14 Capítulo 12

Cuando salí, vi a Sam en el auto, algo ansioso, supongo porque me demoré en bajar. Sin embargo, cuando me vio, el alivio en su rostro se hizo notar indudablemente.

—Ya me ibas a hacer subir a buscarte —habló en cuanto entré a su auto.

—Algo me retrasó —dije como pude.

—¿Algo, o alguien? —Me dio una mirada inquisitiva.

—¿Podríamos hablar de esto cuando lleguemos a tu... tu súper casa?

—Está bien. —Acto seguido, puso el auto en marcha.

Durante todo el trayecto, fue incómodo. Había un silencio infernal que no lo acababa nadie. Sin duda, las semanas que pasamos sin hablar, habían afectado radicalmente nuestra amistad. Pero tenía la esperanza que de alguna manera, íbamos a superar todo.

Sam aparcó el auto en el garaje, mientras yo esperaba que terminara. Una vez que lo hizo, me abrazó de lado y subimos juntos las escaleras para ir a su habitación.

—¿Quieres hablar ahora, o sólo dormir abrazados? —preguntó, susurrando.

—¿No crees que esto se... sería raro?

—Sabes que no es la primera vez. —Viró los ojos.

—Pero, Emily...

—Olvídate de Emily. Ella nunca ha sido un problema y no lo será ahora. Sé que te preocupa más Avril que ella. Y tratas de taparlo.

Era verdad. Es que tenía miedo que Avril me pusiera en contra de ella o de Brittany. Eso era lo que menos quería. Había algo que aún no me tranquilizaba, pero hasta ahora, ella no había hecho nada más que alejarme de Ryan.

—Entonces, ¿qué fue lo que te detuvo? —preguntó una vez que estábamos acostados en su cama.

—Ryan —susurré con mi cara en su cuello. Había logrado que Sam me prestara su ropa costosa.

—Chris, quiero pedirte disculpas por mi comportamiento de aquél día. De alguna u otra manera, ejercí presión en ti demasiado inadecuada. Tú acababas de salir de una relación y eso no lo pensé. Fue muy egoísta de mi parte.

—No, Sam —dije —. Yo... Yo también quiero pedirte disculpas... Te... tenías razón. Soy una cobarde. Lo... lo peor de todo, es que creo que ya no tengo oportunidad.

—¿Por qué dices eso? —decía, limpiándome las lágrimas con suavidad.

—Brittany es una chica agradable. Y... Y Ryan cada día está más con ella y menos conmigo.

—Continúa...

—¿Cómo uno puede sentir que perdió a alguien cuando nunca lo tuvo? —Solté con rabia —. ¿Cómo puede ser posible que sienta tanto por un pendejo que ni si quiera he probado sus labios? ¡¿Cómo me pudo cautivar sin ponerme una mano encima, Sam?!

—Cariño, hay veces en las que el toque de una persona, no te produce ni un sólo suspiro. Y hay veces en las que una persona te hace suspirar sin haberte dado un sólo toque —dijo, abrazándome fuerte —. Yo no quiero verte así, Chris. Sabía que la estabas pasando mal.

—Es que... Siento que es injusto. ¿Por qué si le gustaba alguien más, justamente yo me... me tenía que fijar en... en alguien como él?

—¿Por qué no lo intentas, Chris? Igual ya sabes lo que se siente. Entra en el juego, ya no tienes más nada que perder.

—¿A qué te refieres? —dije, acomodándome para verlo mejor.

—¡A que te le lances a sus brazos! Si no consigues nada, te retiras y pasas de página. No te puedes quedar con las ganas del «qué pasaría si...»

—Es... Es que no lo entiendes, Sam —dije, negando con la cabeza —. Ya ellos están en algo serio. Es demasiado tarde.

—¿Quién te dijo eso? —Me miró confuso —. Claro que no. Emily me dijo que estaban saliendo, pero no es oficial. Aún tienes oportunidad.

—¿En serio? ¿Como... Como es que aún salen?

—No lo sé. Según Emily, puede ser por Jack o por el mismo Ryan.

—¿Qué tiene que... que ver Woods aquí?

—¿Qué no recuerdas? Brittany solía andar para arriba y para abajo con él.

