2 Capítulo 2

-Pase lo que pase, no vas a ceder a nada. ¿Entendido, Christine?-susurró Norah en mi oído para que el chico irritado no escuchara.

-Pero...

-Christine-alargó-. ¿Quieres vivir en la calle? Se nota que ese chico es un riquillo presumido, deja que él sea el que le toque buscar, no tú.

-¿Y si yo...yo soy la que me...me tengo que ir?

-No te vas a ir porque Brent y yo estamos aquí para apoyarte.

Y hablando de Brent, se acercaba con Charlotte junto con tazas de té en una bandeja. Pero era café hasta donde tenía entendido.

-Espero que les guste-comentó Charlotte, poniendo la bandeja en la mesita que estaba entre los muebles.

Nadie hizo nada.

-¿Qué esperan? Tomen uno-nos animó.

Yo, temblorosamente me moví primero, y tomé una taza.

Para no gustarme el café, estaba bueno.

Los demás, por inercia hicieron lo mismo. Debido a esto, se presenció un incómodo silencio que nadie estaba dispuesto a romper.

-Bueno, como ven, yo no tengo tiempo para jugar a las tacitas de té, así que vayamos al grano-habló el lindo chico con mal humor.

-En realidad, es café-señaló Brent, lo cual el chico le fulminó con la mirada.

-¿Charlotte?-La llamó.

-Espera, hijo, espera. Necesito terminar mi café.

Ella le dio un último sorbo a su café y lo puso en la mesa con las demás tazas.

-Bueno, repasemos el contrato para llegar a un acuerdo-comentó Charlotte.

-¿Qué?-Preguntó incrédulo-. ¿Cuál acuerdo? Lo qué yo quiero es que le aclares a esta jovencita que yo vivo aquí.

Me señaló.

Ouch. ¿Cómo me defiendo?

-Espera, ¿qué acabo de decir, querido? Vamos a repasar el contrato para llegar a un acuerdo. ¿O es que alguno de los dos se quiere ir?-Preguntó mirándonos.

Yo, obviamente no levanté la mano porque Norah estaba dándome una mirada de: "lo haces y te asesino".

¿Qué? Soy muy joven para morir. Tengo muchos planes en mi vida. Y si no levantar la mano, puede prolongar mi muerte, ¿por qué no hacerlo?

-Espera, Charlotte, creo que no nos estamos entendiendo. ¿Cómo que alguno de los dos? Se tiene que ir ella. No hay que discutir más nada.

-Mira, niño bonito, deja de aprovecharte de ella sólo porque es callada. Estoy aquí, que no se te olvide-comentó Norah.

Él viró los ojos para luego mirar a Charlotte en la espera de una respuesta.

-A ver, vamos a leer el contrato-le ignoró-. Brent, ¿quieres hacerme el favor?

-Por supuesto.

Brent tomó el contrato de las manos de Charlotte y comenzó a leer.

-La propietaria de dicho apartamento puede rentarlo en un límite de dos personas. Siempre y cuando este segundo interesado, acceda a pagar el mismo presupuesto individualmente...

-Exactamente. Y te dije que por mí no había problema porque sólo era yo.-Comentó el chico.

-¿Puedes continuar, Brent?-Volvió a ignorarlo.

-El presupuesto acordado será cancelado cada seis meses durante su estadía...

-No tengo problema con eso, ¡por dios!-dijo de nuevo el chico irritado.

-Teniendo en cuenta que el valor a pagar será negociado con la propietaria según vuestros términos. En caso de querer irse, tendrán que avisar con un mes de anticipación.

-Charlotte, ¿eso resuelve el problema?-Preguntó expectante.

Charlotte se cruzó de piernas.

-No. Sin embargo, eso justifica mis acciones.

-¿Quieres ser más específica?-Preguntó.

-Verás, hijo, el asunto es que yo puedo rentar este apartamento a más de una persona.

-Pero se supone que se deben conocer entre ellos. Lo cual no es así en este caso.

-Ci...cierto-comenté.

-En mis términos, yo no exigí que los dos huéspedes tenían que conocerse, ¿o sí, Brent?-Charlotte dirigió su mirada a Brent.

-No. De hecho, no lo exige.

-¿Entonces quieres decir que tenemos que vivir juntos?-Preguntó.

-Su decisión.-Se encogió de hombros.

Miré a Brent en tono de súplica.

