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Nueva Salvación

Año: ???

Dimensión Beta.

La explosión ocasionó que gran parte del bosque de abedules ardiera en llamas. Los árboles cercanos ardían en un mar de llamas y cenizas; algunos habían sido destrozados por la onda expansiva, otros por los escombros arrojados.

De las fervientes llamas masivas, surgió un hombre de ropas negras y máscara de gas, escapando a una velocidad sobrehumana del mismísimo infierno. Segundos después, un rugido horripilante y ensordecedor se escuchó a miles de kilómetros a la redonda.

Destruyendo todo a su paso como una máquina de destrucción en funcionamiento, el origen del grito hacia acto de presencia.

Piel escamosa tan firme como el acero, ojos negros penetrantes como una daga, una cornamenta tan afilada como dos montantes, un cuerno finamente afilado en la parte media de su rostro, y una gran coraza con estoques sobre su espalda.

Aquel monstruo era llamado "Rihorn", un requiem de clase C, caracterizado por sus similitudes con un rinoceronte y rasgos de tortuga.

El suelo temblaba con cada pisada, los arboles eran masacrados, arrancados desde la raíz al toparse con la ferocidad de su destructor. Dando fuertes gritos, el Rihorn advirtió al tipo de negro sobre su presencia. La velocidad del monstruo era incomparable.

—Mierda, ni a esta velocidad soy capaz de escapar de él.

Desembolsando un piolet del tamaño de un pequeño jarrón, la cabeza salió disparada hacia una gigantesca pared que indicaba el final del camino. Con el impulso obtenido, toco la pared y dio un salto mortal en pirueta hacia atrás, contemplando como el Rihorn se estrellaba con el colosal muro, al mismo tiempo que se derrumbaba sobre él.

Horas atrás...

Agnertown, Imperio Galrion.

Gremio Slayer.

—Feller, ¿cierto? Por lo que veo es tu primer día. -Dijo el recepcionista de gremio, sin dejar de mirar la hoja de registro del tipo.

—Es tal como lo dice, soy un novato.—Respondió tranquilo.

—Muy bien, en tal caso... —Revisa una carpeta llena de papeles—. Como parte de tu novatada, deberás cazar un requiem de rango C llamado "Rihorn"; una vez hecho el trabajo, también debes traer la pieles y el núcleo de éste. Aquí está toda la información que se tiene hasta el momento sobre tu presa.

—No la necesito. Puedo hacerlo sin ayuda.

—…En tal caso, por favor párese en el círculo mágico de ahí, por favor.

Tras rechazar la información dada por el recepcionista, Feller se paró sobre el círculo. Tras unos breves segundos, éste emitió una luz fosforescente que lo transportó hacia el carguero principal, dicho carguero era un globo zepelín a vapor, de cuatro propulsores. Una sensación de mareo y vértigo recorrió todos sus sentidos.

—¡Bienvenido al carguero "La pinta"! Me llamo Roy Lever. Mirando tu equipo, supongo que es tu primera vez, ¿cierto?

Una voz gruesa pero amigable lo recibió. El origen provenía de un hombre enano que sólo medía 55 pulgadas, su pequeña estatura era debido a su raza de "enano".

—Me sorprende que cualquiera pueda adivinarlo con sólo verme...

—¡Ja! Tengo mas de 20 años trabajando en esto chico. A este nivel, ya puedes detectar quien es nuevo y quien no.

Feller se limito a mantener un pequeño silencio.

—No hablas mucho, entiendo. En todo caso, agárrate fuerte, ¡porque vamos a partir brevemente la velocidad del sonido!

—¡¿?! ¿Qué dijo? —Quiso decir, sin embargo ya era tarde.

El galeón dio un poderoso estruendo; acto siguiente, una sensación de estar en un elevador multiplicado por 1000 carcomió el cerebro de Feller. Sus entrañas por unos segundos se retorcieron en agonía sintiendo la distorsión de la realidad, sus 5 sentidos dejaron también de funcionar por unos segundos.

—¡Hemos llegado! ¿Qué tal estuvo el viaje? Oh...

