3 Abogada

—Señorita Tullor... Su cita de las tres se encuentra esperando afuera, su hermana llamó y la comparecencia del señor Ortiz fue re programada para mañana a las cinco de la tarde.

Levante la vista y mire a Stephen a través de mis anteojos, es guapo, medio idiota... Pero atractivo.

—De acuerdo, haz pasar a mi cita. Contacta con Jane y dile que la llamare mañana e informa a Alex sobre el cambio de horario en la comparecencia.

El chico asintió y salió de la oficina.

Mire mi reloj, faltaban diez minutos para las tres... Que puntuales, ya tienen un punto a favor, detesto a la gente impuntual.

Stephen abrió la puerta con lentitud, levante el rostro y observe a un hombre robusto, alto y embadurnado en un traje hecho a la medida de color azul oscuro. Entro con aire de estrella de rock a mi oficina, sonrío de oreja a oreja al observarme mientras se quitaba las gafas de sol, sus grandes y redondos ojos castaños brillaban de forma peculiar.

—Tome asiento— dije al ver que se había quedado de pie junto a la silla, observándome, el hombre hizo una inclinación con la cabeza y se sentó frente al escritorio. —Y dígame señor....— el hombre sacó su billetera y tras rebuscar un poco dentro de ella tomo una tarjeta de presentación y la deslizo con su dedo hacia mi.

—Collins... Carter Collins— Leí en voz alta y sonreí, guarde la tarjeta en el pequeño tarjetero junto a mi computadora.

El señor Collins era nada mas y nada menos que uno de los promotores de artistas más renombrados en Miami, no pude evitar sonreír en mi fuero interno, la última celebridad que defendí me ayudo a comprar mi auto, así que si la suerte estaba de mi lado, esta vez quizá podría comprar por fin la casa que tanto deseaba darle a mi tía Anneth; así que comencé a saborear aquella posibilidad esperando que el caso que me llevaba aquel promotor fuera de lo mas prometedor.

—Elaine Tullor...

Estire mi brazo para ofrecerle un cálido apretón de mano. El hombre sonrió y miro mi escote sin ningún tipo de pudor, sabia que debí comprar una nueva blusa cuando esta se encogió.

—Señorita Tullor... Mi representado atraviesa por un momento difícil y me gustaría poder contar con su completa discreción antes de comenzar a exponer el caso.

—¿Esta solicitándome un acuerdo de privacidad?

El hombre carraspeo por mi tono de sorpresa.

—Usted es abogada, sabe que es lo mas común cuando se trata de personas que pueden ser fácilmente extorsionadas.

Me incliné hacia atrás sobre la silla y lo mire.

¿Extorsión? Debe ser alguien sumamente famoso...

No pude evitar sentir curiosidad, me gustaría saber quien es el artista al que este hombre representa.

—Me ofende que dude de mi ética profesional, pero accederé... Siempre y cuando usted se comprometa a que el caso será para mi firma.

—Me parece un trato justo... Siendo usted abogada, supongo que no es necesario quedar otro día para la firma del acuerdo de privacidad.

Sonreí con suficiencia y abrí la tapa de mi portátil.

Comencé a escribir el acuerdo de privacidad con la cláusula de mi automática contratación al momento de la firma.

Envié el archivo a la impresora y llame a Stephen para solicitarle que llevará las hojas recién impresas junto con un par de sobres membretados del despacho, el chico entro casi cinco minutos después con las hojas por duplicado y engrapadas.

En ocasiones, mi querido asistente era eficiente.

Stephen colocó las hojas en mi mano, le sonreí en forma de agradecimiento y el chico salió de mi oficina.

—Señor Collins, aquí tiene el documento.

Le ofrecí las hojas, él las tomo, espere a que terminara de leer el documento para comenzar a explicar cada cláusula pero el hombre estaba tardando demasiado, leía con extrema lentitud cada una de las paginas.

—Veo que mi contacto no se equivocó sobre usted— dijo finalmente y tras una sonrisa tímida firmó el acuerdo, me ofreció las hojas, las tome y firme también.

—Señorita Tullor, mi representado es Derek Evans—musitó.

Sonreí al reconocer el nombre, mi hermana Jane ha estado perdidamente enamorada de él desde que protagonizo una película romántica (bastante melosa para mi gusto), titulada "Contigo al atardecer". El señor Evans es uno de los actores mejor pagados de la década, así que...

"Hola casa"

—Comprendo...—respondí en tono serio.

El señor Collins sonrió satisfecho al observar mi expresión tranquila. Supongo que esperaba que gritara o me emocionara, si fuera alguna de mis hermanas tal vez habría ocurrido... Pero para ser sincera el tipo no despertaba ningún interés en mi; a excepción del monetario, claro.

—Derek esta en proceso de divorcio... Y esta peleando la custodia de su hija con su aun esposa.

Al escuchar eso no pude evitar toser, no sabia que fuera casado, y mucho menos que tuviera una hija.

–¿Supongo que sabe quien es Abigail Jones?

—¿La modelo?— no pude evitar sorprenderme. Por supuesto que la conocía.

