8 Capítulo Ocho

Yumiko Asakura, la única propietaria de constructora Same SA, no se había dado cuenta de la expresión que tenía su rostro, con la boca completamente abierta miró el papel una y otra vez, era real, el permiso estaba ahí en sus manos después de luchar por obtenerlo durante año y medio.

- En verdad lo hiciste y en solo unas pocas horas.

Estaba tan sorprendida que apenas podía hablar, este hombre en realidad era alguien a tener en cuenta.

- No sé, ¿por qué te sorprendes tanto?, dijo Giorno en tono completamente despreocupado, mientras estaba de pie en la oficina de la arquitecta

- Sin embargo, no olvides el requisito expreso del alcalde

- Sí ya lo sé, un salón para su secta secreta. Si el me ayuda a ocultar algunas cosas como prometió, no habrá problemas con ello, puedo usar para ese trabajo, un grupo de trabajadores de mi país especializados en bunkers que no harán preguntas innecesarias.

- ¿Y sobre mi pago?

- Depositaré el dinero inmediatamente, pero ¿cómo lo justificará ante el banco?

- Como mis primeras ventas, por supuesto. Sin embargo, necesitaré algo de efectivo, hay un asunto que debo atender, lo dijo mientras se acercaba a la mujer y apoyaba una mano en su escritorio, ahora que ella lo veía más de cerca era un hombre bastante apuesto.

- Tengo cerca de 10 mil dólares en este momento

Se dirigió a una caja fuerte, al costado de ella, aún incrédula la abrió lentamente, vigilando de reojo a Giorno, esperando que él fijara toda su atención en cómo la abría, pero el solo estaba mirando por la ventana, era como si realmente el dinero no le importara o ¿quizás estaba tan acostumbrado a la riqueza que carecía de la ambición de quien nunca tuvo nada?

Luego de cerrar la caja fuerte, le entregó el efectivo, preguntándose internamente, para qué necesitaría ese dinero, más cuando ya está atardeciendo. Luego recordó a su padre y sus fiestas, así que invadida por la curiosidad comento, entonces supongo que irá a celebrar su logro esta noche.

- ¿Celebrar qué cosa? Y en todo confundido Giorno precisa: aún no he realizado ninguna acción que amerite eso. Además, mañana iniciaré mi trabajo como vendedor. Sería una falta de responsabilidad no llegar sobrio

Levantó una mano a modo de despedida y se fue, mientras guardaba el dinero en su bolsillo.

Después de un productivo día de trabajo donde solucionó algunos problemas menores, era momento de hacer lo único que, de verdad extraño por más de 500 años, algo que él jamás había podido olvidar ni siquiera una noche.

Giorno se bajó de un taxi enfrente de la pequeña casa que con esfuerzo pagaba su ex esposa. Un hogar modesto en un barrio mucho mejor que en el suyo, probablemente era la más vieja y pequeña del suburbio, pero aun así se veía hermosa para él, se sintió tan estúpido y arrepentido por no haber apoyado a su esposa cuando ella se lo rogó con lágrimas en los ojos.

- ¿Cómo pude ser tan holgazán y mediocre?

Se recriminó, así mismo. Si él se hubiese esforzado solo un poco más, aún conservaría a su familia; recordó una infinidad de veces que en el otro mundo suplicó por tener una oportunidad de enmendar sus fallas, quizás ese deseo fue lo que lo motivó a superarse una y otra vez, sin darse por vencido. Eso, y el odio acumulado por los siglos, el recuerdo de sus amigos caídos, el deseo de vengar a mother Wolf, todos esos sentimientos fueron el combustible que movió su motor, hasta el día que pudo asesinar al maldito rey humano y a sus seguidores.

Tomó una enorme bocanada de aire, luego lentamente la expulsó, obligándose a relajarse. Trató de alejar todos esos malos sentimientos de su ser, después de todo eso ya era algo a lo que había dado punto final. Ahora, lo único que le importaba era recuperar su familia.

Trató de dar un paso, pero sus piernas no respondieron, por primera vez en muchísimo tiempo sus manos sudaron. Su corazón latía de manera descontrolada, he incluso le costaba respirar, para ellas no habría pasado más que unos días, desde la última vez que lo vieron.

Lo peor era que aun recordaba esas circunstancias: estaba alcoholizado hasta la médula, tanto que abofeteó a su mujer y gritó a su hija. Las lágrimas bajaron por sus mejillas, como le creerían que era un hombre nuevo, como podrían perdonar a un 'hijo de perra', como él. Se planteó seriamente dejar el sobre bajo la puerta con una nota y salir huyendo.