-Lo siento, Christine. Sus términos están bien planteados. Sin embargo, tú nunca me comentaste que vivirías con otra persona, por esa razón no objeté nada respecto al contrato.

-Yo no lo sabía. Por eso mismo acepté.

-Yo...yo tampoco lo...lo sabía-Puse mis manos en mi cabeza preocupada.

¿Y ahora?

-Entonces, niñata, ¿te quedas o te vas?-Me preguntó el chico.

Iba a responder con torpeza, pero Norah no me dejó.

-Discúlpame, niño bonito, pero ella no va a ir a ningún lado. Él que se tiene que ir aquí eres tú-Exigió.

-¿Así? ¿Y quién me lo dice?-Preguntó, cruzándose de brazos.

-Norah-susurré en tono de advertencia.

-Ay, discúlpame, Christine, pero si no lo pongo en su lugar, la que va a irse eres tú.-Levantó los brazos en señal de rendición.

-Charlotte, ¿qué...qué pasa si...si quen...quiero mi dinero de vuela...vuelta?-Pregunté.

-Christine...

Levanté la mano para que Norah me dejara confirmar lo que quería saber.

-Oh, no pasa nada querida.-Sonreí-. El problema es que ya yo gasté todo el dinero para la remodelación de mi casita. ¿Recuerdas?

La sonrisa de mi cara se esfumó tan rápido como apareció.

-¿Y el mío, Charlotte?-Preguntó El Niño bonito. Como le decía Norah.

-Oh. El tuyo tampoco es la excepción, hijo. Lo he gastado.

-Vamos a tener problemas entonces, Charlotte. Porque realmente quiero mi dinero de vuelta. No quiero ningún acuerdo.-Comentó más serio que antes.

-No habrá ningún problema, querido. Te recuerdo que ya tú firmaste un acuerdo. Y una vez hayas puesto tu firma allí, ya yo podía hacer lo que quisiera con ese dinero. ¿O no, Brent?-Preguntó mirando a este último.

-Totalmente.-Brent desvió la mirada apenado.

-Pero, ¿tú qué te quejas, niño bonito? Si apuesto a que defecas dinero. Sólo vete y deja a mi amiga en paz.

El rió con sarcasmo. Después, apoyó sus brazos en sus rodillas, y luego con las manos, apoyó su mandíbula dando una gran sonrisa.

-No.

Ni si quiera habló. Sólo hizo mueca con los labios pronunciando la palabra.

Vaya, tenía que aprender a hacer lo mismo. Así, no tendría que hablar torpemente.

-Bueno. Creo que ya he dejado todo en claro, así que tengo que irme.-Charlotte se levantó de su puesto-. Ustedes dos, si van a vivir juntos, me hacen una llamadita confirmando.

Esperen, ¿dijo que viviría junto con él? Yo no quiero vivir con nadie. Yo sólo quería tener privacidad. Independizarme.

Ella se despidió de cada uno, y salió del apartamento sin más.

-Bueno. No se diga más, tú te vas de aquí.-Él me señaló con su bien cuidado dedo.

-En tus sueños-le contestó Norah-. Es más, si quieres te ayudamos con la mudanza, cualquier cosa, estamos en la habitación de Christine.

Norah me haló del brazo y nos guió hacia la que era ahora mi habitación. Brent también nos siguió.

-Christine Moore-dijo una vez que entramos a la habitación-. Por ningún motivo vas a dejar que aquel cara bonita que está allá afuera te saque de aquí, ¿de acuerdo? Este ahora es tu territorio y tendrás que pelear por ello.

Norah tenía razón. Esta vez tenía que luchar por lo que realmente quería. Si fuese por mí, yo hubiera permitido que aquel chico me sacara prácticamente del que ahora era mi departamento.

-Entendido, Norah.

-Esa es mi chica.-Levantó la mano para que la chocara.

Obviamente lo hice, o sea.

-Bueno, Christine, cualquier cosa que necesites, puedes llamarnos. Ni si quiera pienses en no decirnos nada. ¿Entendido?-Ahora era Brent el que me daba órdenes.

Yo asentí.

Irónico. Me fui del lado de mis padres, y ahora tenía unos segundos padres en esta ciudad. Estaba agradecida con ellos, pero tenían que entender que ya era lo suficiente mayor para hacer las cosas por mi cuenta, y si en algún momento los necesitaba, no dudaría en pedirle su ayuda.

