12 Capítulo 10 - Parte II

—No te preocupes —le dije.

—¡No! —exclamó. Yo di un salto del susto que me dio. Él se dio cuenta y suspiró —. No es así, Chris. Quiero que me digas todo lo que merezco. No puedes decir sólo «no te preocupes» porque no es justo.

—¿Y qué quieres que... que te diga, Ryan? —pregunté.

—Cómo te sentiste cuando te trate de esa manera... ¡No sé!

—Ryan, no es la... la primera vez que lo haces. No vale la pena decirte si... si no tienes intención de cambiarlo.

—¿Por qué eres así, Chris? —preguntó un poco cansado.

—¿Así cómo? —le miré confusa. Perfectamente podía ver sus rasgos varoniles tan bien delineados. Era tan atractivo que dolía mirarle.

—No importa. —Sacudió la cabeza —. Quería hablar contigo porque necesitaba disculparme. He sido un hijo de puta.

—¿Tú lo dijiste una vez, no? —Me encogí de hombros.

—No fue así. —Vi como tensaba su mandíbula.

—¿Por qué estabas molesto con... conmigo? —Cambié el tema.

—Yo... No lo sé. No era mi día. Estaba de mal humor.

—¿Fue porque perdiste?

—¿Qué? —Me miró incrédulo —. Chris, eso es lo más irrelevante para mí en estos momentos de mi vida.

—¿Entonces? No se te veía muy con... contento.

—Porque no lo estaba, ¿no crees? —dijo como si fuera obvio.

—¿Y por qué no... no lo estabas?

—¡Pues, porque...! —Se detuvo en cuanto lo iba a decir.

—¿Porque...? —le incité a que terminara. Necesitaba saber que era lo que iba a decir. Algo me decía que tenía que hacerlo.

—Olvídalo. No quiero confundirte más de lo que ya creo que estoy.

—¿Estás confundido? —pregunté haciendo una mueca.

—¿Podemos dejar ya el tema? Me siento incómodo.

—Oh, ya sabes qué se... se siente.

—¿Es una clase de trato como venganza hacia mi actitud?

—¿Ah? —le miré extrañada.

—Estás siendo demasiado sarcástica.

—No me había dado cuenta. —Viré los ojos.

—Se está haciendo muy tenso.

No dije nada. Aún estaba enojada con él. Creo que era la única barrera para mantenerlo alejado de mí en todos los campos posibles. Tenía que protegerme.

***

—Chris, ¿qué tal...? —Miré hacia la puerta y dejé la frase sin terminar en cuanto vi que no era ella —. ¿Qué carajos haces aquí?

—Necesito hablar contigo.

—Ve coge un turno, toma asiento y espera a que me dé la gana de atenderte.

—No estoy para juegos, Jenkins —habló tajante.

—No me importa lo que tengas para decirme.

—Claro que si te importa.

—Como te explico, niña, que todo lo que provenga de ti, es irrelevante para mí. —Ni si quiera podía mirarla. Era una chica tan mimada e insoportable que sólo con verla, daban ganas de mandarla a la luna de una patada y sin pasaje de vuelta.

—¿Puedes dejar de ser tan infantil, Sam? No todo gira a tu alrededor —Podía sentir como se tensaba.

—¿Qué vienes a decirme? —Esta vez si la miré —. ¿Que te mueres por mí?

Sabía que si la fastidiaba, me dejaría en paz. Y eso era lo que quería. No estaba de humor como para pelear con ella ahora.

—Por favor, Jenkins, no seas tan ridículo. —Viró los ojos —. ¿Sabes? Si no quieres saber, él único que se lo pierde eres tú.

Ella se dio media vuelta, para irse, pero entré en razón; ella tiene que estar ahí por algún motivo en particular. De lo contrario, ni se me hubiera acercado.

—Espera, Avril —Ella se detuvo. Pude percibir su sonrisa —, hablemos.

***

—En serio lo siento, Christine. No pretendía que nuestra amistad se viera afectada de esta manera —comentó.

—¿Quién dijo que... que éramos amigos? —pregunté. Él me miró sorprendido.

—¿No somos amigos? —preguntó.

—Sugeriría que hablases por ti... ti mismo.

—Lo siento, ¿de acuerdo? En serio quiero que me disculpes, joder —. Se pasó las manos por la cara —. Claro que somos amigos. Confío en ti.

—Pero... no te consta que yo sí lo haga. —Me encogí de hombros.

La verdad, es que me estaba engañando más de lo que podía pensar. Confiaba bastante en Ryan, aunque habían veces que mi cerebro me gritaba «¡cuidado!»

