13 Capítulo 13: Smallville

El amanecer pintó un hermoso cuadro en la granja Kent. En el cielo azul las nubes bajas y abundantes, abajo los campos interminables brillaban con un oro radiante.

Clark, con su atuendo típico de pueblerino (como a veces lo llamaba Lois) de jeans y camisa de franela, es apenas algo minúsculo en aquel lugar. Cruzaba el campo caminando hacia un granero de color rojo.

Las puertas del granero se abrieron y Clark entró. Era inevitable no recordar cuando años atrás su padre adoptivo le había contado en ese mismo sitio como él y su esposa Martha lo habían encontrado. La historia de su llegada a la tierra.

Cruzó frente a una vieja cosechadora hasta llegar al centro del piso de cemento. Se detuvo solo un momento mirando hacia abajo hasta que sus ojos parpadearon y se volvieron azules y brillantes.

Clark chocó sus puños. La energía contenida en ese impacto era desmedida. Luego golpeó con sus puños el piso de cemento como si se tratara de combas. Trozos de concreto saltaron por la estancia, mientras otros caían hacia abajo, hacia alguna cámara oculta.

De pronto Clark cayó a un bunker secreto con una tormenta de hormigón, revelándose lo que había allí oculto, enterrado durante tantos años.

Una nave espacial plateada reluciente. Casi del tamaño de un automóvil grande. Apuntando hacia el cielo como tratando de dar un mensaje.

Clark se mantuvo de pie como rindiéndole culto a esa última reliquia de lo que alguna vez fue una gran civilización ahora desaparecida. A su alrededor los bloques de cemento eran mudos testigos de su solitario momento con los vestigios de Krypton. Su pie tocó una linterna inservible, olvidada por Jonathan Kent hacía mucho tiempo.

Se volvió hacia el fantástico artefacto y le habló en un lenguaje jamás usado ni escuchado en el planeta Tierra. Repentinamente, los símbolos de metal en relieve brillaron y la nave volvió a la vida con todas luces encendidas.

–Kelsha'ar'a Caluthu –le habló la nave al último hijo de Krypton.

–Ha-anta... –respondió Kal-El, pero inseguro de su respuesta se corrigió– Ha anto...

Paró de hablar. Sacudió negativamente su cabeza, muy lentamente. Los recuerdos demoraban mucho en volver. Finalmente...

–Español.

A sus palabras la nave automáticamente obedeció: "Español estándar".

–Iniciar la verificación de los sistemas –volvió a ordenar Clark ya más seguro de sus palabras.

En la superficie del artilugio se iluminó un temporizador similar a un reloj de sol mostrando diferentes secciones. Sin embargo, pronto se apagaron casi todas las secciones quedando únicamente encendida una pequeña parte del temporizador.

–Comprobación de sistemas en curso.

♣ ♣ ♣

La plaza principal de Smallville disfrutaba de una considerable concurrencia, pese a que el calor era insoportable. El Ford de Clark aparcó cerca de la ferretería que estaba frente a la plaza.

En el corto recorrido de su auto a la ferretería, Clark se encontró con algunos conocidos que al reconocerlo lo saludaron cordialmente.

Antes de entrar se detuvo junto a otras personas que miraban los televisores en el escaparate de la tienda. Era el canal de noticias. Clark frunció el ceño ante lo que relataba la presentadora.

–...confirmar que Batman ha regresado a las calles de Gotham City.

El emblema del murciélago se mostraba detrás de la hermosa periodista.

–...después de lo que la policía ha descrito como una noche de enfrentamientos inusualmente violentos entre Batman y miembros de los grupos criminales de Gotham...

Clark quedó profundamente preocupado y entró a la tienda.

–Es mucho plomo lo que tienes aquí –le dijo el tendero después de unos minutos de atenderlo.

–Sí, y es muy pesado –manifestó Clark–. ¿Alguien puede ayudarme a cargar mi camión, Al?

–Los chicos ya están en eso –le contestó Al mientras le entregaba el recibo por su compra–. Debo decir que es bueno volver a ver al chico de Jonathan y Martha. Ha pasado un buen tiempo.

–Siempre quise volver más a menudo... simplemente... nunca lo hice –se da un ligero golpe en la cabeza como recordando algo– Espera un segundo, Al. Me olvidaría de mi cabeza si no estuviera atornillada.

Clark volvió a los pasillos de la estantería en pos de una linterna. Tuvo una leve deliberación consigo mismo sobre cuál de los modelos de linternas disponibles debía elegir y cuando se decidió por una quiso volver al mostrador, pero en su camino se encontró cara a cara con una hermosa mujer de bata médica blanca.

–Discúlpeme... –se excusó Clark.

–Lo siento... –fueron las palabras de ella.

Sin embargo, el reconocimiento por parte de ambos fue instantáneo y poderoso.

–¿Lana? –pronunció su nombre dominado por esos ojos inteligentes y esa cabellera larga color azabache que de golpe le trajeron tantos recuerdos de juventud cuando el mundo giraba alrededor de ella.

–¿Clark? ¿Qué estás haciendo aquí?

–Solo recojo algunos suministros.

–No me refería a eso, precisamente.

Lana no pudo evitar reír, la sorpresa se había esfumado. Clark se tomó la parte trasera de la cabeza, despistado.

–Sí. Aquí mismo. Decidí hacer una visita.

–Y yo todavía vestida para el baile de graduación.

Clark miró su bata blanca de laboratorio. Frunció el ceño.

–No –susurró Lana–. Debajo. Venga. Dime que no miraste.

Clark abrió la boca para hablar, con los ojos muy abiertos.

–Relájate, boy scout, estoy bromeando. ¿Broma? Humor. Sigues siendo el mismo Clark de siempre.

Ella se inclinó y lo besó en la mejilla. Aquí había afecto real. Y el fantasma de algo más.

–¿Cómo está Lois?

–Bien –contestó la pregunta lo mejor que pudo–. Excelente. Bien.

Si Lana se había dado cuenta del engaño era demasiado educada para comentarlo. Sus ojos ahora son juguetones.

–Te ves bien. Aunque supongo que es predecible.

–Tú también, Lana. Es bueno verte. Siempre es bueno verte.

Lana sonrió, era un gesto triste y dulce. Ella le sostuvo los ojos demasiado tiempo y luego apartó la mirada.

–Bueno, como se dice: Calabaza, calabaza... –habló Clark.

Los ojos de Lana se entrecerraron.

–Vaya, un intento real de broma.

–Cuídate, Lana –le dijo Clark sonriendo.

–Tú también, Clark.

Clark asintió con la cabeza y la observó mientras ella volvió hacia los estantes. Tal vez no había más que decir. Fue entonces cuando la puerta principal se abrió de golpe dando paso a un adolescente angustiado.

–Ayuda. Alguien –decía el joven desesperado y viendo a Lana–. ¡Doctora Lang! ¡Doctora Lang!

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