3 Capítulo 3

—Yo... Yo no creo... —Me ignoró, levantándose y sentándose en mi motocicleta.

Pero, ¿quién carajos era él para poner su trasero en mi Scoopy?

—¿Qué estás...?

—¿Dónde están las llaves? —Preguntó aún sin mirarme. Irritada viré los ojos porque sabía que no me iba a ver.

—Ten. —Estiré mi brazo y se las tendí. Él las tomó y comenzó a analizarlas con un gesto que expresaba confusión.

—¿Por qué tienes varias llaves? —Preguntó.

Yo me encogí de hombros —. Una es del apartamento, o...otra de la habitación y las de mi antiguo apartamento.

—¿Por qué las tienes con las de tu motocicleta?

—¿Acaso tú no? —Finalmente puso su atención en mí.

Oh, grandioso, chico bonito.

—No. La llave de mi motocicleta es preciada.

Si fuera una persona normal, hubiese protestado por el hecho de que el apartamento es más importante pero también era aficionada a las motocicletas.

—¿Tienes una, eh, motocicleta? —Pregunté.

—No lo diría en singular.

Le miré confusa esperando una respuesta que nunca llegó.

—No creo... No creo que, eh, encienda-comenté.

El metió la llave e intentó encender la Scoopy. Y, ¿adivinen qué?

¡La traidora encendió!

—¿Decías? —Me miró con aire victorioso.

—Yo... Yo la preparé an...antes —respondí. Él rió.

—Seguro.

Después que la encendió, seguía aún montado en mi Scoopy, jugando con ella, lo cual me daba algo en mi corazón porque no me gustaba que nadie la tocara.

—Bueno... Ya. ¿Quieres bajar...bajarte? —Soné un poco irritada.

Apagó el motor, se bajó de la Scoopy y levantó los brazos en señal de rendición, con las llaves en una de sus manos.

Estiró el brazo y me las tendió. Yo hice lo mismo, pero en un movimiento rápido, las alejó, sonriendo.

—De nada. —Movió las llaves en el aire.

—¿Gra...gracias? —Pregunté con sarcasmo.

—Vaya, qué grosera. —Me tendió las llaves está vez y yo las tomé.

—Bueno, yo no te pedí que me ayudaras, niño bonito.

Oh, genial eso si me salió perfecto.

—¿Niño bonito? —Preguntó sonriendo, cruzándose de brazos.

Me encogí de hombros —: No sé, eh, tu, tu nombre.

—Creí que ya lo sabías. —Me miraba con sospecha.

—¿Me...me ves con cara de vidente? —Pregunté con sarcasmo. Sonrió de nuevo.

Mierda.

—¿Es que acaso te haces?

—Pien...piensa lo que quieras.

¿Por qué carajos podía hablar con él más de una sílaba?

En mi defensa él me daba impotencia con los comentarios que hacia, que le respondía impulsivamente.

¡No me dejaba razonar!

Después de habérselo pensado, suspiró. — Ryan. —Levanté una ceja para que me dijera qué quería decir con eso.

Él viró los ojos. —Me llamo Ryan.

—¿Ry...Ryan sólo? —Pregunté.

—¿Cómo lo sabes? —Hizo una cara exagerada de asombro —. Sí. Así me llamo; Ryan Sólo.

Después de haber captado su estúpido chiste, ahora la que viraba los ojos era yo. Sin embargo, no me di cuenta que ya él se había desaparecido.

Será idiota.

Salí corriendo detrás de él, con la esperanza de alcanzarlo.

¡Las gordas no corremos!

Alcancé a entrar en el ascensor cuando estaba punto de cerrarse, y él estaba observando mis movimientos.

Yo me tomé un tiempo para poder respirar de nuevo a la normalidad, lo cual me llevó los dos pisos de nuestro apartamento. Él salió y sacó las llave de éste, mientras caminaba por el pasillo.

¡Caminaba rápido!

—¡Oy...oye! —Le llamé agitada.

—Dime. —Seguía caminando con normalidad, mientras movía las llaves.

—¡Es...espera!

Cuando lo alcancé, ya había llegado a la puerta y la estaba abriendo.

