16 Capítulo 16

Giorno caminó con seguridad y paso firme, directo al despacho del alcalde. Los policías que deberían llevar a un hombre asustado, estaban un poco confundidos, nadie que fuera convocado por el Alcalde, de esta forma, caminaría así de tranquilo.

Los hombres se detuvieron le abrieron la puerta del despacho a Giorno, quien entró de inmediato, detrás de él la puerta se cerró, dejando sólo a cuatro personas en la habitación.

-Señor de Santoro, le habló el alcalde quien con una expresión seria observaba Giorno, a su lado su infaltable prometida y sentada frente a él, Yumiko.

- Tome asiento, ansío escuchar, qué tiene por decir.

Giorno caminó hasta el lugar y tomó asiento luego dijo:

-En este punto, no tiene el menor sentido mentir, así que a partir de ahora solo diré la verdad.

Eliza, con un marcado acento europeo y una rabia incontenible le habló a Giorno:

- ¿Y debemos confiar que esa no es su primera mentira de la noche?

- No les pido que confíen o me crean, demostraré mis palabras.

Eliza iba a refutar lo que estaba por decir Giorno. Sin embargo, el alcalde la detuvo, realmente quería escuchar lo que tenía por decir, así que Giorno continuó.

- Yo asesiné y robé a esos hombres en la Letrina de los Gatos, bueno eso es algo que ya todos saben. Sin embargo, aunque me dejé llevar, fue en defensa propia, ellos me atacaron primero, no esperaba que fueran tan débiles, como para morir por golpes tan simples.

- Dile eso al juez

Habló Eliza, cruzada de brazos.

- No creo que deba decírselo, porque ustedes no me delatarán. Es más, aunque lo hicieran no sucederá nada. Viví años cerca de la Letrina de los Gatos, ¿acaso creen que no sé cómo funcionan las cosas allí?

Yumiko lo miró confundida, realmente ella no tenía idea sobre los asesinatos, ni que Giorno viviera cerca a ese lugar. Lo miró tratando de no quitar su cara de póker, pero sus palabras hacían que cada vez fuera más difícil mantener esa fachada, Giorno continuó.

- No importa lo que pase dentro o incluso en los alrededores, nada que tenga que ver con ese lugar se considerará un crimen, en todos mis años viviendo ahí, jamás vi que se investigara un crimen, o que alguien recibiera ayuda de la policía, así que el que me delaten es la parte que menos me preocupa. Además, estos sujetos en mención, no eran más que unos asesinos, violadores y ladrones que no merecían menos que la muerte.

El Alcalde se veía notablemente más molesto por las palabras de Giorno. Sin embargo, habló de forma calmada.

- Eso no lo decides tu Giorno.

- ¡Se equivoca señor Alcalde! En ese lugar el fuerte decide, si el débil vive o muere, si no es así: ¿por qué usted o sus predecesores nunca han interferido?, ¿por qué nunca han protegido a quienes viven allí?

- Porque nadie puede meterse con ese lugar.

Contestó el alcalde notablemente frustrado, y agregó:

- Por más que se quisiera hacerse algo, ese lugar está completamente fuera del alcance de cualquiera.

- En eso también se equivoca. Destruiré el Castillo de las Damas Muertas y haré desaparecer la Letrina de los Gatos, sin importar que deba llenar mis manos de sangre y carne en el proceso.

- ¡Qué pretencioso!, ni siquiera logra imaginar lo ridículo de sus palabras.

Respondió Eliza.

El alcalde levantó una mano y Eliza guardó silencio de inmediato.

- ¿Por qué quiere destruir ese lugar?

- Ya lo he dicho, he vivido como un marginado por mucho tiempo, viendo atrocidades como si fueran algo normal, quizás al hombre que yo era, hace un par de días, no le importaban esas cosas. Ver que a los niños los mutilaban o cosas aún peores, para recoger limosna, o que abusaran de todos los que vivíamos allí como quisieran, al punto de matar a quien se opusiera un mínimo a sus caprichos.

A medida que Giorno recordaba esas cosas, no podía evitar recordar las atrocidades que sufrían las distintas razas del otro mundo, los sentimientos empezaron a revolcarse en su pecho y palabra, tras palabra, su ira iba aumentando.