Para sorpresa mía, Ryan me abrazó fuertemente. Yo no sabía qué hacer debido a que no me lo esperaba, pero luego pensé que quizá ese podría ser la única oportunidad en que lo tuviera tan cerca. Así que le devolví el abrazo.

—No vuelvas a decir que no eres amiga mía —susurró.

«Pero es que no quiero hacerlo», pensé.

—Fuiste muy gro... grosero.

—Lo sé. —Me dio un beso en mi cabeza y volvió a apoyarse en esta mientras me abrazaba —. Me di cuenta que la había cagado bastante cuando pasaban los días y no hablaba contigo.

—Y por... porque hace un rato Sam te lo dijo.

—Bueno, eso también ayudó. —Rió, mientras se alejaba de mí. Ya sentía su ausencia —. Hablando de él, ¿qué le pasa?

—¿A qué te refieres? —Me hice la desentendida.

—No sé. —Se encogió de hombros —. Creí que me odiaba y yo a él. 

—Y es así —afirmé —. Sólo que... que le gusta fastidiarme.

—¿Conmigo? —preguntó inocentemente. Ya sentía como mi piel se estaba colocando roja de la vergüenza.

—No —mentí —. La verdad, es que es... es en general. —Me encogí de hombros fingiendo no darle importancia.

—Oh, de acuerdo. —Sonrió como si se hubiera acordado de algo.

—¿Qué? —Sonreí también debido a que su sonrisa era tan bella y contagiosa que era imposible no hacerlo.

—¿Te acuerdas cuando me llamaste imbécil?

Bueno, básicamente, recuerdo varias veces en la que lo hice, no sé a cual se está refiriendo.

—¿Ah?

—Hace un par de horas. Cuando llegó aquél chico.

—Oh, lo recuerdo. —Sentí mis mejillas calentarse. Podría verse a kilómetros que se estaba divirtiendo —. ¿Por?

—Porque me hizo recordar a la vez en que iba en mi Davidson en medio de un tráfico impresionante, entonces un Chevrolet de esos clásicos se iba a cambiar de carril y no quise dejarlo hacer, así que le pateé la puerta.

—¿Y luego? —Sentía mi corazón palpitando demasiado rápido.

—La chica que estaba en el auto, salió del auto y me gritó exactamente lo mismo. —Sonrió.

—¿Y tú que hiciste?

—Bueno, en teoría me lo merecía —decía mientras miraba hacia la vista que nos proporcionaba el balcón —, yo le había dicho que tenía que cambiar de auto. Sin embargo, no pude parar de reír por un buen rato.

—¿Viste quién era la... la chica? —pregunté nerviosa.

—No podía voltear porque estaba conduciendo. —Se encogió de hombros.

No sé por qué me sentía tan intranquila. Mis sospechas estaban más que confirmadas. La Davidson que había visto en el parqueadero, era la misma que había visto el día que estaba buscando departamento. Y era más que obvio que la persona que la conducía era él, esa misma con la que estaba viviendo ahora.

—Oh, qué loco, ¿no?

—Total.

—Ryan, ¿qué pasó con el... el chico que vino? —Él sonrió.

—Pues, además de que me golpeó —señaló su rostro demasiado atractivo —, fue una total confusión. Así que le devolví también el golpe.

—¿Cómo que confusión? —pregunté.

—El chico al parecer no me estaba buscando a mí. Sino a otro. Su novia como que lo estaba engañando y le dijeron que vivía en este edificio. —Se encogió de hombros —. Quizá es el que vive en el cuarto piso.

—¿Y le dijiste eso? —Le miré asombrada.

—Posiblemente. —Se encogió de hombros.

—¡Ryan! —le regañé.

—¡Merece ser golpeado!

—Puede ser pe... peligroso. ¿Qué no piensas?

—Bueno, al igual sé que no iba a ir hoy.

—¿Por qué lo... lo dices? —Crucé los brazos.

—Porque el chico iba en muy mal estado...

—¡Ryan! —le golpeé el brazo.

—¡Al menos podía caminar! —dijo divertido.

—¿Por qué hiciste eso?

—Chris, llega e irrumpe en nuestro departamento, prácticamente te agrede y además de eso, me golpea. Estaba enojado, ¿qué querías que hiciera?

—Pobre chico. —Negué con la cabeza.

—Pobre yo. —Me abrazó de lado.

—Eres un... un salvaje.

—En todos los sentidos, nena —susurró, guiñándome un ojo. Le pegué en el brazo —. ¡¿Qué?! —exclamó divertido.

—Basta. No es gracioso. —El rió, abrazándome de lado de nuevo.