Era obvio. De lo contrario, jamás lo habría alcanzado.

—¿Siempre...siempre te vas así de rápido dejando a, eh, todo el mundo tirado? —Pregunté mientras cerraba la puerta.

—Bueno, me dicen la máquina por algo. —Se encogió de hombros.

Yo lo miré confusa, el sólo esperaba que dijera algo. Sacudí mi cabeza y cambié de tema.

—Ne...necesitamos hablar.

—¿Es sobre los favores? Tranquila, ya pensaré en qué me ayudarás.

—¡No! —exclamé aturdida. Él se asustó —. Déjame hablar, por favor. —Esta vez lo había dicho con más calma.

—Estás enojada —afirmó. Le miré confundida —. Hablaste perfectamente.

Suspiré en frustración y luego viré los ojos.—Eres irritante.

—No entiendo para qué quieres hablar. Creí que no te gustaba.

—¡Y es así! —Grité de nuevo y se sobresaltó.

—Únicamente hablo cuando tengo algo que decir, pero si no me dejan, pierdo la paciencia —dije lo más rápido que pude.

—Wow, eso es lo más largo que has dicho perfectamente —señaló asombrado. Le fulminé con la mirada.

—Está bien. Te escucho.

Siguió hacia la antesala y se sentó en el sofá esperando. Yo sólo me quedé en una distancia en donde estaba al margen de ésta. Esta vez él no me la iba a hacer.

—Es...estaba pensando en el acuerdo que hicimos. —Alzó una ceja en espera —. ¿Qué pasa si alguno de nuestros invitados...?

—¿Invade territorio ajeno? —completó la frase por mí. Yo asentí.

—¿Y...y cómo sabemos que ninguno de los dos está rompiendo las reglas? —Él se quedó un rato como analizando la situación.

Bueno, al menos sabía que lo que estaba diciendo tenía sentido.

—Acerca de lo último... Creo que tendremos que confiar el uno al otro. Te doy mi palabra que no entraría en territorio ajeno. Así qué dependería de ti. ¿Te parece? —Yo asentí —. Y respecto a los invitados, será difícil, pero lo más adecuado es que no pasen de la antesala... —Me dio una mirada rara que no pude entenderla hasta después-. O llevarlos a la habitación, ya sabes.

Asqueroso.

—Cerdo —dije con desagrado.

El rió. —¿Qué? No dije nada malo —decía divertido.

—Sólo cállate.

—Espera, ¿dijiste mi apellido o la palabra? —Su tono de voz aún tenía diversión.

Tomé un cojín y se lo lancé. Él lo recibió como si lo estuviera esperando.

—¿Podemos hablar bien? —Le regañé.

—¿Es que hay algo más? —Ahora jugaba con el cojín.

—Sí.

—¿Qué es?

—¿Por qué...por qué en vez de compartir balcón o antesala no compartimos la cocina? —Ni si quiera habló, sólo hizo una mueca diciendo la palabra "No." —. ¡¿Por qué?!

—La cocina es sagrada para mí. Así que no.

—No... ¿No te parece estúpido? —Pregunté aun con más irritación.

¡Estaba enojada!

—Nop.

Tomé el otro cojín y se lo lancé. Sólo le rozó.

Con toda la rabia y el coraje que tenía, le dije—: ¡Que tu acuerdo y tus favores se jodan!

Y me fui de allí a mi habitación. Tiré la puerta de ésta para hacer más dramática la situación. Me tiré en la cama y solté un sonoro suspiro. Un par de horas y ya ese chico me tenía con los pelos de punta pero me importaba lo que pensara, iba a utilizar la cocina le gustara o no.

No sé ni para qué discutía por eso si ni sabía cocinar. Bueno, pero, ¿quién me garantiza que él si lo hiciera?

Tomé mi teléfono y le marqué a Norah.

—¿Bueno?

—¿ Será que puedo ir mañana a tu casa?—Pregunté.

—¿Christine? ¿Estás enojada? —Preguntó confusa.

—No —mentí.

—Estás enojada, d lo contrario no me hubieses hablado así. ¿Qué pasa? ¿El niño bonito te hizo algo?

