13 Capítulo 11

—¿Qué? —Fue lo único que pude pronunciar.

—Pues, no vas a creerlo —Se notaba que estaba sonriendo —. Ahora mismo estoy en una cita con Brittany.

Y allí estaba... Sabía que era eso. Iba a ignorar lo que estaba pensando en esos momentos o más bien lo que estaba sintiendo. ¿Por qué tenía que sentir algo negativo? Quiero decir, ¿por qué no podía alegrarme por él? Se supone que yo lo estoy ayudando para que sea feliz. ¿Qué está mal conmigo? Si me gustase como Sam me lo hace ver, no sentiría nada de esto. Porque a pesar de que alguien te guste, pero tenga a otra persona, puedes vivir con ello. Digo, no es como si te fueras a morir. Ya eso lo sentirías cuando... No, de ninguna maldita manera.

—¿Chris, estás ahí? —Se le notaba preocupado.

—Ryan, deberías irte —dije como pude.

—¿Por qué? —preguntó confuso.

—No deberías estar... hablando por teléfono cuando es... estás con la persona que te gusta.

Sentí que Sam me miró muy mal. O sea, tiene el derecho de hacerlo porque, diciéndole esto a Ryan sólo hará que su cita con Brittany esté mejor, volviéndose imposible mi oportunidad con él.

—Tienes razón, Chris. Qué tonto. —Rió —. Estaba muy preocupado. ¿Puedo pasar por ti? Estaría más tranquilo.

—Sí. —No dejé decir más nada porque colgué.

—¿Qué carajos acaba de pasar, Christine Moore? —preguntó Sam en tono reprobatorio.

—Me vendrá a recoger después de... de su cita —dije para tranquilizarlo.

—¿Por qué aceptaste así no más? —Frunció el ceño —. ¿Qué tienes planeado?

—Na... nada.

—Chris... —Me miró expectante.

—Voy a ale... alejarme de él. Y esta será la... la última vez.

—¿Por qué mierda vas a hacer eso, Chris? Pensé que ibas a hacer lo contrario.

—¡No puedo jugar sucio! —exclamé —. Se le... le ve muy feliz. No voy a estropear nada. Sé que se siente.

—¡Por Dios! —Negó con la cabeza —. ¿Por qué eres tan terca, mujer?

—Lo prefiero así, Sam. No... no quiero sufrir.

—Cobarde. Eres una cobarde.

—¡¿Y qué más quieres que haga, Sam?! —pregunté enojada —. ¡¿Qué vaya y me le tire en los brazos?!

—Pues, sí. ¿Por qué no? —Se encogió de hombros —. Esa importancia que él te tiene no es normal. Y si no te apresuras, lo vas a perder.

—Yo no quiero hablar más de esto.

—Ahí esta. La Christine que huye de todo. ¿En dónde la tenías guardada?

—En tu trasero —dije con enojo, levantándome del puesto y yendo a ningún lugar.

Sé que tiene razón. Lo sé. Pero no estoy para tomar riesgos. No puedo ahora. Él va a salir huyendo de mí apenas se entere de que creo que me gusta. Y eso no sucede, yo abandono antes de que ellos lo hagan primero. Yo me voy antes de que ellos empaquen. Porque si me quedo... Yo sé lo que me espera si me quedo.

Después de una hora más, me acerqué en donde estaba Sam de nuevo. Él estaba allí, en su teléfono supongo que esperando que dijeran algo de Norah. Yo también había estado pendiente. Aún no recibíamos noticias, lo cual estaba más nerviosa debido a la discusión que tuve con Sam. Él estaba invadiendo y yo estaba defendiéndome.

—Hola, Chris —saludó un Ryan más que atractivo que lo normal. Estaba guapísimo. Estaba completamente para comérselo entero. Qué helado ni qué chocolate. Sólo él.

—Ho... Hola, Ry... Ryan —dije tartamudeando. Más de lo que ya era, para aclarar.

—Jenkins. —Asintió, saludando a Sam.

—McShane.

—¿Han sabido algo de tu amiga? —preguntó completamente ajeno a mi embobada mirada.

—No —contestó Sam por mí. Por la mirada que él me estaba dando, este si estaba enterado de mi estado de ensimismamiento —. Pero ya no tardan de informarnos algo.

—Entonces, esperemos. —Se sentó en el sofá donde yo estaba sentada antes de que discutiera con Sam —. ¿No quieres sentarte? —me preguntó.

Me senté intentado guardar distancia entre él y yo. Ya que verlo así, me ponía más nerviosa que lo usual.