Arrodillado en el suelo, Feller no pudo soportar la sensación del mareo, expulsando todo el contenido de su estómago hasta quedar totalmente vacío. Roy se giró en dirección opuesta, fingiendo que lo ocurrido jamás pasó.

Feller molesto y sin habla, se posó sobre el círculo de transportación, y en otro destello fugaz, fue transportado hacia un bosque de abedules sobre el cual se encontraba sobrevolando el carguero.

La flora verde y viva florecía a los ojos del slayer. Rocas de todos los tamaños, hongos de colores nunca antes vistos, fauna de morfología sumamente extraña. Un paraíso que a la vista de un humano promedio saldría de los cuentos para niños, o de la poesía de algún bardo de una taberna.

—Hmm...mi brújula está vibrando muy lento. —Dijo para si mismo, mirando el objeto de oricalco en su mano.

Yendo lentamente a través del bosque, las vibraciones en el objeto continuaban de una manera pausada y calmada, el objetivo aún estaba lejos. Cuanto más atravesaba el bosque silencioso, una impaciencia se conjuntaba en su frente.

—Esto se está volviendo tedioso, y los mosquitos son insoportables. Usaré mi don divino, «aunque sólo puedo usarlo una vez cada 10 horas, ¿será prudente...?». —Pensó Feller—. Huh, da lo mismo, acabaré con esto rápido.

Dejándolo a su confianza extrema, partículas de luz púrpura se unificaban en las piernas del joven; y en lo que parecía la distorsión de la realidad, él desapareció, dejando una gran nube de tierra y polvo a su paso.

El don divino, una clara forma de demostrar que el mundo te ama. Sólo ciertos individuos en las diferentes razas son capaces de nacer con uno. Aquel al que le es otorgado uno, automáticamente es tratado con respeto entre la gente que lo rodea, así como también, sirve como llave para abrir puertas en puestos de renombre.

«Velocidad de la Luz», era el nombre de ese don; éste permite al usuario alcanzar la velocidad dicha en el nombre. Aunque bien, un don divino es una bendición, sus efectos secundarios varían dependiendo el tipo, y «Velocidad de la Luz» no estaba exento. La razón por la que solo puede usar cada cierto tiempo, es debido a que el cuerpo de una persona común (en especial las piernas), no son aptas para soportar velocidades de altas magnitudes por más de 3 segundos. No obstante, el cuerpo de un slayer si es capaz hasta por 15 segundos; si se excediera el tiempo, la carga en el cuerpo sería tal, que literalmente quedaría hecho polvo.

Un par de segundos basto para encontrar el lugar clave. La brújula vibraba a tan alta intensidad, apuntando a una cueva tan profunda y lúgubre, cubierta de maleza y moho silvestre.

Feller examinó fijamente la cueva unos instantes.

—Un par de granadas oscuras debería ser suficiente.

Con esa simple suposición, un problema mayor se concretó en tan pocos segundos...

••••

Feller sostenía un par de hachas gemelas plateadas aún en guardia, de alguna forma, su instinto de supervivencia le susurraba que la batalla aún no terminaba.

La gran pila de escombros había enterrado el parcialmente el cuerpo del Rihorn. No había movimiento alguno, ni siquiera una mínima vibración, sólo un silencio sepulcral que reinaba sobre la incómoda atmósfera.

De pronto, una onda expansiva hizo volar todo a su paso, polvo, árboles todavía en pie, las desquebrajadas rocas que servían como tumba final del monstruo.

Instintivamente, Feller dio un salto hacia atrás manteniendo distancia, sólo dándose cuenta que el réquiem yacía frente a él mirándolo fijamente, como si lo estudiara.

—Deja de mirarme de esa forma asqueroso animal. —Bufó el slayer girando sus hachas gemelas.

El Rihorn en un grito de guerra, lanzó la primer cornada en una carga que asemejaba a una locomotora. Feller saltó en una pirueta esquivando el ataque, para después proporcionarle una patada giratoria que acertó en la quijada del réquiem.

El slayer balanceo sus hachas gemelas hacia el monstruo; no obstante, la solidez de su piel provocaba que fuera imposible de penetrar. Tal era la dureza, que ambas armas fueron destruidas en mil pedazos como si de vidrio se tratase.