—No... No quiero hablar de eso.

—Sabes que puedes venir cuando quieras, Chris. Es más, te iba a llamar para que vinieras de todos modos.

—¿Por qué? —Pregunté.

—Ya sabes. Es el campeonato aquí este año. Brent irá a ver a su corredor favorito —Probablemente estaba rodando los ojos.

—¿Irá a ver a Woods?

—Claro, Chris, dile eso y verás como se pone. —Pegué un grito ahogado —. Oh, vamos, Christine, no me digas que te irás con ese traidor.

—Norah —Lloriqueé.

—Christine. —Hizo lo mismo —. Es sólo entrenamiento.

—Norah —Repetí del mismo modo.

—Está bien. Está bien. Lárgate con ese traidor. Yo estaré bien con mis niños, bueno, con únicamente los dos que tengo.

—¿Qué...qué pasó con los otros dos? —Pregunté.

—Dije que sólo tenía dos, Christine. Y soy madre soltera —comentó.

—Se irán con... con Brent, ¿cierto?

—¡Sí! —Chilló tanto que tuve que alejar un poco el teléfono —. Christine, por favor. Quédate conmigo. Te prometo que el día de la inauguración vamos todos.

Me tarde varios segundos en responder.

Era aficionada a las motocicletas, por ende, veía los campeonatos por la TV, pero este año, iban a hacerlo aquí. Lo cual me tenía muy feliz porque mi favorito, estaría corriendo esta temporada.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo, Christine.

—De acuerdo. Me...me quedaré contigo.

—No sabes cuánto te lo agradezco.

—No... No tienes qué...-Le dije.

—Si lo tengo. Chris, me tengo que ir. Brandon acaba de despertar.

Brandon era el tercer hijo de Norah, cabe destacar de nuevo, que pronto iba a tener el cuarto, por tal razón, yo me fui de su casa.

—Vale. Hablamos luego. —Colgamos a la vez.

Puse el teléfono en la mesa que estaba al lado de mi cama, y me quedé allí mirando el tejado, hasta que tocaron la puerta.

—¿Christine? —No respondí —. Christine, vamos, necesitamos hablar.-decía, mientras tocaba la puerta.

Seguí en silencio. Tal vez así pensaría que estaba durmiendo.

—Sé que estás despierta. Te oí hablar por teléfono.

—No tienes derecho a llamarme así. —Sentía que el enojo volvía a mí.

—¿Así como? —dejó de tocar cuando escuchó una respuesta de mi parte.

—Christine.

—¿Es que ese no es tu nombre? —Se escuchaba en su voz confusión.

—Yo no te lo di.

—Oh, vamos, ¿me vas a discutir también por eso? Al menos abre la puerta —Sonaba irritado.

—No... No, quiero hablar contigo.

—Aquí me quedaré hasta que salgas.

—¡Que...que te vaya bien! —exclamé.

-Algún día tendrás que hacerlo.

No dije más nada.

La verdad, no quería salir porque estaba avergonzada por lo que le había dicho hace unos momentos, era una persona reservada y no era participe de esos comentarios, pero perdí la paciencia y cordura con él. No sé que estaba pasando. No sabía qué hacer, esto jamás me había pasado, desde...

—Chris... Hablemos, ¿quieres?

¿Me había llamado "Chris"? Eso sólo lo hacía Norah y Brent, porque tenían derecho.

Tomé un largo suspiro, me levanté con cuidado y abrí la puerta. Él estaba allí, recostado en la pared de al frente, es decir, de su habitación. Se le veía cansado pero aún así estaba guapo. Tenía esos ojos claros llenos de esperanzas, y un cabello todo despeinado. Estaba mirándome fijamente, mientras estaba cruzado de brazos.

Creo que era una costumbre de él.

—Llevo dos horas aquí, ¿sabes? —dijo por fin.

—Fueron diez...diez minutos —Le corregí. Él Suspiró.

—Chris...

—No...no me llames así.

Se le escuchaba tan perfecto, me puso inmediatamente nerviosa que mi voz cada vez era peor.

—¿Por qué? —Siguió con la postura que estaba antes.

