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Prólogo.

Llegó el final del verano, un drama para muchos y un alivio para otros pocos desgraciados. No deseaba que comenzaran las clases, iba a echar de menos las salidas nocturnas y la libertad de ponerme cualquier vestido corto sin congelarme, pero al fin y al cabo el verano era una estación aburrida y monótona que siempre llega a su fin.

La última noche antes de mi último año de instituto estaba en el porche sentada con una gran sudadera negra, tenía el pelo mojado y me estaba tomando una lata de cerveza que le había robado a mi padre. Esperaría a que mi pelo se secase al aire antes de arreglarme para ir a mi última noche de libertad.

Sé abrió la puerta y me giré rezando porque no fuese mi padre.

—Emily, hace mucho frío ¿Por qué no entras dentro? —Dijo mi hermano menor asomando la cabeza por la puerta.

—Estoy agusto aquí, coge otra cerveza y siéntate.

—Espera, voy a por una sudadera. —Cerró la puerta.

Sam tenía dieciséis años, era alto y con el pelo castaño que habíamos heredado de mi padre, pero con unos ojos azules que sin duda venían de mi madre.

Volvió con una sudadera azul incluso más ancha que la mía y se sentó a mi lado con otro botellín, él las tomaba sin alcohol, decía que si no le daba gases, excusas. Bebimos a la vez. Le miré orgullosa. Era increíble como había pasado de ser un niño repelente que jugaba todo el día al ordenador a ser un chico fuerte y guapo.

—¿Se ha dormido? — Pregunté.

—Sí, me costó un poco pero lo conseguí ¿Tú vas a salir?

Asentí volviendo a beber. Me miró apretando los labios.

— Emily, mañana tendremos que madrugar.

—Pues no me acuesto y ya. —Le sonreí burlona llevándome la lata a los labios pero no cambió su expresión de preocupación.

—¿Cuánto va a durar esto?¿Cuánto más tendremos que esperar?

—Falta un año. — Le acaricié la espalda con cariño. —Sólo un año. Aguanta, por favor.

Chasqueó la lengua y sus ojos azules poco a poco se fueron volviendo cristalinos, pude ver como varias lágrimas caían por sus mejillas con rapidez mientras dirigía la vista hacia sus zapatos.

No dije nada, nos quedamos en silencio, un cómodo y aliviador silencio. Sabía que en esas situaciones era lo mejor que podía hacer para que se desahogase.

Estuvimos un buen rato sin emitir palabra, bebiendo tranquilos. Sam se acabó calmando y se secó las lágrimas con la manga de su sudadera.

—¿Ya sabes a qué universidad vas a ir? —Preguntó sorbiéndose la nariz.

—La verdad que no, la primera que me de alguna beca.

—Estoy seguro de que te darán alguna. No tienes un mal expediente.

—Lo sé — Juguetee con la lata entre mis manos.— Pero no sabemos que puede ocurrir este año. —Le miré sonriendo.

Me sonrió de vuelta y tendió su botellín.

—Sólo un año.

Choqué mi lata y le sonreí con ternura.

—Sólo un año.

Este es sólo el prólogo pero espero que os haya gustado y que os animéis a continuar leyendo la historia :D haré actualizaciones todos los martes y domingos (aún que estoy pensando en añadir un día más ) ¡Espero que lo disfrutéis!

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