—¿Y qué pasó? —pregunté curiosa.

—Bueno, según lo que yo sé, es que Jack estaba interesado en ella, pero ella no quería nada con él. Sólo que aceptaba era por sus padres y el trato que tenían con Woods.

—¿Qué no estamos en... en el siglo veintiuno?

—Yo también quisiera saber lo mismo, mi querida amiga. Pero al parecer, los papás, aceptaron la decisión de Brittany y como no era mucho la diferencia. Digo, los dos son corredores...

—¿Tú como sabes e... eso?

—Emily y Avril. —Se encogió de hombros.

—¿Ya no se... se pelean?

—Cuando hay chisme, no. —Los dos reímos.

—No me vuelvas a de... dejar sola jamás.

—No lo haré, pequeña. Eres mi única familia.

—Gracias —dije sincera.

—Entonces, ¿qué tienes pensado?

—¿De qué? —pregunté adormilada. Creo que ahora si iba a ser posible conciliar el sueño. Una parte de mí estaba más tranquila porque tenía a Sam de mi lado. La otra, aún estaba atascada en una línea, tratando de descifrar hacia qué lado ir. Si a ese al que se hacía llamar «riesgo» o el otro que estaba en grande llamado «derrota».

—¿Vas a entrar en juego?

—No lo sé...

—Bueno, creo que eso es un avance. Piénsatelo, Chris, ya no hay nada que perder. Si McShane te manda a la friendzone, salimos a putear y listo.

—¿Se te olvida que... que soy mujer? —pregunté con los ojos cerrados. Él me abrazó.

—¿Y? También hay hombres que están de putos. Yo puedo ayudarte a conseguir uno. Pero sólo una noche y adiós.

—Reí —. Eso se... sería lo último que hicieras en tu vida, ¿no?

—Me has pillado. Jamás dejaría que te metieras a un lugar de eso. Pero, veamos el lado bueno, ¿te he subido el ánimo?

—Sí, Sam —dije, sonriendo —. Qué descanses.

—Igual tú, pequeña.

***

No podía quejarme, había sido una de las pocas noches en donde había podido dormir excelente. Y eso me tranquilizaba. Ya no tenía que preocuparme por tomarme alguna bebida energética, o beber cafeína sin parar hasta que ya no sintiera sueño.

—Buen día —dije, entrando a la cocina. Sam estaba preparando el desayuno. Y lo agradecía, ya que yo no es que sea muy buena en ese tipo de cosas.

—¿Cómo amaneces? —preguntó un Sam sonriente.

—Mejor que... que los días anteriores, supongo. —Me encogí de hombros, restándole importancia.

—Ven, vamos a desayunar. —Colocó los platos en la mesa de la cocina y me invitó a sentarme diagonal a él —¿Quieres hablar de algo?

—Después que no sea de... de alguien, por mí está bien —le di un bocado al trozo de melón.

—¿Lo pensaste? —preguntó. Ya sabía a lo que se estaba refiriendo.

—¿Qué? —Me hice la desentendida.

—Oh, vamos, Chris, no te hagas.

—Creo que sí...

—¿Qué crees? —Su tono de voz era esperanzado.

—Voy a... a entrar en juego.

—¡Esa es mi chica! —exclamó —. ¡Dame esos cinco!

Jamás pensé que Sam me ayudaría en algo como esto. Digo, es un chico, y sé que esto es algo sexista, pero así era. Por otro lado, era un sobreprotector. Ni en un millón de años, alguien como él, haría algo como esto. Sin embargo, creo que eso era lo que le hacía único e inigualable. Y era por ello, que era mi mejor amigo.

—No... No pensé que te emocionarías. —Reí.

—A decir verdad, yo también estoy sorprendido. Pero, es que tú eres más importante, Chris.

—Sam...

—Dime.

—¿Cómo... cómo se supone que voy a entrar en juego?

—No te preocupes. —Sonrió —. Tengo un plan.

—¿Cuál?

***

—Así que... ¿este es tu... tu plan? —pregunté.

—Ajá.

—¿Y tú dices que va a... a funcionar? —Le miré confusa.

—Totalmente.

—Sam, no creo que...

—Christine, deja de ser tan negativa en la vida, hija. Sé que va a funcionar.