—Por...porque tú y yo no somos amigos.

Él parecía estar en una lucha con sí mismo acerca de discutirme o no, pero luego asintió brevemente.

—Esta bien. ¿Podemos hablar acerca de lo ocurrido?

—¿Qué?

—Yo... Realmente no quería hacerte sentir mal, Chris...tine. —Levanté una ceja para que continuara. Sin embargo, él no siguió.

—¿Qué? ¿No...no piensas decir más nada?

Pensé que diría algo como: "Christine, he decidido que debemos compartir la cocina. Tú eres la que mandas, nadie puede contra ti. Déjame recompensarlo"

¿Pero eso?

—¿Tengo que decir algo más? —Preguntó.

Estiré la mano para tomar la puerta y cerrarla, sin embargo, un rápido movimiento de él, me impidió hacerlo.

—¿Por qué huyes?

—Yo no huyo.

—¿Ah, no? —bufó —. ¿Y qué haces ahora?

—Evitar... Verte la cara. —Él seguía sosteniendo la puerta para que no la cerrara, y yo estaba del lado contrario, por lo tanto estábamos un poco cerca.

—¿Por qué te haces la rogada? Te aseguro que yo no le rue...

—Yo...yo no te he mandado a hacerlo-dije interrumpiéndole.

—Siempre estás a la defensiva. Como si temieras que te lastimara —susurró. Mis nervios estaban activados en este momento.

—¿Qué quieres? —Aparté la mirada.

—Christine, ¿te gustaría hablarlo? —Sentí su mirada penetrándome.

¿Quién se creía él para meterse en mi vida?

—¿Qué quieres? —Repetí. Ésta vez le miré a los ojos.

—Chris...

—¡¿Qué quieres, Ryan?! ¡¿Qué?! —exclamé, alejándome de él.

—Podemos hablarlo, de ver...

—No te atrevas a dar un paso más —Amenacé, una vez que él iba a entrar a mi habitación.

—¿Quién te hizo esto? —Preguntó. Le miré confusa —. ¿La razón por la que hablas así es por inseguridad?

—Siempre...siempre he hablado así.

—No te creo.

No me importa.

—¿Sí? —respondí con sarcasmo.

—Vamos, Chris...tine, hablemos.

—Vete —solté.

—No pu...

—No, Ryan. Vete. ¿Acaso tú...tú le contarías tu vida a alguien que acabas de conocer?

Él me miro como si estuviera reconsiderándolo. — No —dijo por fin.

—Entonces no seas hipócrita.

—Sólo quería llevarme bien contigo, ¿sabes? Algo como amigos.

—Una amistad es de dos. —Le di una sonrisa falsa—. Adi...adiós.

No se movía. No le entiendo. ¿Qué es lo que quiere? ¿Por qué no sólo sigue siendo un idiota como el primer día?

—¿Al menos llegaremos a un acuerdo acerca de las reglas?

—¿Sabes qué? Ya...ya no me importa. Quédate con la cocina... Con lo que sea. Sólo no te acerques a mí.

—¿Eso es lo que quieres? ¿Dos extraños en este apartamento?

—Eso...eso escuchaste. —Miré hacia otro lado.

—Lo intenté. Te aseguro que intenté no ser un hijo de puta contigo. Las reglas y mis favores siguen en pie —advirtió. Después de esto, tiró la puerta de mi habitación cuando salió.

Solté un sonoro suspiro.

Iban a ser unos largos seis meses.

***

Estaba irritada porque cuando desperté, mi estómago rugía enormemente. Pero sabía que él estaba por allí y no quería verle.

Había estado pensando toda la noche y sabía que me había comportado mal con ese chico. Sólo que, él asustaba, me asustaba mucho. No era de esas personas superficiales que cualquier pensaría cuando lo vieran por primera vez. Él es mucho más que eso. Mucho más que una cara bonita. Y me di cuenta de eso anoche. Él logró ver más allá de mí.

Con un suspiro, salí de mi habitación en busca de un desayuno que ni sabía como iba a tenerlo. Cuando estaba por el pasillo me llegó un olor a comida. Como si alguien estuviera cocinando.

Ryan.

