3 Despecho

Domingo, 11 de febrero 2018.

Eran las 8.30 de la tarde. Recibo un mensaje de Dayana. No me dio tiempo de abrirla cuando de pronto, alguien toca la puerta.

Me levante de la cama para abrirle. Los únicos que tocaban la puerta eran mis Padres. Y solo lo hacían cuando era algo serio.

—¡Diga! —contesto mientras me acerco a la puerta.

—Necesitamos hablar —escuche una voz ronca, pero familiar.

Parecía a la de mi Padre cuando llega a la casa después de beber. Y como estaba en donde él vecino —su mejor amigo—, podía deducir que era él. A parte, mi Madre siempre llega a las nueve; es la hora en la que termina el culto de la Iglesia en la que va cada Domingo.

A unos pasos de llegar a la puerta, alguien más la abre. Quede sorprendida al ver quien era, y en el estado en que se encontraba.

—¡Dayana! —exclame.

Se encontraba ella y José en la puerta, ambos empapados —y mi hermano en un estado de ebriedad. — Además ¡¿Que hacían en frente de mi habitación?!

—Lo siento Lily —se disculpa Dayana—. Lo que pasa es que no logro abrir la habitación de José, y como puedes notar, él no se encuentra muy bien que digamos.

—Dayana —dice José mientras posa sus manos en mis hombros, y dirigiendo su mirada hacia mí—, necesitamos hablar.

—Ok. Ya entiendo. —Aparto las manos de José—. Déjame ayudarte.

Nos dirigimos al frente de la habitación de José. Desde que tengo memoria, el aún no ha arreglado el problema con su puerta, y yo sé el truco para abrirla.

Cuando éramos niños, nosotros dormíamos en esta habitación, por eso se cómo entrar.

—¿Qué pasa? —se escuchó la voz de una niña—. ¿Qué hace Dayana aquí?

Al voltear, para encontrar la dueña de esa voz, me calmé cuando me di cuenta que no era nadie más que mi hermana. Ella, al igual que José y yo, dormimos arriba, y mis padres abajo. Y, sin mencionar, que la habitación de mi hermana está al frente del de mi hermano.

—No pasa nada Samantha —responde Dayana—. Solo vine a visitar a tu hermano. Y Lily me ayudaba a abrir la puerta.

—¿Y porque no la abre él?

Dayana se quedó callada. No supo que responder. Tenía que decir algo, esto se estaba volviendo incómodo y aparte nos traerá problemas con mis padres si se llegan a enterar.

—Samantha. —Me acerco a ella. Me inclino al nivel de su tamaño—. Si te vas a dormir ahora y no le cuentas a papá y a mamá sobre esto, te regalare una barra de chocolate mañana. ¿Qué te parece?

—Ok. Está bien —dice mientras cruza sus brazos—. Pero me iré a dormir solo por el chocolate, pero eso no compensara el hecho de que no les cuente a nuestros padres.

A veces se me olvida que, aparte de ser menor que yo, es muy manipuladora.

—Está bien. —replico levantándome, y tomarme serio el asunto—. A parte del chocolate, te daré mi mesada de este mes.

—De este y de los otros dos que sigue. —Me mira fijamente, mientras levanta una de sus cejas.

—De este mes y te daré el número del hermano de Teresa. —regatee utilizando mi mejor arma contra ella.

Sus ojos se deslumbraron. A ella le agrada mucho. Aun siendo pequeña, puedo decir que, a ella, le atrae el hermano de Teresa, siendo un año mayor que ella.

—Trato hecho. —Se alegró—. Cumple con tu parte del trato y yo del mío —se despidió de nosotras, y se metió a su habitación como si nada hubiera pasado.

—¿Crees que les diga? —pregunto Dayana.

—Ella podrá ser manipuladora, pero no es alguien que rompa los tratos que hace. —argumento—. Solo debo cumplir con mi parte y todo estará bien —murmuro.

Logro abrir la puerta. Enciendo las luces. La habitación estaba hecha un desastre, ropas por todos lados, la cama desordenada y con las sabanas por el piso. Típico de la habitación de mi hermano.

Dayana entra con José apoyándolo en sus hombros. La ayudo a llevarlo hasta la cama. Una vez allí, me aparto un poco, y me les quedo viendo. Aun goteaban de lo empapados que estaban.

