1 Capítulo 1: Un despertar en Metrópolis

¿Batman vs Superman?

Lo primero que pienso al leer esto es que un enfrentamiento entre ambos héroes, aliados y amigos resulta impensable. Sin embargo, los hechos que comenzaron esa mañana en Metrópolis fueron el preludio de una serie de eventos funestos que desencadenaron en un inevitable cara a cara entre el Hombre de Acero y el Caballero de la Noche.

Entre el dios y el hombre.

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Ese día pintaba tan bueno como cualquier otro en la magnífica Metrópolis. A la luz de la mañana contemplabamos el maravilloso y bullicioso horizonte de esa gran ciudad.

Era una perfecta postal otoñal de la suntuosa ciudad del Estado de Delaware, una de las más grandes del mundo. Su nombre le hacia justicia, qué duda cabe.

Para muchos Metrópolis guarda una rivalidad con Gotham City (la misteriosa ciudad de Nueva Jersey) y según las opiniones son como el día frente a la noche. Dos ciudades imponentes con sus extraordinarios rascacielos y monumentos, pero cada una con su propia y marcada personalidad, como los dos grandes héroes que las representan.

Ese día el flujo de tráfico matinal era el habitual de un día de semana, con una considerable concentración en el puente de Metrópolis, un majestuoso puente colgante que atraviesa el río en el centro de la ciudad.

El maremágnum de peatones en las calles también era notable. Con la variedad de personajes recubriendo las aceras: empleados camino a sus oficinas, ejecutivos atareados con sus Starbucks aún humeantes, estudiantes apurados, vendedores, etc.

El Centennial Park, el parque urbano más grande y visitado de los Estados Unidos, es el lugar favorito donde se dan cita los paseantes, corredores y turistas.

En el parque a orillas del West River el deslumbrante Monumento a la Libertad brilla contra el cielo. Su estatura de 700 pies de altura la sitúa como la segunda estatua más alta del mundo únicamente por detrás del monumento a Sardar Patel en la India.

El Monumento a la Libertad de Metrópolis es una representación alegórica de plata remachada, similar a la dama que corona la cúpula del capitolio, con una espada en una mano y una corona de laurel en la otra; habiéndose instalado en lo alto de la estatua (en el casco militar que recubre su testa) un observatorio, desde el cual se tiene una vista privilegiada de la urbe.

A media mañana la tranquilidad de la gente que disfrutaba de un día soleado en el paseo de la libertad fue bruscamente interrumpida por el estruendoso rugido de un motor, sobresaltando a todos los paseantes, y aún más a las bandadas de palomas que buscaban comida en el parque y que aterrorizadas elevaron el vuelo, oscureciendo por un breve instante el firmamento.

Un pesado camión saltó por la acera arrancando varias bancas del parque, despedazándolas. El camión que carecía de marcas de identificación remolcaba un todoterreno negro.

Su endemoniada marcha estaba dirigida al monumento. Las personas se apartaban de su camino desesperadas por salvar sus vidas. La mole metálica no tenía contemplación ante lo que se le ponía por delante, nada era obstáculo, nada era suficiente para detenerla.

Cerca del monumento el camión desaceleró su marcha y frenó bruscamente. Las llantas patinaron chillando escandalosamente, el mismo ruido que anuncia un accidente. Afortunadamente, el camión se detuvo a muy escasos centímetros del coloso. De pronto del interior del camión saltó un terrorista con el rostro cubierto por un pasamontañas, enfundado en un traje negro y protegido con un chaleco antibalas del mismo color, que no tardó en abrir fuego contra los dos guardias de seguridad que surgieron del interior del monumento, obligándolos a replegarse para no ser alcanzados fatalmente por las balas. Pero frente a la agresión ellos también no tardaron en devolver el cálido recibimiento al tirador descargando sus pistolas contra él, corriendo este a refugiarse detrás del camión.

El fuego cruzado pasó pronto a ser solo una cacofonía de detonaciones.

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