6 Capítulo 6: La boda

Un sol de verano ilumina la imponente mansión Wayne ubicada a muy poca distancia de la ciudad de Gotham. La histórica residencia de los Wayne que fue levantada por orden de Darius Wayne en tiempos de la guerra de la Independencia. Un día perfecto en este palacio gótico para un nuevo comienzo.

Escuchamos una voz suave, pero firme, que proviene de los extensos jardines de la mansión. La voz recitaba: "Queridos míos, estamos aquí reunidos ante la presencia de Dios..."

Unos jardines de estilo europeo que en ese momento albergaban a unos trescientos invitados. Muchos de los políticos, empresarios y miembros de la elite de Gotham se habían dado cita en dicho evento.

En un altar adornado con flores un ministro se interponía entre el apuesto Bruce Wayne y su prometida Elizabeth Miller. La boda soñada entre el millonario filántropo y una de las ejecutivas principales de una gran corporación mundial.

-Para unir a este hombre y a esta mujer en santo matrimonio -el ministro prosiguió con la ceremonia-. Ahora entiendo que ambos han elegido anillos especiales.

La hermosa Elizabeth abrió su mano revelando una banda de oro perfecta con bordes de platino, brillando bajo el radiante sol.

Bruce miró a su lado al padrino. Clark Kent, elegante con esmoquin, quien rebusca en uno de sus bolsillos sin encontrar nada. Luego en el siguiente. Ambos cruzaron una mirada de preocupación.

Entonces Clark le dio una mirada de confianza, le guiñó un ojo y le entregó un antiguo anillo de diamantes a Bruce, quien negó con la cabeza y le devolvió la sonrisa.

-Niños -dijo Elizabeth justificando el infantil juego de amigos a la multitud que reía alegremente.

-Repitan después de mí -reanudó la ceremonia el ministro-. Con este anillo...

♣ ♣ ♣

La recepción de la boda se realizó en los terrenos colindantes a la mansión. En una carpa que podía albergar un circo los invitados pasaban una agradable velada.

El millonario Bruce Wayne conversaba con una belleza de cabello castaño. Era la comisionada de la policía Bárbara Gordon, antigua luchadora contra el crimen bajo la identidad de Batgirl.

-Nunca pensé que vería este día -le dijo Bárbara.

Bruce tomó un sorbo de su copa antes de responder.

-Me alegro de poder sorprenderte.

-Shock -dijo Bárbara-. Esa es la palabra que estaba buscando. Shock.

Bárbara bajó la mirada. Había una pizca de nostalgia en su voz.

-Mi papá. A él le hubiera encantado esto.

Bruce le sonrió cálidamente sosteniendo la mirada. Aquí había historia.

-Bárbara, espero que sepas...

La afectuosa voz de Elizabeth los interrumpió.

-Comisionada Gordon.

Bruce y Bárbara miraron a Elizabeth, quien se acercaba a ellos luciendo una sonrisa, caminando descalza y sosteniendo los zapatos de boda en las manos.

-No están hechos para bailar -dijo refiriéndose a sus zapatos.

Bárbara tomó la mano de Elizabeth. Su tono de voz era sincero.

-Fue extraordinariamente amable de tu parte incluirme, Elizabeth. Y llámame Bárbara, por favor.

La sonrisa que Elizabeth le ofreció fue igualmente sincera.

-Significas mucho para Bruce. Por lo que no significas menos para mí. Gracias por venir.

Bárbara abrió la boca para hablar, pero sintió que los sentimientos ya habían sido expresados y volvió a cerrarla sin decir nada. Solamente se inclinó hacia Elizabeth y le dio un beso en la mejilla.

-Felicitaciones.

-Creo que esto sucedió una vez en un sueño. Pero sus atuendos eran diferentes -anotó Bruce Wayne con cierto descaro de playboy.

Ambas le lanzaron miradas fulminantes. Bruce sonrió.

-A lo que venía Bruce -le dijo Elizabeth ignorándolo-. Tu tía Harriet ha decidido atender el bar. Creo que está igualando a los invitados con las copas.

-No creo que sea para tanto... -comentó Bárbara.

-Va en la ronda trece -indicó Elizabeth narrando las hazañas de la tía Harriet.

-Oh, no -Bruce se puso en guardia-. Mejor iré, la última vez metió a Alfred en el armario de servicio.

- Yo me ocuparé de ella -lo tranquilizó Elizabeth-. Solo quería que supieras donde estoy cuando no puedas encontrarme. No es que me haya escapado con ese guapo ayudante de camarero. No importa lo que digan los demás invitados.

Luego se volvió hacia Bárbara.

-Espero verte más por aquí, Bárbara.

Miraron a Elizabeth irse, poniéndose los zapatos mientras avanzaba, brincando hacia una estridente mujer mayor que atendía el bar haciendo una fiesta dentro de la fiesta. La entrañable tía Harriet Cooper que alguna vez cuido la mansión Wayne, tratando sin éxito de desentrañar sus secretos.

-¡Harriet! ¡Hora del descanso! -gritó Elizabeth mientras se aproximaba a la tía.

-¿Podría ser más perfecta? -dijo Bárbara.

Bruce miró a Elizabeth como lo haría un hombre totalmente enamorado.

-No.

Bruce levantó la mirada en dirección a la mansión y vio en uno de los balcones una única figura vestida de esmoquin mirando al horizonte.

-¿Me disculpas un momento? -se excusó con Bárbara y se dirigió hacia el hombre en el balcón que bien podía pasar por una estatua de factura griega.

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