!No¡, se regañó así mismo, eso es lo que haría su antiguo yo, un bastardo cobarde que era incapaz de darle la cara a los problemas, él ya no era el rey demonio, pero tampoco era ese excremento de ser humano que había golpeado a su antigua esposa, él era Giorno de Santoro y Vega, un hombre que enfrentaría los problemas.

Además, para él había sido más de medio milenio, si algo deseaba con todo su ser era ver de nuevo a su única familia. Entonces tomó una respiración profunda, se armó de más valor del que él necesitó para encarar al rey humano, en su primer encuentro.

Juntó todas sus fuerzas y obligó a sus piernas a moverse, caminó con un terror inexplicable hacia la puerta que se veía cada vez más lejos, por algún motivo que escapa a su raciocinio, aunque pareció una eternidad dentro de la mente de Giorno, solo le tomó unos minutos poner su pie sobre el tapete de la puerta, una vez frente a ella, como si se tratara de una mazmorra extremadamente peligrosa, volvió a dudar antes de su siguiente movimiento, tragó saliva, respiró nuevamente hondo, un par de veces más, y con todo su valor: dio un par de golpes

Mientras, inevitablemente recordaba los hermosos ojos de su hija llenos de lágrimas gritándole que no golpeará más a su madre. El deseo de huir lo invadió de nuevo, pero se contuvo, se los debía, tenía que darles la cara después de eso. Por la hora sabía que su exmujer ya había llegado, su corazón amenazó con parar cuando vio una sombra acercarse tras la cortina, y sus ojos empezaron a llorar cuando escuchó la voz de la madre de su hija decirle:

- Un momento por favor

Las preguntas lo agolparon ¿Qué debía ser lo primero en decir? ¿Cómo debía decirlo? Su mente no se ponía de acuerdo y estaba a punto de crear un corto circuito dentro de él, cuando escuchó que puso su mano en la perilla, sintió que su corazón junto con el tiempo se detuvo en el instante que vio la cara de sorpresa mezclada, con miedo de su esposa frente a él, ella cerró la puerta de golpe y le gritó.

- ¡Vete ahora mismo! O llamaré a la policía

El corazón de Giorno se estremeció al ver esa reacción y no pudo más, sus piernas fallaron y poco a poco se deslizo hasta quedar de rodillas, mientras lloraba como un niño y balbuceaba

- Róase, sé que no merezco que me creas, ni siquiera que me escuches, sé que me diste incontables oportunidades, todas y cada una de ellas las desperdicié. Sólo puedo pedirte que me perdones, de verdad te lo ruego perdóname, no te pido que me creas en este momento, déjame demostrártelo con hechos. No me importa cuantos años me tomé demostrarte que he cambiado, prometo no fallarte ni una sola vez más, solo te lo suplico dame una oportunidad.

Simplemente, se quedó allí sollozando en el pórtico de la puerta mientras suplicaba perdón una y otra vez, hasta que, al poco rato, ella le abrió la puerta.

- Dime, ¿a qué has venido en verdad?, le preguntó Róase.

Una mujer delgada, de mediana estatura y a pesar de ser un poco más joven que él, se notaba ya mayor, quizás por la maternidad o por la difícil vida que había pasado desde que se comprometió con Giorno. Era obvio que ya no era una jovenzuela, era toda una mujer, su rostro aún conservaba el moretón del golpe que él le propinó, estaba maquillada y muy bien arreglada, como si fuera a salir.

Róase lo vio tirado en el suelo, como un niño arrepentido, vio sus ojos y las lágrimas que bajaban por su rostro y no pudo evitar conmoverse. Una parte de ella le gritaba que era una estúpida, ya que había prometido nunca más creerle nada a ese hombre y mucho menos perdonarlo. Sin embargo, allí estaba, suplicando y por algún motivo todo el odio y la rabia que le tenía se apaciguó al verlo así, quedó algo impactada al verlo vestido con un costoso traje, luego se fijó en el ramo de flores en la mano y un hermoso peluche de la otra.

- ¡Giorno! ¿me prometes que no harás ninguna estupidez, si te dejo entrar?

- ¡Lo juro!, de verdad lo juro

No era capaz de mirarla y no llorar al tiempo, ¿cómo había podido golpearla?, realmente no tenía idea de cómo reparar esa culpa.

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