—Sí lo fue. —Seguía riendo.

—Ryan —advertí.

—De acuerdo. De acuerdo. —Levantó las menos en señal de rendición —. Tengo que contarte algo.

—¿Qué? —Volví a ponerme nerviosa.

—Estuve saliendo con Brittany.

Sentí una punzada en mi estómago. ¿Por qué? Parece ser que algo no va bien.

—¿En serio? —pregunté con sorpresa. No era necesario fingirla —. ¿Cuándo?

—Se me dio la oportunidad en lo días que tú me ignorabas. —Centró su mirada en mí.

—No... no se te ve contento. —Me encogí de hombros —. Y no te estaba ig... ignorando.

—Pues, si lo estoy... Pero... —Suspiró frustrado —... Quería contarte justo cuando sucedía, Chris.

—¿Por qué no... no lo hiciste? —Sin embargo, estoy agradecida que no lo hiciera. No sabría si me lo iba a tomar como me lo estoy tomando ahora. Y no es que sea de la mejor manera. Estoy considerando eso de ayudarlo.

—Porque estabas molesta conmigo, no te iba a hablar justo de mí cuando tú tenías que ser el centro de atención. —Se encogió de hombros como si fuera lo más normal.

—Ryan, yo... yo no estaba molesta contigo. ¡Eras tú! No te hablé por... porque no quería incomodarte.

—No lo haces. En serio que no.

Volví a ignorar eso que sentía en mi cuerpo.

—¿Qué tal la pasaste con... con Brittany? —Cambié de tema a uno peor. Genial, Christine.

—Bien. La verdad no sabía muchas cosas de ella, como creía. Lo único que sé, es que quiero que se repita. —Sonrió en grande. Sentí un vacío enorme que decía a gritos que ya era tarde.

—Me alegra mucho, Ryan. Ella parece ser bue... buena chica y tú te lo mereces.

—Gracias —susurró como si estuviera pensando en algo más.

—¿Pasa algo? —Le miré —. ¿Estás bien?

—Sí, Chris. —Sonrió —. Excelente.

Presentía como si esa sonrisa no le hubiera llegado del todo, pero decidí dejarlo pasar. Sería hipócrita de mi parte ya que yo no quiero contarle nada de mi vida ni de como me siento.

Con toda la poca valentía que tuve, me acerqué de nuevo y le abracé. Quizá lo hice porque tenía miedo. Quizá porque quería hacerlo. Quizá porque me gusta. O simplemente lo abracé porque sabía que sería la última vez en la que tendría una oportunidad así.

—¿Y esa iniciativa? —preguntó sorprendido, pero respondiendo a mi abrazo.

—Nada. —Me encogí de hombros restándole importancia.

—Ay, Chris. Qué voy a hacer contigo —dijo más para sí mismo, que para mí.

***

—Cuéntame lo todo. —No había terminado de cerrar la puerta de la habitación, cuando ya Sam me estaba cuestionando.

—Sam. Tienes que dejar de ser una... una chismosa —dije, sentándome en la cama.

—Me ofendes. —Se tocó el pecho dramáticamente como si le doliera —. Pero, no importa, cuéntame.

—No tengo... —En ese momento suena mi teléfono.

—¿Quién es? —pregunta Sam con el ceño fruncido.

—No sé. Déjame ver. —Tomo el celular de la mesa, y miro quién llama —. Es Brent. ¿Qué querrá?

—Pues, contéstale.

—Hola, Brent, ¿pasó algo? —No sé por qué mi corazón latía tan rápido.

—¡Christine! —Se le notaba la angustia en su voz. Ay, señor, que no sea lo que estoy pensando —. ¡Es Norah!

Me puse de pie rápidamente, como si con eso lo escuchara mejor. Sentí a Sam imitarme.

—¿Qué pasa, Brent? —pregunté aún más nerviosa.

—Creo que ya va a nacer, mi hijo, Chris. Estoy asustado.

—¿Dónde estás? —seguía temblando.

—En la clínica donde suele ir Norah.

—Sam y yo ya... ya vamos para allá, ¿vale?

—Gracias, Chris.

—Todo va a salir bien, Brent. —Sentí su gran suspiro del otro lado del teléfono.

—Eso espero.

Corté la llamada.

—Sam, tenemos que... que irnos.

—¿Qué pasó? —Me miró preocupado.

—Norah ya va a tener el bebé —dije, mientras buscaba mi bolso, y las llaves del apartamento —. Y Brent está hecho un manojo de nervios. Te... tenemos que ir a hacerle compañía.

—Vamos —decía, mientras se calzaba los zapatos.