Medio miré en dirección a la cocina, y definitivamente era él, se veía alegre en lo que sea que estuviese preparando. Y yo estaba muerta de envidia.

¡Sabía cocinar!

—¿Se te perdió algo? —Preguntó sin mirarme. Pude notar que me había detenido para mirar hacia la cocina.

—¿Qué...qué haces?

Ya sabía lo que hacia, sólo quería apreciar la comida que estaba preparando. Estaba hambrienta y al menos podría hacer que se compadeciera de mí, y darme algo de su rico desayuno.

—Disculpa, ¿te importa? —Se detuvo, y me miró.

Yo salí de mi trance. —¿Eh?

—¿Es obligación decirte qué hago? —Alzó una ceja.

—No...no lo es —susurré.

—Ahí está tú respuesta. —Volvió a mirar a lo que sea que estaba haciendo.

Me quedé un momento más contemplando el desayuno que no iba a probar y que jamás tendría la oportunidad de probar alguno como ese.

—¿Vas a quedarte ahí mirando todo el día? Te saldrán raíces.

Con la poca dignidad que tenía, levanté mi cabeza y seguí mi camino.

Iría a desayunar afuera.

Salí del departamento, cerrando la puerta con cuidado y me dispuse a tomar el ascensor.

¿Será que el cara bonita iba a tomarse todo esto en serio? Digo, ¿a ser un "hijo de puta" conmigo? Porque creo que le estaba funcionando. Lo que no entendía era, ¿qué necesidad tiene él de ser así conmigo? ¿Sólo no puede ser educado e ignorarme, así como yo pensaba hacerlo?

Yo me conformaba con un "buenos días", "¿como estás?" "Adiós". No es ni será necesario ser amigos. Pero parece que él es como un "todo o nada"; o eres mi amiga o eres mi enemiga.

Toda esta situación me tenía frustrada.

Cuando salí a la calle, comencé a buscar un lugar en donde pudiera desayunar y despejar un poco estos pensamientos.

Divisé un local que estaba en la esquina, no sabía qué era, jamás había pasado por aquí, pero lucía como un sitio donde las personas llegaban medio dormidas y pedían un rico desayuno, y de inmediato estaba en su mesa. Todos salían feliz de allí, porque los empleados eran amables con ellos.

Sí, eso era lo que parecía.

***

No, eso no era lo que parecía.

Llevaba una ahora aquí esperando que me sirvieran mi orden y nada que lo hacían. Ni si quiera sabía si la chica que la tomó, me había tomado en serio. Cuando lo hizo, no parecía.

—Hola.

—¿Qué quieres?

—Qui...quisiera un zumo de naranja, tos...tostadas y algo de mantequilla, por...por favor.

—¿Algo más? —Me miraba con un aspecto aburrido, mientras masticaba su goma de mascar.

—¿Qué...qué me recomiendas? —Sonreí amablemente.

—No sé, niña. Sólo soy la camarera. Por algo te pregunté.

—Oh. Na...nada más.

Y desde nuestra súper conversación, no ha vuelto. Ya estaba demasiado desesperada porque en mi mente no salía la imagen del desayuno que el cara bonita había preparado. Y esas ganas de querer probar algo casero.

—Tu orden. —Casi me tiró el plato.

—Por...por fin. —Miré el plato y vi que no era lo que había pedido —. Oye, es...esto no...no era lo que quería. —Tomé la taza de café que me había puesto—. Ni...ni si quiera me gusta esto.

—Yo tampoco. Y aquí me tienes, trabajando como camarera. No todo lo que se quiere, se puede tener en esta vida, cielo. —La chica se fue sin dejarme protestar.

¡Ni si quiera era lo que había pedido!

Lo que yo tenía en mi plato eran como huevos, con algo de tocino, no lo sé. Y estaban como fríos o grasosos. El punto es que lo único que me gustaba y que lograba pasar por mi paladar, eran los tocinos. Y eso no iba a dejarme satisfecha.

¿Ahora qué iba a hacer?