Abigail Jones inició su carrera como modelo cuando solo tenia quince años, tras ganar un concurso de belleza local se hizo famosa, de padre americano, y madre rusa, durante los primeros años de su carrera trabajo para las mejores marcas y diseñadores, a los 22 años se retiró debido a una extraña enfermedad que la tiró en cama por meses, obligándola a abandonar un importante y multimillonario contrato con una de las marcas más quisquillosas y costosas de maquillaje, el caso fue todo un escándalo... en aquel entonces yo me encontraba realizando mis prácticas en el bufete que la demandó.

Saque conjeturas rápidamente con la información que el señor Collins acababa de compartir conmigo. La señorita Jones no estaba enferma, simplemente había quedado embarazada.

—Efectivamente— respondió el señor Collins haciéndome salir de mis pensamientos de forma abrupta.

—Señor Collins... No es necesario que entremos en detalles, por el momento, solo necesito el archivo con el proceso que se ha llevado hasta el momento y obviamente conversar con su cliente, debo advertirle que en los casos de divorcio y custodia, los jueces siempre dan prioridad a la madre, tomando en cuenta la actividad profesional del señor Evans, es muy probable que la aun señora Evans use eso para convencer al juez. Si realmente queremos ganar el caso, necesito saber con que clase de defensa me topare y que el señor Evans este consciente que no serà sencillo ganar.

El señor Collins se puso de pie y camino hacia la puerta. Lo observe abrirla de par en par y asomar la cabeza hacia la sala de espera.

—Derek— llamó.

Un hombre alto y musculoso apareció por el umbral. Su cabello cobrizo caía ligeramente sobre sus ojos color gris, su piel bronceada hacía que sus ojos se vieran más enigmáticos y profundos, y aunque solo vestía unos jeans casuales y una camisa de color negro, su cuerpo lucia perfectamente equilibrado, hombros y cintura ancha, brazos y piernas largas, unos lentes oscuros colgaban del segundo botón de su camisa y en su mano sostenía una carpeta enorme, sus ojos se posaron en mi rostro y sonrió de forma cordial.

—Señorita Tullor, permítame presentarle a Derek Evans.

El interpelado atravesó la oficina de dos zancadas. Me puse de pie y extendí el brazo para saludarlo.

—Señorita Tullor... Un gusto conocerle.

Su voz era baja pero dulce y un aura de seguridad lo rodeaba, tras ese primer vistazo comprendí por que siempre interpreta papeles de galán.

—El gusto es mío...– dije con una sonrisa y volví a sentarme— Comentaba con el Señor Collins sobre su caso, me gustaría conversar respecto a la custodia. ¿Esta usted completamente seguro de querer hacerse cargo de su hija?.

Su mirada se oscureció y adoptó una actitud totalmente diferente, no más cordialidad o sonrisa amable, me taladro con la mirada.

—Por supuesto que si... No estaría contratando sus servicios sino lo estuviera.

Sonreí ante la agresividad de su respuesta. Al parecer pise una mina con el hombre.

—Comprenda que no pretendo pasarme de lista, pero convencer a un juez que alguien con su actividad profesional será capaz de proporcionar estabilidad y una buena educación, es algo... complicado. Por principio usted se vera expuesto a un sin fin de interrogatorios e investigaciones. Como su abogada es mi deber prevenirle y tomar previsiones. De ahí que le pregunte tan abiertamente al respecto.

Su gesto se relajo. Me ofreció la carpeta que sostenía entre sus manos, la tome con cuidado y comencé a leer con cuidado cada palabra escrita en las actas que su anterior abogado había escrito para el juez, así como las declaraciones del señor Evans y algunos testigos, había una copia simple de la demanda de divorcio pero faltaban hojas. Al parecer el caso será mas interesante de lo que imagine.

La futura ex señora Evans, esta solicitando una compensación económica por haber dejado su carrera de modelo para cuidar de su hija, tambien esta solicitando una pensión alimenticia que sobrepasa el premio de la lotería de este mes y esta exigiendole al juez que limite el acceso del señor Evans a la niña a no mas de dos veces por semana y que siempre sean visitas supervisadas. Es notorio el odio que siente por èl.

Continúe leyendo, necesitaba saber la causal del divorcio y me sorprendió leer que la señora Evans estaba acusando a su aun esposo de maltrato, y no sólo hacia ella... la señora Evans también estableciò que la hija de ambos ha sido víctima de maltrato por parte de su padre. Levante la vista y clave mis ojos en los del señor Evans, quien pareció intuir a que se debía mi reacción.

—Se lo que piensa... Pero puedo asegurarle que nunca he tocado a Abigail y mucho menos a mi hija.

Coloque la carpeta con papeles en el escritorio y acomode las gafas que resbalaban por mi nariz.

Basto con ver la reacción del señor Evans a mi mirada acusatoria para convencerme de la gran mentira en la que la demanda de divorcio esta fundamentada. Llevo lo suficiente en el negocio para saber qué, este tipo de táctica es perfecta para convencer a un juez, creo que si los abogados pusiéramos una línea en nuestras paredes cada vez que alguna mujer de alta sociedad se acerca a nosotros pidiendo asesoría por divorcio y nos pide usar esa táctica, nuestros muros estarían completamente marcados.