—Pero... ¿En qué ayuda estar acostados viendo películas a entrar en juego? —dije confundida, señalando a la TV.

—Deja que el maestro se encargue.

Según él, el súper plan que tenía para que yo entrara en juego, era estar todo el día en su cama junto con él viendo películas. La verdad, yo había pensado algo como ir a buscarle y hablarle, pero sólo obtuve un «¿estás demente?», de parte de Sam. Sin embargo, ahora me estoy cuestionando quién es el demente.

—¿Y si mejor vamos a ayudar a Norah? —sugerí —. Estar acostada me vuelve algo depresiva.

—Pero, si apenas hemos estado aquí unos minutos.

—Sam, hemos visto tres películas, ya. Eso no han... han sido minutos.

—Christine, tienes que dejar de ser tan impaciente.

—Creo... creo que deberíamos ir a ayudar a Norah —dije, levantándome para ir a buscar mis zapatillas. Ya me había duchado en el súper baño de Sam. Me puse el mismo jeans que tenía puesto en la madrugada, y un jersey de Sam, de los más pequeños que encontré.

—Chris, espera... —Me tomó del brazo, deteniéndome.

—¿Qué? —Le miré confusa.

—Espera... —Se produjo un silencio entre nosotros y yo aún no entendía nada.

—¿Qué tengo que... que esperar, Sam? Ponte seri...

—Shhh. —Me mandó a callar, poniendo su dedo en mis labios.

—Basta. —Le di un manotón, para apartar su mano llena de bacterias de mi rostro —. No... No estoy para juegos.

—¡Espera un poco más, mujer!

—No cambias. —Negué con la cabeza, esta vez bajando de la cama, pero el sonido de mi teléfono me interrumpió.

—¿Lo ves? —preguntó sonriendo —. ¡Te dije que esperaras! ¡Contesta!

Miré mi teléfono, y vi que Ryan era el que estaba llamando. Divisé a Sam y vi que tenía los dos pulgares arriba, dándome ánimo mientras decía «¡contesta!» «le dices que vas para donde Norah» «¡contesta!»

—¿Hola? —contesté algo dudosa.

—¿Christine?

—Ryan.

—¿Estás bien? —preguntó. Su tono de voz no dejaba la preocupación nunca.

—¿Pasa algo? —Evité su pregunta.

—Es... es que estaba preocupado por ti —Sabía que esas palabras se le había hecho difícil de pronunciarlas. Aunque semanas antes, eso habría sido lo más fácil para él.

—Eso no era lo... lo que parecía esta madrugada. —Estaba jugando con fuego, lo sabía.

—¿Tienes algo que hacer lo que queda del día de hoy? ¿Podemos... podemos hablar? —preguntó inseguro.

—Iré a ayudar a Norah. —Miré a Sam y vi que me decía algo como «vas bien, hija, no la cagues.»

—¿Estás en el departamento? Puedo ir a buscarte, si quieres.

Era obvio que yo no estaba allí, aunque lo que se me hacía relevante a mí, era que él no estaba allá. ¿Entonces, donde estaba? La verdad, es que no quiero ni saberlo.

—No. Es... Estoy en casa de Sam.

—¿Todavía? —preguntó escéptico.

—¿Por qué? ¿Hay... Hay problema con eso? —Le respondí de la misma manera. Creo que estábamos a la defensiva.

—No. —Pude sentir que tensaba la mandíbula —. ¿Quieres que pase por ti, entonces?

—¿Lo harías? —pregunté con sorpresa. Parece que si quería hablar en serio conmigo.

—Es lo que acabo de decir, ¿no? —respondió algo tosco. Les aseguro que no le entiendo.

—Bien. Entonces, ven a reco... recogerme.

—Una pregunta antes de que cuelgues...

—Te escucho...

—¿Dónde vive Jenkins?

***

—¿Qué te dijo? —preguntó Sam inquisitivamente.

—Pareces una... una chismosa nivel experto. —Viré los ojos, mientras calzaba mis zapatillas.

—Oh, vamos, sabes que estamos en esto junto.

—Oye, ¿como sabías que... que el llamaría? —pregunté con el ceño fruncido —. ¿Le dijiste algo a...?