—¿Por qué están tan callados? —preguntó curioso.

—Sólo esta... estamos nerviosos —mentí. Él miró a Sam, este sólo miraba a otro lugar como si no fuera con él. Era más que claro que estaba enojado conmigo. Demasiado. Y cuando él lo hacía, era de temer. Sam Jenkins no te dirigía la palabra por días.

—¿Tú también, Jenkins? —bromeó Ryan. Él sólo le miró y movió la mano como si lo iba a dejar pasar esta vez. Luego sacó el teléfono y se puso hacer algo totalmente desconocido para mí. El chico atractivo a mi lado me miró y susurró —: ¿le pasa algo?

—Debe ser el am... ambiente —volví a mentir, encogiéndome de hombros.

Cuando Ryan estaba a punto de decir algo, llega Brent con una bata y un tapabocas sonriendo y con algunas lágrimas en su rostro. Yo enseguida me puse de pie.

—¡Lo hicimos! ¡Tenemos una niña hermosa! —exclamó. Sin importar que estuviera sucio o lo que fuera sus manchas en la bata, me lancé a abrazarlo, llorando. Me alegraba que todo hubiese salido bien. Que a Norah no le había pasado nada y que tenían una niña sana. Él me devolvió el abrazo. Era más que obvio que estaba que saltaba de la felicidad.

—Felicidades, hermano —dijo Sam abrazándolo una vez que yo lo solté.

—Gracias, Sam —respondió.

—Sé que no hemos tenido la oportunidad de hablar, pero gracias a Christine, estoy enterado. Felicidades —habló Ryan dándole un apretón de manos.

—Supongo... supongo que podremos ver al bebé y a Norah mañana, ¿no? —pregunté.

—Sí. Ya mañana puede recibir visitas. La dejarán unos días sólo para checar a la bebé y a ella.

—Brent, ¿con quién se... se quedaron los niños?

—Ah, dos con mi madre, y la niña con la madre de Norah.

—¿Por qué no me dijeron na... nada?

—No queríamos molestarte.

—Pavadas. La próxima me... me avisan.

Yo estoy agradecida con ellos, es lo menos que puedo hacer.

—Gracias, Chris. Y ustedes, gracias por estar aquí —dijo Brent. Qué lindo era verle los ojos brillar de felicidad. Se lo merecían. Espero que les dure. Ellos son mis goals.

—Bien, Brent mañana estaré aquí para ver a la bebé y saludar a Norah —habló Sam distante.

—Está bien, hermano. Cuídate y gracias.

—McShane. —Asintió con la cabeza, pasó por delante de mí y se fue.

—¿Algo le pasa? —preguntó Brent —. Creí que iba a decir chistes por encontrarme llorando. Esperaba que me molestara, de hecho.

—Eso mismo me pregunto yo —preguntó Ryan, mirándome a mí.

—Quizá quiere estar so... sólo —dije, sin darle tanta importancia.

—Bueno, chicos, tengo que ir a ver a Norah. Gracias por venir —Brent se despidió dejándome a mí y al chico atractivo a solas.

—¿Quieres ir a comer algo o vamos ya al departamento? —preguntó.

Estaba a punto de decirle que no, pero recordé que era la última vez que iba a aceptar este tipo de salidas con él y que iba a hablar tan seguido de esa manera. Eso sólo hacia que se me oprimiera el corazón y lo odiaba.

—Va... vamos a comer algo.

—¿En serio? —me preguntó sorprendido.

—Sí, ¿por?

—Pensé que te tenía que convencer. ¿Sucede algo? —dijo, mientras salíamos de la clínica.

—No —mentí. Ya se me estaba haciendo demasiada costumbre decir esto.

—¿Sabes algo, Chris? —preguntó.

—Dime.

—No te creo una mierda. Y el comportamiento de Jenkins lo confirma. Y ahora no me salgas con que no me meta en lo que no importa, Christine.

Había quedado anonadada porque nunca había escuchado hablar así a Ryan. Quizá ahora se le había agotado la paciencia.

—No sé de que... que hablas.

—Algún día vas a tener que decir todo lo que sientes. Vas a tener que hablar porque todo lo que callas te hace daño. No digo que lo hagas conmigo, pero deberías hacerlo. No es bueno para tu salud física ni mental.

—¿Dónde está tu... tu motocicleta? —pregunté, cambiando el tema.

—Hoy no vino. —Tensó la mandíbula. Sabía que le estaba evitando.

— Entonces, ¿como nos vamos? —pregunté.

—Taxi.