—¿Qué...demonios...?

La escena había hecho que su concentración se diluyera. Un objeto punzante perforó con extrema facilidad el acero azabache, penetrando la piel desnuda y el hueso, desgarrando nervios, venas y arterias.

—¡Agghhh!

Su grito casi destruye sus cuerdas vocales. Una inyección de dolor atravesó su cerebro, sintiendo como recorría cada parte de su cuerpo. Su brazo incapaz de moverlo, punzaba con agonía en unos segundos que se sintieron eternos.

Empalado en el cuerno del Rihorn, Feller fue lanzado hacia el suelo tal cual vil muñeco de trapo abandonado por su dueño. La tierra a su alrededor se resquebrajó, la fuerza del impacto era comparada a ser pisoteado por un carguero entero.

Costillas rotas, luxación en el tobillo derecho, tres dedos rotos, un hombro perforado, era el saldo más bajo tras haber enfrentado unos segundos al réquiem. Con la sangre goteando por la mayoría de los orificios en su cuerpo, Feller no cedió a la derrota. Con su rodilla izquierda flexionada, el joven concentró toda su fuerza, brincando a una lo suficientemente pareja para dejarle un regalo de agradecimiento a su presa.

Dos esferas moradas de tamaño milimétrico fueron soltadas en el aire. El breve toque de éstas en la piel del Rihorn fue suficiente para ver la escena a continuación.

Un breve destello rosa dio inició a una gran nube púrpura que se propagaba por toda el área a gran velocidad. El compuesto arrojado era polvo de moira, un veneno corrosivo en la piel de cualquier réquiem.

El Rihorn chilló de dolor, retorciéndose en el suelo con fuertes convulsiones, mientras la espuma negra brotaba de su hocico. Grandes bultos blancos crecieron en su piel, la carne se le despegaba de su cuerpo en una vista perturbadora. La gran coraza proveniente de su lomo cayó al suelo, dejando a la vista un mar de nervios y carne blanca totalmente frágil, era como ver el interior de una medusa.

Con un rostro totalmente asqueado, Feller dejó caer su máscara, volcando su mirada al cielo con sus intensos ojos carmesís.

—Realmente...no me pagaron lo suficiente.

Su cabello negro liso caído fue estropeado por el sudor, y su piel pálida, era producto por la pérdida de sangre continua.

El monstruo se alzó con dificultad en sus 4 extremidades. Su mirada reflejaba un odio profundo, desesperación, sed de venganza, humillación, quería acabar con su vida a toda costa.

Feller fácilmente notó esto. Recargado a una roca, miró desafiante al réquiem.

—No me mires de esa forma. —Escupe una flema de sangre amor suelo—. Si vas a atacar, hazlo ahora mierda inmunda.

Sin pensarlo dos veces, el Rihorn cargó a una velocidad imparable, o eso era lo que se creía. Tres explosiones conjuntas surgieron de improvisto, marcando una línea divisoria entre el slayer y el réquiem.

Seguido de esto, disparos de arma mágica se escucharon en una claridad total, dando por hecho que el autor de este asalto estaba cerca. Gemidos de dolor y una lluvia de púas, acompañaron la pequeña batalla que se estaba desarrollando dentro de la nube con residuos de polvo.

Sin saber que ocurría, Feller cerró los ojos, cediendo a su somnolencia.

••••

Al abrir los ojos, un nuevo escenario se expandía en su visión. Total oscuridad, salvo por una pequeña iluminación creada por un cristal de luz, un aroma a humedad y huevo podrido, el sonido de las gotas cayendo de estalactitas a unos centímetros.

—Una caverna...¿oh?

Una figura femenina salió de entre las sombras, captando rápidamente la atención del slayer. Cabello rosado atado a una pequeña coleta, un conjunto militar negro, y unas gafas militares que ocupaban la mayor parte superior de rostro.

La chica se acercó lentamente a Feller.

—Nos hemos salvado...por ahora. Te creía muerto, ya planeaba dejarte en pelotas. —Dijo despreocupadamente.

—Huh, soy más duro de lo que piensas. ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿y porqué me salvaste?