-Bien. Llámanos si pasa algo. Y patéale el trasero a la cara bonita ese de ahí, ¿vale?-dijo Norah.

-Vale.

Ella me abrazó y luego lo hizo Brent, para luego irse de mi habitación.

Bien. Ahora tenía que enfrentarlo sola.

***

Estuve toda la media tarde arreglando mi habitación. Aunque me la pasé con la curiosidad de saber qué estaría haciendo aquel chico ya que no vino a reclamarme más o a echarme.

Las posibles razones eran:

•Se quedó dormido porque, eh, ¿le dio sueño?

•Se fue a mirar las nubes porque se aburrió de estar aquí.

•Está viendo TV.

•Se fue a otro departamento.

•Lo raptaron los extraterrestre.

Salí de la habitación a buscar algo de comer en la cocina porque estaba que moría del hambre. Esperaba que hubiese algo preparado porque, lastimosamente era malísima para cocinar.

¿Mi especialidad? Agua hervida.

Abrí el refrigerador buscando algo de comer, aun cuando sabía que no habría nada debido a que Charlotte había amoblado el apartamento, no es como si fuera a alimentarnos o algo así.

-No hay nada. Acabo de revisar-dijo una voz que no estaba acostumbrada a oír.

Me sobresalté.

-Sólo quería ase...asegurarme de que...que fuera verdad.-Me encogí de hombros.

El rió.

-Soy un desconocido. No un mentiroso.

Le di una sonrisa, que más bien salió como una mueca.

Yo estaba al frente de él. Él estaba apoyado en la encimera de la cocina observando cada uno de mis movimientos.

Aquí voy. Dale, Christine, sugiérele lo que tienes pensado. Habla despacio y con cuidado para que no te enredes.

-E...estaba pensando que...que podríamos dividir el...el depra...departamento para no...no tener problemas.

-Vaya, así que piensas. Creí que era tu amiga la que hablaba por ti.-El seguía con su mirada penetrante.

Yo aparté la mirada.

-Sor...sorpresas que da...da la vida. ¿Qué dices?-Pregunté.

-Bueno. Dado el caso que no te quieres largar de aquí porque, lo más probable, es que la razón sea que no quieres alejarte de mí, eso conlleva a que me vas a estar acosando.-Contaba con sus dedos cada una de las "razones"-. Y yo, no pueda estar tranquilo. Por lo tanto, acepto.

-Bue...bueno, podrías ahorrarte tro...todas esas excusas y so...sólo hubieras dicho que sí.-Me encogí de hombros.

-A diferencia de ti, yo si hablo-Señaló.

Ignoré su comentario.

-¿Có...cómo lo vamos a dividir?-Pregunté.

-Pido la cocina-Habló demasiado rápido.

-Es...espera. Eso no...no es justo.-Me quejé.

-El balcón...

¡Qué idiota!

-El living... Es...es mío-dije.

-Bueno. Tú habitación es tuya y la mía es mía.

-¿En...en serio?-Viré mis ojos.

-Sólo quería asegurarme, chica.-Levantó sus manos en señal de rendición.

-¿El...el lugar donde esta...estábamos? ¿La antesala?-Pregunté.

-Sugiero que la dejemos para las visitas. Sólo que ninguno de los dos podrá usarla mientras que no traigamos a nadie. ¿Te parece?

Asentí.

Aunque aún estaba muy inconforme por lo del balcón. Vamos, Christine, habla que tú puedes.

-Yo digo... Bueno, el balcón... Tú dos... Eh...

-Sí. Sí. Creo que es justo. El balcón podríamos compartirlo. Sólo con una condición.

-¿Cuál?-Pregunté.

Las sílabas se me daban perfectamente.

-Que cuando cualquiera de los dos esté, él otro no pueda estar. ¿De acuerdo?

-Me parece, eh, bien. Sólo... Eh, tengo, tengo una duda.

-Soy todo oídos.-Tocó su oído para darle más dramatismo.

-¿Cómo...? Eh, bueno, ya sabes... Tienes la cocina, ¿cómo...?

Mierda, Christine, habla bien.

-¿Cómo vas a comer?-Terminó la pregunta por mí.

Yo asentí.

-Lo siento, chica, pero yo a ti no te estoy preguntando cómo voy a ver TV.-Negó con la cabeza, mientras movía sus brazos.