De pronto, se acerca un auto en frente de nosotros. Ryan abre la puerta y deja que entre yo primero, después entra él y le dice al conductor a donde vamos.

Bueno, resulta que era un taxi contratado por Ryan. Prácticamente, lo tenía desde su cita con Brittany y créanme que hubiera vomitado de no ser porque le temo a hacer eso. Me sentí incómoda, pero no podía decirlo porque él sospecharía. Después de haber comido, él me contó que su cita había ido bien. Que la habían pasado de lo mejor y que iban a salir de nuevo. No sabía como sentirme al respecto así que sólo le daba mis más sinceros ánimos a Ryan que se le veía contento.

«Quizá ya había perdido mi oportunidad», pensé ese día. Pero otra cosa era que un par de días o semanas después, ese pensamiento se volviera un hecho. Desde aquél día, yo había intentado alejarme de Ryan a toda costa, quizá pensarán que con él siendo tan intenso, sería imposible. Pero, no. Lo fue. Ryan tenía a quién gastar esa intensidad que poseía su ser. Y notablemente, no era yo.

La última salida que tuve con el chico que me gusta fue el día que Norah tuvo a su hija y Sam me dejó tirada en la clínica. Cabe recalcar, que mi decisión también había afectado mi amistad con Sam. No hablábamos mucho y si lo hacíamos era porque yo le dirigía la palabra. Nunca pasaba de un «¿cómo estás?» y un «adiós». Para mí era injusto, porque él no respetó mi decisión. Tenía que aceptarla sólo por el bien de mi salud emocional. Pero creo que en el fondo, él tenía razón. Todo estaba de cabeza ahora. Yo sólo tenía tiempo para ir a trabajar, dormir y ayudar a Norah con sus niños. Más era el tiempo que pasaba en mi antigua casa, que en el departamento. Las únicas veces que veía a Sam era en el trabajo. Y a Ryan en la noche cuando llegaba yo del trabajo o en las mañanas. Ni si quiera iba a los entrenamiento o a las dos carreras más que hicieron. Pero por lo que Brent me contó, era que esas dos las había ganado Ryan. Me sentí alegre por él en cuanto escuché eso.

Pensé que iba a retractarme de mi decisión porque cada día se me hacia más difícil mantenerme alejada de las personas que quería. Incluso de la venenosa de Avril. Pero no pude. Y eso ocurrió en la excepción; un día en que Ryan me invitó a estar con él, lo que yo no sabía era que iba a estar Brittany también. Yo quería irme, pero el me pidió que me quedara porque quería mi aprobación. Lo cual era totalmente ridículo, pero yo acepté porque en el fondo tenía una esperanza de que aquella chica fuera una perra y poder aprovecharme de eso para entrar en el juego y así tener una excusa para que Sam me dijera más de una sílaba. Pero no fue así. Brittany era una chica dulce, era amable y agradable. Sonreía demasiado y era hasta graciosa. Un poco superficial en cuanto a la belleza, pero era lo que podría decir, el sueño de todo hombre. Yo allí no podía competir. Yo no era especial en nada. Yo ni si quiera entraba en su categoría, que era lo más triste e todo. No sabía si debía enojarme con ella por ser tan linda o enojarme conmigo misma por no ser capaz de llenar ni si quiera las expectativas del chico que me gustaba. En fin, noté ese día completamente que había tomado la decisión correcta. Brittany era la mujer para Ryan y Ryan era el hombre para Brittany. Era como así decirlo, goals.

Algo más para añadirle al dato, era que Brittany se había empeñado en que fuésemos amigas. Yo la evitaba a toda costa. Era obvio que para mí sería una situación incómoda, partiendo del hecho de que ella era muy cercana a Avril y ella aún me odiaba. Aún no entendía por qué. ¿Y Emily? Pues, se rumoraba que había estado discutiendo con Sam. Pero siempre que le tocaba el tema a este, me decía que no era mi asunto o que era mentira. Nunca me daba palabras de más de dos sílabas. Las preguntas tenía que formularlas yo y conformarme con un «sí», «no» o «no sé».

Desde ese día, a pesar de haber hecho los cambios correctos, sentía más miserable mi vida comparado con lo que ocurrió con Calvin. Comía o dormía poco... Ya no despejaba mi mente y los demonios del pasado acechaban mi cabeza para decirme que nunca se irían porque yo valía más para ellos que las personas que estaban a mi alrededor. Nadie podía salvarme en las noches porque la soledad era mi única compañía...

