83 Cabaña Parte VIII

- Si... si mamá desaparece un día no te pongas triste porque mamá te cuidará y estará a tu lado. - Abro los ojos y veo mi habitación de cuando era pequeña, algo pica mi nariz... es el cabello de mi madre, la abrazo con fuerza porque siento sus lágrimas caer en mi pequeño hombro.

-Mami... ¿Qué haré si desapareces de mi lado? - Dije casi susurrando porque tenía miedo de que algo así pasara.

-Lo primero que debes hacer es ir a vivir con la familia de Ashley o Alex hasta que tú lo quieras, debes seguir tu vida con normalidad, pero...-Mi madre me abrazó con más fuerza y hundió su cabeza en mi pecho.

- ¿Pero? - Dije mientras le daba palmaditas a la cabeza de mi madre para que se tranquilizara.

-Si... esas personas malas están cerca de ti, debes buscar protección si es necesario, así evitarás que ellos te hagan algo malo. - Aflojo su agarre de mi cuerpo y me separó de ella para acariciar mi rostro con ternura y tristeza. -Pero si ellos no se van... deberás irte y dejar todo atrás, deberás vender todo, crear una cuenta en el extranjero, cambiarás tu nombre y si es posible irte a vivir a otro país sin decirle adiós a nadie porque los que lo sepan estarán en peligro. ¿Entendiste bebé? - Asentí con la cabeza y limpié con mis pequeñas manos el rastro de lágrimas que estaba en su pálido rostro.

- ¿Por qué nos buscan mami? - Dije mientras me sentaba y tomaba su mano. - ¿Hice algo malo? - Mi mamá negó con la cabeza.

- No bebé tu no hiciste nada. - Dijo mientras acariciaba mis manos y las besaba suavemente.

- ¿Tu hiciste algo malo mami? - Al decir eso mi madre se sorprendió y mientras reía con un poco de tristeza se recogió un mechón de cabello tras la oreja.

-No hice nada malo, ellos quieren algo que yo no tengo, pero sé dónde está. - Mi madre me miraba fijamente como si quisiera decirme algo.

- ¿Qué cosa? - Puse gran atención a lo que intentaba decirme.

- La llave del Gran Jardín. - Su mirada estaba completamente fija en mí como si quisiera asegurarse que lo recordará para siempre.

- Ohh... ¿Es muy bonito ese lugar? ¿Por eso quieren la llave? - Mi madre sonrió y negó.

-Aunque pienses que es bonito es un lugar muy malo, porque si no eres fuerte lo más probable es que te sumerjas en la oscuridad y tu corazón se vuelva como el de los malos. -

-Yo soy fuerte como tú mami. Además, no me gustan los lugares oscuros, me dan miedo. - Dije mientras le veía y mostraba mi pequeño musculo de mi brazo, mi madre no pudo aguantar reír, era realmente hermosa cuando sonreía, en mi corazón prometí ser buena y nunca... nunca ser la causa de que en su rostro esa expresión se borrara.

-Lo sé, eres fuerte e inteligente, por eso sabrás como resolver todo... Recuerda no decir nada a nadie, por lo menos no hasta que sea necesario... si lo es, pero deben ser personas confiables que te demuestren ser fieles y leales a tu amistad o corazón. - Moví la cabeza para confirmar que había escuchado todo con atención y que haría lo que me había dicho.

-Vamos a dormir bebé. - Me recostó a su lado y me abrazó, dejó un beso en mi frente y estiró su mano para apagar la luz.

- ¡No mami! ¡No la apagues recuerda que no debemos caer en la oscuridad como los malos! - Ella sonrió, pero aun así apagó la luz del cuarto.

-Aunque estés en medio de la oscuridad y no veas nada recuerda que aquí en tu corazoncito esta la luz que necesitaras para encontrar la fuerza, fortaleza y valor para no ser como ellos. Nunca le temas a la oscuridad. Vive en ella, pero no te hinques ni rindas ante ella. - Me abrazo y beso en la mejilla. Me quedé pensando un poco en sus palabras y cerré los ojos.

Me moví un poco en mi lugar y desperté, el techo era de madera, estaba en la cabaña, moví la cabeza y vi que la luz de la luna se adentraba a la habitación por la ventana, sentí que mi amiga estaba completamente aferrada a mí y respiré para volver a cerrar los ojos.

-Deben ser personas confiables que te demuestren ser fieles y leales a tu amistad o corazón. - Volví a escuchar casi en un susurro lo que mi madre me había dicho.

-Los tres lo son. - Mi voz fue casi imperceptible y la calma inundó mi pecho.

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