18 ¿Casualidad? Parte I

Después de salir de mi casa tomamos el carro de Sebastian y fuimos a comer a un sitio de comida rápida, cuando llegamos al establecimiento los empleados me reconocieron y se sorprendieron al verme ahí, no se porque siempre que me reconocen actúan como si fuera el gobernador o el presidente, no me gustaba que me trataran como si fuera un rey, me gustaría que me trataran como cualquier otra persona, no porque sea el líder de una empresa significa que me gusta comer en restaurante lujosos y desprecie los demás establecimientos.

-Hermano, ordena la comida, nosotros vamos a buscar un lugar.- Dijo mi hermano mientras se alejaban de mi.

Yo solamente suspiré y me dirigí a ordenar la comida.

-B...Bu...Buenos días señor Truswell, ¿En que puedo ayudarle?.- Dijo una joven que al parecer estaba nerviosa al atenderme.

-Buenos días, señorita.... Rosé.- Dije mientras leía su nombre.- Me gustaría ordenar 3 combos con papas fritas y 3 helados napolitanos... por favor.- Dije mientras pagaba las ordenes y veía a mi hermano y a mi amigo platicar.

-Si, por supuestos... ehhh, por favor tome asiento llevaré su pedido a su mesa.- Dijo mientras tomaba nerviosa una charola que contenía mi pedido, cuando estaba a punto de salir de la barra para llevar mi orden tropezó, así que tomé la charola con un brazo y le tome del brazo antes de que cayera, le ayude a ponerse de pie.

Sus compañeras al vernos se acercaron para ayudarle, al parecer estaban nerviosas de que me hubiera ofendido o molestado.

-¿Esta usted bien?.- Dije mientras veía si se había hecho daño.

-Ehhh.... ssss... si, gracias, disculpe mi torpeza Señor Truswell.- Dijo avergonzada mientras se ponía de pie y hacia una reverencia para disculparse .

-No, no tiene porque disculparse, no tienes porque llevar mi orden, solo soy un cliente más.- Dije mientras les daba una pequeña sonrisa para tranquilizarlas.- Bueno debo retirarme, gracias, con permiso.- Pude ver la cara de asombro de las jóvenes y me fui a sentar con mi hermano.

Comimos mientras hablábamos de los locos viajes de "trabajo" de mi hermano y de algún que otro recuerdo que teníamos de los tres juntos, hasta que la esposa de Sebastian le llamó y nos invitó a su casa, no teníamos planeado ir pero después de todo su esposo había estado con nosotros todo el fin de semana. Cuando terminamos de comer los mandé a tirar la basura mientras que yo entregaba la charola.

-Gracias.- Dije a las jóvenes que atendían en la barra una vez que coloque la charola en su lugar.

-¡Regrese cuando quiera, señor Truswell!- Dijeron todas a coro, asentí con la cabeza y caminé a la puerta en donde mi hermano y Sebastian me esperaban.

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