Golpe bajo.

-Pero, sí tú habla...hablaste rápido. No, eh, no me dejaste tiempo para...para pensar-me excusé.

-No es el que piense, es el que lo haga rápido.-Tocó su cabeza para dar a entender lo que dijo.

Y así sin más, me dejó en la cocina sola.

Aunque, para sorpresa mía, se devolvió dándome una mirada llena de confusión.

-¿Qué le pasa al que rompe las reglas?-Preguntó.

Me encogí de hombros.

-¿Te...te parece si, eh, si se cobran...eh, favores?-sugerí.

-¿Quieres decir que el que esté en territorio ajeno, le deberá pagar un favor a la otra persona? ¿Cualquier cosa que pida?-Aún tenía ese gesto de confusión en su hermoso rostro.

Me volví a encoger de hombros.

-Creo, que es lo...lo justo. Así, eh, evitaríamos a...a cualquier costo, eh, invadir terreno, eh ajeno.

-Me parece perfecto.-Sonrió con malicia.

Eso me provocó escalofríos.

-¿Desde cuando empiezan las reglas?-Preguntó mirándome.

-Supongo que, eh, ¿desde ahora?

El asintió sonriendo.

-Muy bien.-Sonrió más grande-. Estás en mi territorio. Me debes debes un favor.

Se fue de allí con una hermosa sonrisa triunfadora.

-¡Pe...pero...!-Protesté.

Suspiré frustrada porque el cara bonita me la había hecho. Y yo como idiota caí en su trampa.

Pero, ¿adivinen quién le iba a hacer ese favor?

Exactamente. Exactamente.

***

Después de la extraña conversación con mi compañero de apartamento, me quedé analizando y me propuse hablar con él de nuevo acerca de los territorios.

En primer lugar, ¿por qué en vez de compartir el balcón o la antesala, no compartíamos la cocina? Digo, no es que me haga mucha falta cocinar, pero, ¿como iba a sobrevivir?

Otra cosa que no me quedaba claro era que, ¿qué pasaba si algún invitado pisaba el terreno del otro? ¿También se rompían las reglas? ¿Y cómo íbamos a saber que ninguno la iba a romper cuando alguno de los dos no estuviera presente?

Sí, señor, teníamos mucho que discutir.

Pero tendría que esperarme hasta mañana porque ya era tarde y debería estar durmiendo.

Eso me enerva. ¿No les pasa que justo en la situación no piensan en absolutamente nada, pero cuando ya no están, se le ocurren miles ideas que ya no pueden hacer o decir? Eso me pasaba ahora mismo.

Ahora tenía que dormirme y esperar hasta mañana para hablar con el cara bonito. ¿Lo peor? Mi comportamiento obsesivo compulsivo. Ahora iba a tener esa idea en la cabeza hasta que no la arreglara, tanto, que era capaz de soñar acerca de que estaba arreglando las cosas con él. A diferencia que en mi sueño iba a hablar de maravilla y sería toda una diva.

Sí. Tenaz.

***

A la mañana siguiente, me levanté muy temprano porque iba a intentar encender mi Scoopy.

Sinceramente, dormí estupendo. Digo, para ser apartamento nuevo, dormí toda la noche como una bebé.

Tomé mi ropa deportiva para ponérmela después de la ducha. No es que iba a hacer ejercicio, para nada. Yo no hago eso. Bueno, sólo cuando intentaba encender mi Scoopy, y eso, únicamente hacia cardio o piernas. Ya saben, la caminata que tenía que hacer con la Scoopy averiada hasta el mecánico.

Arduo trabajo.

Salí de la ducha más relajada y con buena energía positiva. Si eras positiva, tu Scoopy sería positiva y encendería.

Después de lavarme los dientes, salí del baño y me dispuse a cambiarme. Una camiseta de mangas largas, un leggins, medias tobilleras y los zapatos deportivos. Me hice una cola de caballo alta y ya estaba lista.

Tomé las llave del apartamento, que por cierto ya estaban con las de la moto y me dispuse a ir al parqueadero.

Cuando salgo de la habitación, me sorprendí al ver a el cara bonita saliendo de la suya que estaba en frente, y también iba a vestido con ropa deportiva.

Vaya, si que se veía atractivo. Pero atractivo lo que se dice atractivo.