Miré a todos lados por sí veía a alguien más haciendo protesta por la orden que habían pedido, pero todos se veían como máquinas, comiendo lo suyo o pensando en la pereza que sería ir a trabajar hoy. Hasta que vi en la mesa que estaba a mi lado, a un chico que miraba raro su plato. Busqué con la mirada, a éste, y el tenía tostadas con zumo de naranja.

Genial, él lo pide y si se lo dan, yo lo pido, y me entregan esto.

Oh, esperen...

Me levanté del puesto sin pensarlo, y me dirigí hasta donde estaba el chico.

—Disculpa —le llamé—, esa...esa es mi orden.

Él me miró extrañado. —Bueno, ésta de por sí no es la mía. Y si tienes razón, ¿dónde está lo que pedí? —Preguntó.

—¿Qué...qué pediste?

—Huevos, tocinos y café.

Bingo.

—Esa...esa es la tuya —señalé hacia mi mesa. Él levantó un poco la cabeza para mirar.

—Sí. Esa es. Supongo que nunca atienden bien en este lugar. ¿Cambiamos? —Preguntó.

—Bueno, estoy aquí por algo, ¿no? —Rió.

—De acuerdo. Con una condición.

Oh, ¡¿en serio?! ¿Iba a ser así siempre?

—¿Cuál? —Pregunté.

—¿Me das tu nombre? —Sonrió.

Me puse a analizarlo, y me di cuenta que era algo atractivo. Pero había algo que me decía que lo había visto en algún lado y no sabía en dónde. Sin embargo, no lo conocía, no le iba a dar mi nombre, pero tampoco iba a comer ese desayuno.

Miré a todos lados, mientras él esperaba por mi nombre. No sabía qué iba a hacer.

—Naran —dije.

—¿Naran? —Preguntó extrañado —. ¿Y tú apellido cual es? Déjame adivinar, ¿De zumo?

—Sí —Asentí —. Estoy casada con el señor, eh, ¿zumo?

—Oh, vamos, no soy un secuestrador o algo así.

—¿Para...para qué quieres saber mi nombre?

Se encogió de hombros.

—¿Acaso no es obvio? Todos aquí se conocen. Es la primera vez que vengo, y creo que tú también.

Miré hacia todos lados y vi que algunos se hablaban entre sí, y otros les daba igual. A mi también me tendría que dar igual, no es que me muriera por conocer gente nueva.

Suspiré.

—Christine. ¿Y tú?

Era irónico que alguien, que prácticamente jamás iba a volver a ver en mi vida (porque era obvio que no iba a volver a este lugar), me preguntara mi nombre, y alguien con quién iba a vivir seis meses, ni si quiera se molestó en hacerlo.

—Tyler. Un gusto.

Asentí.

***

—¿Y...y por qué estás tan calmado?

—Para todo hay solución en esta vida —dijo encogiéndose de hombros.

Luego de que Tyler, preguntara por mi nombre, me invitó a sentarme con él a desayunar, pero yo no accedí. Entonces, él tomó su orden y sentó en mi mesa. Allí comenzó a hablarme hasta no parar y lograr interesarme en la historia que estaba contándome.

Dijo que era nuevo en la ciudad, y que literalmente estaba perdido. Yo le pregunté que por qué ese cambio tan drástico, él me dijo que no estaría aquí por mucho tiempo. Sólo esta temporada. Si no que había venido por su prima y ésta no le contestaba el teléfono. Llamó al hermano de ella y le dijo que estarían por aquí. Lo cual no está.

O algo así. Me perdí después de un tiempo, porque quería hacerle tantas preguntas que estaba segura que no me iban a salir con tanta naturalidad.

Quizá no era tan malo conocer gente nueva, ¿o sí? Bueno, él básicamente podría ser un asesino en serie, un narcotraficante o un vendedor de hot dogs, no lo sabía. Pero había logrado que confiara un poquito en él y en su atractivo.

—Bue...bueno. Un gusto hablar con...contigo —dije cuando estábamos afuera de la cafetería.

—Sí. Supongo que te veré por ahí. —Levantó una mano para saludar a un grupo de chicos que estaba en la esquina contraria de mi edificio.

¿Qué carajos...?

—Dijiste que...que no conocías a nadie aquí. —Puso su atención en mí.