—Christine, me sorprende —dijo herido —. Es obvio que él llamaría, ¿no lo habías pensado?

—¿El qué?

—Digo, sales en la madrugada, encima discutes con él a esa hora, y por lo que pude ver, el no estaba en su apartamento hoy, o sea, si cuando salió no te vio allí, ¿qué puede pensar?

—Pues, que es... estaba contigo. —Me encogí de hombros.

—Eso lo sabes tú porque lo estás viviendo. Pero no sabes como la mente puede jugarle a uno.

En realidad, si lo sabía. Podría pensar miles de cosas si eso llegara a pasar con él, a pesar de que ya supiera donde estaba no estaría tranquila. Además, Sam siempre lo hacía y yo lo veía como algo tonto, pero realmente ocurría.

—Tienes razón. —Asentí.

—Igual, ya tienes un punto.

—¿Por qué?

—Está más que claro que le importas, Christine. Me dijiste que habías discutido con él de madrugada. ¿Crees que si no fuera así, habría molestado en llamarte para saber como estabas?

Tanto Ryan como las palabras de Sam me dejaban aún más confusa con todo esto. Y lo peor, era que tenía esperanzas de que todo aquello fuera cierto.

—Puede ser.

—Puede ser no, Christine. Tienes que agarrarte de eso. Es lo único que tienes para poder entrar en él de manera sentimental.

—¿Después que... que me lleve donde Norah, qué? —pregunté, ignorando lo que dijo.

—Se tiene que ganar a Norah, supongo. —Se encogió de hombros.

—¿Cómo así? ¿Se va... va a quedar?

—Alguien tiene que ayudar a esa chica con los niños y no voy a ser yo.

—¿Esto es... es para tu beneficio, imbécil? —Le golpeé el hombro. Él rió.

—No. En realidad, es un gana-gana.

—Explícate —exigí.

—Si Ryan acepta quedarse contigo donde Norah, yo no voy a tener que ayudar con esos mocosos. —Le miré mal —. Que de por sí me caen bien, pero hoy es mi día de descanso.

—Ya ese punto me quedó cla... claro. ¿Dónde se supone que gano yo? ¿Y qué... qué tal que Ryan diga que ti... tiene que hacer otras cosas?

—Bueno, si no me interrumpieras, todo quedaría claro, ¿no crees? —Viré los ojos —. Continuo. Se supone que de aquí hasta donde Norah, no van a terminar de hablar bien, él querrá verse contigo más tarde o incluso se ofrecerá a recogerte después para llevarte al departamento y así estar más seguro con su conciencia.

—Ajá... —Sam y sus ideas descabelladas. No entiendo por qué le seguía el juego.

—Allí tu vas a aprovechar a decirle que si quiere pasar un rato y esperarte. Lo cual no te va a esperar porque va a ayudarte a cuidar a los niños. De paso ganas tú, porque pasas más tiempo con él y notarás si le importas más de lo que creemos. Gana Norah porque le ayudan con sus mocosos, y gana él porque pasará tiempo contigo, y se ganará a la mejor amiga de la chica que le importa. ¡Tarán! —Movió los brazos como si estuviera en una obra de teatro y la obra había salido perfectamente bien.

—Debes dejar de ver tan... tantas telenovelas, de verdad. —Negué con la cabeza.

—¿Qué tienes en contra de ellas? Algunas son buenas.

—No para ti —dije, poniéndome de pie.

—Vamos, a que no pensaste en esa posibilidad. Mi plan es brillante.

—¿Y qué si... si no es así?

—Pues, habrá que buscar otro modo de hacerlo. Pero intenta con esta, y si no te funciona, pensaremos otra cosa. Igual, tengo muchos planes.

—¿Por qué si... si quiera te escucho?

—Porque soy tu mejor amigo, porque me amas y porque me extrañaste de haberme ido tan lejos que estás haciendo cosas estúpidas para reponer el tiempo. —Sonrió.

—Estás de... demente.

—Cuando me vayas, desearás hacer todas estas cosas. Así que... Aprovéchame. —Me dio una nalgada.

—¡Serás idiota! —exclamé. Él comenzó a reír.