—Vaya agradecimiento. —Resopló con disgusto—. Me llamo Mía, slayer igualmente novata. Te traje a una cueva cercana, no soporté verte ser apaleado por un monstruo moribundo.

— Ah, gracias por recordármelo. -Se incorpora con dificultades—. ¿Acabaste con el monstruo?

—No. Utilicé todas mis granadas de miasma con un anterior réquiem, no pude hacer mucho. Peor aún, perdí mis dos armas mágicas hace unos minutos. —Golpea la pared con furia marcada en su frente—. ¡¿Tienes idea de cuánto me costó tener el dinero para adquirirlas?!

—Espera, ¿las granadas de miasma son efectivas contra esa cosa?

Mia frunció el ceño ante la pregunta.

—Bromeas, ¿cierto? La Requiem Guide lo menciona múltiples veces, incluso los recepcionistas de gremio brindan información relacionada a debilidades de los monstruos.

—Ah.

Feller ahogó sus palabras. El recuerdo del menosprecio hacia el recepcionista taladró su cabeza. Su situación actual le abrió los ojos, pero su orgullo no le permitía aceptarlo.

Empero ahora, el slayer tendría que vivir con una derrota aplastante, dañando de forma irremediable su orgullo mancillado.

Por otra parte, Mia pensó detenidamente las palabras de Feller. Seguido de esto, un gran disgusto invadió. Tomó a Feller del cuello, ignorando los quejidos de dolor del slayer.

—Entonces, ¿he perdido mis armas arriesgando mi vida por un imbécil? ¡¿es enserio?!

—Yo no te lo pedí. No puedes culparme por ello.

—Pues ahora me debes una, y exijo que cuando venzamos a esa cosa, me pagues el equivalente a lo que perdí.

Feller aceptó a regañadientes, sabiendo que no podría negarse en su estado actual, además de tener una cuchilla casi cortando su cuello. En su mejor forma, hubiera preferido antes escapar que tener que desembolsar dinero en alguien ajeno; no obstante, no estaba en condiciones de alegar nada.

De repente, una lluvia de rocas comenzó a caer encima de ambos. La cueva se desmoronaba, acompañada de fuertes temblores y chillidos atronadores que derrumbaban montañas.

Para Feller y Mia que se miraron fijamente, tenían que claro que el Rihorn los había encontrado. Cubriéndose sus cabezas, ambos lograron escapar por una pequeña abertura que había ocasionado el derrumbe. Aún así, para cuando ellos quisieron correr, el monstruo ya había derribado totalmente la cueva.

Cansado, despellejado, con la sangre saliendo a borbotones por cada agujero de su cuerpo, la bestia usaba sus últimas fuerzas para acabar con los slayers. Su mirada determinada indicaba que no pararía hasta cumplir su cometido.

Ambos a merced no tenían escapatoria. Recursos y energías agotadas, desarmados y solos, decidieron ceder a lo inevitable bajando sus cabezas.

—∆¶¶×¶√Π•|∆¶£×¢¶¶∆√• [Arte arcano: Corte Cegador].

Una voz distorsionada se escuchó de la nada. El área se vio rodeada de un ambiente pesado, la presión aumentar provocó que la respiración fuera más difícil de efectuar.

Un destello cegador se efectuó en el Rihorn. Aullidos de dolor, el sonido de la carne siendo desgarrada múltiples veces. Finalmente, un chillido de muerte dio fin a la luz destellante, dando inició a una escena atroz.

Rebanado, destazado, masacrado, descuartizado, una masa de carne irreconocible yacía en el suelo, lo que antes solía verse como una amenaza.

A un lado de los restos del Rihorn, capucha negra, pasamontañas negro cubriendo la parte inferior de su rostro, una máscara negra que cubría toda su cara, se alzaba la figura de un joven enfundando su montante plateada.

Su capa negra se ondeaba con el viento, su armadura negra no contenía ni una sola pizca de sangre o polvo, era como ver a un ser divino.

¿Quién podía ser aquel joven que terminó por rematar al monstruo sin sudar? Feller y Mia lo sabían, pero no lo querían creer.

—…El niño prodigio.

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