Cuando íbamos saliendo, me detuve para avisarle a Ryan que saldría. No sé por qué sentía esa necesidad de informarle. Así que ya me encontraba tocando la puerta de su habitación. Sin embargo, me apareció fue la malvada de Avril.

—¿Qué? —hablaba mientras mascaba chicle.

—¿Ryan?

—No está.

—Avril —advirtió Sam.

—Ryan, ¿estás? —habló tan suave como si se estuviera burlando —. Oh, ¿ven que no hay nadie?

—¿Quieres dejar de ser tan cría por una vez en tu vida? —dijo Sam. Parece como si estuvieran batallando con la mirada.

—Sam, ya le... le avisare a Ryan por texto. Va... vámonos. —Lo halé del brazo para irnos.

***

—¿Cómo está, Brent?

—No me dejan verla. Aún no esta lista para el parto.

—¿Entonces por qué no te dejan? —preguntó Sam. Él se encogió de hombros.

—Norah les ordenó a los médicos eso.

—¡¿Por qué?! —pregunté sorprendida.

—Porque dice que no quiere tener a la nena de su marido a su lado. —Sam rió sin vergüenza alguna.

—Esa Norah no cambia. —Negué con la cabeza —. ¡Sam! Esto es serio.

—¿Qué te pasa, hombre? —le preguntó Sam aún riendo.

—Joder, no estoy para juegos. Estoy asustado y ese monstruo que tengo como mujer... ¡Me está volviendo loco!

—¿Por qué te... te dijo eso? —pregunté tratando de tranquilizarlo.

—Porque estaba nervioso y con eso no la estaba ayudando en nada, entonces me dijo que si no me calmaba me iba a golpear en cuanto naciera el bebé.

—Ídolo —habló Sam todo soñador.

—Sam, tú... tú tampoco estás ayudando en nada, ¿sabes? —le golpeé el hombro.

—Chris, me desespera. ¿Podrías decirle a los médicos, no sé, que le digan que estás aquí a ver si la convenzas que me deje estar con ella? No quiero perderme el nacimiento de mi hijo.

—Te perdiste tres, hermano —dijo Sam.

—Eso no es cierto.

—La primera vez, te desmayaste. La segunda, llegaste casi tarde porque te measte los pantalones. Y la tercera, Norah te noqueó. —Enumeró los acontecimientos mientras no perdía su cara de diversión.

—Cuando estés en mi lugar, me puedes juzgar —dijo, Brent defendiéndose —. Y eso sólo fueron unos minutos no más.

—No me digas. —Aún Sam se reía. Este estúpido, me daban ganas de golpearlo por imprudente. Pero de alguna u otra manera, ayudaba a Brent a distraerse para que se calmara. 

—¿Christine, podrías? —Veía su cara toda suplicante. Es obvio que lo ayudaría. A veces Norah era tan cabezota que no pensaba en lo importante que era para Brent ver a su último hijo nacer.

—Claro que... que lo haré. ¿Con... con quién tengo que hablar?

Hice lo que Brent me pidió, hablé con el médico que estaba encargándose del parto de Norah. Afortunadamente, él se iba a acercando a nosotros a decirnos que ya casi iban a empezar, y yo aproveché para decirle.

Después de quince minutos, el médico volvió a nosotros y le había dicho a Brent que podía pasar, pero que le había dicho Norah que si se orinaba, desmayaba, quedaba noqueado de nuevo o lloraba, lo sacaba y no lo dejaba entrar hasta que ella lo necesitara para ir al baño.  Brent se puso contento a pesar de todas las condiciones que le puso Norah. Creo que eso era lo que le importaba en esos momentos.

Cuando acabara todo esto, hablaría con ella y le regañaría. Ella a veces se pasa con el pobre chico que la quiere tanto. Además, ¿quién no daría por tener un chico como Brent a su lado, y ver lo emocionado que está como si fuera la primera vez que estuvieran aquí?

Habían pasado dos horas, y yo todavía estaba en el sofá de visitas con Sam, esperando que nos dieran alguna noticia. A pesar de todo, yo también estaba nerviosa. Quería que todo saliera bien.

—¿Por qué revisas tanto tu teléfono? —preguntó Sam con sospecha.

—Es... estoy viendo la hora.

—Hay un reloj allí —señaló, mostrándome el gran reloj que teníamos en frente de nosotros.

—Ese... ese está atrasado —dije, encogiéndome de hombros como si nada.

—¿Estás esperando que te envíe un texto? —Tan directo e imprudente como siempre.

—No.

—¿Por qué no le envías un mensaje tú, Chris? No es por nada, pero a veces nosotros los chicos, merecemos que ustedes tomen la iniciativa de vez en cuando.

