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Cada persona tiene un sueño o una meta que quiere alcanzar; algunos quieren tener lujos, fama, dinero y ese tipo de cosas. El mío es algo diferente. Me gusta ayudar y servirle a las personas. Sueño con algún día viajar a California y ser mucama en el gran Beverly Wilshire. Soy una persona muy humilde y me he pasado todo lo que llevo de vida estudiando. Actualmente estoy dando servicios de cuidado en el hogar, así como de niñera, como también para cuidar envejecientes. Tengo varios pacientes que cuido los fines de semanas.

Durante esta semana, firmé un contrato con el Sr. Homer, a quien le estaría cuidando a su hijo Dylan, quién tiene una discapacidad visual. Tiene unos 21 años, es de mi misma edad. Nunca había cuidado a una persona con esa discapacidad, pero decidí aceptar porque quería ayudarlo; además de que la paga también me vendría bien.

Hoy sería mi primer día para conocer a mi nuevo paciente. El Sr. Homer ya me había contado de su forma de ser, así que venía prevenida.

—Buenos días, Srta. Rachel. Es un placer contar con sus servicios. Él es mi hijo Dylan— me dijo el Sr. Homer.

Dylan era un hombre alto, al lado mío soy como un topito, literalmente. Tez trigueña, pelo corto negro y estaba vestido en gabán.

—Es un placer conocerlo, Dylan.

Se quedó en silencio y giró su cara hacia mí. Fue cuando pude apreciar sus ojos color café, realmente era muy atractivo.

Extendió su mano, y sin querer,  tocó mi pecho.

—Es un placer conocerla, Srta. Rachel— una vergüenza se apoderó de mí.

—Dylan, estás incomodando a la Señorita— comentó el Sr. Homer, al ver que su mano estaba en mi pecho.

—Lo siento, Srta. Rachel.

—No, para nada— agarré su mano y la apreté—. Es un gusto, Dylan. Espero podamos llevarnos bien.

—Tengo que irme al trabajo. Le dejé mi número de teléfono por si acaso me necesita. No dude en llamarme, estaré al pendiente del teléfono. Puede utilizar lo que necesite de la casa. Gracias por haber aceptado cuidar de mi hijo.

—A usted por haberme contactado. Gracias, Sr. Homer.

Sonrió amablemente y le acarició la cabeza a Dylan. Se ve que tienen una buena relación. El Sr. Homer se fue y nos dejó a solas.

—Bien, ¿Desayunaste, Dylan? — le pregunté.

—No, aún no.

—Te llevaré a la cocina y voy a preparar un delicioso desayuno, ¿Te parece?

—¿Puedo ayudarte?

—Sí, claro que sí— le agarré la mano y caminé con él al área de la cocina—. ¿No te molesta estar vestido así? Digo, debe ser muy incómodo y caluroso.

—Al principio lo era, se convirtió en una costumbre vestirme así todos los días, antes de ir a la empresa.

—¿Significa que no fuiste así siempre?

—No, perdí la visión hace aproximadamente un año. Tuve una contusión en la cabeza y terminé perdiendo la vista. Me han hecho varias operaciones, pero no la he logrado recuperar.

—Siento mucho escuchar eso, pero con el favor de Dios vas a recuperarte, y así tendrás la vida que antes tenías.

—No sé si quiera tener otra vez esa vida, pero sin duda quiero recuperar la visión. Gracias por aceptar cuidarme. Debe ser difícil atender a alguien como yo, pero te prometo que daré lo mejor de mi para serte útil y no ser mucha carga.

—¿Cómo crees? Yo lo hago con mucho gusto. Hagamos algo juntos, ¿Si? — asintió con su cabeza y sonrió.

No me había dado cuenta de lo lindo que se ve cuando sonríe.

Preparé el desayuno para los dos, y a pesar de no ver, me ayudó en varias cosas. Extrañamente me sentía muy cómoda con él. Me daba la sensación como de que lo conociera de toda la vida.

—Buen provecho.

—Buen provecho. Permíteme darte la comida. Pon tu mano en mi brazo, y así será más fácil para ambos.

—De acuerdo— puso su mano en mi brazo y la apretó—. Tiene una piel muy suave.

—Gracias, Dylan— me puse algo nerviosa por su comentario.

—¿Por qué está temblando?

—Por nada.

—¿Tiene frío?

—Sí, debe ser eso, pero no te preocupes— le di un bocado del desayuno y soltó un quejido—. ¿Está caliente? — pregunté asustada.

—Le quedó muy delicioso. ¿Hará el desayuno todos los días?

—Bueno, por cinco días en la semana.

—¿Por cuánto tiempo fue el contrato?

—Un mes.

—Ya veo.

Se comió todo el desayuno y luego de lavar los platos, salimos a caminar por el jardín.

—¿Puedo hacerle una pregunta?— preguntó Dylan.

—Claro.

—¿Cómo eres?

—¿En qué sentido?

—Físicamente. Normalmente toco a las personas, pero si hago eso, pensará que soy un pervertido.

—Pues, soy gordita, trigueña, pelo castaño, ojos color café y algo bajita.

—Pude notarlo desde el principio — sonrió, y me dio algo de risa.

—¿Te molesta?

—Hablaba de su estatura. ¿Le molestaría decirme qué fue lo que toque?

—¿Por qué no cambiamos el tema? — reí nerviosa.

—Lo siento, ¿La incomodé?

—No, solo no me esperaba tu pregunta.

—¿Me puede llevar al área de las flores?

—Claro.

Caminamos hasta las rosas. Habían de distintos colores, era una vista hermosa. Las tienen bien cuidadas.

—Aquí estamos, Dylan.

Dylan extendió su mano y fue palpando cada rosa, al tocar una rosa color rosada, suavemente llevó su mano al tallo y la arrancó.

—Su piel es igual de suave que esta rosa— extendió su mano y agarró la mía, puso la rosa en mi mano y la cerró.

No salía de mi asombro, nunca me habían dicho algo así. Me sentía tan avergonzada en ese momento, que ni las palabras me salían.

—Tenga cuidado con los aguijones — su mano tenía un poco de sangre, al parecer se había cortado con algún aguijón puntiagudo.

—Gracias, pero debemos lavar tus manos. Perdóname por no haberme dado cuenta antes. No debiste tocarlas.

—Estoy bien, no se van a salir mis tripas por ahí— sonrió relajado.

Lavé sus manos, y mientras lo hacía, me di cuenta de que su cuerpo estaba temblando.

—¿Te ocurre algo, Dylan?

—Su perfume huele muy bien, es muy dulce.

—Gracias, Dylan.

—Odio no poder ver— su voz se escuchaba como si estuviera a punto de llorar.

—No digas eso, ya verás que pronto vas a poder recuperar tu visión.

—En realidad quisiera verla, aunque sea una sola vez y no poder hacerlo, me frustra— apretó su mano y rechinó los dientes.

—Algún día podrás hacerlo, ya verás.

—¿Lo cree?

—Sí, lo creo.

Dylan suspiró y bajó la cabeza.

—Quisiera ser igual de optimista que tú, Rachel.

No sabía qué decirle. Me dolió imaginarme lo que ha tenido que pasar, y aún siendo tan joven.

—Vas a sobrepasar esta prueba y vas a salir adelante. No pierdas las esperanzas y la fé— agarré su mano y la sujeté —. Confío en que así será.

            

—Gracias, Rachel— Dylan sonrió y me sentí un poco mejor.               

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