Y justamente ahora eso está ocurriendo... Estoy en mi habitación con lágrimas en mi rostro mirando hacia la ventana a ver si la luna me da esperanza con su luz tenue. A ver si la luna me dice que llegará pronto ese amor; el amor que pueda salvarme del infierno en el que estoy metida. El amor propio que necesito para poder amar a otros sin destruirme a mí. Pero sólo veo oscuridad, la que hace que todos le temamos a la noche. Esa oscuridad que no se puede vencer porque no podemos verla. Ella sólo tiene una debilidad y es la luz del mañana. Pero quizá cuando esa llegue, ya sea demasiado tarde para alguien que no conozca el talón de Aquiles de la oscuridad. O quizá, ya cuando llegue la luz del mañana, ya sea demasiado tarde para empezar lo que pudiste hacer antes.

—No voy a poder con esto —susurré para nadie en particular —. No voy a hacerlo.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido del aparato tecnológico que tenía al lado, en la mesa de noche. No iba a mirar porque no pensaba contestarle a quién quiera que fuese a estas horas de la madrugada.

Aunque... Podría ser ser Norah que esté necesitando ayuda. Podría ser alguien que en este momento está pasando por una situación horrorosa, digo, nadie en sus cabales llamaría a esta hora. Podría ser Ryan... Podría estar en peligro...

El teléfono volvió a sonar recordándome que necesitaba ser contestado y yo solo tenía que estirar la mano y hacerlo, pero el suelo estaba cómodo y la luna se veía estupenda como para pensar en otra cosa más. Sin embargo, la duda me estaba haciendo la vida imposible. No podía relajarme a menos que cogiera ese puto teléfono.

—¿Quién molesta? —contesté impulsivamente, sin importar que fuera una emergencia.

—Estás despierta.

—¿Quién habla? —pregunté confundida, pero sin cambiar mi tosco tono de voz.

—Soy Sam. —Cuando dijo aquello, se produjo un silencio incómodo. Estaba sorprendida. Mi mejor amigo no me dirigía la palabra desde hace mucho. Y si llamaba, quizá era porque algo le pasaba.

—¿Te encuentras bien? —No intenté ocultar la preocupación en mi voz.

—Creo que mejor que tú sí —Trató de bromear, pero su voz se le escuchaba sin ánimo.

—Pensé que no... no me hablabas —susurré.

—Te extraño. —Se notaba la sinceridad en su voz.

—Yo tam... también —dije como pude porque ya las lágrimas estaban por salir.

—¿Quieres que vaya a tu departamento para hablemos, pequeña? —preguntó esperanzado.

—¿No sería me... mejor esperar a que amaneciera? —sugerí.

—¿Quieres esperar?—me contestó con otra pregunta.

—No —respondí. La verdad, era que no podía dormir, y esperar hasta que el sol saliera solo me iba a dar ansiedad. Yo necesitaba hablar con alguien. Llevaba días en los que sentía que me ahogaba con todo lo que me pasaba, pero no quería decirle ni a Norah aunque se diera cuenta. Ella tenía unos niños por los qué preocuparse como para yo darle un tormento más. No era justo para nadie.

—Entonces, voy para allá.

—Sam... —pronuncié antes de que colgara.

—Dime, Chris.

—No... No quiero estar aquí. ¿Pue... puedo ir yo a tu... tu casa? —Y sin más, ya las lágrimas habían hecho de las suyas inundando mi rostro sin permiso alguno de mi parte. Odiaba que me sucediera esto, pero agradecía que no estuviera nadie conmigo presente. Me sentía totalmente patética. Vulnerable y débil por todo. Por no tener las agallas para decirle a un idiota que me gustaba y por no poner a una tipa en su lugar diciéndole que ya había perdido el tren, que ahora era mi turno. Y que estaba seguro de ello. Pero, no.

—¿Estás demente? ¿Que no ves que es peligroso?

—Como... como extrañé al Sam protector —dije, riéndome un poco. Él también lo hizo.

—¿Qué tal si voy por ti, y te quedas en mi casa, vale?

—De acuerdo.

—¿En serio? La madrugada te está afectando bastante. Creo que haré esto más seguido —bromeó. Él decía aquello porque a mi no me gustaba estar en su casa. Siempre prefería otro lugar, así sea debajode un puente, que estar en su casa.

—Ni se te ocurra —amenacé, divertida.

—Te veo en diez.

—Vale. —Una vez dicho esto, colgué.

Me levanté del piso frío y me dispuse a buscar un jersey y unos jeans porque tenía pijama puesta y no iba a salir de ese modo sabiendo que el clima no estaba muy cálido. Además, quería tener la excusa de no tener nada para dormir y así ponerme la ropa costosa de Sam solo para molestarlo, y que de por sí era más cómoda que la mía.