-Vaya, ¿también haces ejercicio en las mañanas?-Preguntó curioso al verme allí de pie.

Asentí.

¿Qué? No le iba a decir que era una gorda fan de los libros y la buena música, que comía hasta que ya mi estómago no tuviera más espacio para más comida grasienta.

Bueno, si lo decía de esa manera, sonaba como una verdadera fracasada.

-Bueno, bajemos juntos, ¿no?-sugirió.

No. Es que no voy a correr, niño bonito. Te acabo de mentir.

-Bajemos-acepté.

Él se ofreció a cerrar la puerta con seguro, mientras yo llamaba al ascensor.

Quería que el ascensor se abriera y entrar tan rápido que él no pudiera llegar y yo poder ir hasta el parqueadero para salvarme de hacer ejercicio.

Pero no. El ascensor se abrió cuando el ya estaba al lado mío.

Entramos en completo silencio y allí supe que era el momento de hablar sobre el acuerdo.

-Eh, estuve pensando...eh, sobre lo de ayer...y...

-¿Qué? ¿No me digas que te acobardaste en lo de los favores?-Se cruzó de brazos sonriendo.

-¿Qué? No, no. Yo...eh, yo no soy una cobarde. Lo que...quiero decir es que...que...

-Si en vez de repetir las palabras que vas a decir, las dijeras sólo una vez, hablarás mejor. ¿No crees?

Viré los ojos.

-Qué...qué fácil.

El rió.

-Sólo es una pequeña sugerencia. Continúa.

-Lo...lo tendré en cuenta-dije con sarcasmo.

Salimos del ascensor, y yo me detuve debido a que yo me dirigía al parqueadero y él a la salida.

-¿Qué...?

Pero no pude terminar de decir lo que iba a decir porque el miró su reloj, y me interrumpió.

-Escucha, ¿te parece bien si lo hablamos de regreso? Estoy algo apurado.

Asentí.

-De acuerdo. Gracias, chica.-Levantó su mano y sacudió mi cabello como si fuera un cachorro.

Se fue prácticamente corriendo, dejándome allí de pie de nuevo, sola.

Lo bueno de ahora es que no tendría que hacer ejercicio.

Me di la vuelta y continúe mi camino al parqueadero.

***

Vigésimo primer intento.

Nada.

La Scoopy no quería encender. ¿Por qué eras tan cruel, mundo? ¿Por qué?

Estaba toda sudorosa y llega de grasa porque me había pasado toda la mañana intentado arreglar la estúpida motocicleta.

Lo que más me tenía de mal humor, es que justo, justo al lado de la mía, estaba una Davidson modelo 2015 como la que había visto aquel día.

Si fuera millonaria, pateara a la estúpida Davidson que tenía al lado y luego iba y le compraba otra a la estúpida dueña que tenía como persona. Según lo que me dijo el de seguridad, esa moto era de una chica que se había recién mudado también al edificio.

Ay, claro, soy nueva en el edificio, mira como presumo mi moto colocándola justo al lado de la Honda basura Scoopy. Estúpida.

-¿Hablando sola?

Volteo sobresaltada rápidamente cuando escucho aquella voz, que ahora con mi mal humor, lograba irritarme.

-Qué te importa-escupí.

-Vaya, hablaste bien.-Fingió estar sorprendido.

Le di una sonrisa falsa, y después un maravilloso gesto, dándole a entender sin palabras, lo idiota que era.

Y si, cuando estaba enfadada, hablaba de maravilla. ¿Cómo pasa eso? No tengo ni la más puta y idea y tampoco quiero saberlo.

Sí, Christine también pensaba rudamente cuando estaba enojada. Toda esa energía positiva se esfumaba totalmente.

-¿Qué haces?-Preguntó con curiosidad al verme agachada observando la motocicleta.

-Nada. Aquí... Des...descansando. ¿Por?-dije con sarcasmo.

-¿Mirando el motor de una motocicleta?-Preguntó confuso.

-Sí. Es relajante. Deberías, eh, intentarlo-seguía con mi sarcasmo.

Sentí que se quitó de mi lado, lo cual me causó curiosidad.

-¿Luego qué se hace?-Su voz se escuchó con confusión.

Volteé y él estaba de espaldas a mí también agachado, a diferencia que estaba observando la Davidson de la estúpida presumida dueña.

Yo fruncí el ceño.