—Me dirás lo que sucedió —pregunto.

Ella al escucharme, se me queda viendo. Y asiente la cabeza, confirmando.

—Luego de que habláramos por teléfono, estuve esperando a que José llegara a mi casa. Pero pasaron las horas y aun no llegaba. Me preocupé y salí a buscarlo al bar donde siempre bebemos. Allí se encontraba el, ebrio en una de las mesas.

Ahora entiendo porque llego ebrio a casa. Pero lo que aún no sé, es porque no fue a la casa de Dayana. ¿Que habrá pasado?

—Cuando me acerque a hablar con él, me dijo —continúo explicando—: "Llévame a mi casa, por favor". Y como estaba ebrio, no lo iba a dejar conducir a su casa. Te envié un mensaje para que me ayudaras con él, pero no me respondiste, así que tuve que arriesgarme a venir. Así que traje tanto a él como el carro de tu padre.

—¿Mensaje? —pregunte a mis adentros.

Es cierto. El mensaje. Se me había olvidado con todo esto que está pasando.

Saco mi celular, y reviso el mensaje.

"Lily, estoy con José. Necesito tu ayuda. Ven al bar "Itano", que se encuentra a tres cuadras de tu colegio. Tráete un paraguas, está lloviendo fuerte"

El bar "Itano". Ya me quité otra duda. Ya sé porque recibí el mensaje justamente cuando ellos estaban en frente de mi habitación. Esa zona es conocida —por nuestro colegio—, "la zona muerta", ya que allí la señal es mala, dejando a muchos celulares sin cobertura. Además de porque se encontraban empapados.

—Bien, no preguntare mas —comento mientras guardo mi celular —. Te recomiendo que le cambies la ropa para que no agarre un resfriado. Además, cuando termines, ve al baño, para que te des una ducha. Te llevare un cambio de ropa, no es bueno que te vayas mojada.

—¿Y qué hay de tu hermano, no debería de bañarse también? —agrego Dayana mientras lo veía en la cama.

—Tranquila. El estará bien. —Salgo de la habitación, y me dirijo al mío a buscar la muda de ropa.

Mi celular comienza a sonar. Reviso y es una llamada de mi madre.

No puede ser. Mi madre. Se me había olvidado ella. Ya deben ser las nueve. Debo contestar.

—Hola hija —hablo mi madre.

—Hola madre —le respondo, un poco asustada. Mi corazón se aceleraba por la tensión.

—Te llamo para decirte que hoy no voy a regresar a la casa

Al escuchar esas palabras, mi corazón se calmó. Ya no tenía preocupación, pues mi padre, sé que no vendrá hoy. El siempre después del juego se queda en casa de sus amigos hasta el día siguiente.

—Está bien madre —le contesto.

—Prepárense la cena. Los quiero. —Corta la llamada.

Comencé a buscar ropa que le pueda quedar a Dayana. Era algo complicado ya que ella posee una hermosa figura, además de ser bien esbelta. Tarde un poco en seleccionar, que creo yo, lo que le pueda quedar.

Al salir de mi habitación escucho unas llaves provenientes de abajo. Era raro, mi madre me dijo que no vendría, y mi padre, es difícil que sea él.

Bajo las escaleras para luego encontrarme con mi hermano en la puerta de la entrada de la casa. Él ya estaba cerrando y cruzamos mirada.

—¿Y Dayana? —pregunte por ella.

—Se fue —me dice cabizbajo. Ya la vinieron a buscar sus padres.

—¿Y tú? —le pregunto— ¿Cómo estás?

Al escuchar esa pregunta, el me mira fijamente y me muestra una sonrisa forzada. Se acerca hacia mí y me da un abrazo.

—Gracias —escucho a José agradeciéndome.

Se aparta y sube las escaleras sin decir nada más. No tuve el valor de decirle nada, de seguro fue duro. Pero solo puedo esperar si el querrá decirme algo referente al tema.

Recibo una notificación. Era para avisarme que tengo un mensaje de Gustav.

"Buenas noches Lily, y gracias por todo"

Sonrió. —buenas noches Gustav—, me dirijo a mi cuarto. Es hora de dormir.

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