- El hombre que soy hoy, ya ha visto suficiente abuso en su vida. Si la fuerte gobierna sobre el débil, entonces yo me convertiré en el más fuerte en pos de los débiles.

Eliza estalló en risa, al escuchar las palabras de Giorno. Sin embargo, de una mirada el alcalde la calló, y luego dijo:

-Sus palabras, no son más que los delirios de un hombre trastornado señor de Santoro.

Giorno sonrió y, mientras se colocaba de pie, mirando a los ojos al alcalde, le dijo:

- Como le prometí, le demostraré que no miento.

Con su fuerza mental dijo:

- Activar lanzamiento de hechizo Daga Helada.

Realmente Giorno no sabía si funcionaria o no. Solo se dejó llevar por la certeza de que funcionara, eso y la gran cantidad de sentimientos que tenía dentro. Al decir esas palabras un par de círculos, con extraños símbolos, se formaron en sus dedos girando en direcciones contrarias, en sólo un parpadeo, crearon un hermoso cuchillo de hielo.

Eliza no perdió tiempo y lo atacó con el objetivo de evitar que usara el arma contra el alcalde. Giorno se alejó de la mujer, para luego lanzar la daga al suelo.

Al impactar en el suelo, la daga se quebró como si fuera de un fino cristal. Sin embargo, todo el cuarto se congeló en solo segundos, golpeando a todos los presentes con un cambio de temperatura extremo de un momento a otro y el hielo en solo un instante congeló toda la alcaldía y sus jardines.

Giorno no había calculado ese resultado. En el otro mundo "Daga Helada", era un hechizo de hielo que solo serviría para hacer una pequeña pista de patinaje. Además, solo congelaba cosas inertes, en otras palabras, era uno de los hechizos de hielo más débiles ¿por qué ahora resultaba tan poderoso?

Giorno se sintió mareado y con fuertes náuseas. Conocía esa sensación, era lo que le pasaba cuando se quedaba sin poder mágico. Trató de girar donde Yumiko, pero antes de darse por completo la vuelta todo se puso negro. Y cayó sobre el congelado suelo.

El alcalde y Eliza titiritando de frío contemplaban atónitos las paredes, el escritorio, todos los muebles del lugar estaban completamente congelados, como si de un hotel de hielo se tratase, luego miraron donde yacía tirado Giorno y a Yumiko ayudándolo, no lograban entender qué había pasado y cómo.

Un fuerte golpe azotó la puerta del despacho, al parecer el hielo la había sellado, habían pasado solo un par de minutos, desde que todo se congeló, y ya había una respuesta desde fuera de la oficina, no cabía duda de la eficiencia de quienes rodeaban al alcalde.

Yumiko se aseguró de que Giorno estuviera con vida, afuera empezaban a sonar sirenas y se escuchaban gritos confundidos. Todo era un gran desastre. Mientras golpeaba las mejillas de Giorno tratando de despertarlo, se preguntaba, así misma: ¿en verdad era necesario llegar tan lejos?

- ¡Qué diablos está pasando señorita Yumiko!, casi 'ladró' el alcalde

Yumiko, tampoco tenía idea, de hecho, ella era la más confundida de todos. Giorno era un asesino, ladrón que soñaba ser un justiciero al estilo de algún superhéroe de comic.

Resulta que este engreído, pedante y manipulador sujeto, en verdad sí tiene súper poderes, seguía pensando para sí misma. Mientras escuchaba vagamente los 'ladridos' del furioso y confundido alcalde.

Se armó de fuerza y miró al alcalde a los ojos, en realidad no importaba quién había sido o fuera Giorno, sus habilidades podrían ser muy útiles para la familia Hasakura, era su deber proteger a alguien tan valioso. Así que, fingiendo tranquilidad, y sin agachar ni un segundo la mirada le respondió al alcalde:

-Giorno es muy imprudente, le he dicho muchas veces que guarde sus armas secretas para momentos de vida o muerte.

- ¿Armas secretas?, preguntó el alcalde

Yumiko recordó las historias que le contaba su abuelo sobre un mundo de fantasía, donde los humanos usaban magia, y había tesoros insondables que podrían hacer que los humanos parecieran dioses, así que inventó, al paso; a medida que se le ocurrían las cosas.