—Muy bien, primero necesitamos notificar al juzgado sobre el cambio en su defensa. Comenzare a trabajar en las actas esta misma noche y me pondré en contacto con usted para concertar la cita en el juzgado. De igual manera solicitare el acta original, la copia que usted posee en este momento no esta completa. Señor Evans puedo asegurarle que haré todo lo que este en mis manos para ganar su caso—dije en tono solemne, ambos hombres asintieron y sin mas que un apretón de manos se despidieron.

Me deje caer por completo en el respaldo de la silla y me quite las gafas. Ganar el caso seria interesante, requeriría destreza e inteligencia... Un reto adecuado para esta etapa de mi carrera.

Tal y como prometí comencé a trabajar en las actas... Primero debía investigar qué pruebas de maltrato presento en el juzgado, conociendo el sistema como lo conozco, esa clase de datos solo están en la demanda de divorcio que ostenta en manos del abogado de esa mujer, por lo tanto... debo pedirle que me permita leer los documentos y tomando en cuenta que es muy posible que se niegue, comencè a redactar una solicitud para que el juez los instruya a permitirme leer la demanda original.

Me centre tanto en el trabajo que no me percate del paso del tiempo hasta que pasaban de las ocho y el estómago me rugio, estaba muerta de hambre y los ojos me pesaban.

Cerré mi portátil y comencé a guardar mis cosas en el bolso. Salí de la oficina y camine en silencio hacia mi auto.

Todo en mi vida es un ritual.

Todos los días salgo de trabajar, camino a mi auto, conduzco sin exceder el limite de velocidad hasta mi apartamento, subo hasta el quinto piso por las escaleras de emergencia a modo de ejercicio, con mi agenda diaria acudir a un gimnasio definitivamente estaba fuera de discusión, entro a mi acogedor hogar, saludo a Percy; el pez dorado que mis sobrinos me obsequiaron el año pasado en mi cumpleaños, abro el refrigerador tomo un yoghurt de fresa, camino por la cocina hacia las estanterías, tomo una cuchara y me siento en el sofá de la sala. Enciendo el estéreo y escucho Las bodas de Fígaro mientras como el yoghurt con calma.

Mi vida es demasiado rutinaria; lo sé, pero tiene sus ventajas.

Cualquier persona de mi edad seguramente tiene un esposo en casa con el que charla animadamente sobre su día, y si están solteros como yo, seguramente encienden el televisor miran algún programa de comedia que los ayude a relajarse o simplemente salen de fiesta, aunque conozco a muy pocos treintañeros que son capaces de soportar pasar toda la noche en vela; yo solo termino de comer, tomo el libro que se encuentra en la mesita de noche junto al sofá, enciendo una vela aromática y comienzo a leer, el libro en turno es por undécima ocasión Cumbres Borrascosas, ayer termine de leer Sensatez y sentimientos.

Sin interrupciones de ningún tipo leo hasta la página doscientos, coloco el separador y me levanto del sofá, estoy tan acostumbrada a mi rito de leer después del trabajo que incluso ya tengo preparado un cesto de basura en la sala y un pequeño plato donde depositò la cuchara con la que comí el yoghurt, soplo para apagar la vela y arrastro los pies hasta la puerta para revisar que haya cerrado con llave. Aunque mi vecindario es particularmente seguro nunca está demás tomar precauciones.

Apago las luces de la sala y camino hacia mi dormitorio. Normalmente pasan de la media noche por lo que la cama me llama, arrastro los pies hasta ella y me dejo caer haciendo que el dosel emita un chirrido agudo al ceder ante mi peso.

Observo el techo fijamente, creo que le hace falta una mano de pintura. El fin de semana iré a comprarla y si todo sale como espero el domingo podré dedicarme a pintar la habitación. Quizá sea bueno que esta vez si le comente a mi hermano, la ultima vez que intente hacer reparaciones en casa el se molesto mucho conmigo.

—Deja de comportarte como si yo no estuviera—bufo el día que tuve que llamarlo para que me ayudara a limpiar el desastre que hice después de intentar cambiar el cespo del fregadero de la cocina. Mi hermano puede ser un sacerdote ocupado, pero nunca le ha gustado que tia Anneth y yo no lo dejemos hacerse cargo de ese tipo de cosas. Sonriendo por los recuerdos gire sobre el colchón hacia la almohada del lado derecho para tomar mi camiseta de los Lakers, levante la pierna derecha para quitarme el calcetín, y repetí el proceso con mi pierna izquierda, desabroche el botón de mis pantalones y sin hacer demasiado esfuerzo en levantarme tire de ellos para que salieran por mis piernas, me incorpore y abrí los broches de mi sostén, respire relajada mientras me quitaba la blusa y la arrojaba junto con el sostén a un lado de la cama. Me coloque la camiseta y gatee hasta las almohadas, abrí las sabanas y me metí en ellas, apague la lámpara y me deje llevar por el cansancio.

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