La verdad es que no quería pensar en las veces que Sam se tenía que ir por trabajo. El viajaba y duraba meses hasta que volvía. Esas veces eran horrible. Él me decía que hablara con Greg —mi jefe —, que me dejara ir con él, pero yo no aceptaba porque tenía que hacer muchas cosas acá y no podía dejar a Norah tirada por meses. Yo sólo espero que la próxima vez que le toque viajar, no sea por mucho tiempo ni para siempre. Porque al igual, la única que lo detenía, según sus palabras, era yo; su familia.

—¿Quién molesta? —Oí la voz de Sam hablando por el citófono.

—Soy yo. —Era la voz de Ryan.

—¿Yo, quién? —preguntó escéptico Sam. Era obvio quién era.

—Sam, ya... ya sabes quién es —susurré.

—Shhhh. —Me mandó a callar. De nuevo. Seguro son sus absurdos planes.

—McShane. —Podría asegurar que estaba virando los ojos.

—¿Y qué quieres?

—Sam, ábrele ya.

—Espera, él tiene que pensar que yo te estoy protegiendo para que te tome en serio. —Así que eso era. En el fondo él se estaba asegurando que Ryan no era el tipo de hombres como Calvin.

—Es ridículo.

—No lo es.

—Vine a buscar a Christine —habló Ryan.

—¿Para qué?

—Me estás calentando las pelotas, Jenkins. Abre esa jodida puerta de una vez o si no vas a tener que comprar una nueva. —Sam se rió. Sin qué Ryan lo notara.

—Esto lo hiciste pa... para molestarlo. No pa... para protegerme. —Le golpeé el brazo.

—Para eso también. —Se encogió de hombros —. Es un gana-gana.

—Es un gana-gana —le imité —. Me voy.

—Cuídate, pequeña. Mantenme informado en la misión. —Me abrazó.

—Esto no... no es una...

—Shhh. No estropees la diversión. Anda. —Abrió la puerta de la entrada, para asegurarse de que Ryan lo viera —. Adiós.

—Adiós.

***

—Hola —Saludé.

—Hola. —No pude descifrar cual era esa mirada. Pero me tenía intrigada —. ¿Vamos? —preguntó, entregándome el casco.

—Vamos —dije, tomándolo, mientras me subía a su Davidson. Ahora no sabía si podía sujetarme de él o no. Sin embargo, para sorpresa mía, tomó mis manos, y las puso en su torso que se me hacia familiar. Digo, no era la primera vez que me montaba en su motocicleta. Y hablando de primera vez, ¿Brittany también ha hecho lo mismo? De sólo pensarlo, me daba asco.

Él aceleró.

Ahora que me replanteaba mejor el plan descabellado de Sam, no me parecía tan loco. Digo, si la intención de Ryan era hablar, ¿por qué se ofreció a recogerme si sabía muy bien que en su Davidson era imposible hacerlo, y que, además de eso, yo iba a estar ocupada cuidando a los niños de Norah? Estúpido, Sam. A veces quería ahorcarlo por pensar en posibilidades que podrían ser ciertas.

Mejor aprovechaba el viento, el maravilloso paisaje que veía, a estar pensando en cosas tan absurdas. Y más si Ryan me cachaba haciéndolo, ya que era especialista en notar que estaba pensando demasiado.

—Llegamos —dijo, mientras nos deteníamos en frente de la casa de Norah.

—Gra... gracias —hablé, bajando con cuidado de su motocicleta súper estupenda igual que la mía. Nótese el sarcasmo.

—¿Quieres que pase por ti para después hablar mejor? —preguntó. Oh, mierda, Sam es un vidente.

—No... —Negué con la cabeza. Pude ver que había tanto decepción como enojo en su mirada.

—Se suponía que íbamos a hablar. Por eso fui a buscarte.

—Pero, tú... tú sabías que iba a ser imposible hacerlo, mientras estábamos en la motocicleta. Entonces, ¿por qué lo hiciste, si vamos es a hablar después de que ayude a Norah? —Tenía que obtener si quiera una respuesta que me hiciera invitarle a seguir conmigo. O sea, sé que Sam me dio la idea, pero eso no quería decir que iba a hacer todo al pie de la letra. Habían cosas que tenía que aclarar.