Creo que mi ánimo había subido un poco. He tenido las semanas más duras desde que tuve mi anterior relación. Cabe recalcar, que la diferencia era que no estaba en ninguna esta vez. Pero aun así me sentía fatal. Supongo que era una dramatica después de todo.

Sam me había enviado un mensaje diciendo que ya estaba abajo, que si quería que subiera o que me esperara. Opté por la segunda. Sería estúpido de mi parte decirle a él que viniera por mí, para después tener que bajar los dos de nuevo.

Salí de la habitación. Traté de asegurarme que estuviera bien cerrada. No por Ryan, sino porque sabía que su hermana pasaba mucho tiempo aquí y como yo era su blanco favorito, cualquier cosa podría hacerme solo para molestar. Sí, puede ser muy tonto, pero no. Hace un par de días, Ryan me guardó desayuno. Lo supe porque me envió un texto. Cuando fui a ver, efectivamente había algo en la cocina, pero no precisamente era comestible. Tuve que decirle a Ryan que estuvo delicioso, pero que no me dejara más nada. Pensando que se iba a oponer, hizo exactamente lo contrario. Aceptó sin más. Dijo que no había problema, que no lo haría de nuevo. Había perdido otra conexión con él, y esta vez no fue ni el tiempo, ni los niños de Norah, ni Brittany. Esta vez había sido Avril y sus estúpidas bromas de mal gusto. Y si se preguntan si le reclamé... No. No hice nada. No iba a hacerle saber que me había fastidiado por completo y que quería meterla en un tanque lleno de insectos— igual a los que me puso —, pero para que se la comieran viva.

Tomé un largo suspiró debido al recuerdo que tuve, poniéndome en marcha. Antes de pasar la cocina, escuché un ruido que me hizo detener de inmediato.

Si era Avril, esta vez no se salvaría.

Entré a la cocina para encontrarme con el chico que mi mente no me dejaba en paz. Estaba con el refrigerador abierto, mirando que podía comer. No estaba en pijama. Eso me decía mucho... Como por ejemplo, acababa de llegar de una de las miles de citas con Brittany. Si es que ya no eran algo y eso no era ninguna cita.

—¿Me espías o estás sonámbula? —habló el Ryan que conocí el primer día; tan seguro de sí mismo y arrogante.

—Es... escuché un ruido y solo vine a ve...ver qué era. —¡Rayos! Ni de madrugada mi voz dejaba de sonar tan patética.

—Ajam... Ya viste que era yo, ¿no? —Asentí. Ya veía venir lo siguiente —. Entonces, ¿por qué sigues aquí?

—¿Qué te... te pasa? ¿Estás borracho? —pregunté confusa.

—Eso mismo te pregunto yo, Christine Moore, ¿qué mierda te pasa a ti? —me contestó con enojo. Se le notaba. Aunque también se le notaba los tragos de más que se había tomado. Seguro la pasó excelente.

—No entiendo... ¿De... de qué me hablas? —Me hice la desentendida.

—Tú sabes muy bien de qué estoy hablando. —Tensó la mandíbula.

—Ryan, se... será mejor que vayas a...

—¡Y una mierda! —exclamó, interrumpiéndome—, ¿crees que no estoy consciente?

—No lo sé —susurré con sinceridad —. Me te... tengo que ir.

—¿Te vas? ¿A dónde? —Pude notar en su mirada el pánico. No sé el motivo, pro allí estaba —. ¿A esta hora?

—Sam me está esperando.

—¿Por qué? —preguntó escéptico.

—No te... te incumbe.

—¿Por qué no me sorprende? —soltó con sarcasmo.

—Entonces, no... no preguntes.

—¿Tienes que comportarte tan distante conmigo? ¿Es necesario?

—Hablamos ma... mañana, Ryan. Qué descanses.

—Christine... —Su llamado hizo que me detuviera un segundo —, tú más que nadie sabe que no habrá un mañana.

Ni si quiera pude mirarlo a los ojos porque en el fondo sabía que tenía razón. No habría un mañana para Christine y Ryan, no había un mañana para ellos porque para eso, algo tendría que conectarlos. Yo, podría tener una conexión con él, y en este caso es que me gustaba. Pero, él, ¿qué clase de conexión podría tener conmigo? Prefiero dejar los malos pensamientos para otra ocasión.

Aunque ahora tenía más que claro que todo estaba acabado. Lo poco que se había construido, se estaba perdiendo...

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