el General con un aire de ironía- pero todos ya están bien desayunados - El Cazador, cambio su posición para estar frente al general y se sirvió una taza de café.

- Iré directo al grano - pronunció el General - estoy seguro de que recordarás cierto incidente que ocurrió hace tres años, donde terminaste rescatando a la sobrina de la reina de unos traficantes extranjeros de esclavos.

- ¡Claro que si! - Comentó el cazador con orgullo- Esa noche tuve la mejor comida que he probado, la nobleza si que saber llenarse el estómago y lo mejor de todo; el Rey se dio cuenta de su error y prohibió la trata de esclavos en el reino - Entonces el cazador apagó su sonrisa y miró con seriedad al General

- Aunque, algunos se molestaron al tener que cerrar sus negocios, como los suyos.

- No te preocupes por eso - Respondió el General, con una fuerte carga de desprecio en cada palabra - Ese no era más que un vulgar negocio familiar, en el cual nunca me metí, ni siquiera lo administraba mi secretaria, estaba a cargo de uno de mis familiares, un tío lejano, no me afectó en lo más mínimo.

- Es una alegría escuchar eso - Respondió el Cazador mientras bebía con rapidez y sostenía con fuerza la taza de café caliente que tenía entre sus manos.

- En fin - Exclamó para detenerse de inmediato para tomar un pequeño y fino sorbo - desde ese día el Rey tiene en gran estima las capacidades que haz demostrado tener durante las batallas; incluso te considera el mejor peleador de nuestro reino

- Eso... Es un gran honor, aunque no creo ser el mejor. - Cazador - Expresó con amabilidad el General

- El Rey, en un solo día, hizo que pasaras de ser uno de los criminales mas buscados a uno de los héroes de nuestra tierra y además cumplió tu sueño, ¿No es así?

- Elimino la esclavitud - Respondió el Cazador con un aura de agradecimiento- Hay veces donde no puedo creerlo y pienso que vivo en un sueño.

- Entonces - Comento secamente, mientras volvía a dar un sorbo lento - es momento se que demuestres lo agradecido que estás con el Rey y sea parte de nuestra compañía de guerra.

- Disculpa - Respondió de manera inmediata y con descontento- ¿Compañía?, no te entiendo, el Rey mismo dijo que era libre de cualquier obligación por haber salvado a su sobrina.

- Estás olvidando algo - El cazador pudo sentir la frialdad en las palabras del General - El Rey puede deshacer y modificar sus leyes tanto como desee - El cazador intento volver a hablar pero fue interrumpido de rápida manera por el General

- Antes de seguir déjame explicarte la situación - Pronunció con una gelidez muy típica de la nobleza - Supongo que estás al tanto de lo que ha sucedido en el plano político durante el último fin de semana ¿verdad?.

- El ataque a nuestro reino vecino, ¿No es así? - Espeto el Cazador conteniendo la ira en cada palabra.

- Perfecto estás más al día de lo que pensé - Comento el General mientas desplegaba un mapa del continente sobre la mesa en donde se podía ver los tres reinos divididos por líneas imaginarias y a lo lejos, casi al chocando con el borde del mapa, se podía observar una pequeña isla, donde radicaba el reino invasor

- Como sabes el reino de Lunkur, invadió hace tres días La Federación de navegantes.

- Si, pensé que se había convertido en una guerra de desgaste - respondió con sobriedad mientras volvía a servirse un vaso de café.

- Eso es lo que todos pensábamos, pero resulta que la Federación ha sido vencida en un solo día - El Cazador se atragantó con el café al escuchar la noticia

- Al parecer, las fuerzas de Lunkur lograron aplastar a la federación en un solo día, aunque no por completo - mientras hablaba, marco con sus dedos una pequeña fortaleza en la frontera entre la Federación y el reino - Las fuerzas restantes lograron reunirse y resistir en la frontera con nuestro país y ahí fue cuando invocaron nuestra ayuda a través del Ankai - El miedo y la sorpresa se dibujaron fugazmente en la cara del Cazador al escuchar esas palabras.

- Me parece una estupidez, una enorme - Respondió, mientras se llevaba una de sus manos a la cabeza, para revolver sus cabellos rojizos - un torneo a muerte dónde entre dos bandos, es algo estúpido no importa por dónde lo veas.

- A mi también, pero es obvio que solo es un recurso para ganar tiempo - Dijo el General, mientras se volvía a servir un poco de café- pero de todas maneras; por el pacto sagrado que tenemos con nuestro reino vecino; estamos obligados a enviar a tres luchadores a este torneo y el Rey en persona te ha escogido como uno de ellos.

- Lo siento - respondió secamente, mientras se aferraba cada vez con más fuerza de aquella taza desgastada - yo no soy un guerrero al servicio del Rey, por más que lo estime, no tengo la obligación de participar en esta estupidez, como ya le había indicado.

- Y le vuelvo a repetir - Comento el General con cierto aire de fingida decepción - El Rey puede modificar su voluntad y temo que si no acepta tendré que arrestarlo en este mismo instante - Apenas termino de pronunciar esas palabras y sus dos subordinados empezaron a deslizar sus dedos por las empuñaduras de sus armas.

- ¿Cómo dices? - El rey - Expreso el General con una sonrisa, mientras bebía el último rezago de café que quedaba en su taza - volverá a declarar la esclavitud como algo legal, si es que te atreves a declinar su orden - El General se detuvo para ver la cara de miedo y desesperación del Cazador ante la noticia, pero solo se topó con un rostro congelado que a lo mucho podría trasmitir un aire de desprecio- Y por lo tanto, usted volverá a hacer uno de los criminales mas buscados del reino y será arrestado por violar las leyes de comercio de nuestro país, al atacar y asesinar a comerciantes, intermediarios, nobles y por supuesto robar la mercancía de estos.

El Cazador sintió, durante unos instantes, la mano le temblaba de furia, querían dirigirse por cuenta propia, hacia la empuñadura de su ballesta, la presión en sobre la taza aumento en instante, hasta que está estalló derramando todo su contenido quemando su pantalón, ante el estallido los dos guardias saltaron y sostuvieron sus armas, no obstante fueron detenidos por el propio General, pudo escuchar como afuera se la casa, el resto de los soldados empezaban a inquietarse y al sentir como el hirviente líquido que recorría por su pierna empezaba a enfriarse, comprendió que era inútil resistirse, mucho menos ante un simple eslabón de una cadena de poder, que disfruta demasiado de su trabajo y después de meditar unos segundos soltó su respuesta.

- Supongo, que no se puede confiar en los nobles - Respondió con brusquedad, intenta no desvelar el odio que había en casa una de sus palabras.

- Exactamente - Fue lo único que obtuvo como respuesta por parte del General

. - Está bien - Pronunció con desgano, el General asintió y se puso inmediatamente en marcha en conjunto con sus caballeros, el Cazador se acercó a la puerta para ver cómo los fueros caballeros en su galopar levantan una densa nube de humo y cenizas, entonces miro al cielo y se dio cuenta de que la tormenta aún se acercaba.

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