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En el silencio de la habitación, mientras el humo se disipaba junto con sus ideas, la noche parecía engullir lo que quedaba de sus sueños e ilusiones.

No es que no lo quisiera, mas no lo amaba. Jamas podría volver a amar como... como lo amo a él. El "innombrable". Aquel que había decidido borrar de su mente pero no podía sacar de su corazón ni de su alma. Era como un veneno que la consumía poco a poco, destrozándole la vida sin que se diera cuenta. Capa por capa, cual liquido corrosivo, se filtraba en su mente, a veces como una sombra en la esquina, otras veces era un aroma, un lugar conocido, su nombre.

Aunque trataba de llenar sus días de muchas cosas, cuando lo besaba, lo recordaba... no había labios mas suaves que los de " aquel". Su aliento la había embriagado hasta llevarla al cielo, quizás solo fue el alcohol, solo se necesito un beso para perderse en el aroma de su piel y volverse suya. Y, tal como entro, desapareció.

¿Porqué recordarlo?

¿Cuánto tiempo ha pasado?

Su juventud se ha ido, su belleza existe bajo la mirada de sus ojos y lo vano de sus palabras. Más la joven de ilusiones desmedidas, apasionada y libre, yacía atrapada bajo un sueño llamado vida, esperando despertar en sus brazos. Pasando de novio en novio, como si al besarlos, al hacerlos suyos, se acercara mas a su ideal.

Sin embargo, las copas se consumieron, los cigarrillos se acabaron y la noche se volvió día y el día, no existió jamás. Perdida, ensimismada, entre personas desconocidas y risas vacías. Un mundo distinto del que emergió.

Y sus lágrimas se habían vuelto trozos de cristal, tan finos, tan puros cual diamantes. ¿De que sirve llorar?

- ¿Has pensado lo que te dije?- una voz la despertó de su sopor. La mañana estaba tranquila, los primeros rayos del sol comenzaban a iluminar la habitación. Su rostro parecía el de un ángel caído, con una belleza escalofriante. Al verla así su corazón dolía, sabia que pensaba en él. Tantos años de ser amigos, tantos años de tratar de conquistarla, al fin ella lo aceptó. Sin embargo, sabía perfectamente que cuando su mirada se perdía en el amanecer, con ese brillo indescriptible de nostalgia y belleza, pensaba en su pasado. Sentía celos y tristeza.

-¿Umm?- murmuró Elena, tratando de aterrizar de nuevo a la realidad.

- Eres una despistada- dijo Carlos en tono tierno, mientras besaba su frente, mirando el contorno de su rostro, acariciando su mejilla. Ella lo miró con ternura, la tristeza de su mirada se disfrazó nuevamente.

- Mañana es cumpleaños de mamá, quiero que me acompañes, ella ha preguntado de manera insistente por ti, ¿irás? - Su voz era suave y tierna, casi como una suplica. Ella no dijo nada, solo asentó con la cabeza y beso sus labios suavemente. Lo quería, cada mañana era así, en la noche se hundía en un pasado escondido pero al aparecer los rayos del sol, a quien quería era a Carlos. No sentía que mintiera, al menos eso se repetía en cada beso, en cada abrazo, en cada promesa. Después de 15 años de amistad, 3 años de insistirle que salieran, ella accedió a darle una oportunidad. Seis meses habían pasado desde que dijo que sí. Su vida se había vuelto estable desde entonces, las decisiones erráticas de antes se iban desvaneciendo. Se sentía como alguien enfermo que sale a recuperación. Solo que su enfermedad no podía ser tratada por la medicina real, el tiempo llegaría a sanarla. Quizás...

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