-¿Qué...qué estás haciendo?-Pregunté, poniéndome de pie.

Se encogió de hombros.

-Dijiste que te relajabas haciendo esto. Pero lo único que siento es un gran dolor en mis piernas en esta posición. No es absolutamente cómodo.

No pude evitar reír.

-Pero...pero ejercitas tus piernas.-Me encogí de hombros.

-Sí.-Se puso de pie, sonriendo-. Y también logró quitarte el mal humor.

Sé me esfumó la sonrisa enseguida.

-Oh, vamos. Prefiero que repitas las palabras y estés normal, a que las digas una sola vez y de mal humor.-Me golpeó el hombro.

Sentí que fui a parar a mi antiguo apartamento con el golpe que me dio.

El sin duda se dio cuenta.

-Lo siento-dijo apenado.

-No...no. Está bien.

Asintió no muy convencido.

-Así que, ¿qué le pasa a la motocicleta? ¿Es tuya?

Asentí.

-Se...se suponía que, que era la...la bujía. La cambié. Lue...luego fue el carburador...

-¿Lo limpiaste?

Asentí de nuevo.

-Déjame adivinar, no encendió, ¿cierto?

-Cierto.

-Espérame aquí.

Y en menos de un par de horas de habernos conocido, ya me había dejado tres veces de pie, sola y con la palabra en la boca.

El cara bonita tenía un gran problema de educación, y yo le iba a dar un par de clases de ello.

¿A dónde iría?

Bueno, Christine, empezando porque se dirigió al ascensor, lo más probable es que vaya al departamento. ¿Pero qué iba a hacer allá?

Después de un par de minutos que parecieron horas, llegó con una caja y agitado.

Y eso que hizo ejercicio y eran sólo dos pisos y en ascensor.

-Lo... Lo siento-dijo, prácticamente sin aire-. Es que... El ascensor me desespera, y... Y bajé por las escaleras.

Sí, a mi también. Pero las gordas miserables como yo, tomaban el ascensor.

Aclaro, no era gorda, sólo es el ángulo. En el que me vean, claro está. Y bueno, dependiendo de cuánta comida coma en el día.

Según Norah, decía que en cualquier momento vendría un huracán y la primera cosa sé que se llevaría sería este pechito.

-El...el lado bueno, es...es que hablaste como yo.

Rió.

-Estuvo buena. Estuvo buena-señaló y volvió a reír.

Después de que ya pudo volver a la normalidad, se puso serio.

-Veamos que tiene tu motocicleta.

Se agachó con la caja que tenía, que por lo visto era de herramientas y comenzó a observar.

-No...no creo que... Eh, funcione. Ya... Ya lo intenté de mil formas.

Me ignoró.

Por lo que pude ver, había sacado el carburador y comenzó a analizarlo.

-Bueno, el carburador y el filtro están limpio. Y sin embargo, no enciende.

-Es...es lo que...que te digo.

Me volvió a ignorar. Pareciera que estuviese concentrado en su propio mundo.

-¿Qué...qué haces?-Pregunté.

-Reviso la caja de láminas.

Ah, genial, eso si lo escuchó.

-No...no creo que sea...

Tomó una lámina y la puso a contra luz. La luz pasó.

Mierda.

-He aquí el problema-dijo.

-¿Cómo...como es que no pude...darme cuenta?-Pregunté más para mí que para él.

Cuando la luz traspasaba la lámina, era porque la lámina estaba dañada. Tendría que cambiarla.

-¿Tienes una lámina de repuesto?-Preguntó.

¿Por qué ignoraba de pronto todo lo que decía?

-No...no, no tengo.

-Tu día de suerte. Tengo una por ahí-dijo aún mirando la lámina dañada.

-Te la pagaré.

-No.-Me miró sonriendo-. Ahora me debes otro favor.

Mierda.

-De ninguna...

-Lo siento. No se aceptan devoluciones.

Me volvió a dejar con la palabra en la boca, cuando se agachó de nuevo a buscar lo que yo suponía que era la lámina, en su grande y pesada caja de herramientas.

¿Cómo es posible que cuando la cargó parecía liviana?

Esperen, ¿qué es lo que va a querer que haga?

Ay, Dios, que sea todo menos hacer ejercicio.

Christine, haces todo mal, siempre metiéndote en problemas.

La próxima está atenta cuando se ofrezca a ayudarte en algo.

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