—No lo sé. No lo pensé, ¿vale? —Parecía desesperado. Puede que esté diciendo la verdad. Así que suspiré. Aquí va, Christine. Dilo...

—¿Tienes algo que... que hacer ahora?

No podía pretender que lo comprometiera a algo que después lo iba a dejar en aprietos. Tenía que asegurarme que no iba a hacer nada.

—Supongo que iré al departamento... —Se encogió de hombros —, y esperarte si quieres que te recoja.

Bueno, al menos me tranquilizaba que no iba a verse con Brittany. Pero, si no hacía que se quedara, habría una posibilidad de que utilizara ese tiempo para algo relacionado con la chica. Rayos, tenía que hacer algo rápido.

—Ahí está otra vez... Pensando. ¿en qué piensas? —preguntó.

Vamos, Christine, tú puedes. Brittany, eres una buena chica, pero tengo que jugar sucio. Tú lo tuviste cuando yo no estaba y no lo aprovechaste. Ahora yo lo tendré, y voy a hacer lo contrario que tú hiciste.

—Es... estaba pensado si... si querías quedarte conmigo, esperarme... Luego, podríamos ir y hablar, pero claro, sólo si... si quieres.

—Está bien.

—¿En... en serio? —pregunté asombrada.

—¿Por qué no? —Se encogió de hombros —. Si te ayudo con los niños de Norah, será más fácil para las dos, ¿no?

—No... No me refería a eso... No quiero que... que...

—Lo sé, Christine. Pero, quiero hacerlo. No le veo lo malo. ¿O tú y tu amiga sí?

—Creo que Norah es... estaría encantada. Digo, sería más a... ayuda para ella.

—Entonces, vamos. Pero, ¿donde dejo la motocicleta?

—Llamaré a No... Norah para que abra el garaje.

***

—¡¿Chris, cómo lograste que Sam viniera contigo en motocicleta, si a duras penas nos ayuda con los niños?! ¡¿Lo sobornaste?! —gritó Norah, mientras la niña pequeña de esta, nos abría la puerta. Ryan rió.

—Hola, Emma —saludé a la niña —. Te presento a un... un nuevo amigo.

—Hola, Chris. —Me miró a mí y luego a Ryan —. Hola amigo de Chris.

Yo cerré la puerta de la casa, mientras que Ryan le contestaba algunas preguntas que Emma le hacía.

—Ven, Ryan, por... por aquí —dije, para que me siguiera. No entiendo por qué estaba tan nerviosa. Supongo que la primera y última vez que Norah había hablado con él no fueron muy amable los unos a los otros.

—Chris, no te oigo, ¡¿eres tú?! —exclamó Norah de nuevo.

—Sí, soy y... yo —dije, detrás de ella haciéndole sobresaltar.

—Mierda, Christine, me asustaste. —Se llevó la mano en el pecho, mientras que la otra tenía el cuchillo de cocina.

—Lo... Lo siento.

—No importa. Así, que no me respondiste. ¿Sobornaste a Sam?

—De hecho...

—Hola —saludó Ryan detrás de mí, con Emma agarrados de mano.

—Oh, ya lo entiendo. ¿Se intercambiaron? —preguntó.

—Norah. —Viré los ojos —. No es... es gracioso.

—Tranquila, Chris —dijo Ryan.

—Pero, ¿tú vas a hacer la misma función de Sam? —preguntó Norah a Ryan, señalando con el cuchillo.

—Eh... Se supone —contestó este, encogiéndose de hombros.

—Ah, no, entonces no me sirves porque ese desgraciado no ha...

—Ryan, si va a... ayudar —la interrumpí.

—Oh, ¿en serio? —preguntó, mirándolo.

—Por supuesto. ¿En qué quieres que te ayude? —Se ofreció el chico que tenía a mi lado.

—¿Sabes cocinar?

—Puedo con ello —respondió, restándole algo de importancia. Oh, qué modesto. Era más que claro que sabía cocinar.

—Entonces, haz la cena. —Norah le entregó el cuchillo a Ryan y el delantal.

—¿Qué estabas haciendo antes? —preguntó este.

