34 Cuidarla

------LOUIS------

Al salir de la sala vi sus documentos tirados, ella estaba recargada en la pared, vi que iba a recogerlos.

-No te muevas, yo los levanto. – Dije mientras los recogía rápidamente para después verla, en su rostro se veía que estaba adolorida, así que desvié mi mirada a su tobillo que estaba levemente levantado y enrojecido, le di los documentos para después tomar su pie. - ¿Te duele? – Ella negó con la cabeza, gire levemente su pie y ella se quejó. -Vamos a mi oficina, veré que el doctor de la empresa te revise.

-No es necesario, en unos minutos estaré mejor. – Dijo mientras intentaba caminar, en su rostro se reflejó que lago le molestaba así que me acerque a ella para ver que le pasaba.

- ¿Estas bien? ¿Qué pasó? -

-Te... tengo un calambre en el pie. – Ella señalo su pierna e intentaba sobarla, ella era un poco terca pero extremadamente adorable, por lo que no pude evitar sonreír.

-Déjame ayudarte. – Me agache para darle un masaje a su pierna, pero al ver que usaba un vestido un poco corto me puse nervioso y me levante inmediatamente, me quite mi saco y se lo puse en su cadera para cubrir un poco sus piernas. Ella intento decirme algo, pero simplemente la cargué para llevarla a mi oficina y que la atendiera Jonathan, al pasar por los escritorios de mis empleados vi que murmuraban y veían a Sasha.

-Está bien puedo caminar, solo déjame sentarme y pasará en un momento. – Ella intento bajarse, así que la mire para que no lo hiciera y no se moviera para que el calambre no se hiciera más intenso.

-Llamen a el doctor Jonathan. – Dije para evitar que los chismes invadieran mi oficina y para que ella no se sintiera incomoda.

-Señor Louis... no es necesario que…- Dijo mientras ocultaba su rostro en mi pecho.

-No soy tan viejo, dime Louis y no pienso dejarte ir. – No me gustó el hecho de que me hablara como si no nos conociéramos y yo fuera un hombre mayor.

Caminé un poco más y abrí la puerta de mi oficina, era muy ligera así que me podía mover con facilidad, en cuanto entramos ella vio todos los rincones de mi oficina, me hizo un poco de gracia verle, era como un cachorro llegando a un lugar completamente nuevo. La deje sentada en uno de los sillones que tenia y fui a la habitación que tenia dentro de mi oficina, por lo regular la usaba para quedarme a dormir si no terminaba mi trabajo o no quería llegar a mi casa ya que siempre estaba solo, a excepción de los que trabajaban para mí, pero ellos ya no estarían más conmigo. Tome una manta que estaba en uno de los muebles de la habitación y salí de prisa al escuchar un gritito de su parte, la encontré tumbada en el sillón intentando sobar su pierna, caminé hacia ella y le puse la manta en su regazo.

-No te muevas el dolor se hará más intenso. – Me arrodille mientras le veía y desabotonaba las mangas de mi camisa. -Te daré un masaje y el dolor se irá. - Coloqué mis manos en su pierna para poder aliviar y quitarle el calambre, por alguna razón me sentía nervioso y evitaba ver sus piernas, ¿Por qué le ayudaba a una mujer que no conocía bien? ¿Qué me hacía querer cuidarla? Miles de preguntas me atormentaron mi mente por unos minutos hasta que sentí que ella me observaba.

-Deja de mirarme así. - Dije mientras seguía haciendo mi trabajo.

-Y… yo no…-

- ¿Estas mejor? – Le pregunté al ver que estaba un poco nerviosa, tal vez no era el único sintiéndose extraño, le sonreí para tranquilizarla, pero ella me ignoro y volteo la cabeza.

-No me ignores, ¿así es como le pagas a quien te ayudo? – Dije tratando de obtener un poco de su atención.

-No... no es eso, es que… me pones nerviosa… es que tú y yo nos conocimos no hace mucho tiempo y solo nos vimos dos veces, y hoy te volví a ver, me enteré de quien eras y prácticamente eres mi jefe así que no sé cómo… eh. -

- ¿Cómo tratarme? – Dije para poder comenzar a entablar una plática amena pero no podía ponerme de pie, ella vio que estaba en problemas, así que me tomo de las manos y me ayudo, sus manos se encontraban tibias y eran extremadamente suaves, sin querer observe como lucían sus manos aferradas a las mías, mi corazón latía deprisa, después de unos segundos nos soltamos las manos y nos acomodamos en el sillón.

-Gracias… Trátame como a alguien cercano a ti, sin embargo, no como amigo ni como un conocido. – Quise ser sincero y transparente con mis ideas, pero al parecer ella no me entendía, iba a explicarle lo que dije, pero mi hermana entro a la habitación, me levanté para recibirla y regañarla por sus modales, pero como siempre ella se adelantó.

-Te extrañe mucho Louis. – Dijo mientras me abrazaba y besaba el rostro, al parecer me había extrañado bastante, correspondí su abrazo y esperé a que se calmara.

Segundos después ella por fin me soltó, vi que Sasha estaba a punto de salir, quise detenerla, pero…

-Louis, la razón por la que no me respondías y me ignorabas últimamente era porque ya tienes con quien jugar. – Dijo mientras se comportaba como una niña pequeña, Sasha solo negó con la cabeza y al verla un poco asustada decidí reprender a mi pequeña hermana.

-Aprende a hablar correctamente ¿Cómo se supone que trabajaras para mi si no te sabes comportar? – Joseph y ella eran muy similares, es por eso que siempre peleaban y me usaban como réferi para solucionar sus problemas.

-Pe.… pero yo no quería ser grosera, yo… -

-No pasa nada. Eh… yo soy… mmm… bueno yo trabajaré para Louis, y… -

- ¿En serio? Perdón por lo que dije hace momentos, pero es que el no ha tenido tiempo para mí, siempre que vengo a verlo el no está o no me atiende, y como yo tenía tiempo libre hoy pensé en darle una sorpresa así que entré sin tocar a su oficina y los encontré a ustedes muy juntos. – Al ver la cara que puso Sasha entendí que mi hermana había malentendido todo.

-No, no es lo que parece, el me ayudo porque me torcí el tobillo y luego me dio un calambre así que él me cuido y.… nosotros no somos nada. – Por alguna razón me sentí decepcionado tras escuchar sus palabras.

-Ohh, ¿Ya te encuentras mejor? – Cuando la situación se aclaró Isabella trato de ser amable, bueno, ella siempre se preocupó por los demás.

-Si solo fue una torcedura leve, le dije que estaría bien, pero él no me dejo ir. – Era obvio que no la dejaría irse en ese estado sin antes revisarle

-Eso es bueno, pero ¿me estás diciendo que este pedazo de iceberg te cuido y no te dejo ir? – Las palabras de mi hermana me molestaron ¿en qué me parecía a un pedazo de hielo?, así que decidí castigarle. - ¿Qué? Si yo solo digo la verdad. - Yo solo rezaba para que las cosas no se complicaran mas, si llegaran a aparecer mi hermano y Sebastian...

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