—Tienes razón. —Sin pensarlo, le envíe un texto a Ryan.

«Hola. »

Sentí que no habían pasado ni un segundo, cuando ya tenía un texto de respuesta.

«Chris, ¿pasó algo? »

«¿Por qué lo preguntas? », contesté. Qué estúpida. Es obvio.

«Nunca me has hablado desde que agendé mi número en tu teléfono. »

Sabía que había sido él.

«Es una falta de respeto tomar el teléfono ajeno. »

Al menos, aquí no tartamudeaba como estúpida.

«¿Sí? Bueno, no me arrepiento de haberlo hecho. ¿Cuándo te diste cuenta? »

«Apenas me di cuenta. », mentí.

La verdad, es que yo supe desde el día en que lo hizo. Y para ser exactos, fue cuando salimos a su lugar favorito, el mismo día donde nos encontramos con Calvin. Me di cuenta después de ver todas las llamadas perdidas de Sam y una perdida de él. Allí supe que se había marcado para agregarse. Hablando de ello, tendré que ponerle clave o algo para que no vuelva a ocurrir. Ahora que Sam sabe que me gusta, es muy probable que hablemos de eso la mayor parte del tiempo.

«No sé por qué no te creo, pequeña. »

«Estoy en la clínica. », decidí cambiar el tema e ir al punto.

Mi teléfono no sonó como las otras últimas veces avisándome que tenía un mensaje. Esta vez, sonó pero era porque me estaban llamando. Y era él.

No sabía que hacer así que sólo me quede viendo el teléfono como estúpida, mientras me ponía nerviosa. Odiaba estar así.

—Chris, contesta. —me animó Sam. Yo simplemente me quedé como estatua. Pero, en cuanto vi a Sam tomar el teléfono, y contestando, reaccioné.

—¿Hola? —habló como si no supiera de quién se tratara. Bueno, al menos no estaba siendo imprudente —. ¿Quién habla?

—¡Sam, dame el teléfono! —susurré, tratando de que Ryan no escuchara.

—Está a mi lado. Sí. Es que se quedó sin habla —decía, mientras me miraba. Creo que me había apresurado en cuanto dije que no estaba siendo imprudente —. ¿Qué? No, McShane. Estás confundido... Espera, habla con ella.

Sam me entregó el teléfono riendo, mientras yo le fulminaba con la mirada.

—Quiere hablar contigo —susurró divertido.

—Imbécil —susurré.

—¿Chris? ¿Estás ahí? —Podía notar la preocupación del otro lado del teléfono —. Christine, dime donde estás que voy para allá.

Enseguida reaccioné.

—¿Qué? No. No. No, hace falta, Ryan.

—¿Cómo que no hace falta? ¿Qué estás haciendo en ese lugar?

Pude comprender su actitud. Él pensaba que me había pasado algo, y como el estúpido de Sam le dijo que me había quedado sin habla, seguro él lo interpretó mal.

—Yo... Yo estoy bien, Ryan. Tranquilo. Estoy aquí porque Norah está en sala de parto.

—¿Tu amiga? —preguntó con confusión.

—Sí. La... la que fue a la inauguración. —Pude sentir que exhaló todo el aire que tenía acumulado.

—Entiendo. ¿Ella está bien? ¿Por qué no me dijiste que ibas a salir?

—Pues, hasta ahora no... no sabemos nada —expliqué —. Y tenía la intención, pero Avril me... me dijo que no... no estabas.

—¿Cómo así? ¿Acabas de ir ahora? —preguntó confundido.

—¿Qué? No. Estoy aquí desde hace dos horas y me... media.

—Christine, yo estaba mi habitación a esa hora. —¿Es decir que ya no lo está?

—Supongo que Avril se... se equivocó —dije con aire despreocupado. No quería tener más problemas con ella.

—Seguro llegaste cuando estaba duchándome.

—Supongo —susurré. Ahora quería saber si estaba en el departamento o no.

—¿Quieres que pase por ti después de que sepas como está Norah?

—No... no hace falta. Sam me llevará —dije mirándolo para que no dijera ni una palabra.

—Es mentira —dijo lo suficientemente alto como para que yo lo pateara y Ryan escuchara.

—Chris, pasaré por ti.

—¡No! —respondí con rapidez —. Estás descansando, Ryan. En serio, que no. Ya Sam me lle... llevará.

—¿Qué? —preguntó, tomó una pausa y luego siguió hablando —. Oh, ya. No te dije.

—¿Qué no... no me dijiste? —Ya estaba preparada para lo que me iba a decir.

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