—En realidad, iba a hacer algo, pero ya que tu sabes cocinar, sorpréndeme con lo que está ahí. Eres libre de coger lo que quieras —le dijo, guiñándole el ojo —. Y tú Chris, te vas conmigo a estar pendiente de los niños, y a hablar de lo guapo que es este chico.

—¡Norah! —le regañé. Pude escuchar la risa de Ryan en el fondo —Si Brent se entera...

—Brent no se enterará porque tú no le vas a decir, y no es como si estuviera haciendo algo malo. —se encogió de hombros —. Así que, desembucha. ¿Qué hace el cara bonita aquí? ¿Están saliendo o algo?

—No, no... no lo estamos.

—Ugh, ¿por qué no vino Sam? —preguntó algo irritada.

—Creí que... que no lo querías aquí. —Le miré con sospecha.

—Error, me quejo de su poca colaboración aquí —señaló —. Pero es fundamental para los chismes. Por ejemplo, este niño. Para que cuentes, tienen que pasar mil años.

—Eso no... no es cierto —me defendí. Ella levantó una ceja, mientras le daba el biberón a la niña —. Bueno, un poco.

—¿Me contarás? —preguntó esperanzada.

—Bien, pero antes... ¿Dónde está Brent?

—Salió con los dos niños para que se cansaran y sólo vinieran a dormir después.

—Así que... Te... te quedaste con... con Emma y la bebé.

—Exacto. Ahora, desembucha.

Le conté todo a Norah desde el principio a fin. Es decir, desde que supe que me gustaba, Brittany y el súper plan de Sam. Ella hacía muchos gestos graciosos los cuales eran divertidos y así podría contarle, sin equivocarme tanto. Quería a esa chica demasiado. Me alegraba poder compartir eso con ella.

—Y así es como él... él terminó aquí con nosotras...

—¿Después irán a «hablar»? —Hizo comillas con los dedos.

—Sí, y si vamos a hablar —dije con seguridad.

—¿Puedo decir varias cositas?

—Adelante —le animé, mientras peinaba la hermosa melena de Emma.

—Primero, estoy totalmente de acuerdo con Sam... —Yo viré los ojos en cuanto dijo eso —, también tiene razón en que si ese chico, no tuviera ni si quiera un poco de interés en ti, no estuviera haciéndome mi cena.

—Continúa...

—No me parece que te hayas ofrecido a ayudarlo a conquistar a otra tipa. ¿Estás demente? —Vaya, ¿dónde había escuchado eso antes? Claro, Sam —. Quiero decir, si tu comida favorita es el helado, y alguien lo tenía ahí, pero no lo comió, y justo que tú lo quieres, te lo quitan. ¿Cómo es que vas a ayudar ese alguien a comerlo, si cuando no tenía competencia, no lo comió? O sea, Christine, por favor.

—¿Estás comparando a... a Ryan con un helado? —pregunté.

—Estoy haciendo una metáfora —aclaró —. Y no me interrumpas.

—Adelante...

—Menos mal y reaccionaste a tiempo. ¿Pero, por qué no me habías contado antes?

—No que... quería darte más preocupaciones.

—Christine, claro que no. No lo veas de esa manera. Somos muy cercanas. No quiero que pienses que estás sola, porque no es así. —Me dio una mirada cálida —. Ahora, ¿por qué carajos no abofeteaste por mí a Sam con eso del gana-gana? ¿Y por qué no le golpeaste en sus partes íntimas por no dirigirte la palabra sino hasta ahora? Ugh, es que donde yo hubiera sabido antes...

—No cambias, Norah —dije riendo.

—Pero, mira, vas a traerlo aquí y no le vas a decir que me contaste. Voy a vengarme por llamar mocosos a mis mocosos, y por creer que iba a librarse de mí tan fácilmente.

—De ninguna, manera. Me mata... matará —dije, negando con la cabeza, pero riendo.

—Ay, no seas así, mira que también voy a planear mi alianza con él para que te le lances a los brazos al cara bonita este.

—Santo, ni tú ni... ni Sam tienen remedio.

Creo que ahora me sentía menos sola que semanas atrás. Sin duda, poder hablarle de lo que te sucedía a personas que eran importantes para ti, podría ayudarte un montón. Aunque fueran así de pesados como ellos.

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