- Giorno es lo que llamamos, en mi familia, un cultivador espiritual, él se ha acercado al reino de los dioses y esto que han visto es solo una parte de sus habilidades. Él realmente puede cambiar esta ciudad. No, se corrigió así misma, él puede cambiar el mundo. La decisión es suya señor alcalde, ¿se unirá a nuestro grupo o será como todos los demás que simplemente prefieren ignorar la podredumbre de la ciudad?

Ella lo miró con desafío y pasión, mientras por dentro solo podía pensar en ¿qué puede ser lo peor que puede pasar ahora?

Al hacerse esa pregunta, cientos de posibilidades pasaron por su mente. Cada una peor que la anterior. Mientras tanto el fuerte golpeteo en la puerta, lograba quebrarla poco a poco.

Ella habría preferido mil veces ser la que se desmayara y dejar que Giorno se encargara de este problema. Aún así continúo hablando con seguridad y fiereza.

-¡Decida ahora señor Alcalde! ¿está con nosotros?

-Solo díganme algo: ¿tienen un plan?

Yumiko levantó a Giorno, quien permanecía inconsciente, y moviéndolo como un muñeco dijo:

- ¡Él lo tiene!

En su interior esperaba que lo tuviera

La puerta por fin se abrió, y varios hombres a quienes se les notaba que estaban muertos de frío, entraron al despacho.

- ¿Señor alcalde, señora Eliza se encuentra bien?

- Sí, respondió Eliza, quien, sin perder su elegancia a pesar del frío, caminó hacia los hombres y señaló a Giorno.

- ¿Por qué se quedan allí parados? No ven que ese idiota se desmayó del susto por lo que acaba de pasar, ayúdenlo y sáquenos de aquí, ahora mismo.

- ¡Sí señora!

El vigía no se había separado de Aron. El que llamaban Giorno sin duda era bueno, había exterminado un par de ratas sin entrenamiento sin siquiera esforzarse, pero Aron era extraordinario, él había derrotado a 7 hombres entrenados por Danddy; sin ayuda.

No cabía duda que él era la mejor de las dos presas. Además, Giorno estaba acompañado de policías. Intentar acercarse con él así, sería muy descuidado y molestaría al jefe si se enterara.

Por eso la mejor decisión había sido seguir a Aron, ignorando por un tiempo a Giorno.

Sus ganas de enfrentarse a Aron crecían segundo a segundo a medida que lo observaba, estaba complacido, no bajaba la guardia, es más, estaba seguro que ya había sentido su presencia y no podría atacar por sorpresa.

Ya no podía esperar más para enfrentar a alguien legítimamente fuerte. Se preparó para por fin poner sus dedos encima, cuando su teléfono sonó, de haber sido cualquier otro sonido de llamada lo hubiese ignorado, pero era el jefe, sintió que un escalofrío recorría su espalda y le llegó un mal presentimiento. Finalmente, tomó el teléfono y respondió:

-A sus órdenes My Lord.

-imagino que viste lo que pasó en la alcaldía.

- ¿En la alcaldía?

Se suponía que debería haber visto cualquier cosa que aconteciera en ese lugar, después de todo era su trabajo como vigía.

- Ah, sí por supuesto es increíble.

Una gota de sudor cayó de su frente, mientras dejaba ir a su presa, y buscaba un edificio alto.

-Necesito un informe detallado en este preciso momento, ¿quién diablos ocasionó ese desastre?

¿Desastre? que podía haber pasado para que el jefe estuviera tan alterado, ¿acaso la alcaldía se había quemado? No podía quedar en evidencia, realmente no tenía ni la menor idea de lo que pasaba, así que solo atinó a responder:

- ¡Sí señor!

- ¡Deja de hablar y ven a informarme ahora mismo!

Estaba en problemas serios, su único trabajo era mantener a la prometida del alcalde vigilada. Esa mujer representaba un peligro importante el cual no podían descuidar. Sin embargo, nunca pasaba nada interesante, pero justo cuando él se aventura a dejar su puesto, pasa algo que él no tenía ni idea y que incluso logró alterar al jefe.

Mientras pensaba, escaló corriendo por la pared. Y en solo unos segundos llegó hasta el edificio más alto que encontró cerca. Y, gracias a sus increíbles ojos, pudo desde allí ver lo que había sucedido. Con asombro, sólo pudo decir una cosa: ¿por qué mierda la alcaldía está congelada?

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