—Y es así.

—Pero...

—Nunca dije que ellos no me conocieran a mí, Christine.

Le miré confusa por lo acaba de decir. Sin embargo, decidí ignorarlo, asintiendo.

—Te veré... Por ahí...

Después de haber dicho eso, crucé la calle, ya que el edificio estaba en la equina de la calle de al frente del local. Y gracias al cielo lo estaba, porque sería muy incómodo. Quiero decir, nos habíamos despedido e íbamos prácticamente en la misma dirección.

Incómodo.

Afortunadamente, el dobló por una calle, y lo perdí de vista.

Llegué al edificio algo agitada. Vaya, debes hacer más ejercicio, Christine.

Saludé al de seguridad, y luego me dispuse a tomar el ascensor. Sí. Probablemente tomaría en serio lo que dice mi conciencia e ir por las escaleras, pero no. Las gordas esperan que se le pase el desayuno.

Iba a abrir la puerta del departamento, pero ya alguien lo había hecho desde adentro.

Él me miró algo distraído debido a que estaba hablando por teléfono, y otra mano tenía las llaves del apartamento o de lo que sea que era. Pero sabía que cuando me miró, aún habían enojo en esos ojos claros.

—Mierda, lo olvidé, ¿sí?-decía a quién quiera que estaba del otro lado.

Yo entré con cuidado, tratando de no tropezarlo.

—¿Por qué no me llamaste antes, Avril?

¿Avril? ¿Quién era Avril? Caminaba despacio para poder escuchar lo que decía.

—Entonces no lo escuché, joder.

Él estaba buscando algo en sus bolsillos, pero no lo encontraba. Tenía el teléfono apoyado con el hombro, mientras su cara se ponía roja como un tomate. Puedo suponer de la rabia.

—Oh, ¿en serio? Lo haría si me dejarás colgar el maldito teléfono.

Vaya. Eso fue fuerte. ¿Era su novia?

—¿Christine?

Vi que tenía la mano tapando el micrófono del teléfono mientras me hablaba.

—¿Sí?

—¿Puedes dejar de husmear en lo que no te importa y ayudarme a cerrar la puerta? Gracias.

Salió del apartamento y volvió con su llamada.

Yo me apresuré hasta la puerta y la cerré. Pude alcanzar a escuchar que dijo algo como: "No era contigo, maldita sea", "Me hubiera llamado", "Estoy cabreado contigo, Avril, hablamos más tarde. Te quiero."

Bueno, definitivamente era alguien con quién tenía algún tipo de afecto. Supongo que jamás lo sabré. ¿Y por qué si quiera me importa?

En ese momento sentí mi teléfono vibrar.

Lo saqué del bolsillo y vi que era un mensaje de Norah.

Chris, Brent te manda a decir que tiene que hablar contigo de algo importante.

"¿Qué es?"

No sé. Pero estoy segura que importante no es. Según lo que dijo, algo relacionado con el campeonato-respondió de inmediato.

Oh, si era importante, mi querida Norah.

"¿Y por qué no me envió un mensaje él?"

Ya te podrás imaginar.

"¿Perdió de nuevo el teléfono?"

Sí. Le he puesto a buscarlo. Creo que ya lo encontró. Te dejo.

"Vale."

Brent era de esas personas olvidadizas al extremo. Había perdido miles de veces su teléfono. Una vez no lo encontró y tocó comprar otro. Cuando lo hizo, el teléfono anterior estaba en la caja de botiquín del baño. Desde ese día, Norah le castigó haciendo responsable a él mismo de buscar lo que perdió. Siempre lo hacía ella.

Falsa alarma. Recuerda venir para que te diga antes de irse al estúpido entrenamiento de la gente esa.

Santo, no es estúpido. Moriría por ir.

"Allí estaré."

Vi que no respondió y dejé el teléfono en la mesita. Me acosté un rato en mi cama. Más tarde tenía que ir a casa de Norah y mañana a trabajar. Estaba agotada, de ir allí, pero era lo que podía obtener por ahora. Aunque eso no me preocupaba.

¿Qué era lo que tenía que decirme Brent que era tan importante?

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